viernes, 21 de noviembre de 2014

Sobre el referéndum de Escocia.

30.- Sobre el referéndum de Escocia.

            Mañana se llevará a cabo el esperado referéndum en Escocia en donde se decidirá si los escoceses desean seguir perteneciendo, o no, al Reino Unido. Según las últimas noticias los sondeos vaticinan que el “NO” a la independencia ganará por un estrecho margen de no más de cuatro puntos porcentuales, después de que el sí, durante varias semanas, haya estado encabezando algunas prospecciones demoscópicas. Lo que está claro, gane quien gane, es que la sociedad escocesa se encuentra profundamente dividida, y que el referéndum no es la solución para un conflicto de tal envergadura, pues los problemas comenzarán al día siguiente de conocerse los resultados, ya que una importante parte de la población se sentirá derrotada, fuera de las directrices que a partir de ese momento se tomen.
            Los referéndums poseen, en mi opinión, demasiada “buena prensa”, al ser presentados como la máxima expresión de la democracia, cuando deberían ser observados como el fracaso de la propia democracia. En Escocia, por ejemplo, gracias a un sí o a un no sin matices, se va a tomar una decisión de gran importancia, aunque sólo sea por un punto de diferencia, en donde los perdedores tendrán que aceptar una solución que no desean, lo que en lugar de solucionar un problema conseguirá acrecentar las diferencias ya existentes. Algunos, muchos dirán que la democracia es eso, la aceptación de la voluntad de la mayoría por parte de la minoría, lo que es cierto por supuesto, pero sólo cuando la democracia se encuentra en estado de excepción, pues en un sistema democrático sano lo que hay que buscar, y en la medida de lo posible encontrar, es que ninguna de las opciones existentes, y siempre hay muchas opciones, se sienta derrotada ante las demás, y en un referéndum siempre hay una opción perdedora.
            No cabe duda, como está quedando en evidencia, que el referéndum por la independencia de Escocia se debe a un grave error político de Cameron, de Cameron y por extensión de la clase política inglesa, que con suficiencia optó por “un todo o nada”, en la creencia de que así conseguiría acallar las voces que exigían cada vez con más fuerza un mayor número de competencias. La prepotencia inglesa ha creado este conflicto que ahora no se sabe cómo lidiar, pues el camino correcto hubiera sido, tal como ahora atropelladamente se está haciendo, aunque sin debates previos y sin negociar antes lo que se otorga, elevar los grados de autogobierno, los niveles de autonomía de esa región que historiadamente se ha sentido “ninguneada” por sus vecinos del sur. O dicho de otra forma,  articular un nuevo marco de convivencia en donde en principio, y de forma no conflictiva, tuvieran cabida todos los ciudadanos que convivan en Escocia, en lugar de crear esta descabellada disyuntiva que separa, y espero que no definitivamente, en dos a los habitantes de esa región. La escasa visión de futuro de la mayoría de los gobernantes que soportamos está provocando procesos ahistóricos, procesos que están en contra de los tiempos en que vivimos, que poco o nada tienen que ver con el objetivo por el que deberían velar, el de elevar la calidad de vida, y no me refiero evidentemente sólo a lo económico, de las sociedades a las que tienen que servir, creando conflictos artificiales, que en la mayoría de las ocasiones se les van de las manos, cuya única razón de ser no es otra que la de ocultar cuestiones de mayor envergadura.
            Los político, desde hace  tiempo, se han convertido en un grave problema, incluso para la política misma, ya que al estar encerrados en su corporativismo, en su corporativismo partidista y de clase, sólo se dedican a sus intereses, que no son otros que los de mantener sus posiciones de privilegio, importándoles poco, o muy poco, los destrozos que van llevando a cabo con sus actuaciones. La política es todo lo contrario a permanecer encerrado en los postulados que se posean, es lo opuesto al fundamentalismo y a la teología, es escuchar y llegar a acuerdos, trabajar para crear caminos sobre los que todos, o casi todos puedan avanzar sin sentirse incómodos, y no un dedicarse a bloquear y a cercenar alternativas que podrían evitar los conflictos, tal como ha hecho la clase política inglesa en el caso escoses.
            De un tiempo a esta parte me pongo a temblar cuando alguien afirma que la solución, que la mejor solución para zanjar una cuestión social espinosa es realizar un referéndum, aduciéndose para colmo que es más democrática de las opciones. Me pongo a temblar porque comprendo que para el que lo exige, siempre y cuando obre de buena fe, se le han cerrado, o cree que le han cerrado todas las puertas, lo que me hace pensar que algo ha fallado, pues un referéndum sólo puede producirse cuando el sistema democrático se encuentra bloqueado, cuando se ha bloqueado el sistema democrático. Hay que tener en cuenta que la democracia es un sistema que ante todo intenta integrar, aspirando a crear sociedades en donde las diferentes voces, por muy opuestas que sean, tratan de salvaguardar un hilo común, unos conductos de entendimiento y de diálogo que en el momento en que se rompen conducen inevitablemente al “guerracivilismo”. Sólo en esas circunstancias es cuando un referéndum puede tener justificación, es decir, cuando el sistema democrático ha fallado.

17.09.14


                        

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