viernes, 18 de diciembre de 2015

Sobre los últimos movimientos dentro de la izquierda, y 2

43.- Sobre los últimos movimientos dentro de la izquierda, y 2

            Si es  cierto lo anterior, que creo que sí, “Podemos” ya no aspira a llevar a cabo reformas estructurales de calado, sino regenerar, fortaleciendo, al sistema capitalista actual, por lo que la desaparición de Izquierda Unida, el gran referente hasta hace poco de la izquierda, debería llenarnos de preocupación.  Izquierda Unida desde hace ya  bastantes años dejó de ilusionar a la ciudadanía, incluso a los que incondicionalmente le prestaban su apoyo en cada uno de los comicios que se llevaban a cabo, ya que era la única opción de izquierdas que existía, pues a pesar de que había perdido casi toda su presencia en la calle, entre otras razones porque apenas contaba ya con militantes, eran los únicos representantes en las instituciones que mantenían discursos claramente de izquierdas. Este hecho, al menos en mi círculo más cercano, ha obligado, o empujado a algunos de mis conocidos, que en principio y desde el principio se mostraron como fervientes seguidores de “Podemos”, a votar por las candidaturas presentadas por Izquierda Unida, al estimar que la desaparición de ésta del panorama político supondría un grave error histórico, pero esa opción llevada a cabo a última hora, dejaba claro al menos para ellos, que el partido de Pablo Iglesias no representaba lo que en teoría debería de ser una formación de izquierdas creíble.
            Izquierda Unida, comprendiendo su triste situación real, lleva bastante tiempo teorizando sobre la necesidad de una confluencia de izquierdas, y suplicando a “Podemos” que estudiara tal posibilidad, en donde las diferentes organizaciones que se integraran en ella no tuvieran que abandonar sus siglas, lo que llaman su historia, pero al recibir un no por respuesta, un no categórico, no ha tenido más remedio, en contra de lo que algunos de sus teóricos recomendaban, que pasar decididamente a la ofensiva. En Izquierda Unida saben que si se presentan en solitario a las elecciones, con sus amadas siglas, la debacle estaría garantizada, y que sería lo más parecido a un suicidio político, por lo que se han sacado de la manga un recurso ya bastante desgastado, de cuya utilización siempre el Partido Comunista ha sido un especialista, la creación de una coalición que consiga ocultar sus vergüenzas aportando una imagen nueva. En esta ocasión el artilugio se denomina “Ahora en Común”, cuyas cabezas visibles, como siempre ocurre en estas estrategias de despachos, son conocidos intelectuales y activistas,  junto a Alberto Garzón, que con voluntarismo está haciendo lo que puede para salvar lo más dignamente posible los anticuados muebles de la antigua coalición, y que con toda seguridad, como suele ocurrir en estos casos,  será amortizado por los suyos por los pobres resultados que con seguridad obtendrá.
            Soy partidario, y cada vez que tengo ocasión lo repito, de la necesidad de articular una gran coalición, o plataforma, que tenga la virtud de poder aglutinar a todos los elementos dispersos de la izquierda, pero también estoy convencido, que hoy por hoy, sin “Podemos” esta posibilidad resultaría imposible. Y “Podemos”, como se sabe, en estos momentos mira hacia otros objetivos, que nos gusten o no, son respetables. El problema para la izquierda real, y también para Izquierda Unida, es preocupante, ya que difícilmente podrá tener representantes en las instituciones en la próxima legislatura, y lo que es peor, casi sin presencia real en la ciudadanía.
            La marca Izquierda Unida, fue, no nos engañemos, uno de esos artefactos que montó el Partido Comunista para poder levantar vuelo después de la debacle electoral del ochenta y dos, de la que en su momento Santiago Carrillo dijo, que “IU era el Partido Comunista vestido de lagarterana”, una opción que se consolidó en gran medida por la frustración que provocó el cambio de opinión del PSOE con respecto a la OTAN, y que desde entonces, casi completamente desnaturalizada, ha venido arrastrándose legislatura tras legislatura, acomodándose incluso, a las cuotas de poder, en torno al diez por ciento, que casi siempre trabajosamente iba consiguiendo. Da la sensación que “Ahora en Común”, ante todo sólo es un cambio de nombre, que surge después de comprenderse que IU ya no vende, y que de nuevo no hay más remedio que disfrazarse de lagarterana.
            En momentos difíciles como los actuales, en los que apoyándose en los efectos catastróficos de la crisis económica que padecemos se están implementando grandes recortes sociales, la desaparición de la izquierda del escenario político sería catastrófico, pues los reformistas, los de siempre y los nuevos, el PSOE y “Podemos”, necesitan un contrapunto para que no se escoren demasiado a la derecha. El problema, es que hoy por hoy Izquierda Unida y el Partido Comunista, que es el que realmente, digan lo que digan, controla la organización, no puede ser ese contrapunto, esa referencia, pues en el fondo, socialmente se encuentran amortizados,  Lo anterior no quiere decir, ni mucho menos, que todos sus cuadros, militantes y simpatizantes lo estén, pero sí que dicha organización, y los que desde hace tiempo la controlan, deberían dar un paso hacia atrás después de realizar una profunda autocrítica a su labor.
            Pero a pesar de todo, dejando a un lado a Izquierda Unida y en el otro a “Podemos”, y a pesar de las dificultades, creo que aún es posible articular una plataforma que aglutine a los elementos dispersos de esa izquierda huérfana, que tendrá que nutrirse de miembros que hasta la fecha han orbitado en torno a Izquierda Unida junto a los descontentos por la deriva en la que “Podemos” ha caído, pero sobre todo, por aquellos que sin militar en ningún partido, los siempre denostados “independientes”, estarían dispuestos a organizarse para apoyar este proyecto de izquierda necesaria. Aunque resultará difícil, la disolución de Izquierda Unida y del Partido Comunista podría ser el paso previo, ya que la alargada sombra que proyectan los dirigentes de estas solapadas organizaciones, lo único que hacen es entorpecerlo todo. Si tal hecho no se produce, por las buenas o por las malas, ese proceso de convergencia por el que muchos suspiramos, sencillamente no se podrá llevar a cabo. El Partido Comunista, y por extensión Izquierda Unida, en estos momentos representa un problema.

