domingo, 14 de diciembre de 2014

Más sobre la corrupción, 1


31.- Más sobre la corrupción, 1

            Ayer estalló el enésimo escándalo de corrupción, al tiempo que la Infanta Cristina, la hija del anterior monarca y hermana del actual, definitivamente fue imputada de forma benévola tan sólo por evasión fiscal. El Presidente de la Comunidad Autónoma de Extremadura, José Antonio Monago, que hasta hace sólo unos días había venido ejerciendo de “Pepito Grillo” dentro de su propia formación, postulándose siempre como el abanderado de la lucha contra la corrupción, fue acusado, según él por miembros de su propio partido en una rueda de prensa lamentable, de haber realizado treinta y tantos viajes a Canarias a cargo de los presupuestos del Senado, con objeto de poder visitar a la que durante un tiempo fue su novia.
            Otra noticia demoledora, que unida a otras y a otras, está dejando por los suelos la credibilidad de la clase política de este país, y por extensión al sistema democrático que surgió de la Transición y que tan buena prensa había tenido hasta hace apenas un año, y al que hoy se le atribuyen el origen de todos, o de casi todos los males que padecemos.
            La desafección que se está produciendo hacia la política, que está obligando a muchos a pensar que todos los políticos son corruptos, o potencialmente corruptos, está provocando el surgimiento y el asentamiento de una nueva formación política, “Podemos”, que desde posiciones hasta cierto punto populistas, afirma, entre otras cuestiones, que cuando lleguen al poder conseguirán acabar en poco tiempo con la corrupción. Según los últimos sondeos demoscópicos, la formación que lidera Pablo Iglesias, que en poco tiempo se ha  convertido en la estrella rutilante del firmamento político del país, a pesar de  que aún no tiene estructuras consolidadas, ocupa ya la primera posición en intención de voto directo, por encima de los dos partidos que hasta la fecha habían mantenido colonizado el poder institucional, lo que deja claro la preocupación que han provocado  los innumerables casos de corrupción de los que hemos tenido noticias. “Podemos” parece que sólo tiene que esperar sin hacer nada, mientras que todo lo demás se derrumba a su alrededor.
            ¿Pero qué es lo que ha pasado? Lo que ha pasado sencillamente que se ha acabado la veda, que la crisis económica que tantos problemas está causando en la población, ha dejado al descubierto dos líneas transversales que han conseguido dejarlo todo patas arriba, la instrumentalización de la política por parte de la economía, y la libertad en la que se ha desenvuelto la clase política para hacer lo que le venía en ganas, lo que se reduce a la falta de control real que ha existido por parte de  la ciudadanía sobre los políticos, que hasta el momento se habían creído que vivían en un mundo aparte, opaco e impermeable, apoyado por unos medios de comunicación afines, que dándole la espalda a la ciudadanía, sólo contaban, en lugar de lo que tenían que contar, el relato que emanaba, o que les dictaban los diferentes gabinetes de prensa de los respectivos partidos políticos.
            En poco tiempo todo ha cambiado, y lo que aún no ha cambiado necesariamente tendrá que cambiar. Los políticos se encuentran acosados, y una nueva generación, que no vivieron en primera línea la Transición política, o que ni tan siquiera la vivieron, está comenzando a tomar, a veces por asalto, la jefatura de las anquilosadas maquinarias de los partidos políticos tradicionales, al tiempo que están naciendo nuevas formaciones que tratan de tomar distancias con la forma de  hacer política que hasta la fecha se había llevado a cabo. Lo viejo hoy parece más viejo que nunca y se exige sangre nueva, gente nueva que se haga cargo del timón de la nave, de una nave, que como se ha comprobado, hace aguas por todas partes. Paralelamente a lo anterior, los medios de comunicación tradicionales, en plena crisis económica que amenaza su propia supervivencia, se encuentran desbordados por los nuevos medios, casi todos digitales, que han posibilitado un nuevo dinamismo con respecto a la información, una forma diferente de entender la comunicación, encontrando y creando nuevos lectores y seguidores. Ya a nadie le interesa la prensa complaciente, la prensa de partido, la que claramente se posicionaba tragando ruedas de molinos en apoyo de los suyos. La veda se ha acabado y todo se encuentra al cabo de la calle.
            En contra de lo que algunos nos quieren hacer entender, lo que está ocurriendo no amenaza al sistema, no, lo que amenazaba al sistema democrático era precisamente lo que estaba ocurriendo, ya que la transparencia es uno de los requisitos fundamentales sobre el que el propio sistema, para que sea sano, tiene que asentarse. Una extraña ley del silencio, ahora se sabe, lo envolvía todo, creándose un enorme margen de impunidad que fue aprovechado por todo el que pudo, ocultándose a la ciudadanía lo que realmente estaba acaeciendo, por lo que tampoco se puede decir eso tan socorrido de “que mientras las cosas iban bien nadie se quejaba”, pues lo cierto, es que los que tenían la obligación de controlar, o de intentar controlar lo que ocurría, y en este saco también hay que meter a la prensa, o callaban por intereses espúreos, o sencillamente porque no se atrevían.
            Una forma de hacer política o de entender la política ha dejado de existir, de suerte que los que aún se empeñan en mantenerla saben que tienen los días contados, lo que no quiere decir, ni mucho menos, que nos encontremos al borde del precipicio, pues dónde realmente nos hallamos es  al principio de la normalidad.


08.11.14

viernes, 21 de noviembre de 2014

Sobre el referéndum de Escocia.

30.- Sobre el referéndum de Escocia.

            Mañana se llevará a cabo el esperado referéndum en Escocia en donde se decidirá si los escoceses desean seguir perteneciendo, o no, al Reino Unido. Según las últimas noticias los sondeos vaticinan que el “NO” a la independencia ganará por un estrecho margen de no más de cuatro puntos porcentuales, después de que el sí, durante varias semanas, haya estado encabezando algunas prospecciones demoscópicas. Lo que está claro, gane quien gane, es que la sociedad escocesa se encuentra profundamente dividida, y que el referéndum no es la solución para un conflicto de tal envergadura, pues los problemas comenzarán al día siguiente de conocerse los resultados, ya que una importante parte de la población se sentirá derrotada, fuera de las directrices que a partir de ese momento se tomen.
            Los referéndums poseen, en mi opinión, demasiada “buena prensa”, al ser presentados como la máxima expresión de la democracia, cuando deberían ser observados como el fracaso de la propia democracia. En Escocia, por ejemplo, gracias a un sí o a un no sin matices, se va a tomar una decisión de gran importancia, aunque sólo sea por un punto de diferencia, en donde los perdedores tendrán que aceptar una solución que no desean, lo que en lugar de solucionar un problema conseguirá acrecentar las diferencias ya existentes. Algunos, muchos dirán que la democracia es eso, la aceptación de la voluntad de la mayoría por parte de la minoría, lo que es cierto por supuesto, pero sólo cuando la democracia se encuentra en estado de excepción, pues en un sistema democrático sano lo que hay que buscar, y en la medida de lo posible encontrar, es que ninguna de las opciones existentes, y siempre hay muchas opciones, se sienta derrotada ante las demás, y en un referéndum siempre hay una opción perdedora.
            No cabe duda, como está quedando en evidencia, que el referéndum por la independencia de Escocia se debe a un grave error político de Cameron, de Cameron y por extensión de la clase política inglesa, que con suficiencia optó por “un todo o nada”, en la creencia de que así conseguiría acallar las voces que exigían cada vez con más fuerza un mayor número de competencias. La prepotencia inglesa ha creado este conflicto que ahora no se sabe cómo lidiar, pues el camino correcto hubiera sido, tal como ahora atropelladamente se está haciendo, aunque sin debates previos y sin negociar antes lo que se otorga, elevar los grados de autogobierno, los niveles de autonomía de esa región que historiadamente se ha sentido “ninguneada” por sus vecinos del sur. O dicho de otra forma,  articular un nuevo marco de convivencia en donde en principio, y de forma no conflictiva, tuvieran cabida todos los ciudadanos que convivan en Escocia, en lugar de crear esta descabellada disyuntiva que separa, y espero que no definitivamente, en dos a los habitantes de esa región. La escasa visión de futuro de la mayoría de los gobernantes que soportamos está provocando procesos ahistóricos, procesos que están en contra de los tiempos en que vivimos, que poco o nada tienen que ver con el objetivo por el que deberían velar, el de elevar la calidad de vida, y no me refiero evidentemente sólo a lo económico, de las sociedades a las que tienen que servir, creando conflictos artificiales, que en la mayoría de las ocasiones se les van de las manos, cuya única razón de ser no es otra que la de ocultar cuestiones de mayor envergadura.
            Los político, desde hace  tiempo, se han convertido en un grave problema, incluso para la política misma, ya que al estar encerrados en su corporativismo, en su corporativismo partidista y de clase, sólo se dedican a sus intereses, que no son otros que los de mantener sus posiciones de privilegio, importándoles poco, o muy poco, los destrozos que van llevando a cabo con sus actuaciones. La política es todo lo contrario a permanecer encerrado en los postulados que se posean, es lo opuesto al fundamentalismo y a la teología, es escuchar y llegar a acuerdos, trabajar para crear caminos sobre los que todos, o casi todos puedan avanzar sin sentirse incómodos, y no un dedicarse a bloquear y a cercenar alternativas que podrían evitar los conflictos, tal como ha hecho la clase política inglesa en el caso escoses.
            De un tiempo a esta parte me pongo a temblar cuando alguien afirma que la solución, que la mejor solución para zanjar una cuestión social espinosa es realizar un referéndum, aduciéndose para colmo que es más democrática de las opciones. Me pongo a temblar porque comprendo que para el que lo exige, siempre y cuando obre de buena fe, se le han cerrado, o cree que le han cerrado todas las puertas, lo que me hace pensar que algo ha fallado, pues un referéndum sólo puede producirse cuando el sistema democrático se encuentra bloqueado, cuando se ha bloqueado el sistema democrático. Hay que tener en cuenta que la democracia es un sistema que ante todo intenta integrar, aspirando a crear sociedades en donde las diferentes voces, por muy opuestas que sean, tratan de salvaguardar un hilo común, unos conductos de entendimiento y de diálogo que en el momento en que se rompen conducen inevitablemente al “guerracivilismo”. Sólo en esas circunstancias es cuando un referéndum puede tener justificación, es decir, cuando el sistema democrático ha fallado.

