30.- Sobre el
referéndum de Escocia.
Mañana se llevará a cabo el
esperado referéndum en Escocia en donde se decidirá si los escoceses desean
seguir perteneciendo, o no, al Reino Unido. Según las últimas noticias los
sondeos vaticinan que el “NO” a la independencia ganará por un estrecho margen
de no más de cuatro puntos porcentuales, después de que el sí, durante varias
semanas, haya estado encabezando algunas prospecciones demoscópicas. Lo que
está claro, gane quien gane, es que la sociedad escocesa se encuentra
profundamente dividida, y que el referéndum no es la solución para un conflicto
de tal envergadura, pues los problemas comenzarán al día siguiente de conocerse
los resultados, ya que una importante parte de la población se sentirá
derrotada, fuera de las directrices que a partir de ese momento se tomen.
Los
referéndums poseen, en mi opinión, demasiada “buena prensa”, al ser presentados
como la máxima expresión de la democracia, cuando deberían ser observados como
el fracaso de la propia democracia. En Escocia, por ejemplo, gracias a un sí o
a un no sin matices, se va a tomar una decisión de gran importancia, aunque
sólo sea por un punto de diferencia, en donde los perdedores tendrán que
aceptar una solución que no desean, lo que en lugar de solucionar un problema
conseguirá acrecentar las diferencias ya existentes. Algunos, muchos dirán que
la democracia es eso, la aceptación de la voluntad de la mayoría por parte de
la minoría, lo que es cierto por supuesto, pero sólo cuando la democracia se
encuentra en estado de excepción, pues en un sistema democrático sano lo que
hay que buscar, y en la medida de lo posible encontrar, es que ninguna de las
opciones existentes, y siempre hay muchas opciones, se sienta derrotada ante
las demás, y en un referéndum siempre hay una opción perdedora.
No
cabe duda, como está quedando en evidencia, que el referéndum por la
independencia de Escocia se debe a un grave error político de Cameron, de
Cameron y por extensión de la clase política inglesa, que con suficiencia optó
por “un todo o nada”, en la creencia de que así conseguiría acallar las voces
que exigían cada vez con más fuerza un mayor número de competencias. La
prepotencia inglesa ha creado este conflicto que ahora no se sabe cómo lidiar,
pues el camino correcto hubiera sido, tal como ahora atropelladamente se está
haciendo, aunque sin debates previos y sin negociar antes lo que se otorga,
elevar los grados de autogobierno, los niveles de autonomía de esa región que
historiadamente se ha sentido “ninguneada” por sus vecinos del sur. O dicho de
otra forma, articular un nuevo marco de
convivencia en donde en principio, y de forma no conflictiva, tuvieran cabida
todos los ciudadanos que convivan en Escocia, en lugar de crear esta
descabellada disyuntiva que separa, y espero que no definitivamente, en dos a
los habitantes de esa región. La escasa visión de futuro de la mayoría de los
gobernantes que soportamos está provocando procesos ahistóricos, procesos que
están en contra de los tiempos en que vivimos, que poco o nada tienen que ver
con el objetivo por el que deberían velar, el de elevar la calidad de vida, y
no me refiero evidentemente sólo a lo económico, de las sociedades a las que
tienen que servir, creando conflictos artificiales, que en la mayoría de las
ocasiones se les van de las manos, cuya única razón de ser no es otra que la de
ocultar cuestiones de mayor envergadura.
Los
político, desde hace tiempo, se han
convertido en un grave problema, incluso para la política misma, ya que al
estar encerrados en su corporativismo, en su corporativismo partidista y de
clase, sólo se dedican a sus intereses, que no son otros que los de mantener sus
posiciones de privilegio, importándoles poco, o muy poco, los destrozos que van
llevando a cabo con sus actuaciones. La política es todo lo contrario a permanecer
encerrado en los postulados que se posean, es lo opuesto al fundamentalismo y a
la teología, es escuchar y llegar a acuerdos, trabajar para crear caminos sobre
los que todos, o casi todos puedan avanzar sin sentirse incómodos, y no un
dedicarse a bloquear y a cercenar alternativas que podrían evitar los
conflictos, tal como ha hecho la clase política inglesa en el caso escoses.
De
un tiempo a esta parte me pongo a temblar cuando alguien afirma que la
solución, que la mejor solución para zanjar una cuestión social espinosa es
realizar un referéndum, aduciéndose para colmo que es más democrática de las
opciones. Me pongo a temblar porque comprendo que para el que lo exige, siempre
y cuando obre de buena fe, se le han cerrado, o cree que le han cerrado todas
las puertas, lo que me hace pensar que algo ha fallado, pues un referéndum sólo
puede producirse cuando el sistema democrático se encuentra bloqueado, cuando
se ha bloqueado el sistema democrático. Hay que tener en cuenta que la
democracia es un sistema que ante todo intenta integrar, aspirando a crear
sociedades en donde las diferentes voces, por muy opuestas que sean, tratan de
salvaguardar un hilo común, unos conductos de entendimiento y de diálogo que en
el momento en que se rompen conducen inevitablemente al “guerracivilismo”. Sólo
en esas circunstancias es cuando un referéndum puede tener justificación, es
decir, cuando el sistema democrático ha fallado.
17.09.14
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