14.07.15






viernes, 13 de noviembre de 2015

Sobre los últimos movimientos dentro de la izquierda, 1

42.- Sobre los últimos movimientos dentro de la izquierda, 1

            Lo que está ocurriendo en la izquierda, en la izquierda a la izquierda del PSOE, es ciertamente preocupante, pero también puede resultar muy interesante al poder servir para comprender la idiosincrasia de la propia izquierda y la capacidad que en estos momentos pueda tener para superar sus históricas contradicciones y dar decididos pasos hacia delante. Desde hace algún tiempo, soy de los que suscriben que “esta montaña sólo parirá un ratón”, y que toda la efervescencia que la izquierda ha vivido durante los últimos años, que en cierta medida nos ha dado tantas esperanzas, acabará en una mayúscula decepción. Y esta decepción, sin duda, se deberá a los errores estratégicos de los dirigentes de las formaciones mayoritarias de la misma.
            Al parecer “Podemos” ha decidido llevar a cabo su propia hoja de  ruta, según la cual se presentará a las próximas elecciones con su marca electoral, lo que entre otras cuestiones significará que no pactará con Izquierda Unida, que hasta hace poco tiempo ha sido la abanderada de la izquierda, lo que quiere decir que Izquierda Unida puede llegar a encontrarse incluso sin grupo parlamentario propio en la próxima legislatura. De esta forma “Podemos” podrá contabilizar la fuerza real con la que cuenta, y al mismo tiempo darle el golpe definitivo a quien en teoría sería su competidor directo. No obstante, en estos momentos Izquierda Unida no es un problema para “Podemos”, organización que está convencida, sobre todo a partir de los resultados obtenidos en las pasadas elecciones municipales, que la antigua coalición se mantendrá viva, pero en el mejor de los casos sólo de forma testimonial. Lo que en realidad le interesa al partido de Pablo Iglesias es hacerse con el control de la izquierda, algo que ya virtualmente posee, y comerle el mayor espacio posible al PSOE, o dicho de otra forma, quedarse con parte de la tarta electoral que tradicionalmente le ha pertenecido a los socialistas. Desde hace tiempo su estrategia es ésta, competir directamente por el electorado de centro izquierda que hasta la fecha ha permanecido bajo la sombra del partido del puño y la rosa, lo que en determinados núcleos urbanos, curiosamente en los más emblemáticos, ha llevado a cabo de forma satisfactoria, relegando a los socialistas a una situación subalterna. “Podemos” aspira, aunque creo que con cierto optimismo, a conseguir en torno a los sesenta diputados en las próximas elecciones generales, lo que ni de lejos conseguiría con el electorado tradicional de la izquierda real, hecho que le está obligando desde hace tiempo a limar sus aristas de cara a la opinión pública con objeto de presentarse como una opción aceptable y no temida, como una formación regeneradora, es decir, regeneracionista. Esta puede ser su gran baza electoral, la de la regeneración y no la de la revolución, bandera que hace ya bastante tiempo abandonó el PSOE. Hay que recordar que en el año ochenta y dos, el Partido Socialista, bajo el liderazgo de Felipe González, arrolló en las elecciones consiguiendo mayoría absoluta, con el mismo mensaje que hoy esgrime “Podemos”, y que después de demasiados años en las instituciones ya no se encuentra capacitado para seguir sosteniendo de forma coherente. La situación en muchos aspectos es muy parecida a la de aquel emblemático año, ya que la crisis y los innumerables casos de corrupción han determinado, al menos en amplios sectores de la ciudadanía, cierta sensación de “fin de ciclo”, por lo que la bandera de la regeneración no sólo es pertinente, sino absolutamente necesaria.
            El otro día Isaac Rosa, en uno de sus artículos, hablaba de las diferencias existentes entre buscar hacer la revolución y la renovación o la regeneración, afirmando acertadamente que lo que la ciudadanía desea es lo segundo. Lo que están haciendo las dos formaciones emergentes, tanto “Podemos” como “Ciudadanos”, es tratar de pescar en ese enorme caladero de votos potenciales que le han dejado a su disposición. La izquierda que realmente aspire al poder, o a conseguir importantes cotas de poder, al menos en el mundo en el que vivimos, hace tiempo que dejó de ser revolucionaria, pero también, y esto es mucho más grave, ha olvidado ese afán regenerador que la llevó al poder, que es lo que ha sumido a la socialdemocracia en la crisis de identidad que padece.
            El paso atrás dado por la socialdemocracia, su a veces vergonzoso acomodo institucional e ideológico, ha dejado un enorme hueco que desea aprovechar “Podemos”, ya que difícilmente el PSOE podrá volver a hacerse con él. La socialdemocracia, y no sólo en España, ha perdido sus señas de identidad, ejerciendo y defendiendo políticas colaboracionistas con los partidos de la derecha conservadora, lo que inevitablemente la ha alejado de los sectores más avanzados de la sociedad, sectores que no hace aún demasiado tiempo apoyaban y aplaudían sus propuestas.
            De  forma acertada para sus intereses, los ideólogos de “Podemos” han leído y comprendido el actual panorama, por lo que están convencidos del lugar que debe ocupar su formación, y es  posible que si no cometen demasiados errores de bulto, la estrategia trazada les proporcione bastantes beneficios.

Altura, 12.07.15


Sobre la posibilidad de una confluencia

41.- Sobre la posibilidad de una confluencia

            Siempre lo he creído pero después de conocer los resultados de las elecciones municipales y autonómicas, no tengo la menor dudas que una de las grandes asignaturas pendiente de la izquierda de este país, de la izquierda a la izquierda de la socialdemocracia, es la de materializar un proceso de confluencia que sirva, en la medida de lo posible, para neutralizar los efectos nocivos de la peculiar ley electoral española, ideada para que se conformen en el Parlamento mayorías amplias y estables que impidan escenarios de inestabilidad política. Estaba y sigo estando convencido que Podemos e Izquierda Unida deberían trabajar por articular un espacio de confluencia, en donde puedan converger, además de ellos, las restantes pequeñas formaciones que conforman la izquierda de este país. Pero después de haber leído detenidamente las recientes declaraciones del líder de Podemos, y de comprender la estrategia política de esta formación, estoy seguro que tal proceso no se va a producir. Esta actitud ciertamente es criticable, pero también hay que reconocer, que Izquierda Unida, que tantos golpes de pecho se está dando al sentirse despechada, no ha hecho nada significativo para reinventarse, ya que ni siquiera se ha atrevido a llevar a cabo una profunda autocrítica sobre la labor que ha realizado, para muchos manifiestamente mejorable, durante los años en que ha abanderado la izquierda en solitario. No hay dudas de que en estos momentos Izquierda Unida se encuentra más muerta que viva y que necesita el apoyo de Podemos, aunque sea duro decirlo, para no desaparecer, y ante tal situación no hace otra cosa que lamentarse, lo que habla a las claras de la situación real en la que se encuentra.
            Después de las autonómicas andaluzas, en donde Podemos, a pesar de carecer de estructuras consolidadas en la Comunidad, barrió en buena medida a Izquierda Unida, pero que no consiguió su objetivo de superar al PSOE, creí que la estrategia trazada por los dirigentes de esa formación había fracasado, y que debido a ese fracaso se iba a producir una cruenta guerra entre Podemos e Izquierda Unida por el control del espacio de la izquierda política.  Pero los resultados obtenidos en las municipales, sobre todo en determinados centros urbanos estratégicos, puede poner de nuevo a Podemos en movimiento en su lucha por conquistar al electorado del PSOE, pero está claro que ese objetivo no le va a impedir tratar de hundir a Izquierda Unida, sobre todo si se comprende que la ley electoral existente puede castigar duramente a ambas formaciones si compiten entre sí.
            Ayer leí unas declaraciones de Manolo Monereo en las que pedía una tregua entre ambas formaciones hasta después de las elecciones de noviembre, tregua que en estos momentos  sólo beneficiaría a izquierda Unida que es quien  más oxigeno necesita. Estoy convencido que IU, a lo que realmente aspira es a conseguir grupo parlamentario en las próximas elecciones, lo que encontrándose el panorama como se encuentra, no parece que le vaya a resultar fácil, motivo por lo cual no le interesan que se abran las hostilidades en este momento con Podemos, pues sería la gran perjudicada.
            “Aguantar lo mejor que se pueda hasta noviembre, que después ya se verá”, parece que es la única consigna clara que se escucha desde la antigua coalición, que es por lo que dice Monereo, “después de noviembre viene diciembre”. Sí, Izquierda Unida necesita que pase la tormenta, y que ésta le cauce el menor daño posible, para que cuando escampe, si es que escampa, poder reagrupar sus tropas e intentar llevar a cabo una ofensiva, o al menos intentarlo, en el convencimiento de que ahora poco se puede hacer.
            El problema de Izquierda Unida, por tanto, es llegar a las próximas elecciones no mucho más deteriorada de lo que se encuentra ahora, al tiempo que intentar por todos los medios, un pacto electoral con Podemos, al ser conscientes de su extrema debilidad, debilidad que la ha dejado marginada de casi todos los escenarios de importancia. Que Izquierda Unida quede fuera del Parlamento, convirtiéndose en una fuerza extraparlamentaria, es una posibilidad que tiene que hacer temblar a los dirigentes de la antigua coalición, pero también es preocupante para el conjunto de la ciudadanía, pues a pesar de haberse convertido en una organización eminentemente institucional, hay que reconocer que es la que ha catalizado las reivindicaciones de la izquierda en el Parlamento, y también, que en estos momentos no es lo mismo Izquierda Unida que Podemos, formación que debido a sus ansias de poder, no logra definirse de forma diáfana en casi nada importante.