17.09.14


                        

sábado, 15 de noviembre de 2014

Sobre la abdicación del Rey, y 2

29.- Sobre la abdicación del Rey, y 2

            El martes, el día después de la abdicación del Rey Juan Carlos, en una tertulia televisiva, Rodríguez Zapatero ante una pregunta del moderador de la mesa, dijo que antes que monárquico o que republicano era sobre todo demócrata, y creo que acertó plenamente al dejar el debate en el punto exacto desde donde hay que partir, ya que en este momento lo que exige la ciudadanía, tanto los sectores más politizados como los menos interesados por la política, es en primer lugar lograr un mayor control democrático de “la cosa pública”, y en segundo lugar trabajar por una profunda democratización de la sociedad, de suerte que sin lo primero es completamente imposible lo segundo. Hoy en día, el republicanismo moderno se fija menos en si un país se constituye como monarquía o como república que en la intensidad democrática que dicha sociedad pueda generar, por lo que es absurdo y pueril, escuchar a  alguien decir, como le leí en plena vorágine a Javier Cercas, que “prefería vivir en una monarquía como la sueca que en un régimen republicano como el existente en Siria”. Lo que realmente a estas alturas hay que plantearse, y plantearse muy seriamente, es si el sistema sueco es más democrático que el español y el por qué, ya que lo demás sólo son brindis al sol para tratar de embarcar la pelota en el tejado con la sola intención de perder tiempo.
            Es comprensible que la izquierda exprese sus preferencias por la República, pero su labor, lo quiera o no, tiene que ser otra, la de crear un compacto tejido social dispuesto a exigir una democratización real y radical de nuestras sociedades, pues lo contrario es preferir, por comodidad, seguir perdiendo el tiempo con temas accesorios por temor a afrontar los importantes. El problema es que la izquierda, desde hace tiempo, está acostumbrada a deleitarse con sus propias consignas, casi todas sólo útiles para decorar sus escaparates, con la intención de  dejar para más adelante lo esencial, como en este momento está ocurriendo con el tema de la monarquía.
            A pesar de sentirme republicano, algo lógico y natural por otra parte, tengo que reconocer que el debate que se está suscitando estos días sobre  la necesidad de que este país siga siendo una Monarquía, o que por el contrario se instaure en él una República, me resulta hasta cierto punto indiferente, sobre todo porque estoy convencido, observando el status quo, las relaciones de fuerzas existentes, que nada cambiaría de forma significativa con que en lugar de un monarca disfrutáramos de un Presidente de la República. Nada, absolutamente nada. De hecho, en lo formal, prefiero vivir en un régimen parlamentario que en otro presidencialista, por lo que la función del Jefe del Estado, debe ser el de un relaciones públicas, lo más apolitizado posible, para que en todo momento, acatando la Constitución, represente al país y al gobierno elegido por los españoles, sea éste del color político que sea, de la  mejor forma posible. Lo anterior quiere decir, que ese importante puesto debe ejercerlo un diplomático sin veleidades políticas, alguien sin demasiadas aristas con el que nadie se sienta incómodo, por lo que en principio, perfectamente podría serlo Felipe de Borbón.
            Dicho lo anterior, no vería con desagrado que se pida al país que se manifieste sobre el tema, pero siempre y cuando, porque esto es lo realmente importante, que en esa misma consulta se certifique los cambios constitucionales que esta sociedad necesita necesita para comenzar una nueva etapa. No creo que haga falta un nuevo periodo constituyente, no, pero sí realizar importantes modificaciones en el texto actual, que sobre todo debe afectar al encaje de las diferentes comunidades que conforman el Estado. Desde mi punto de vista, como he comentado en alguna que otra ocasión, las modificaciones a realizar deben convertir a este país en un Estado Confederal, en una nación de naciones, en donde el Jefe del Estado, y repito que me da igual que sea un Presidente de la República o un monarca, tiene que ser el representante simbólico institucional de todas las partes, de todos los gobiernos existentes en los diferentes territorios. En una estructura de estas características, el Senado, que en estos momentos carece de utilidad, se convertiría en una cámara esencial,  en donde los  representantes de todas las comunidades se reúnan para ejercer las labores de coordinación entre las diferentes políticas que se lleven a cabo, tanto a nivel interior como exterior.
            Por lo tanto, no me interesa este debate sobre la Monarquía o República, que en el fondo es de  una vacuidad absoluta, pues lo que me preocupa es lo que este debate trata de ocultar, y sobre todo lo que se está tejiendo, o no,  para modificar “las cosas”.
            Soy republicano, claro que soy republicano, pero no soy un republicano formal, al creer que lo importante, lo esencial del republicanismo es su radicalismo democrático, algo que las fuerzas políticas mayoritarias, por aquello de que puede amenazar su hegemonía, tratan por todos los medios de neutralizar.
            No soy muy optimista, aunque últimamente están ocurriendo ciertos acontecimientos que invitan a mantener ciertas esperanzas, pero creo que todos los cambios que desde diferentes ángulos se exigen como necesarios sólo podrán llevarse a cabo lentamente, creando nuevas mayorías y nuevos consensos, lo que tal como está el panorama son difíciles de realizar. Como dije más arriba, lo importante es tener objetivos claros y no detenernos, o no perder el tiempo en otros que son completamente secundarios.


