32.- Más sobre
la corrupción, y 2
Me
llama la atención que “Podemos” hable de que cuando llegue al poder todos los
corruptos caerán, lo que se ha
convertido hasta cierto punto en su lema publicitario, posiblemente porque sepa
que la corrupción, o el hartazgo de corrupción que padece la población, que un
día sí y otro también tiene que soportar nuevas entregas de este serial
interminable, todas vergonzosas, de representantes que se han beneficiado de la
situación en la que se encontraban, le puede aportar importantes réditos
electorales.
“Podemos”
amenaza, pero de forma independiente a esa amenaza que deja sobre la mesa, no
dice nada, o al menos yo no les he oído decir nada, sobre lo que va a hacer
para limpiar, pero sobre todo para mantener limpia, en la medida de lo posible,
la vida pública del país.
“Podemos”,
por el mero hecho de ser una formación que no está contaminada por su estancia
en las instituciones, algo de lo que presume, puede presentarse ante la opinión
pública como lo nuevo que se espera y se desea, como la fuerza política que
barrerá la corrupción. No creo que a estas alturas nadie pueda negar los
efectos regeneradores que ha provocado la irrupción de “Podemos”, organización
que desde un principio supo aglutinar para sí el descontento que mostraba un
sector mayoritario de la ciudadanía, que se fija más en sus postulados de
limpieza democrática, en sus críticas contra la vieja política, que en sus
restantes postulados ideológicos, postulados que ahora, calibrando las
posibilidades reales con las que se ha encontrado, trata de limar con la
intención de convertirse en lo que ellos denominan una formación transversal, lo
que no es más que un eufemismo para dejar constancia que su lugar es el centro
político, precisamente el lugar desde donde tradicionalmente se ganan las
elecciones. Es evidente que “Podemos” puede hacer lo que desee, siempre y
cuando deje las cosas claras desde un principio, aunque ciertamente a algunos
nos gustaría que siguiera siendo una fuerza eminentemente de izquierdas. Pero
parece que sus dirigentes saben lo que tienen que hacer, que no es otra cosa
que posicionarse en el lugar en el que se encuentran sus votantes potenciales,
que casi todos, no lo olvidemos, carecen de una politización excesiva, por lo
que la estrategia que está siguiendo le puede
proporcionar interesantes resultados. Pero este no es el momento de
hablar de la vertiente populista de “Podemos”, sólo señalar que populista es el
que, en lugar de decirle a sus electores lo que tiene que decirle, dependiendo
y siendo coherente con la concepción ideológica que se posea, se limita sólo a
acomodarse en lo que dichos electores desean oír.
La
cuestión en estos delicados momentos radica en desmantelar todos los entramados
de corrupción existentes, como aspira “Podemos”, tanto como en crear los
mecanismos necesarios para evitar que sigan produciéndose. Está claro que los
partidos mayoritarios, que no son solamente dos, tratarán por todos los medios
a su alcance detener en falso la cascada de acontecimientos que amenaza incluso
a su supervivencia, e impedir que un ejército de auditores judiciales entren a
saco en sus cuentas como en la de las instituciones públicas que han gestionado
durante estos largos años. Lo intentarán con todas sus fuerzas, al tiempo que
tratarán de favorecer una especie de amnistía, a partir de la cual se pueda
volver a comenzar con el cuentakilómetros a cero. Sin duda esta sería la mejor
solución, la mejor solución para la clase política actual, que sólo se podría
aceptar por parte de la ciudadanía si esa medida fuera acompañada de otras, que
tendrían que pasar necesariamente por un nuevo periodo constituyente que
pusiera término al periodo abierto por la Transición. Esto significaría nuevas leyes y nuevos políticos, ya que los ahora
amortizados no tendrían más remedio que abandonar sus funciones al ser
productos de un periodo finiquitado. Es posible, aunque duela decirlo, que este
país no pueda permitirse un ajuste de cuentas como el que ahora se puede
producir, es posible, pero para evitarlo es necesario que se implemente una
nueva concepción de lo público, en donde la desconfianza sea el eje central.
Sí,
porque habrá que partir, y la realidad lo ha demostrado, no ya de la buena
voluntad de los servidores públicos, sino desde el hecho de que pueden
corromperse, para lo cual es fundamental instrumentos de control, eficaces, que
eviten en la medida de lo posible esa tentación. Todo servidor público debe
saber que se encontrará constantemente vigilado, auditado, ya que su función es
la velar por el bien común, por el interés de todos y no la de encontrar
beneficios individuales y espúreos, como hasta ahora ha venido ocurriendo con
demasiada frecuencia en las actividades que desempeñan. Las denominadas
repúblicas bananeras, y España durante un tiempo, en ciertos aspectos, ha sido
una de ellas, se caracterizan fundamentalmente por la autonomía de sus
dirigentes con respecto a la población que dicen representar, al hecho de
creerse independientes e inmunes y autorizados a no tener que dar cuentas a
nadie, o como en el caso de este país, sólo a organismos e instituciones a las
que se podrían llamar “amigas”.
11.11.14
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