30.06.15

viernes, 23 de octubre de 2015

La batalla de la izquierda, y 2

40.- La batalla de la izquierda y 2

            Lo que resulta evidente, y esto se comprueba elecciones tras elecciones, es que la izquierda es minoritaria en un país como España, que en contra de lo que siempre se nos ha dicho, es un país dócil que se asienta políticamente en posiciones conservadoras de centro izquierda. Los españoles no aspiran a que se produzcan cambios radicales que puedan tener la virtud de propiciar escenarios de inestabilidad, ni tan siquiera en momentos tan difíciles como los actuales, al no querer jugarse a una carta la calidad de vida que son conscientes de haber conseguido en los últimos años. Están molestos, sí, incluso muy cabreados con sus representantes y con la coyuntura por la que están atravesando, pero en el fondo están convencido que todo, y en poco tiempo, volverá a su cauce, prueba de ello ha sido su apoyo en estas elecciones a una de las formaciones esenciales de los que algunos denominan “el régimen del 78”, dejando en segundo lugar a la otra.
            Hoy la pedagogía social la realizan los medios de comunicación, por lo que poco se puede esperar de la consciencia social transformadora que puedan llegar a tener nuestras sociedades, que a lo máximo que pueden llegar, es a exigir a las organizaciones políticas que la representan, y en la medida de lo posible, a que sean honradas para poder seguir confiando en ellas. Esa ha podido ser la base del “efecto Podemos”, el grito enarbolado por muchos con objeto de que las formaciones políticas tradicionales comprendan que tienen que modificar sus formas de actuar si realmente desean seguir siendo apoyadas. Y parece, como se ha visto, que ya ha caducado ese efecto, o lo que es lo mismo, que la ciudadanía cree que ya es suficiente, que el mensaje ha sido entendido y que a partir de  ahora, todo necesariamente tendrá que ser diferente.
            Como imaginaba, las elecciones andaluzas han servido para dejar las cosas en su sitio, han servido para que “cada mochuelo vuelva a su olivo”, pues tras ellas, parece que la fiesta ha terminado, al quedar claro que “el cielo no se toma al asalto”, así como así, como algunos cargados de idealismo pensaban, sólo, y en el mejor de los casos, la finca del vecino, lo que es más de lo que en principio pudiera parecer. Y en estas estamos, observando que después de la resaca cada cual se encuentra en el lugar que le corresponde, contabilizando los destrozos, haciendo balance e intentando enjuagar las perdidas lo mejor posible. Pero como casi siempre ocurre, en la casa de los más pobres es donde parece que el aguacero más se ha cebado, y en donde es posible que nada vuelva a ser igual que antes.
            La izquierda ha vivido una fiesta y los resultados de la misma pueden que una vez más la lleven a un callejón sin salida, en donde la lucha por la hegemonía dentro de la misma, acabe por desangrándola en una contienda interna que en el fondo nadie desea. Ha habido un loable intento por ensanchar sus fronteras, una ofensiva por revitalizarla que ha fracasado porque ciertamente “no había más cera de la que ardía”, pero que ha conseguido, sin quererlo, arrasar con buena parte de la izquierda establecida, que no obstante, piensa resistir hasta última hora, si fuera necesario de forma numantina, los ataques de los barbaros y de los descamisados que salieron desencantados de su seno, y que sin respeto, quieren poner en duda su civilizada y colaboracionista labor.
            Sí, es posible que “Podemos” haya fracasado en su valeroso intento, pero seguro que antes de entregar las armas van a luchar por tomar la antigua y debilitada fortaleza de Izquierda Unida, cosa que ya casi han logrado en Andalucía. Ese no era el objetivo, pero hacerse con el control de la izquierda tampoco sería un mal premio. Izquierda Unida no va a rendirse, no es su estilo entregar llorando las llaves de sus dominios, al igual que posiblemente “Podemos” tampoco se las exigirá, pero está claro, muy claro, que la batalla posiblemente ya esté decidida, y que después de los próximos comicios, las municipales y las autonómicas, si se consigue de forma civilizada que la sangre de ambas formaciones no llegue al río, el acuerdo no sólo va a ser posible, sino imprescindible.
            Julio Anguita, que para ambos sectores sigue siendo una figura venerada, lo dejó claro en el mitin en el que inexplicablemente apoyó a Izquierda Unida, “que hay que buscar el pacto”, unos pactos que ahora parecen más necesarios que nunca, no ya para tomar el Palacio de Invierno, no, pero sí para que la izquierda y para todo lo que ésta representa, no siga siendo una opción residual a la que ni si quiera le quede sangre en la venas. Un pacto que no radique en la suma de ambas formaciones, sino en la refundación de una nueva fuerza, en la articulación de sus militantes y de sus simpatizantes en torno a un programa común, de un programa comúnmente elaborado, que fije nuevos objeticos y nuevas formas de actuar, que tenga para colmo la virtud de crear nuevos itinerarios a seguir.
            Creo que la izquierda no se puede permitir un enfrentamiento entre ambas organizaciones, que lo sensato sería que lo mejor de cada una se conjugue para hacer un nuevo proyecto que consiga traer entusiasmo y ganas a una ciudadanía que se hunde en la apatía. Pero ese algo nuevo tiene que aportar un nuevo discurso integrador y expansivo, que aspire más que a socializar la sociedad, a democratizarla, que es donde Izquierda Unida no ha estado a la altura. La radicalidad democrática debe, tiene que ser el eje sobre el que una nueva izquierda social y política tenga que profundizar en los próximos años, a no ser que prefiera seguir oculta en el agujero en el que, algunos, desean que siga sepultada.