06.06.14

viernes, 7 de noviembre de 2014

Sobre la abdicación del Rey, 1

28.- Sobre la abdicación del Rey, 1

            El lunes pasado, de forma inesperada y creo que inoportuna, el Rey, después de treinta y nueve años de ejercicio, presentó su abdicación al país, dejando su puesto a su hijo Felipe, que dentro de unas semanas pasará a denominarse Felipe VI. Muchos creíamos desde hacía tiempo que ese movimiento dado sería fundamental para el sostenimiento de la propia monarquía, pues el descrédito en el que la institución había caído, hacía difícil, o problemática su permanencia en un país eminentemente republicano como el nuestro, por lo que la situación de una figura tan “quemada” o amortizada como la de Juan Carlos, demasiado asociada a lo que algunos ya denominan el antiguo régimen, el de La Transición, por la de Felipe, alguien sin apenas aristas conocidas, podría revitalizar de cara a la opinión pública la imagen y la función de dicha institución. Era, como decía, un movimiento necesario, pero también un movimiento que difícilmente se podría llevar a cabo, sobre todo por aquello de que “los reyes mueren pero no abdican”, motivo por el cual, desde la propia Casa del Rey se ha tenido que observar excesivamente problemática la situación para propiciar el paso que se ha realizado.
            Al parecer, según dicen, la decisión fue tomada en el mes de enero pasado, fijándose el momento oportuno para hacerla efectiva, como así ha sido, inmediatamente después de las elecciones al Parlamento Europeo, al estimarse, estoy convencido, que el resultado de las mismas certificaría, aunque de forma anémica, el mapa político que hasta la fecha había venido coloreando la vida política de nuestro país. Pero aunque ciertamente el mapa no ha cambiado, al menos en lo esencial, pues las fuerzas mayoritarias siguen siendo apoyadas por el electorado, sí es verdad que han surgido nuevos sujetos políticos que han revolucionado el momificado escenario en el que se desarrollaba nuestra vida pública, por lo que creo, que ha sido un desatino, para ellos, haber cumplido la promesa sin antes calibrar los pros y los contras, ya que lo más correcto hubiera sido esperar a que desapareciera la resaca que han dejado las elecciones, “parar la pelota” hasta  que el ambiente se enfriase, por ejemplo hasta después del verano, para hacer efectiva la decisión, aunque ello implicase que la resolución del “caso Noos”, en el que están implicados varios miembros de la propia familia real, repercutiera aún más en el desprestigio de la Monarquía.
            La tan afamada Transición política a la democracia, que siempre ha sido tildada por unos y por otros como modélica, y en la que hasta cierto punto se justificaba socialmente la monarquía, sobre todo por los efectos negativos de la crisis económica, se ha demostrado  que se encuentra completamente amortizada, o al menos agonizante, lo que deja en el aire tanto a la institución monárquica como a la forma de entender la política que se ha venido llevando a cabo durante todo este largo periodo de tiempo. Realmente poco se puede salvar, y son las generaciones más jóvenes, que sin duda son las más castigadas por la crisis, las que más subrayan el desapego existente ante todo lo que les rodea, hacia los partidos y a los profesionales de la política, hacia el sistema económico imperante, hacia la prensa tradicional y por supuesto también hacia la monarquía, por lo que urge un profundo cambio institucional que sea capaz de adecuar las estructuras que hasta la fecha han venido rigiéndolo todo a la realidad actual. Sí, porque ahora todo ha quedado al desnudo, comprendiéndose que la sociedad civil iba por un camino mientras que las élites gobernantes, apoyándose en las estructuras que instrumentalizaban en su beneficio, iban por otros, lo que a estas alturas, como se ha demostrado, aún tímidamente en las pasadas elecciones, resulta insostenible. Hace falta, por tanto, para que todo vuelva a renacer, con objeto de que esta sociedad vuelva a recobrar el pulso y la vitalidad, que se produzcan importantes cambios, algunos de los cuales tienen obligatoriamente que ser radicales. En esta coyuntura, en esta extraña coyuntura es cuando se ha producido la abdicación del Rey, lo que de forma obvia ha propiciado que desde diferentes ángulos se ponga en cuestión a la propia institución monárquica.
            En un primer momento, los acontecimientos, han logrado que saquemos a pasear al republicano que todos llevamos dentro, y para que determinadas formaciones políticas desempolven  sus banderas para exigir un referéndum gracias al cual se pueda decidir, democráticamente, si la monarquía debe seguir, o si por el contrario, se instaure la Tercera República. No cabe duda de que aunque se llenen las plazas, tal y como se llenaron algunas el propio lunes pasado, de manifestantes ondeando la enseña tricolor, el debate sobre la monarquía, sobre la permanencia de la monarquía en este bendito país, al tiempo que el de las innumerables reformas que necesariamente se tienen que realizar, debe ir acompañado de  una profunda  y democrática reflexión que desemboque en la constitución de una mayoría social capaz de soportar dichas transformaciones. Volcarlo todo, apostarlo todo por la posibilidad de modificar la jefatura del Estado, de cambiar la Monarquía por la República, en el fondo, aunque la república siempre a algunos nos resulte más atractiva, y hasta cierto punto más democrática, es algo que no tendría necesariamente  que solventar ninguno de los profundos males que nos aquejan, de suerte que sería cambia un florero de una determinada tonalidad por otro para que todo, absolutamente todo permanezca  igual, al menos en lo importante. No obstante, es esencial que sepamos de qué hablamos cuando hablamos de República y de Monarquía parlamentaria, pues puede que las diferencias no sean tan apreciables.


05.06.14

viernes, 31 de octubre de 2014

Sobre el resultado de las elecciones europeas, y 2

27.- Sobre el resultado de las elecciones europeas, y 2

            ¿Y ahora qué? Esta es la pregunta que hay, después de la vorágine electoral, que realizarse en estos momentos, pues si el escenario en el territorio de la derecha ha quedado meridianamente despejado, en el de la  izquierda todo aparece patas arriba, lo que en principio, sobre todo para los que deseamos una reactivación del mismo, puede resultar positivo. Creo, de hecho estoy convencido, que en estos momentos la pelota se encuentra en el campo de los socialistas, y que dependiendo de lo que hagan con ella, si vuelven al redil que nunca debieron de abandonar de la socialdemocracia o si por el contrario prefieren seguir en el del socialliberalismo, las cosas, los acontecimientos podrán tomar un giro u otro. Resulta también evidente, que empujados por el fenómeno “Podemos”, Izquierda Unida torcerá hacia la izquierda, ya que los sectores “rupturistas” de la misma han encontrado en lo acaecido una justificación para obligar al grupo “realista”, el que hasta ahora se ha empeñado, creo que correctamente, en mantener los pactos de gobierno en Andalucía y una actitud de colaboración con la fuerza mayoritaria de la izquierda, a alejarse de la trabajosa sintonía que hasta ahora habían estado manteniendo con los socialistas, con objeto de potenciar su izquierdismo, para demostrarles a todos, que para izquierdistas ellos, lo que sin duda sería un error estratégico de indudable trascendencia motivado por una mala lectura de los resultados.
            Sí, porque en contra de lo que en principio pudiera parecer, la ciudadanía no ha votado, o al menos la ciudadanía de izquierdas no ha votado posiciones radicales, no, ha apostado por una regeneración de la izquierda y por una regeneración de la vida pública del país, lo que no quiere decir ni mucho menos que a partir de este momento tengamos que sacar del armario nuestras boinas negras remachadas con una estrella roja de cinco puntas. Esa regeneración pasa, tiene que pasar por un radicalismo democrático que intente volver a poner las cosas en su sitio, lo que no significa otra cosa, que corrigiendo los errores cometidos, desde las instituciones se haga todo lo posible, todo, para favorecer los intereses de la ciudadanía, en lugar de como hasta ahora se ha venido haciendo, atendiendo de forma vergonzosa los intereses de los grandes conglomerados financieros. La ciudadanía, al menos la que ha votado izquierdas, se ha limitado, lo que no es poco, a dar un sonoro golpe sobre la mesa para que se cambien las formas de hacer política, con objeto de que en el centro de ésta se encuentre la propia ciudadanía y no en esos intereses espureos que han logrado, al menos en los últimos años, intoxicarlo todo. Este es  el mensaje que las fuerzas políticas deben comprender para después atender lo que se le exige, y no otro, ya que se diga lo que se diga, y se están diciendo muchas tonterías, porque parte del electorado de la noche a la mañana no se ha hecho bolivariano, pero sí y con contundencia ha exigido un cambio de rumbo. Y lo curioso, es que ese cambio de rumbo no es difícil de conseguir, ya que todo consiste en que desde la política cada cual desempeñe el papel natural que le corresponde ejercer.
            El “PSOE” tiene la obligación de recuperar sus señas de identidad, que no es otra que desde la moderación haga todo lo posible para mantener el Estado del Bienestar, que siempre ha sido la bandera tradicional de la socialdemocracia, dejando de jugar con actores sociales que siempre estarán en contra del mismo, dibujando límites que jamás se podrán sobrepasar, e implementando políticas que aseguren la viabilidad de ese entramado social, complejo, muy complejo y costoso, pero esencial en las alturas históricas en que nos encontramos, pero sobre todo, logrando articular programas en torno a los cuales importantes sectores sociales se aglutinen para defender no sólo  los derechos adquiridos, sino también por alcanzar nuevas conquistas sociales. Por otra parte Izquierda Unida, debe dejar de ser la caja de grillos que es en la actualidad, en la  que cada cual va por su cuenta, para desde la izquierda del “PSOE”, velar para que los socialistas no se pierdan en la tarea que le corresponde, o lo que es lo mismo, ejerciendo una labor de vigilancia, de consciencia crítica, nada baladí por cierto, que le impida al “PSOE” escorarse en territorios que no le corresponden, al tiempo que aglutinar de forma abierta, a todas las sensibilidades de la izquierda en un continuado debate que aporte nuevas ideas que poder transmitir al conjunto de la propia izquierda.
Aunque parezca lo contrario, aún lo ocurrido consigue deslumbrarnos, “Podemos” no tiene recorrido por sí sólo, y su futuro puede que se encuentre en una coalición, o mejor en un Frente Amplio con Izquierda Unida, lo que sin duda podrá conseguir que la antigua coalición, desprendiéndose de viejos anclajes que desde hace tiempo ya no le sirven de nada, consiga reverdecer y aportar nuevas ideas y contenidos.
            Por el bien de todos, la izquierda tiene que aspirar a gobernar el país, y para ello es fundamental que cada una de sus unidades cumpla con su misión, con su cometido, pues sólo así podrá conseguir la credibilidad necesaria para posibilitar mayorías sociales que propicien gobiernos que aspiren, no sólo a gobernar por gobernar, sino a gobernar por el bien del conjunto de la ciudadanía.


