31.- Más sobre
la corrupción, 1
Ayer
estalló el enésimo escándalo de corrupción, al tiempo que la Infanta Cristina,
la hija del anterior monarca y hermana del actual, definitivamente fue imputada
de forma benévola tan sólo por evasión fiscal. El Presidente de la Comunidad
Autónoma de Extremadura, José Antonio Monago, que hasta hace sólo unos días
había venido ejerciendo de “Pepito Grillo” dentro de su propia formación,
postulándose siempre como el abanderado de la lucha contra la corrupción, fue
acusado, según él por miembros de su propio partido en una rueda de prensa
lamentable, de haber realizado treinta y tantos viajes a Canarias a cargo de
los presupuestos del Senado, con objeto de poder visitar a la que durante un tiempo
fue su novia.
Otra
noticia demoledora, que unida a otras y a otras, está dejando por los suelos la
credibilidad de la clase política de este país, y por extensión al sistema
democrático que surgió de la Transición y que tan buena prensa había tenido
hasta hace apenas un año, y al que hoy se le atribuyen el origen de todos, o de
casi todos los males que padecemos.
La
desafección que se está produciendo hacia la política, que está obligando a
muchos a pensar que todos los políticos son corruptos, o potencialmente
corruptos, está provocando el surgimiento y el asentamiento de una nueva
formación política, “Podemos”, que desde posiciones hasta cierto punto
populistas, afirma, entre otras cuestiones, que cuando lleguen al poder
conseguirán acabar en poco tiempo con la corrupción. Según los últimos sondeos
demoscópicos, la formación que lidera Pablo Iglesias, que en poco tiempo se
ha convertido en la estrella rutilante
del firmamento político del país, a pesar de
que aún no tiene estructuras consolidadas, ocupa ya la primera posición
en intención de voto directo, por encima de los dos partidos que hasta la fecha
habían mantenido colonizado el poder institucional, lo que deja claro la
preocupación que han provocado los
innumerables casos de corrupción de los que hemos tenido noticias. “Podemos”
parece que sólo tiene que esperar sin hacer nada, mientras que todo lo demás se
derrumba a su alrededor.
¿Pero
qué es lo que ha pasado? Lo que ha pasado sencillamente que se ha acabado la
veda, que la crisis económica que tantos problemas está causando en la
población, ha dejado al descubierto dos líneas transversales que han conseguido
dejarlo todo patas arriba, la instrumentalización de la política por parte de
la economía, y la libertad en la que se ha desenvuelto la clase política para
hacer lo que le venía en ganas, lo que se reduce a la falta de control real que
ha existido por parte de la ciudadanía
sobre los políticos, que hasta el momento se habían creído que vivían en un
mundo aparte, opaco e impermeable, apoyado por unos medios de comunicación
afines, que dándole la espalda a la ciudadanía, sólo contaban, en lugar de lo
que tenían que contar, el relato que emanaba, o que les dictaban los diferentes
gabinetes de prensa de los respectivos partidos políticos.
En
poco tiempo todo ha cambiado, y lo que aún no ha cambiado necesariamente tendrá
que cambiar. Los políticos se encuentran acosados, y una nueva generación, que
no vivieron en primera línea la Transición política, o que ni tan siquiera la
vivieron, está comenzando a tomar, a veces por asalto, la jefatura de las
anquilosadas maquinarias de los partidos políticos tradicionales, al tiempo que
están naciendo nuevas formaciones que tratan de tomar distancias con la forma
de hacer política que hasta la fecha se
había llevado a cabo. Lo viejo hoy parece más viejo que nunca y se exige sangre
nueva, gente nueva que se haga cargo del timón de la nave, de una nave, que
como se ha comprobado, hace aguas por todas partes. Paralelamente a lo
anterior, los medios de comunicación tradicionales, en plena crisis económica
que amenaza su propia supervivencia, se encuentran desbordados por los nuevos
medios, casi todos digitales, que han posibilitado un nuevo dinamismo con
respecto a la información, una forma diferente de entender la comunicación,
encontrando y creando nuevos lectores y seguidores. Ya a nadie le interesa la
prensa complaciente, la prensa de partido, la que claramente se posicionaba
tragando ruedas de molinos en apoyo de los suyos. La veda se ha acabado y todo
se encuentra al cabo de la calle.
En
contra de lo que algunos nos quieren hacer entender, lo que está ocurriendo no
amenaza al sistema, no, lo que amenazaba al sistema democrático era
precisamente lo que estaba ocurriendo, ya que la transparencia es uno de los
requisitos fundamentales sobre el que el propio sistema, para que sea sano,
tiene que asentarse. Una extraña ley del silencio, ahora se sabe, lo envolvía
todo, creándose un enorme margen de impunidad que fue aprovechado por todo el
que pudo, ocultándose a la ciudadanía lo que realmente estaba acaeciendo, por
lo que tampoco se puede decir eso tan socorrido de “que mientras las cosas iban
bien nadie se quejaba”, pues lo cierto, es que los que tenían la obligación de
controlar, o de intentar controlar lo que ocurría, y en este saco también hay
que meter a la prensa, o callaban por intereses espúreos, o sencillamente
porque no se atrevían.
Una
forma de hacer política o de entender la política ha dejado de existir, de
suerte que los que aún se empeñan en mantenerla saben que tienen los días
contados, lo que no quiere decir, ni mucho menos, que nos encontremos al borde
del precipicio, pues dónde realmente nos hallamos es al principio de la normalidad.
08.11.14