25.03.15



La batalla de la izquierda, 1

39.- La batalla de la izquierda, 1

            A pesar del esfuerzo que Izquierda Unida ha realizado a última hora, sin duda porque era consciente que en estos comicios se jugaba su futuro, los resultados obtenidos por la antigua coalición han sido los peores de su historia. Durante mucho tiempo IU ha sido el referente de la izquierda de este país, acomodándose más de la cuenta en el espacio político institucional que había hecho suyo, tradicionalmente en torno al diez por ciento del electorado, en el que tan satisfecha se encontraba al menos hasta hace dos días. Izquierda Unida amagaba pero nunca golpeaba, subía dos puntos porcentuales en unas elecciones y bajaba en las siguientes otros dos, representando el papel de la izquierda amaestrada que todo régimen democrático y consolidado necesita tener. Para colmo era  una izquierda omnímoda, que absorbía o trataba de absorber todas las reivindicaciones y a todos los movimientos que surgían a su alrededor, movimientos que en todo momento trataba de controlar y teledirigir, a pesar de que en cierta medida, al haber perdido a la mayor parte de su militancia y al haberse convertido en una organización de cuadros, le había perdido el pulso a la calle, a todo lo que estaba sucediendo en el espacio que teóricamente controlaba.  Por ello le estalló el 15M entre las manos, quedando toda la energía que se desplegó entonces fuera de  su control, energía que tiempo después, cuando nadie lo esperaba, cristalizó en “Podemos”. Ahora, “Podemos”, después de haber fracasado en su intento por crear un espacio más  amplio, de ampliar el territorio de la izquierda, parece que no va a tener más remedio que conformarse con canibalizar a Izquierda Unida, tal y como ha hecho en estas elecciones andaluzas, en donde le ha usurpado a la antigua coalición el honor de convertirse en la fuerza más importante de la izquierda que antes con orgullo se autocalificaba de transformadora.
            Soy muy torpe, y hasta ayer no comprendí la estrategia de “Podemos”. La observaba, y por eso la criticaba, como un proyecto que trataba de tocar poder lo antes posible, pero cuando he podido comprender lo que ha ocurrido, lo que ha sucedido en las elecciones andaluzas, lo he visto todo claro, lo que me ha obligado a aplaudir el voluntarismo desplegado por intentar salir de la dinámica infernal en la que se ve inmersa la izquierda de este país y de todos los países desarrollados. Pero la intención de los dirigentes de “Podemos” no ha sido comprendida al ser vista por la opinión pública y presentada por los medios, como a un grupo de izquierdistas sedientos de poder, lo que sin duda le ha restado votos, pues al final, muchos de los que en principio les apoyaron, y estoy hablando de sectores no demasiados politizados, sobre todo de jóvenes, han preferido quedarse en casa y no votar, o apostar  por otras opciones políticas, en su opinión, más cercanas a ellos y sobre todo menos radicales. Lo cierto es que a la hora de la verdad, a pesar de todo el revuelo mediático que “Podemos” ha venido levantando desde las pasadas europeas, y de la ilusión que despertó, la mayor parte de los votos que ha recibido le han llegado desde la izquierda en detrimento de Izquierda Unida, formación a la que nunca presentó como su enemiga, pues de donde pensaba recoger votos, de los caladeros del PSOE, apenas les han llegado.
            Desde que se conocen los resultados de “las andaluzas”, se está hablando demasiado, convirtiéndose incluso en lugar común, y ya se sabe qué son y cómo son esos lugares, que el gran derrotado de estas elecciones no ha sido el Partido Popular, sino “Podemos”, y eso a pesar de que esta formación ha pasado de cero a quince diputados, algo que en condiciones normales sería motivo suficiente como para “dar saltos de alegría”, pero al haber puesto ellos mismo su propio listón de exigencia demasiado alto, su teórico éxito sólo puede masticarse como derrota. Y ciertamente ha sido una derrota, porque lo que ha fracasado ha sido la estrategia que diseñaron y que desplegaron, que no era otra que la de hacerse con el voto mayoritario del centro izquierda, habiendo tenido que conformarse con el voto de la izquierda “de toda la vida”, es decir, con el voto que hasta ahora le había pertenecido a Izquierda Unida. Este hecho, de gran importancia, puede originar un fuerte conflicto en los próximos meses, algo así como una guerra civil interna dentro de la izquierda, que visto lo visto puede resultar absurda y que hay que evitar a toda costa.
            Esta derrota, evidente desde el ángulo que la acabo de observar, sin duda alguna va  a cambiar la trayectoria que hasta ahora ha intentado seguir “Podemos”, posicionando a esta organización, y de forma definitiva en la izquierda del mapa electoral, en donde no tendrá más remedio que competir directamente con Izquierda Unida por los votos de la izquierda, al tiempo que IU, no tendrá otra opción, cosa que hasta ahora no se había atrevido a hacer, que situar a “Podemos” como el enemigo a batir. Esto es lo último que le faltaba a la izquierda, lo último.

24.03.15






Acercamiento resultados elecciones andaluzas

38.- Acercamiento a los resultados de  las Elecciones Andaluzas

            Antes de conocer los resultados de las elecciones andaluzas que se celebraron ayer, tenía dos interrogantes que esperaba poder aclarar gracias a lo que finalmente dijeran las urnas, la fuerza real de los partidarios de la necesidad del cambio del que tanto se habla, y si las formaciones políticas mayoritarias serían capaces de mantener las posiciones de privilegio que hasta ahora habían disfrutado. Creo, a pesar de la singularidad de estas elecciones, que ambas incógnitas han podido, al menos en parte, quedar despejadas.  A pesar del auge de las dos formaciones emergentes, “Podemos” y “Ciudadanos”, sobre las que sin duda estaban proyectadas todos los focos de atención, hay que decir claramente, que el segmento real de población, al menos en Andalucía, y posiblemente también en el resto de España, partidario de llevar a cabo una transformación radical del escenario político es bastante reducido, y que los dos partidos mayoritarios, han podido salvar los muebles con bastante dignidad.
            Lo que para algunos supuso una arriesgada apuesta por parte de Susana Díaz y de sus asesores, al anticipar las  elecciones andaluzas, le ha proporcionado un éxito atronador, pues además de legitimarse en el poder, ella no había sido elegida Presidenta pasando por las urnas, le ha servido para infringirle un duro revés al Partido Popular y para hundir, en sus peores resultados históricos a Izquierda Unida, hasta hace poco su socio de gobierno, además de neutralizar el denominado “fenómeno Podemos”. Hay que reconocer, que en principio, Susana Díaz y el PSOE no lo tenían fácil, pues la magnitud de la crisis económica, los vergonzosos  casos de corrupción que empañaban la imagen del Partido Socialista en el poder durante tantos años en la Comunidad Andaluza, y las voces que propugnaban un cambio, un cambio radical, proveniente de los partidarios de “Podemos”, no hacía presagiar que la jugada le saliera tan redonda como desde la cúpula dirigente socialista se esperaba.
            Pero sin dudas era el momento para apostar fuerte, ya que nadie sabía con seguridad cuál sería el escenario que se presentaría dentro de unos meses, si el PP levantaría vuelo agarrándose a la recuperación económica, o la fuerza que podría tener “Podemos” cuando consiguiera crear estructuras arraigadas en Andalucía, por no hablar ya de los efectos devastadores que sin duda provocarían las diferentes sentencias que se esperan de los Tribunales, algunas de las cuales podrían afectar seriamente a importantes cargos socialistas. Sí, era el momento, y la escusa se la regaló de forma irresponsable sus socios de gobierno, que como siempre, en lugar de dedicarse a hacer política se dedicaron a jugar a la política, ya que publicitaron con orgullo, que harían un referéndum interno para que su militancia se pronunciara si seguían apoyando al gobierno de coalición, o si se salían de él.
            Las elecciones se  han llevado a cabo y los resultados han sido inmejorables para los socialistas, que con todo lo que ha caído, con todo lo que les ha caído encima, han conseguido ganar las elecciones manteniendo el mismo número de escaños que en la pasada legislatura (45), lo que les va a permitir gobernar con cierta tranquilidad, sobre todo si se comprende, que las restantes formaciones con representación parlamentaria han quedado bastante debilitadas.  Para colmo, el pinchazo del Partido Popular (33), a pesar de ser grave, no ha provocado su hundimiento, manteniéndose con la cabeza mucho más alta de lo que se esperaba, lo que significa, que el bipartidismo, que las dos fuerzas mayoritarias, seguirán manteniendo un poder extremo, y que todo lo que suceda en la próxima legislatura, guste o no, girará en torno a ellos.  Este hecho resulta desalentador, sobre todo para los que creíamos que la situación iba a cambiar, pero es lo que la ciudadanía ha querido y el tablero sobre el que a partir de hoy habrá que trabajar.
            Era muy importante en estas elecciones saber el recorrido real, la fuerza real de las dos formaciones políticas tildadas de emergentes, en donde todos los analistas tenían puesta su atención, en primer lugar en “Podemos” (15), cuyos líderes, también irresponsablemente, repetían y repetían, a pesar de ser conscientes de la escasa implantación que poseían en Andalucía, que jugaban a ganar, sin molestarse siquiera en situar en su cabeza de lista, con objeto de contrarrestar lo anterior, a un peso pesado con magnitud suficiente como para atraer a sectores que no estuvieran directamente vinculados a la izquierda. “Podemos” ha conseguido un gran éxito relativo, que habrá que analizar con detenimiento más adelante, pero un éxito que no ha estado al nivel de sus expectativas, a pesar de haberse convertido en la fuerza mayoritaria a la izquierda de la socialdemocracia, al haber canibalizado a Izquierda Unida.
            En cuanto a “Ciudadanos” (9), posiblemente  haya sido la formación política triunfadora en la jornada de ayer, después de los socialistas evidentemente, al no traer bajo el brazo muchas expectativas, ya que por no tener, carecía incluso de implantación en la Comunidad. Se podría decir, que es una organización, que a pesar de haber llegado con la intención de quedarse, ha surgido de la nada, y a la que desesperadamente se han agarrado la mayor parte de los electores descontentos del Partido Popular. “Ciudadanos” puede convertirse en una variable preocupante para los populares, al aspirar a romper la hegemonía que el Partido Popular hasta la fecha ha poseído en la derecha. De todas formas, sabiendo cómo funciona tanto la derecha política como la económica, “Ciudadanos” es una incógnita.