28.05.14

viernes, 24 de octubre de 2014

Sobre los resultados de las elecciones europeas

26.- Sobre los resultados de las  elecciones europeas, 1

            Ayer, después de conocerse los resultados de “las europeas”, y de haber manifestado mi satisfacción por los mismos, alguien me comunicó lo que había votado, que no fue a ninguna opción precisamente mayoritaria, dejándome dicho a continuación que no le había dado su voto a “Podemos” porque no le convencía ese “bla,bla,bla” demagógico y populista que tantos sufragios le había permitido cosechar. Después de decirle que su voto fue más ponderado que el mío, le comenté que mi apoyo a esa formación ante todo fue táctico, entre otras razones porque los discursos que desarrollan y que tanto furor han ocasionado ni de lejos son los míos, pero que aún así creía necesario que emergieran con fuerzas, con todo lo que representan, al escenario institucional. Sí, porque la irrupción de “Podemos” puede significar, como ya parece que se está observando, un intento por remover las aguas, desde hace tiempo estancadas, de la izquierda de este país. De la nada, sin estructuras y sin apoyos económicos, ha conseguido sólo un escaño menos en Estrasburgo que Izquierda Unida, desbancando a esa formación de su consolidado y confortable tercer puesto en municipios tan importantes para la antigua coalición como Sevilla, hecho que si fuera dirigente de Izquierda Unida, me tendría muy preocupado.
            Pero además de la irrupción de “Podemos”, que posteriormente no tendré más remedio que volver a tratar, los resultados de estas elecciones siempre tenidas como secundarias, o mejor dicho sin valor real para lo que realmente importa, es decir para la gobernación del país, deja varios apuntes de importantes, como es la solidez del partido mayoritario de la derecha de este bendito país, pues el Partido Popular, a pesar de su desgaste por la acción de gobierno, aunque aquí habría que subrayar que lo que en verdad desgasta es arrastrarse en la oposición, y de los casos de corrupción que durante años ha anegado su deambular, ha vuelto a ganar las elecciones. Sí, ha vuelto a ganar las elecciones, con un candidato desde el primer momento tocado, y sin, al parecer, tener que realizar muchos esfuerzos ello, perdiendo votos sólo por la abstención de parte de su electorado, de un electorado que volverá a tensionarse y a votar en masa por sus candidaturas cuando las circunstancias lo requieran. De hecho, no ha tenido fortuna el partido que le surgió por la derecha, “Vox”, lo que significa que las diferencias que sin duda existen dentro del Partido Popular y en su ámbito de influencia, son más de cara a la galería que una contestación real que pueda minar su implantación institucional. La derecha una vez más ha dejado constancia de saber lo que hace, pero sobre todo de lo que quiere.
            Uno de los problemas de la izquierda es que se pasa demasiado tiempo mirándose el ombligo, por lo que apenas se da cuenta de lo que ocurre a su alrededor, ya que algo tan evidente como que la propia izquierda ha vuelto a perder las elecciones ha pasado desapercibido por la aparición del fenómeno “Podemos”, lo que en principio debería de llamar la atención, al menos para los que creemos que gobernar es algo, una tarea, que no sólo está al alcance de la derecha, y que la izquierda tiene que esforzarse, que obligarse, con todo lo que ello implica, por coger las riendas de la gobernación del país, teniendo presente, que el hecho de estar en la oposición es ante todo un fracaso, no un castigo bíblico, ni el lugar que históricamente le corresponde. Parece evidente entonces, que la izquierda, no sólo puede aspirar a ejercer de “Pepito Grillo” desde la oposición, sin mancharse de barro, o de mierda hasta las rodillas, por lo que la ambición por gobernar debe situarse entre las prioridades de cualquier organización de izquierdas, lo que al parecer hasta hace bien poco sólo estaba en la agenda del “PSOE”, aunque también hay que decir que todo no vale con tal de gobernar, pues hay que gobernar, sí, pero por algo y para algo, que es lo que ha hecho perder el rumbo a la socialdemocracia, y no sólo a la de este país, que en un momento creyó que su finalidad era sólo la de gobernar por gobernar.
            Lo que nos dicen los resultados de estas elecciones, es que la izquierda, por su división, se encuentra incapacitada para gobernar, entre otras razones, porque el partido central de la misma, desde hace tiempo se encuentra perdido, sin discursos y sin saber hacia dónde tiene que encaminarse. El “PSOE”, necesita reinventarse, reconstruirse para volver a ser el referente de la izquierda, ya que su debilidad es la causante de la disgregación del voto de la propia izquierda, a lo que hay que sumar, y es mucho sumar, la escasa inteligencia política de “IU”, que instalada en su satisfacción, ha dejado que parte de su electorado natural se incline hacia posiciones claramente más izquierdistas que se encuentran sólo a un peligroso paso del populismo, como ocurre con “Podemos”. Dije un poco más arriba, que había votado a “Podemos” con la intención, o con la esperanza de que sirviera, mi voto y el de otros muchos, para zarandear a la izquierda “instalada”, cosa que parece que está comenzando a ocurrir, prueba de ello es el silencio, cada día que pasa más clamoroso, de  Izquierda Unida, pero sobre todo los primeros movimientos que se están produciendo en las filas socialistas, ya que se ha convocado un congreso para el próximo mes de julio, en el cual, afortunadamente su actual grupo dirigente, que desde hace  tiempo se encuentran completamente amortizado, han prometido que dejaran el testigo.


28.05.14

viernes, 27 de junio de 2014

Sobre la ideología dominante en los antiguos países del Este

25.- Sobre la ideología dominante en los antiguos países del Este.

            Hace unos días, de nuevo, en una conversación con unos amigos, volvió a surgir el tema de la orientación ideológica existente en los países del Este, comprendiendo, todos los que entramos en la polémica, la actitud de esos ciudadanos, que cansados del comunismo, de las dictaduras que habían padecido ellos o sus padres, se inclinaran ahora hacia posiciones marcadamente derechistas.
            Todos los países que pertenecieron hasta hace sólo unos años al antiguo bloque soviético, incluyendo por supuesto a la propia Rusia, disfrutan en estos momentos de sistemas más o menos democráticos, sistemas que han posibilitado la subida al poder de gobiernos partidarios de llevar a cabo políticas marcadamente neoliberales, en donde la desregularización y la libertad de mercado, de todos los mercados, en la actualidad es un hecho. Llama la atención que ninguno de ellos, a pesar de la teórica cultura media de sus habitantes, y estoy hablando de países de la talla de Polonia, Chequia, Hungría, etc., hayan optado por gobiernos que propicien al menos, aunque de forma tibia, políticas con un perfil socialdemócrata.
            Puedo comprender lo que la mayor parte de esas poblaciones sienten hacia Rusia y hacia el comunismo, pero no puedo entender, como si en realidad vivieran en sociedades idílicas, la forma que tienen de volverle la espalda a todo, y digo a todo, lo que huela a lo que tradicionalmente se entiende como izquierda. Hace unos días, charlando con una ciudadana polaca asentada desde hace poco en nuestro país, después de recomendarle una extraña novela escrita por un francés, y que trataba de Rusia, de la vida en Rusia después de la caída del régimen soviético hasta nuestros días, me sorprendió diciéndome, ella que es una persona apasionada por la cultura rusa, que no le interesaban los franceses que se dedicaban a opinar sobre Rusia, pues la mayoría de los intelectuales del Hexágono, en su día, de una forma o de otra, apoyaron al régimen soviético, lo que convertían sus opiniones en demasiado parciales. Me quedé con la boca abierta y no me atreví a decir nada, pues lo anterior significaba, que sólo le interesaban los testimonios de los que en su momento se dedicaron a criticar la dictadura que tuvieron que padecer y que le vino impuesta  por el gigante del Este.
            En estos países todo lo que sepa a izquierda, es decir a justicia social, a todo lo que en general llamamos redistribución de la riqueza, sabe a pasado, a comunismo y a Unión Soviética, a un periodo histórico que odian y que afortunadamente ya han podido dejar atrás, pero esa actitud ante su historia reciente, que muchos consideran lógica, les ha obligado a encajar más goles de los necesarios, pues las superegularizadas y asfixiantes sociedades en las que vivían han sufrido una transformación tan radical, que sólo quedan en ellas los valores del capitalismo hegemónico, ese que dice que “cada cual tiene que salvarse a sí mismo”, el que con otras palabras aboga por “la ley de la selva” o sencillamente por la del más fuerte.
            Estoy convencido que la situación en la que quedaron esos países, convirtió a sus sociedades en el campo de cultivo apropiado para el desembarco en ellas de todas las variantes del capitalismo extremo, esas que como hongos, lograron surgir en el preciso momento en que se decretó el final de “la guerra fría”, un final que se saldó con la derrota definitiva y sin paliativos del comunismo realmente existente.
            A diferencias de sus países vecinos, a los que tanto siguen intentando imitar, no han sabido hacer frente, ni tan siquiera de forma modesta a las feroces ofensivas, muchas de de ellas socialmente inasumibles, de la fuerza ideológica vencedora, asumiendo de forma acrítica muchos de los postulados que ni siquiera los países de los que provenían, y desde los que se postulaban, fueron capaces de implementar en carne propia, de suerte que aquellos países, pronto se convirtieron en laboratorios en donde se aplicaron las ideas y las políticas neoliberales, sin que éstas encontraran ningún tipo de resistencia por parte de la ciudadanía, que aceptaron sin rechistar, como si fuera “agua de mayo”, todo lo que provenía de Occidente.
            Cuando le dije el otro día a mis amigos que no comprendía a los habitantes de esos países, no le quise decir que desconociera su triste travesía histórica, sólo que me sorprendía que los valores que siempre han identificado a la izquierda tengan tan poco predicamento en esas sociedades, al tiempo que me llamaba la atención, que políticamente no apuesten, consecuencia de lo anterior, por formaciones políticas que aspiren a crear o a consolidar estructuras sociales solidarias, protectoras, en lugar de aquellas otras formaciones que sólo pretenden des-socializar a sus propias sociedades al afirmar, siguiendo a Margaret Thacher, que para muchos de forma incomprensible sigue siendo su heroína, que la sociedad no existe, que sólo es un mito, al existir sólo los individuos.
            Pero posiblemente aún sea pronto, ya que con el paso del tiempo, cuando comprendan los destrozos que esas políticas adoptadas, y hasta cierto punto impuestas, están provocando en esos países, los valores de la igualdad, coaligados con los de la libertad, ya que sin la igualdad es imposible la libertad, volverán en esas sociedades a ocupar el lugar que les corresponde, de suerte, que se diga lo que se diga, la situación actual no puede ser más que transitoria.


22.04.14

jueves, 15 de mayo de 2014

Sobre las elecciones europeas, y 2

23.- Sobre las elecciones europeas, y 2

            El caso de “Podemos” es diferente, pues a quien realmente puede debilitar, debilitar y acabar con sus elevadas expectativas electorales es a Izquierda Unida, pues aspira a asentarse a la izquierda de la antigua coalición, a la que puede, si las cosas le van bien, asestarle un duro golpe. Se podría decir, que “Podemos”, en terminología extrema, es el brazo político del movimiento 15M, un entramado político que muchos esperaban, esperábamos, que se consolidara  desde hace mucho tiempo. Se podría decir también, que parte de su electorado potencial es un voto joven rescatado de la abstención, un voto joven y activista que no encontraba acomodo en ninguna de las formaciones políticas del arco parlamentario, y que gracias a “Podemos”, podrá hallar su voz y a sus propios representantes.
            Hasta ahora, los votos que se le escapaban al PSOE por la izquierda casi todos iban a parar a Izquierda Unida, que de esta forma se convertía en el recogedor de la frustración que el PSOE iba generando. Resulta sintomático, que en la historia reciente de nuestro relativamente joven sistema democrático, la subida electoral del los socialistas implicaba una importante bajada de los apoyos que recibían los izquierdistas, y viceversa, ya que los mejores resultados para Izquierda Unida siempre se han producido cuando el PSOE padecía una hecatombe electoral. Por tanto, ahora que el electorado, debido a los recortes que el Partido Popular está llevando a cabo, parece que se inclina de nuevo hacia la izquierda, y comprobada la incapacidad de los socialistas para captar el descontento, pues aún no han sabido recuperarse de la debacle electoral que sufrieron, muchos pensaban, pensábamos, que Izquierda Unida sería la gran beneficiada y que aumentaría de forma significativa  el número de votos que conseguiría. Pero mientras que los dirigentes izquierdistas se frotaban las manos, pues sabían que sin hacer apenas nada, casi de rebote, podrían alcanzar el fruto siempre esperado, la aparición sorpresiva de “Podemos”, a quienes no han podido ni asumir ni eclipsar, les ha hecho comprender que las cosas puede que no les vayan como esperaban. Está claro que Izquierda Unida hace tiempo que dejó de ser una formación política ilusionante, de suerte que se podría decir que es un partido político de cuadros, en donde el Partido Comunista, que cada día que pasa posee menos presencia social, ejerce un poder omnímodo, lo que aleja a la antigua coalición de esa nueva savia ciudadana que puede alimentar a “Podemos”. Izquierda Unida, aunque lo ha intentado, no ha sabido hacerse con esa franja emergente del electorado, pero también, y ésta es la gran novedad, puede perder parte de sus apoyos tradicionales, ya que muchos de sus votantes, sin duda hartos de la política profesional, de los políticos profesionales que controlan a la organización, se verán tentados a acercarse, sobre todo cuando comprendan que en unas europeas no arriesgan nada, a los abanderados del antiguo pero no olvidado 15M. Lo de Izquierda Unida, o mejor dicho lo del Partido Comunista es preocupante, ya que parece que se acomoda con satisfacción a la situación en la que vive, no planteándose en ningún momento asomarse a lo que está ocurriendo en la calle, como si la presencia que mantiene en las instituciones le bastara, lo que justificaría, que en esta ocasión, también pueda quedarse “fuera de juego”.
            En este momento, aún, como le ocurre a muchos, no sé que voy a votar, ya que sólo estoy convencido que me acercaré temprano a mi colegio electoral, porque no puedo estar todo el día criticando para después, a la hora de la verdad, lavarme las manos como si no me importara nada de lo que ocurre a mi alrededor. También sé, por la aparición de esos nuevos actores, que la campaña se presentará mucho más animada, pudiendo anticipar que el número de abstenciones será más baja de lo habitual, aunque los medios señalen que los electores que decidan ese día quedarse en casa, lo que sería terrorífico, se situará en torno al sesenta por ciento. La tentación de votar a “Podemos” está ahí, aunque soy consciente que ni los valores ni los discursos que esgrimen sus patrocinadores son los mío, a pesar de que tengo que reconocer que la forma en que se plantean, sin los miedos que siempre han amordazado a la izquierda de este país, me llaman poderosamente la atención.
            Lo curioso de estas elecciones, gracias a su singular sistema electoral de distrito único, es que pueden conseguir, y este hecho creo que es positivo, una fragmentación del mapa electoral, lo que si no un golpe al bipartidismo, eso es difícil, sí puede poner a cada uno en su lugar, en el lugar en que políticamente desearía estar, dejando para otra ocasión eso que tanto se recomienda, en aras de la gobernabilidad del país, y que tanto se instrumentaliza como es el voto útil. Puede servir, también, una vez efectuadas, para calibrar el estado de malestar existente, y cuál es el apoyo real con el que cuentan, más allá de los datos demoscópicos que de forma constante nos abofetean, y que tan “cocinados” siempre aparecen, los partidarios de las políticas de ajustes que tanto se publicitan como necesarias.
            Estas formaciones que aparecen, pueden suponer un problema para los partidos políticos asentados, a los que podrán quitarle electores, pero pueden servir para oxigenar la vida política de este país, pues no creo que resulte higiénico, y existen abundantes pruebas de ello, que casi todo el poder que delega la ciudadanía recaiga sólo en dos o tres formaciones políticas, que como se ha demostrado, debido a los escasos controles existentes, han destrozado la credibilidad no sólo de la clase política, sino de la política misma. Tal como ocurre en otros ámbitos, la diversidad, también en política, puede ser positiva.