23.03.15

Sobre la situación de la derecha, y 2

37.-Sobre la situación de la derecha y 2

            Desde el ya lejano desmoronamiento de la UCD, la derecha política, tanto en la oposición como en el poder, siempre se ha mostrado, a diferencia de la izquierda, de forma monolítica ante la ciudadanía, dando la sensación de poseer una fortaleza y una poderosa unidad interna bajo el férreo control de incuestionables liderazgos, que conseguían difuminar e incluso casi hacer desaparecer, al menos de cara al exterior, las indudables diferencias existentes en su seno. La derecha siempre era una, mientras que la izquierda eran varias, lo que en un sistema electoral como el español le proporcionaba importantes réditos, ya que el voto del elector de derechas nunca se perdía por los sumideros de los repartos proporcionales a la hora de contabilizar los sufragios. Esa férrea unidad, a la que sin duda han contribuido sus medios afines, los cuales, al menos hasta ahora han apostado por una derecha fuerte y unida bajo esos fuertes liderazgos, que siempre ha sido uno de sus rasgos característicos, liderazgos posiblemente necesarios dada la tendencia existente dentro de sus filas a “las baronías” y al caudillismo. Hasta el momento la fragmentación de la derecha se ha podido evitar gracias a la existencia de un poderoso poder central, desde el que se distribuía el reparto de las prebendas hacia la periferia, lo que a su vez justificaba la existencia de ese mismo poder central.
            Pero en lo ideológico la derecha ha sufrido importantes transformaciones, mucho más radicales que la padecidas por izquierda, que hasta cierto punto se ha quedado anquilosada, aunque en España esas transformaciones en buena parte se han visto amortiguadas por el excesivo peso del conservadurismo político que siempre ha sido el sector hegemónico, el cual ha impedido, al menos hasta la fecha, que las nuevas tendencias florecieran libremente en su seno. La derecha conservadora juega con el neoliberalismo como si este se tratara de un juguete nuevo que se ha encontrado al pie de la cama un día al despertar, mientras que la nueva derecha es neoliberal, lo que le ha obligado a vivir fuera del asfixiante ambiente del Partido Popular, en las cátedras universitarias o en la vida profesional, sin atreverse, porque no le era necesario, a rivalizar políticamente con los tradicionales portadores de los estandartes de la derecha.
            Pero ahora, curiosamente, cuando menos se esperaba, alrededor de  un pequeño partido periférico, que creo que aún no ha comprendido lo que se ha encontrado, los votantes descontentos con las políticas llevadas a cabo por los que hasta ahora habían sido los suyos, en lugar de optar por la abstención, parece que se van a ver obligados a dar un golpe sobre la mesa para decir “que otra derecha es posible”, y esa derecha puede que sea “Ciudadanos”.
            Lo que con el tiempo he podido aprender, es que la necesidad es lo que marca los tiempos políticos, al igual que casi en todo, y que del mismo modo que el 15M no parió de forma inmediata a su movimiento político, sino varios años después, lo mismo puede ocurrir en la derecha, que aunque quiera, no está exenta de los contagios que le provoca su contacto con la realidad. Hace algunos años, fracasó de forma estrepitosa una operación que aspiraba a crear una nueva vía dentro de la derecha, la denominada “Operación Roca” bajo el recién creado Partido Reformista. Muchos, aunque evidentemente no la apoyamos, creíamos necesario esa opción, gracias a la cual se pudiera diferenciar claramente la derecha de siempre, la derecha conservadora, intervencionista  y clerical, y la nueva derecha, aquella que además de creer ciegamente en las virtudes del mercado, era también liberal en las costumbres y en la forma de entender la política. Ese proyecto, a pesar de los grandes fondos invertidos en él, fue uno de los naufragios más estrepitosos que se recuerden en la política nacional, y fracasó no porque no fuera necesario, sino porque no era su momento.  Ahora, sin embargo, de forma diferente con lo ocurrido en la “Operación Roca”, parece que ese proyecto, que siempre ha permanecido solapado a la espera de tiempos mejores, va a emerger de forma natural, al agarrarse la legión de electores descontentos de la derecha a un pequeño partido que lo único que ha hecho ha sido estar ahí, con unos discursos que pueden resultar aceptables.
            Sí, hay que decirlo claramente, “Ciudadanos” es el “Podemos” de la derecha, la formación política que casi desde la nada, aunque bien dirigida, puede dinamitar a una derecha política que hasta la fecha se ha mostrado monolítica. También hay que decir, para que nadie se lleve a engaño, que “Ciudadanos” es un partido de derechas, de derecha-derecha, posiblemente mucho más radical en lo económico que el Partido Popular, aunque mucho más avanzado en las restantes cuestiones sociales. Un Partido sin excesivos lastres que si cuaja a nivel nacional, puede hacer que la derecha tradicional de este país, la que tanto nos avergüenza, la derecha de toda la vida, en pocos años se convierta en una formación residual. Lo curioso del tema, es que el Partido Popular, siempre tan lento en todo, aún no creo que haya calibrado el peligro que para ellos puede representar el también fenómeno “Ciudadanos”.
            No obstante, si ocurre lo que puede ocurrir, con la división del voto de la derecha en dos grandes bloques, como ocurre en toda Europa, se conseguiría la normalización electoral de ese sector de la sociedad, pues no es lógico, que actitudes y visiones tan opuestas sigan conviviendo bajo esas mismas siglas.