06.01.14

sábado, 26 de abril de 2014

Sobre las elecciones europeas,1


22.- Sobre las elecciones europeas, 1

            Las elecciones europeas del próximo mayo, posiblemente por el escaso interés que despiertan en la ciudadanía, a pesar de la importancia real de las mismas, pueden suponer un importante test, no sólo para el gobierno, sino también y sobre todo para la clase política asentada y consolidada de este país. En estas elecciones para el Parlamente Europeo,  y no sólo en España, cada cual vota, los que a pesar de la apatía decidan ir al colegio electoral, a la opción política que más le agrada, dejando a un lado el denominado “voto responsable o útil” que suele acompañarlo en las elecciones de más enjundia, el que se realiza valorando los pros y los contras dependiendo de las circunstancias que en cada momento se presentan. En “las europeas se vota, por tanto, más con el corazón que con la cabeza, lo que en esta ocasión, debido al desencanto generalizado, puede provocar, tanto a la derecha como a la izquierda, más de una sorpresa. En coyunturas normales, estas elecciones suelen pasar desapercibidas, asumiéndose incluso unos altos índices de abstención, ya que importantes sectores de la ciudadanía ni tan siquiera se plantean el esfuerzo físico que requiere ir a votar. Pero esta vez, con la crisis económica golpeando con fuerza, y la impotencia manifiesta que las fuerzas políticas mayoritarias han demostrado para afrontarla, unido a los vergonzosos casos de corrupción que en gran medida gracias a la crisis han salido a relucir, y que afectan a todos los partidos, todo puede ser diferente. Y todo puede resultar diferente, porque han surgido ciertas variables, que pueden dejar sin sentido el castigo que tradicionalmente se ha venido llevando a cabo contra la clase política, el de “pasar” de ellos y no votarles, pues ahora, como elemento innovador, han aparecido en la palestra pública varias candidaturas que además de reivindicar una forma diferente de hacer política, hacen hincapié en la necesidad  de la participación para regenerar la vida política de este país.
            Las dos más importantes que hasta el momento se han presentado, aunque con seguridad aparecerán algunas más, son “Vox”, la formación liderada por Ortega Lara, el funcionario de prisiones secuestrado por ETA hace algunos años, y “Podemos”, cuya cabeza visible es el politólogo Pablo Iglesias, que a ambos extremos del escenario político, sin duda, por el aire nuevo que aportarán, lograrán agitar las empantanadas aguas del mismo.
            Casi todos los analistas estaban convencidos, debido a la situación por la que se atraviesa, que estas elecciones supondrían un duro revés al menos para las dos grandes formaciones del país, una por la gestión que está realizando de la crisis, y la otra, por no haber sabido reconvertirse para presentarse como alternativa creíble ante su potencial electorado, y que los dos grandes beneficiados serían UPyD e IU, pero ahora también existen serias dudas con respecto a esto, pues el descontento existente puede canalizarse hacia otros lares, lo que hasta hace poco parecía imposible.
            Si se consolida “Vox” como proyecto, puede suponer la irrupción de una formación de derecha-derecha, que se posicione en el lugar que en otros tiempos, no tan lejanos, ocupó la extinta Alianza Popular, que puede representar lo que en la actualidad supone Izquierda Unida para el PSOE, hecho que acabaría con una de las singularidades de la derecha española, la de presentarse unida ante el electorado bajo una sola bandera aglutinadora. “Vox”, según parece, aspira a erigirse como el guardián de las esencias de la derecha española, precisamente esgrimiendo los mismos postulados que el Partido Popular repetía de forma incansable hace apenas unos años, cuando se encontraba en la oposición y se dedicaba a demoler todas y cada una de las actuaciones del gobierno de Rodríguez Zapatero, estrategia que tan buenos resultados le aportó.
            Los dirigentes del Partido Popular, organización que después de dos años de gobierno parece que hace aguas por todas partes, tienen que estar preocupados por la aparición de “Vox”, ya que por su derecha le puede surgir un correoso y duro competidor, no para arrebatarle el liderazgo que en estos momentos posee en su franja electoral, pero sí para perder ese diez por ciento que pueden obtener los seguidores de Ortega Lara, porcentaje muy parecido al que elecciones tras elecciones consigue, punto arriba punto abajo, izquierda Unida.”Vox” en este sentido puede ponerle las cosas muy difíciles al Partido Popular, que tendrá, en el supuesto que la nueva formación consiga levantar vuelo, que escorarse obligatoriamente a la derecha si en realidad desea, mediante pactos, mantener sus actuales cuotas de poder. Los postulados ideológicos con los que se presenta “Vox” son muy simples, incluso demasiado arcaicos, pero posiblemente por ello puede conseguir una considerable acogida en el electorado tradicional de la derecha, pues levantar la voz para afirmar  la indivisibilidad de la patria, la necesidad de desmantelar el actual Estado de las Autonomías y el no ceder a las presiones que ejercen los grupos abertxales para que sean liberados los presos políticos etarras que aún quedan en prisión, sigue enervando a un sector, que si no mayoritario, si es significativo en ese importante segmento electoral. La aparición de esta formación, con seguridad, en el caso muy probable de que llegue a consolidarse electoralmente, podrá provocar un importante seísmo en el mapa electoral español, que a quien más debilitará, debido a la ley electoral vigente, sería al Partido Popular, que es la formación, al menos hasta ahora, que monopoliza todos los votos desde la extrema derecha al templado centro derecha. Lo curioso del caso, es que la aparición de “Vox”, aunque muchos se escandalicen por ello, puede ser considerado como un paso hacia la normalización, pues en los países de nuestro entorno, los partidos conservadores con opciones reales de gestionar el poder, suelen tener a su derecha una formación aún más de derechas que ellos, algo que en España desde hace tiempo no ocurre.


30.01.14

viernes, 21 de marzo de 2014

Sobre el independentismo catalán, y 3

21.- Sobre el problema independentista catalán, y 3

            Está claro que si una inmensa mayoría de los catalanes desean la independencia, no puede haber nadie, que a medio plazo, consiga hacer frenar ese anhelo, por lo que, ante  una situación de tal naturaleza, lo único sensato que se podría hacer, es facilitar, con la mejor voluntad posible el proceso de transición, pero como creo que en este caso, debido a la dilatada historia común y a los enrevesados intereses creados a lo largo de los años, una parte significativa, ideológica y culturalmente heterogénea, no va a estar por la labor, es esencial comenzar a conocer los datos con los que se cuentan, por lo que es imprescindible la realización de un referéndum. Sí, no hace falta una consulta popular para constatar si los catalanes pueden votar para decidir su futuro político, si junto a España o fuera de España, pues resultaría absurdo, ya que todo pueblo tiene no sólo el derecho, sino también la obligación de decidir sobre lo que le apetezca, y mucho más sobre su futuro, por lo que en realidad hay que plantearse la convocatoria de un referéndum, que cuente con todas las garantías posibles, para saber el número de catalanes que en estos momentos se decantan por seguir perteneciendo al Estado español sin dejar de ser catalanes, y cuántos otros, prefieren dejar de ser españoles para ser solos ciudadanos de un estado catalán independiente. Esta es la cuestión, la única cuestión que en estos momentos me interesa, pues dependiendo de los apoyos reales con los que cuente una u otra opción, habría que implementar estrategias diferentes. No siendo lo mismo, evidentemente, que se produjera un “sí” mayoritario a la independencia que un “no”, pero lo que en realidad complicaría la situación, como posiblemente vaya a ocurrir, es que no se produzca ni un “si” mayoritario ni un “no”, sino todo lo contario, que es el escenario que nadie desea al ser el más complicado para todos, el que exigirá un mayor sobreesfuerzo político que no estoy seguro que esté al alcance de nuestros avezados representantes, poco dados, y poco dotados, para gestionar conflictos que vayan más allá de situaciones  en que lo blanco no se presente blanco y que lo negro no sea del todo negro. Sí, cada día estoy más convencido, a pesar de que según dicen todo ha cambiado muy deprisa en los últimos años, que el tan manoseado referéndum, que unos exigen y otros niegan, aportará un empate técnico que imposibilitará tanto la independencia como el mantenimiento del actual status quo, y también posiblemente la opción federal, a la que tanto se aferran ahora los socialistas, por la sencilla razón, de que el federalismo no traería nada, o casi nada nuevo, pues la estructura actual del sistema, el denominado Estado de las Autonomías, por muy criticado que siempre haya estado, es mucho más federal que la mayoría de los regímenes federales existentes.
            Lo que parece evidente, es que vengan como vengan tiradas las cartas, hay que buscar entre todos, al menos entre los actores que se sientan responsables, una solución estable que a largo plazo, al menos solvente el conflicto identitario actual, y no una salida coyuntural que dure sólo el tiempo suficiente hasta que el estado de opinión de la ciudadanía vuelva a cambiar. Si bien nada puede ser definitivo, y menos en estas épocas tan cambiantes, lo que parece evidente es que hay que trabajar para conseguir un sólido consenso, que si bien no haga feliz a nadie, tampoco logre que nadie lo rechace de forma radical, o dicho de otra forma, en el que nadie se sienta excesivamente confortable en él, pero al mismo tiempo, y esto es importante, nadie incómodo.
            Dicho lo anterior, y dejando a un lado lo que este país nunca podrá volver a ser, o no podrá continuar siendo, la única alternativa viable se presenta, la única, y resulta curioso que es la única posibilidad que nadie se ha atrevido a barajar, el es modelo confederal, que supone un paso adelante desde el federalismo, opción que digan lo que digan sus defensores ha quedado completamente desfasada, y que se queda a un paso de la independencia, lo que supondría que los que abogan por la Soberanía Nacional de Cataluña tendrían, de hecho, lo que desde hace tiempo desean, al tiempo que aquellos que aspiran a mantener los lazos con España podrían seguir manteniéndolos. Esto no significaría, porque carecería de sentido, que el actual Estado de las Autonomías se convierta de la noche a la mañana en un Estado Confederal, no, pero sí que mediante una estudiada y medida reforma constitucional, Cataluña, y posiblemente el País Vasco, que son las comunidades que más incómodas se encuentran dentro del actual sistema, al demandar más competencias de las que éste les puede aportar, puedan convertirse en Estados federados a España, estados soberanos, con gobiernos propios, con todas las competencias a su cargo, pero con una relación bilateral fluida y repleta de complicidades, y de compromisos con el Estado español, que junto a ellos, de tú a tú, conformarán un nuevo marco que necesariamente hay que construir en beneficio de todos.
            Soy consciente, obviamente, que esta propuesta es más fácil de exponer que de  implementar, que las dificultades que supondría un acople de tales características y calibre superaría en múltiples ocasiones el saber hacer de nuestros políticos, acostumbrados desde hace tiempo a “faenas de bajura”, pero una apuesta de tal envergadura, si en realidad se desea acabar con la eterna polémica de la estructura territorial de nuestro Estado, es la única posible y de largo alcance. El modelo a seguir para los que piensen que lo expuesto es sólo un ejercicio gratuito de algebra política, es la propia estructura de la Unión Europea.