11.03.15

miércoles, 29 de abril de 2015

Sobre la situación de la derecha, 1

36.-Sobre la situación de la derecha, 1

            Hace poco más de una semana, una amiga me comentó con respecto a las próximas elecciones autonómicas andaluzas, que ella lo que deseaba era que ni el PSOE ni el PP consiguieran buenos resultados, al ser los causantes directos de la desastrosa situación que padecemos. Me sorprendió cuando me dijo, después de que le insistiera, que iba a votar a “Ciudadanos”, y me sorprendió porque sabía que siempre había votado a Izquierda Unida.
            Ayer, mientras que tomaba unas cervezas con unos conocidos, uno de ellos, con el que apenas tengo relación ya que lo conozco desde hace poco, provocó cierto revuelo al afirmar que  iba a votar a “Ciudadanos”, pues  a pesar de ser un tradicional votante del Partido Popular, en esta ocasión se encontraba incapacitado para seguir prestándole su apoyo.
            Ambos van a apostar por “Ciudadanos” desde perspectivas diferentes, al provenir la primera de la izquierda, diré incluso que de la izquierda exquisita y un tanto impostada, y el otro, del núcleo duro de los votantes del PP.
            Hasta hace poco, hasta hace bien poco, muchos estábamos convencidos que los efectos devastadores de la crisis sólo iba a afectar políticamente a la  izquierda, y que el fenómeno “Podemos” podría conseguir desangrarla y dividirla en beneficio del Partido Popular, que aunque perdiera votos, estos sin duda irían a parar directamente a la abstención, seguiría gobernando al ser no sólo la fuerza hegemónica de la derecha, sino la única opción política existente en la misma. Pero parece que no, que algo está ocurriendo que puede poner en jaque al Partido Popular, al menos tanto como con toda seguridad lo hará “Podemos” con el PSOE e IU, y que ese algo puede que sea “Ciudadanos”.  Hasta  hace sólo unos meses, daba vergüenza ajena observar el beneplácito e incluso la simpatía con que la derecha trataba a “Podemos”, que pese a su teórico radicalismo se había convertido en un aliado suyo de cara a las elecciones, al comprender que la formación de Pablo Iglesias a quien de verdad iba a erosionar era a sus competidores de la izquierda, aunque ahora el ceño se le ha vuelto adusto cuando se ha dado cuenta de la alta intención de votos con la que cuenta “Ciudadanos” formación que  sólo le puede dañar es a ellos.
            Aún es pronto para saber qué va a ocurrir, pero en este año eminentemente electoral, y esto creo que es positivo, puede pasar aún cualquier cosa, entre otras razones, porque el denominado voto oculto, también llamado vergonzante, no se encuentra sólo en poder de las dos fuerzas mayoritarias, pues pueden ser muchos los que a última hora deslicen su voto hacia las formaciones emergentes que en tiempo record, han sabido transformar por completo el panorama político de este país. Lo curioso del caso, es que ambas formaciones, “Podemos” y “Ciudadanos”, carecen no ya sólo de estructuras sólidas, sino simplemente de estructuras, por lo que si consiguen los resultados que les vaticinan los sondeos demoscópicos, y en este caso coinciden todos, se podría hablar de que se va a producir un auténtico terremoto. O lo que es lo mismo desde otra perspectiva, de que nada estaba tan consolidado como se imaginaba y que lo se necesitaban eran nuevos proyectos, aunque estos que han surgido evidentemente han sido favorecidos y propiciados por la crisis.
            La derecha española, la misma que se presentó y que ganó las pasadas elecciones generales con mayoría absoluta, la que gracias a un agresivo discurso se presentaba como la única opción política capacitada para regenerar la vida pública del país, la misma que se postulaba, gracias a sus propuestas marcadamente neoliberales, y a sus cualificados componentes para transformar el tejido productivo y para situar de nuevo a España en el lugar que le corresponde por derecho propio en el contexto internacional, se encuentra ahora, a sólo un año de terminar la legislatura, completamente quemada, agotada, desprestigiada y para colmo sin propuestas.
            Muchos fueron los que confiaron en el discurso del Partido Popular, sobre todo por los estragos que comenzaban a provocar la crisis económica y la impotencia y la incapacidad para afrontarla que se traslucía de la gestión de la administración socialista. Muchos fueron los que votaron sus candidaturas con la esperanza de que se produjeran cambios significativos que lograran enderezar el rumbo del país, en la confianza de que ellos podrían atajar los innumerables déficits que soportaba y lastraban a nuestra sociedad. Pero en poco más de tres años, y a pesar de contar con todo el poder institucional en sus manos, su mandato ha servido para dejar en evidencia, a la intemperie, toda su podredumbre interna y su incapacidad para afrontar todo aquello que se sitúe un poco más allá de sus mezquinos y espúreos intereses ideológicos, ejerciendo sobre todo, de brazo ejecutor de los sectores más reaccionarios de la derecha sociológica y del rancio capitalismo patrio.
            Ahora, debido a lo anterior, y creo que por primera vez de forma seria, son cada vez más los que desde la propia derecha, observando la imposibilidad de cambiar a su formación emblemática, apuestan por una alternativa a ella, lo que puede significar, si tal opción se materializa, en la normalización de la derecha española.

11.03.15


lunes, 13 de abril de 2015

Sobre la crisis del Partido Socialista y 2

35.- Sobre la crisis del Partido Socialista y 2

            Según la mayor parte de los analistas, excepto en Andalucía, aunque algunos de ellos también muestren sus dudas, el futuro del PSOE ante los próximas convocatorias electorales es ante todo problemático. Problemático por diferentes motivos, pero esencialmente porque ya no es visto, por parte de la ciudadanía, como un partido atractivo, como un partido dinámico y resolutivo, capaz de enfrentarse, con nuevas ideas y propuestas, a los múltiples problemas a los que se enfrentan España y los españoles, pues por carecer, carece incluso de un discurso creíble y diferenciado. El PSOE en pocos años se ha convertido en un partido viejo, en un partido inadecuado e inservible para su electorado potencial, que se quiera o no sigue siendo de centroizquierda, y que desde hace algunos años se encuentra huérfano, a la espera de que el PSOE vuelva, o a que otra fuerza política, como puede ser Podemos, se haga cargo de sus aspiraciones. Pero según los últimos movimientos acaecidos en su seno, y que han provocado la crisis que en estos  momentos lo mantienen en jaque, parece que el PSOE tiene la intención de regresar.
            La actual crisis hay que enmarcarla en el interés por parte de la dirección del Partido por hacerse cargo del poder en el mismo, aunque ello suponga acabar con la democracia interna y con el escollo que representan las organizaciones territoriales, lo que no quiere decir, ni mucho menos, como al principio pudiera parecer, que la vieja política acaba con la nueva, no, entre otras razones porque tanto en un bando como en el otro se pueden encontrar a destacados miembros del aparato profundo del PSOE. En resumen, lo que ha ocurrido ha sido un episodio más de la lucha por el poder en un partido donde ese poder se encuentra bacante desde hace años.
            La inexistencia de un poder fuerte lo descompone todo, provocando reinos de taifas que se sienten legitimados para oponerse al poder central, en la creencia de que ellos, en un hipotético enfrentamiento, tendrían todas las de ganar. La inexistencia de un poder ilusionante, poseedor de un proyecto claro y factible, provoca “la rebelión de las provincias” como diría Ortega, lo que con el tiempo hace imposible la gobernación. Bien, el PSOE carece desde hace un tiempo de ese liderazgo, ya que Pedro Sánchez, a pesar de haber sido elegido en las primarias, hasta el momento ha sido incapaz de hacerse con el timón del Partido, debido a los múltiples obstáculos que “el aparato”, tanto el interno como el institucional, le ha venido imponiendo para que entendiera que una cosa es ser secretario general y otra muy distinta que fuera él,  quién dirigiera la organización.
            Pero la necesidad hace extraños compañeros de cama, y el problema que representaba Madrid ha provocado una extraña alianza que puede suponer el afianzamiento de Pedro Sánchez en el centro de mando del PSOE. Madrid suponía un problema, pues los candidatos elegidos en primaria, tanto para la Presidencia de la Comunidad Autónoma como para la Alcaldía, ni de lejos se encontraban, como confirmaban todos los estudios demoscópicos, capacitados para afrontar tales retos, al sobrarle a uno derrotas y al faltarle, al otro, peso. En Madrid las candidaturas propuestas y democráticamente elegidas podrían quedar en tercera o en cuarta posición, algo insostenible para un Partido que aspira a la gobernación del país. Lo que está claro es que ni Pedro Sánchez ni su equipo estaban, por debilidad, capacitados para dar un paso como el dado, por lo que han tenido que aliarse con los antiguos dirigentes del PSOE, con la vieja guardia, y con los medios afines a ésta, como el diario EL País, por lo que si la jugada sale bien, le puede convertir en su hombre de confianza, en el hombre de Rubalcaba, de González, de Bono, etc.., y en el hombre del grupo PRISA.
            La lección de lo acontecido es evidente, que cuando no hay patrón mandan los marineros, pero que así es imposible manejar una nave con un destino o un recorrido definido, y menos aún un partido político que se no conforme con no llegar al poder. El golpe de mano de Sánchez, apoyado por los pesos pesados del Partido, en el caso que de que no se produzca una rebelión, va a suponer una revitalización del PSOE, sobre todo si es capaz de imponer un candidato de  prestigio contrastado para la Comunidad Autónoma, que pueda competir de igual a igual con los que presenten las demás fuerzas políticas.
            El problema es que se opta por un tipo de partido piramidal, en donde la organización, la estructura, los cuadros y la misma militancia sólo tienen una función, la de subordinarse a los dictados que el Comité Central decrete, a un “centralismo democrático” que lo controle absolutamente todo, dejando en la cuneta otros modelos más horizontales, más democráticos, que con desfachatez son tildados de inviables.
            No me cabe duda que la jugada política va a resultar rentable, rentable electoralmente, y que a partir de ahora, en lugar de mantenerse estancado, ya no podía bajar más, los socialistas asistirán a un aumento de sus expectativas de voto, pero también queda claro, que la mayoría de los problemas que tenían se mantendrán aparcados hasta una nueva crisis. Creo que una organización abierta y más democrática es compatible un fuerte liderazgo, pues sólo desde una organización de estas características se podrá llevar a cabo la reestructuración y refundación de la organización, en donde un nuevo programa político más acorde a los tiempos que vivimos, de corte eminentemente socialdemócrata, ilumine el devenir de esa formación política. Es posible, y quiero ser optimista, que este será el primer paso, el imprescindible paso tendente a entronizar a un nuevo líder, pero también hay que tener en cuenta que un liderazgo absoluto puede convertir al Partido Socialista sólo en una maquinaria electoral, sólo con pretensiones de poder,  sin respuestas, sin debates en sus filas, sin militancia, y lo que es peor, sin presencia social, un partido sólo institucional que carecerá de valor añadido para la sociedad para la que dice trabajar. Desde la diferencia, estoy convencido que un partido socialista fuerte, hoy por hoy es esencial, para afrontar los profundos cambios que esta sociedad necesita.