20.09.13

viernes, 7 de marzo de 2014

Sobre el independentismo catalán, 2

Desde el mirador 5

20.-  Sobre el problema independentista catalán, 2

            La situación cada día es más  confusa, pese a que todos los actores han puestos sobre la mesa sus planteamientos, planteamientos que difícilmente podrán hacer posible un diálogo constructivo que vaya más allá de salir en una foto, diálogo por el que todos abogan de cara a la galería, lo que se agrava, siempre hay quien cuenta con más leña para avivar el fuego, con  las declaraciones que ayer realizó el Comisario europeo para la Competencia, el español Joaquín almunia, quien afirmó que no hay que engañarse, que si una parte de un país perteneciente a la Unión europea decide desgajarse de él, quedaría automáticamente fuera de la Unión, teniendo que solicitar su ingreso, lo que supondría años de espera, años que tendría que pasar fuera del paraguas de la Unión, es decir, poco menos que a la intemperie. Lo que está claro, al menos es lo que pienso, que lo importante no es que las partes se  sienten cara a cara en una mesa de diálogo, en la que cada uno de los interlocutores impermeablemente digan lo que piensan, ya que lo que resulta esencial en estos momentos es que entre en escena la política, que es mucho más, mucho más que dedicarse a escupir el discurso que se posea al otro y ante los medios de comunicación que allí se den cita. Es positivo que cada cual sepa lo que quiere, y que exponga sus planteamientos de la forma más adecuada, pero una negociación política tiene que ir más allá, pues de lo que se trata, y esta es la función de la política, es de intentar encontrar una salida satisfactoria a los conflictos sobre los que se trabaje, una solución que pasará necesariamente, no tanto en tener que ceder, nadie tiene que hacerlo, pero sí en buscar y en intentar encontrar nuevos escenarios en donde las diferentes perspectivas en disputa puedan tener cabida. En la actual coyuntura, todos saben de forma diáfana por lo que tienen que apostar, todos, pero hasta el momento nadie parece poseer la altura política necesaria para aportar esos escenarios alternativos que tengan la virtud no sólo de desactivar el  problema, sino poner sobre la mesa objetivos, nuevos proyectos creíbles, que consigan ilusionar a una ciudadanía que cada vez se encuentra más desilusionada tanto con su presenta como ante el futuro que le espera.
            Todo país para que funcione, para que funcione adecuadamente, necesita poseer un proyecto común que vertebre y enerve a su ciudadanía, circunstancia de la que hace tiempo carece España, cuyo proyecto de país, en el caso de que exista más allá de las banderas, de los espectáculos deportivos y de las proclamas políticas, se encuentra tan debilitado que favorece la dispersión, lo que ha potenciado, por ejemplo, el auge del independentismo catalán. Los nacionalistas catalanes, con inteligencia, han sabido aprovecharse de la anémia que desde hace tiempo padece lo español, articulando gracias a la idea de la nación catalana, de la nación catalana independiente, una esperanza que ha prendido con fuerzas en el tejido social catalán, que observando que poco se puede esperar de España, a quien para colmo suelen echar la culpa de todos sus males, se sienten con fuerzas para emprender por separado su futuro.
            No hace falta decir aquí que no soy nacionalista, que ninguna de sombra de campanario consigue erizarme la piel, por lo que observo con asombro tanto a esos nacionalistas que ahora con tanto ímpetu defienden la bandera y la letra de la Constitución, como aquellos otros que se dedican a pasear, a levantar y a presentar la señera, o la ikurriña, como su único fundamente político, de suerte, que en el fondo me da igual, absolutamente igual que Cataluña siga perteneciendo a España, se proclame independiente o se adhiera a Lituania, siempre y cuando, por supuesto, que las decisiones que se lleven a cabo se realicen democráticamente. Tampoco comprendo ese interés que tienen algunos de presentar la Constitución como algo inamovible, como un pétreo e irremplazable dique contra “el caos”, cuando una constitución no puede ser más que un instrumento que favorezca la convivencia, un instrumento político que como tal, y con objeto de estar siempre adaptado a la realidad, se manifieste siempre abierto a las modificaciones que esa realidad le aconseje, para que no pase a convertirse en un impedimento para la misma convivencia a la que dice querer favorecer.
            Por ello, el denominado “patriotismo constitucional” es un concepto absurdo, como también lo sería creer en unos alicates o en un destornillador, que también son instrumentos, ya que en lo que hay que creer es en las ideas que se posean, en las ideas que trabajosamente cada cual ha logrado elaborar, para que puestas en la arena del debate político, puedan confrontarse con otras con objeto de poder consensuar marcos de convivencia viables. La política es el gran antídoto contra el autismo por el que trabajosamente nuestras sociedades se deslizan, ya que nos obliga a escuchar y abrirnos a los otros, haciéndonos comprender que sólo somos uno más y por supuesto, a aceptar que ni nosotros ni nuestras ideas conformamos el ombligo del mundo.
            No sé realmente, si como dicen las encuestas, una mayoría raspada de catalanes estarían dispuestos a  votar por la segregación de Cataluña de España, ciertamente no lo sé, pero lo que sí parece claro, es que importantes sectores de esa comunidad, que aunque no mayoritarios, no están de acuerdo con tal opinión, radicando precisamente aquí el problema, ya que la pregunta sería, ¿qué pasaría si en un hipotético referéndum, el sesenta o el sesenta y cinco por ciento de la población catalana optara por la independencia y el resto no? ¿Qué pasaría con ese treinta y cinco o cuarenta por ciento restantes?  La cuestión hay que reconocer que es bastante compleja, pues de la noche a la mañana alguien que no lo desea no puede dejar de pertenecer a un país, a una identidad cultural determinada, sobre todo si se comprueba que vivimos en el siglo XXI. Por ello, la aparición en escena de la política, de la política con mayúsculas, es esencial.