13.02.15

viernes, 20 de marzo de 2015

Sobre la crisis del Partido Socialista

34.- Sobre la crisis del Partido Socialista, 1

            De forma inesperada, ayer, por una decisión de la dirección del PSOE, en la que se suspendía y se sustituía a la cúpula de los socialistas madrileños, ha podido estallar, a sólo cien días de las elecciones autonómicas y municipales, la esperada por inevitable para algunos, guerra civil en las filas socialistas. La situación del PSOE es difícil, ya que carece de liderazgo y de discurso político creíble, por lo que no parece que en estos momentos se posicione como una amenaza seria para la derecha en el poder, al tiempo que una nueva organización, “Podemos”, le corroe el terreno por la izquierda, lo que le ha supuesto en la última encuesta del CIS, algo inaudito y preocupante, pasar a ocupar el tercer puesto en la intención de voto para las  próximas, e inminentes, convocatorias electorales.
            Se  tenga simpatía o no por el PSOE, hay que reconocer que aún es hoy, a pesar de la profunda crisis que padece, la organización central de la izquierda española, por lo que sus problemas afectan, aunque a veces no se quiera reconocer, al conjunto de esa izquierda.  Desde que el Partido Popular le ganara las elecciones, por mayoría absoluta, los socialistas no han logrado levantar cabeza, y no lo han hecho porque no han sido capaces de reconstituirse como partido, posiblemente por carecer en sus filas de suficientes elementos regeneradores con fuerza suficiente como poner punto final a una época, y comenzar otra.
            Toda renovación surge de la lucha, a veces fratricida, entre lo nuevo y lo viejo, entre las fuerzas que aspiran a articular nuevos escenarios para alcanzar nuevas metas, y de las  que se resisten al cambio, por lo que para que se produzcan transformaciones reales, en cualquier ámbito, es fundamental la implantación de una nueva hegemonía, hecho que no se ha producido en el PSOE, con seguridad por la fuerza del “aparato”, por el poder de los que instalados en él, han querido dirigir las transformaciones que creían oportuno, casi todas cosméticas, para que en el fondo nada cambiase. El PSOE siempre ha sido un partido de liderazgos fuertes, en donde el férreo aparato organizativo, siempre dócil y sumiso hacia los dirigentes e implacable con la disidencia, en todo momento se ha encargado de ahogar a la militancia, de suerte que ésta sólo era un elemento necesario de cara a la galería, que en todo momento se caracterizaba por aceptar acríticamente lo que se decidía en los pequeños y oscuros cenáculos desde donde todo se dirigía. En el fondo éste es el problema del PSOE, un partido que necesita legitimarse socialmente presentándose como una organización que se asienta en las necesidades y en las preocupaciones de la ciudadanía, pero que no cuenta con la fuerza necesaria para ello, al encontrarse a merced de  unos cuadros que sólo miran por sus intereses, que no son otros que los de permanecer  a los órganos directivos de partido, que para colmo están convencidos, que sólo ellos, por su sapiencia, están en condiciones de presentar las recetas que la sociedad necesita. Ante esta realidad que siempre se trata de ocultar, el PSOE se presenta ante la opinión pública como un partido abierto y democrático, en donde sus candidatos son elegidos en primarias, lo que siempre se publicita como un avance democrático. Pero de lo que no se habla, es de las dificultades que encuentran los ganadores de esas primarias, sobre todo cuando no son los postulados por la dirección del partido, para hacerse con la dirección real del mismo, como hace unos años le ocurrió a Borrell y ahora le está sucediendo a Pedro Sánchez, que ante las presiones ante las que se vio y las que se ve sometido, no tuvieron más remedio que tirar la toalla, o pactar, creo que vergonzosamente, como parece que ha ocurrido en esta ocasión. Parece que en el PSOE las primarias están bien siempre y cuando las gane el candidato oficial, aquél que bajo su mensaje obligado de renovación deje otro implícito, el de que va a respetar el statu quo existente, siendo Susana Díaz el ejemplo más paradigmático. Susana Díaz llegó al poder de la agrupación más importante de los socialistas de la mano de los grandes pesos pesados del Partido, en un momento difícil, prometiendo sacar al PSOE del marasmo, la confusión, la vergüenza y las críticas que estaba padeciendo, desde todos los ángulos, por tantos y tantos casos de corrupción, mostrándose, y siendo presentada, como la gran esperanza blanca del socialismo español. Pero desde su llegada a la presidencia del gobierno andaluz, y posteriormente a la secretaría general de su propio partido, no ha hecho nada, absolutamente nada, tal como se esperaba de ella, para esclarecer y aportar la luz necesaria para clarificar los casos de corrupción existentes, para  identificar a los que ha utilizado en provecho propio, o en provecho del Partido, el dinero de todos. No ha hecho nada, salvo “menear la perdiz”, haciéndole un gran favor a los que confiaron en ella, lo que ha convertido a la socialista sevillana en la gran defensora de la estructura y del “aparato” profundo del Partido, la política que pese a su juventud, mejor encarna el viejo estilo de hacer política de los socialistas, y precisamente por ello, el político, o la política, que más futuro posee dentro del PSOE a nivel nacional.
            Por todo lo anterior, la crisis del PSOE, la guerra civil que se ha podido iniciar en sus filas, en la que entran en juego diferentes variables de envergadura, es de más calado de lo que en principio se podría pensar, y en la que está en juego el futuro del propio partido.