18.09.13

miércoles, 26 de febrero de 2014

Sobre el independentismo catalán, 1

19.-Sobre el problema independentista catalán, 1

            La celebración la semana pasada del Día Nacional de Cataluña, de la Diada, ha logrado subrayar, una vez más, posiblemente el mayor problema estructural al que se enfrenta España, en esta ocasión no ya la vertebración territorial del Estado, sino el mantenimiento del mismo, ya que amplios sectores de la sociedad catalana, y esto es un hecho real, aspira, sin ningún tipo de disimulo, a la independencia. Hasta hace relativamente poco tiempo el tema era otro, el de acomodar, de la mejor forma posible, Cataluña a España, pero los errores de bulto de unos y los aciertos de otros, han conseguido modificar el escenario político, que amenaza, debido al enroque suicida de las partes, con imposibilitar una salida aceptable, gracias  a la cual, la actual situación pueda reconducirse sin que nadie se sienta derrotado al haber tenido que dejar en el camino sus postulados.
            La situación actual es compleja, pues si importantes son los sectores catalanistas que aspiran a la independencia, aún mayor es el número de catalanes, que desde la legitimidad democrática, exigen un referéndum sobre el derecho a decidir, o lo que es lo mismo, que se le deje a la ciudadanía catalana poder determinar si desea seguir perteneciendo, o no, a lo que aún hoy se denomina España.
            Hace algún tiempo, cuando el Partido Popular consiguió, gracias a una amplia mayoría, hacerse con el gobierno de la nación, escribí en estas mismas páginas, que el problema a medio plazo más importante al que tendría que enfrentarse, más incluso que la crisis económica que por entonces comenzaba a asomarse por todos los resquicios, era el denominado “problema catalán”, escribiendo también, que debido a la extracción ideológica de este Partido, no era ni de lejos el más capacitado para enfrentarse a tal espinoso tema, lo que ahora, después de leer la respuesta que ha dado a lo acontecido el pasado Once de Septiembre, en la que ofrece diálogo, cierto, pero siempre y cuando todo se atenga a la legalidad constitucional, no tengo más remedio que reconocer, y no me alegro de ello, que tenía razón en lo que dije, que el Partido Popular genéticamente no está capacitado para afrontar un tema de tal calibre.
            El día siguiente a la “Diada”, en una tertulia política televisiva, escuché dos planteamientos que realmente me preocuparon, pues creo que correspondían, en un sentido y en otro, a la opinión política que se mantiene sobre lo que está aconteciendo en Cataluña fuera de Cataluña, o lo que es lo mismo, a los puntos de partida que la clase política, y el mundo político español, sostiene ante lo que se les viene encima.  Por un lado, me llamó la atención, que un destacado periodista de uno de los medios que más han apoyado al Partido Popular dijera que la solución es fácil, hacer respetar la legislación vigente, al no existir ninguna alternativa política fuera de los mandatos que ofrece la Constitución, Constitución que por otra parte fue respaldada, en su día,  mayoritariamente por el pueblo catalán. Evidentemente, y basándose en lo anterior, para él, realizar un referéndum para que se pueda saber si los catalanes pueden decidir su independencia resultaría, además de absurdo, ilegal, ya que tal posibilidad no viene contemplada en nuestra sacrosanta Carta Magna. En principio, la actitud de este afamado periodista, cuya altura política quedó demostrada, que para colmo, y esto es lo grave, coincide punto por punto con la que mantiene el Partido Popular, me resultó de una agresividad, por no decir de una falta de sensibilidad política alarmante, pues si algún día se imponen sus planteamientos,  posibilitará ese choque de trenes que por todos los medios hay que evitar. Por el otro lado, en la misma tertulia, un dirigente medio del partido Socialista, que al parecer cuenta con algún predicamento entre los socialistas madrileños, Comunidad por la que es parlamentario regional, afirmó muy serio, después de hablar del cariño que siente por Cataluña y los catalanes, que él era un republicano francés, es decir un jacobino, por lo que sólo lucharía por la igualdad de los derechos, independientemente al lugar donde se asienten, de todos los ciudadanos del Estado español, no siendo de recibo por tanto, según él, que los que vivan en una Comunidad determinada, cuenten con más derechos y con más recursos que los que tengan la desgracia de vivir en otra. El Estado para este economista y diputado regional madrileño, tiene que velar, y de forma militante, para que no se produzcan asimetrías sociales, y no sólo económicas sino tampoco políticas, por lo que no ve con buenos ojos posibilitar un referéndum que a lo que aspira, es a singularizar a una Comunidad que dice sentirse maltratada fiscal, cultural y políticamente sin motivos para ello, consulta que lo que pretende es acentuar el concepto de nación, de la nación catalana, por encima del de ciudadanía, algo que a estas alturas le resulta ahistórico. No cabe duda, que a pesar de que ambos planteamientos surgen de las antípodas ideológicas, coinciden en lo mismo, en negar la posibilidad de que los catalanes puedan decidir si desean, o no, seguir perteneciendo a España, lo que deja en suspenso la posibilidad del diálogo por el que ambos abogan, lo que unido a la intransigencia nacionalista, que cada vez pide más apoyo del exterior, presentando a Cataluña como un pueblo oprimido y poco menos que colonizado y explotado por el Estado español, sitúa la cuestión en un plano poco menos que irresoluble.


16.09.13

lunes, 13 de enero de 2014

Sobre la elección de Susana Díaz, y 2

18.- Sobre la elección de Susana Díaz, y 2

            Pese a todo, como dije anteriormente, en principio no creo que Susana Díaz sea la  persona más adecuada para liderar el proceso de transformación que el Partido Socialista necesita, pero también comprendo que este Partido, carece de en estos momentos de figuras de prestigio con el suficiente peso para afrontar esta nueva etapa que obligatoriamente tiene que inaugurar, prueba de ello es la elección de la propia Susana Díaz, pero sobre todo las escasas y débiles alternativas que se han presentado para hacerle frente, lo que también habla a las claras del escaso debate de ideas, y este hecho sí resulta preocupante, que existen en su seno. Precisamente este es el motivo, y espero estar equivocado, por el que no creo que Susana Díaz sea la opción que en estos momentos tan difíciles para la sociedad española necesita la formación socialista, pues esa candidata no aporta nada nuevo, ni ideas nuevas, ni un nuevo programa o proyecto adaptado a los tiempos que vivimos para logra ilusionar tanto a su militancia como a la ciudadanía que dice estar dispuesta a representar. Da la sensación, que todos los movimientos que se están produciendo en Andalucía, en el seno del Partido Socialista andaluz, y que se exigen desde todos los ángulos que también se  lleven a cabo en ese mismo Partido a nivel estatal, están más  encaminados a seguir manteniendo el poder en el primer caso, o en constituirse como una alternativa de poder creíble en el segundo, que en renovar el perdido discurso socialdemócrata de la formación, lo que demuestra que si de algo adolece  ese Partido, es de personas que se dediquen a reflexionar, con objeto de abrir un debate profundo sobre las líneas ideológicas a seguir, lo que de ser cierto demostraría, que es una formación volcada íntegramente en la gobernación, o en la conquista del poder para poder gobernar, hecho que en una organización política de izquierdas resulta preocupante.
            No cabe duda que el proceso interno que se ha producido, que ha logrado abrirle las puertas a Susana Díaz para competir con cierta ventaja por la Presidencia de la Junta, hubiera podido desarrollarse de otra forma, pues puede dar la sensación de que todo sólo haya consistido en una escenografía, en una estrategias para ocultar lo evidente, que la candidata ha sido nombrada a dedo, después de haberse dado algunos rodeos de cara a la galería, por parte de la omnímoda dirección del partido, además de, que el Partido Socialista en estos momentos carece de un proyecto, de un nuevo discurso, para presentarse como alternativa de sí mismo.
            La profunda crisis que padecen los partidos políticos, sólo podrá superarse, cuando éstos le demuestren a la ciudadanía que son instrumentos útiles, y no sólo un peso muerto siempre pendientes de sus espureos intereses internos, que necesariamente tiene la obligación de soportar. Para ello, para lograr tal objetivo los partidos tienen una largo recorrido ante sí, pero un paso fundamental sería, que con cierto voluntarismo, trataran de abrirse a esa ciudadanía a la que constantemente le piden su apoyo, para dejar de ser esas corporaciones cerradas, gestionadas férreamente, y de forma vertical, por unos equipos directivos que a lo único que aspiran es a mantenerse en el poder de esas organizaciones. Abrirse a la sociedad significa, no abrir las puertas de sus cedes para que la ciudanía se afilie a ellos de forma masiva, sino tender puentes para atenuar las distancias que se han creado, con la intención de que las necesidades de la población sean atendidas, escuchadas y posteriormente articuladas políticamente, lo que sólo se podrá conseguir, si los partidos en lugar de dedicarse exclusivamente a la lucha política, esa que se lleva a cabo en la estratosfera política, se propusieran seriamente bajar a tierra con objeto de empaparse de esa cotidianidad que a tantos preocupa y anega, y de la que ellos tratan de escapar por todos los medios.
            Por lo anterior, en momentos tan difíciles, en los que la crisis económica tantos estragos está provocando, en el que tantos derechos que se creían consolidados en tan poco tiempo se han volatilizado, y en donde la credibilidad de la política hace aguas por todas partes, estoy convencido, que el Partido Socialista ha desperdiciado una gran oportunidad para acercarse a esa ciudadanía que tanto está padeciendo, al haberse enrocado en un proceso interno, desde mi punto de vista completamente amañado, que no ha tenido ninguna repercusión social real. Nadie sabe nada, si es que lo tiene, del programa sobre el que teóricamente se ha apoyado Susana Díaz, de las modificaciones que pudiera realizar a la práctica política que se está llevando a cabo, pues todo se ha limitado a un “movimiento de palacio”, en donde ni la ciudadanía ni los problemas de ésta en ningún momento han tenido cabida.
            Se podría decir, claro está, que lo que ha pasado es lo que tenía que ocurrir, que se trataban de problemas internos, organizativos del Partido Socialista, y que al igual que ocurre en cualquier empresa privada, tenían que resolverse de puertas para adentro. Pero un partido político no es una empresa privada, ya que son instituciones sociales que tienen que mirar, al menos para eso están constituidos, por los intereses de la sociedad, al sostenerse para colmo son dinero público.
            Es difícil comprender la cerrazón de los partidos políticos, pues lo que ha sucedido en el Partido Socialista hace poco también ha ocurrido en Izquierda Unida, al no querer aceptar con hechos y no sólo con palabras, que tienen la obligación de abrirse a la sociedad, unirse a ella y no limitarse sólo a intentar liderarla desde el exterior. Lo anterior sólo podría entenderse por el interés de las diferentes cúpulas de los partidos por mantener, contra vientos y mareas, un status quo del que sólo consiguen beneficiarse los profesionales de la política.

22.07.13