13.02.15


viernes, 13 de marzo de 2015

Sobre la consulta catalana

33.- Sobre la consulta catalana

            Cuando comenzó la actual legislatura comenté en estas mismas páginas, que la cuestión más escabrosa a la que el estrenado gabinete tendría que enfrentarse sería el denominado “problema catalán”. Con la crisis económica y los múltiples casos de corrupción, el envite nacionalista, con seguridad, ha sido la cuestión que más páginas ha ocupado en los diferentes medios de comunicación, pareciendo en muchas ocasiones, que la cuestión resultaría insoluble, a lo que ayudaba, y mucho, la actitud del propio Presidente Rajoy, que en lugar de salir a la escena política a defender sus tesis, ha preferido, como en otras muchas ocasiones, mantenerse en un segundo plano viendo, observando el desarrollo de los acontecimientos. Esta es  la táctica habitual del jefe del gabinete, la de no actuar, con la intención de que los problemas que se le vayan presentando se desinflen o pierdan fuelle por sí solos, táctica que en esta ocasión, curiosamente, parece que en un principio le ha dado resultado.
            El pasado domingo, nueve de noviembre, se celebró la esperada, y temida por algunos, consulta electoral. Una consulta extraña, pues la que en un principio se pensaba realizar fue ilegalizada, y que fue controlada desde principio a fin por las fuerzas nacionalistas, cuyos portavoces han afirmado que ha representado un auténtico espaldarazo para sus propuestas. Los diferentes informativos televisivos mostraron esa misma noche, y en los días sucesivos, los rostros sonrientes de los líderes independentistas, mientras que la mayoría de los analistas, diré que progresistas, no se cansaban de avalar esa opinión, lo que dejaba la sensación de que la victoria de los postulados independentistas había sido arrolladora y que nos encontrábamos a un paso, a un solo paso de la secesión de Cataluña del Estado español.
            Tengo que reconocer que me encontraba asombrado, perplejo, ya que no comprendía bien la relación existente entre esa alegría que observaba en los rostros y en las declaraciones de los políticos nacionalistas, entre los análisis que leía o que escuchaba, y los datos oficiales, datos oficiales que difundían con gran algarabía las propias formaciones que habían organizado y verificado la consulta. La verdad es que no comprendía nada. Esos datos objetivamente comunicaban, que sólo había votado un tercio (1/3) del censo electoral que se había elaborado para tal ocasión, en el que curiosamente, para colmo, la edad para poder votar se había rebajado a los dieciséis años. Evidentemente el porcentaje de electores que decidieron ir a votar lo hizo de forma mayoritaria por los postulados nacionalistas, lo que a su vez quiere decir que los partidarios de que Cataluña se convierta en un Estado independiente no perdieron la oportunidad de votar con entusiasmo y masivamente. Por ello no comprendían por qué se reían, si por saber que habían ganado la consulta, algo obvio que pasaría para cualquier persona mínimamente interesada por el tema, o  por el hecho de que sólo uno de cada tres catalanes se había molestado en ir a votar. Tampoco comprendía, y sigo sin comprenderlo, que en los análisis que se realizaban, por analistas de prestigio, no subrayaban el hecho para mí esencial, que dos de cada tres catalanes habían preferido, a pesar del todo el andamiaje publicitario desplegado durante demasiado tiempo, darle la espalda al proceso soberanista propiciado por las fuerzas nacionalistas.
            A pesar de las apariencias, al menos esa es mi opinión, el resultado de la consulta ha representado un rotundo fracaso para los nacionalistas, pues ha dejado en evidencia el porcentaje real de población que apoyan sus postulados, que ni de lejos se ha acercado a ese cincuenta por ciento del que tanto se ha hablado, y eso que la opción contraria, la de mantenerse unida de una forma o de otra al Estado español, apenas ha contado con actores potentes que la apoyaran y que la publicitaran. Demasiadas alforjas para tal corto viaje.
            También escribí hace algún tiempo, creo que después de la primera Diada multitudinaria que se celebró en Barcelona, que era partidario que se celebrara el referéndum con objeto de saber el apoyo real con el que contaban las tesis secesionistas, pues con datos sobre la mesa, con datos fidedignos, siempre es más fácil buscar y encontrar soluciones.
            Ahora parece que todo está más claro al tiempo que más complicado para los que se han embarcado en la opción soberanista, pues ya no pueden seguir ocultándose en unos datos que nadie conocía, o lo que es lo mismo, ya no pueden seguir jugando y especulando con lo que ellos, hasta el momento, denominaban “el sentir mayoritario de la ciudadanía”. Lo curioso del tema, y este hecho también es conveniente subrayarlo, es que la clase política catalana es eminentemente nacionalista, como si no ser nacionalista en Cataluña invalidara a alguien para ejercer la policía en cualquiera de los partidos mayoritarios, y llama la atención, porque a pesar de que los nacionalistas han colonizado las instituciones, los medios de comunicación públicos, el mundo de la  cultura y el sistema educativo, no han podido, y esto sí es de nota, convencer al grueso de la población catalana sobre la bondad de sus propuestas, como a la hora de la verdad se ha demostrado.

13.11.14


lunes, 9 de marzo de 2015

Más sobre la corrupción, y 2

32.- Más sobre la corrupción, y 2

            Me llama la atención que “Podemos” hable de que cuando llegue al poder todos los corruptos caerán, lo que se  ha convertido hasta cierto punto en su lema publicitario, posiblemente porque sepa que la corrupción, o el hartazgo de corrupción que padece la población, que un día sí y otro también tiene que soportar nuevas entregas de este serial interminable, todas vergonzosas, de representantes que se han beneficiado de la situación en la que se encontraban, le puede aportar importantes réditos electorales.
            “Podemos” amenaza, pero de forma independiente a esa amenaza que deja sobre la mesa, no dice nada, o al menos yo no les he oído decir nada, sobre lo que va a hacer para limpiar, pero sobre todo para mantener limpia, en la medida de lo posible, la vida pública del país.
            “Podemos”, por el mero hecho de ser una formación que no está contaminada por su estancia en las instituciones, algo de lo que presume, puede presentarse ante la opinión pública como lo nuevo que se espera y se desea, como la fuerza política que barrerá la corrupción. No creo que a estas alturas nadie pueda negar los efectos regeneradores que ha provocado la irrupción de “Podemos”, organización que desde un principio supo aglutinar para sí el descontento que mostraba un sector mayoritario de la ciudadanía, que se fija más en sus postulados de limpieza democrática, en sus críticas contra la vieja política, que en sus restantes postulados ideológicos, postulados que ahora, calibrando las posibilidades reales con las que se ha encontrado, trata de limar con la intención de convertirse en lo que ellos denominan una formación transversal, lo que no es más que un eufemismo para dejar constancia que su lugar es el centro político, precisamente el lugar desde donde tradicionalmente se ganan las elecciones. Es evidente que “Podemos” puede hacer lo que desee, siempre y cuando deje las cosas claras desde un principio, aunque ciertamente a algunos nos gustaría que siguiera siendo una fuerza eminentemente de izquierdas. Pero parece que sus dirigentes saben lo que tienen que hacer, que no es otra cosa que posicionarse en el lugar en el que se encuentran sus votantes potenciales, que casi todos, no lo olvidemos, carecen de una politización excesiva, por lo que la estrategia que está siguiendo le puede  proporcionar interesantes resultados. Pero este no es el momento de hablar de la vertiente populista de “Podemos”, sólo señalar que populista es el que, en lugar de decirle a sus electores lo que tiene que decirle, dependiendo y siendo coherente con la concepción ideológica que se posea, se limita sólo a acomodarse en lo que dichos electores desean oír.
            La cuestión en estos delicados momentos radica en desmantelar todos los entramados de corrupción existentes, como aspira “Podemos”, tanto como en crear los mecanismos necesarios para evitar que sigan produciéndose. Está claro que los partidos mayoritarios, que no son solamente dos, tratarán por todos los medios a su alcance detener en falso la cascada de acontecimientos que amenaza incluso a su supervivencia, e impedir que un ejército de auditores judiciales entren a saco en sus cuentas como en la de las instituciones públicas que han gestionado durante estos largos años. Lo intentarán con todas sus fuerzas, al tiempo que tratarán de favorecer una especie de amnistía, a partir de la cual se pueda volver a comenzar con el cuentakilómetros a cero. Sin duda esta sería la mejor solución, la mejor solución para la clase política actual, que sólo se podría aceptar por parte de la ciudadanía si esa medida fuera acompañada de otras, que tendrían que pasar necesariamente por un nuevo periodo constituyente que pusiera término al periodo abierto por la Transición. Esto significaría nuevas  leyes y nuevos políticos, ya que los ahora amortizados no tendrían más remedio que abandonar sus funciones al ser productos de un periodo finiquitado. Es posible, aunque duela decirlo, que este país no pueda permitirse un ajuste de cuentas como el que ahora se puede producir, es posible, pero para evitarlo es necesario que se implemente una nueva concepción de lo público, en donde la desconfianza sea el eje central.
            Sí, porque habrá que partir, y la realidad lo ha demostrado, no ya de la buena voluntad de los servidores públicos, sino desde el hecho de que pueden corromperse, para lo cual es fundamental instrumentos de control, eficaces, que eviten en la medida de lo posible esa tentación. Todo servidor público debe saber que se encontrará constantemente vigilado, auditado, ya que su función es la velar por el bien común, por el interés de todos y no la de encontrar beneficios individuales y espúreos, como hasta ahora ha venido ocurriendo con demasiada frecuencia en las actividades que desempeñan. Las denominadas repúblicas bananeras, y España durante un tiempo, en ciertos aspectos, ha sido una de ellas, se caracterizan fundamentalmente por la autonomía de sus dirigentes con respecto a la población que dicen representar, al hecho de creerse independientes e inmunes y autorizados a no tener que dar cuentas a nadie, o como en el caso de este país, sólo a organismos e instituciones a las que se podrían llamar “amigas”.


11.11.14