martes, 27 de diciembre de 2011

Sobre los retos del Partido Popular (2)


ACERCAMIENTOS
(acb.014)

Sobre los retos del Partido Popular (2)


Sí, el problema ha radicado en que no se han creado los mecanismos necesarios para detectar que el sistema se estaba hundiendo, que estaba haciendo aguas por todas partes, lo que ha provocado, que ahora, cuando todas las luces de peligro desde hace tiempo se encuentran encendidas, no se sepa bien qué se tiene que hacer, si tirar hacia delante para salvar lo posible del mismo, o por el contrario, mandarlo por inservible directamente al desguace. Esta es la disyuntiva a la que se tiene que enfrentar el Partido Popular, que casi sin margen de maniobra, tendrá que decidirse políticamente o bien por mantener, con las modificaciones oportunas, muchas de ellas necesariamente traumáticas, por una visión minimalista del Estado del bienestar, o por el contrario, “tirar por la calle de en medio” y apostar por una sociedad desregularizada en donde cada cual, gracias a las fuerzas con las que pueda contar, intente abrirse camino de la mejor forma que pueda. Imagino que a pesar del radicalismo de algunos de sus componentes y de determinados medios que le apoyan, por realismo, la sensatez se abrirá paso e intentará con “mil y un recortes” mantener en lo posible el actual sistema, pero para ello tendrá que efectuar actuaciones, que sin duda, provocarán una gran crispación social. Hoy casi todos comprendemos, “tal y como está el patio”, que tales actuaciones van a resultar inevitables, de suerte, que si las pasadas elecciones las hubiera ganado el Partido Socialista, no hubiera tenido más remedio que hacer lo mismo, es decir, aligerar las funciones que hasta el momento le han correspondido al Estado. No se puede negar, al menos a estas alturas, debido a la escasa voluntad existente para ello, que las actuales estructuras no se pueden mantener, pues el déficit que generan son el causante del enorme endeudamiento existente en la actualidad, que es lo que ha generado la difícil situación que padecen buena parte de los países de la vieja Europa. Hay que recortar, sí, radicando el problema en saber dónde hay que hacerlo, siendo éste el problema de fondo, pues resulta evidente que no es lo mismo que los recortes se lleven a cabo en un lugar que en otro. En principio, la ciudadanía, al darle el apoyo al Partido Popular, es decir a la derecha, a los partidarios de una economía esencialmente regulada por los flujos de los mercados, ha optado por el recorte duro, es decir, por unos recortes sin miramientos que tendrán que afectar, se quiera o no, a los mecanismo de protección y de cohesión social, lo que no resultará fácil de digerir.
No se sabe en realidad, debido al deliberado hermetismo existente, nada sobre el calado de las medidas que se van a tomar, aunque estoy convencido que serán draconianas y antisociales, en la línea del discurso que desde hace tiempo se viene exigiendo desde los círculos empresariales y financieros, es decir, el que de forma constante repite aquello de que hay que reducir el déficit a costa de una considerable merma del gasto público, a pesar de que tal estrategia, lo único que conseguirá será estrangular al propio corazón del sistema, o lo que es lo mismo, al consumo. A pesar de que “doctores tiene la iglesia”, no llego a comprender cómo se desea revitalizar la economía ahogando o eliminando el circulante que posibilita el consumo, sobre todo en una sociedad como la española en donde, aparte del desempleo existente y del elevado endeudamiento familiar y empresarial, nos encontramos con un sistema bancario, que desde hace tiempo, debido a la suicida política crediticia que ha mantenido durante los últimos años, se encuentra completamente bloqueado. Tengo la sensación, y ojalá me equivoque, que la única política económica que al parecer existe, nos conducirá directamente al desastre.
El otro grave problema al que “los populares” tendrán que hacer frente, es la cuestión nacionalista, tema de gran importancia, que como he dicho con anterioridad, ha quedado ocultado por la gravedad de la crisis económica. Los resultados electorales han dejado claro que las organizaciones marcadamente nacionalistas, tanto en el País Vasco como en Cataluña cuentan con un importante respaldo de la ciudadanía, de suerte, que son las fuerzas políticas más votadas en ambos territorios, lo que con toda seguridad va a provocar importantes conflictos, al exigir éstas más y más competencias en la legislatura que dentro de poco va a comenzar. A pesar de la mayoría absoluta, lo que va a permitir al Partido Popular no tener que negociar con dichas organizaciones para sacar adelante sus propuestas políticas, lo que le permitirá, si lo desea, mantener ante ellas una postura de fuerza, no creo que la derecha española, que siempre ha sido demasiado “españolista”, esté cualificada para “hilar fino” en esta cuestión.
La derrota sin paliativos de la organización terrorista ETA, que la ha obligado a deponer las armas, paradójicamente ha propiciado la articulación de un movimiento político afín a ella, que hoy por hoy domina parte de la escena política vasca, que para colmo, para complicar aún más las cosas, ha logrado una importante representación en el Parlamento español. Este hecho, del que hay que congratularse, ya que siempre es mejor la actividad política, por muy extremista que sean los postulados que se representen, a la estrategia del “tiro en la nuca”, va a crear tensiones políticas que no van a tener una fácil resolución, ya que las exigencias que se van a poner sobre la mesa, difícilmente van a poder ser aceptadas por el partido ganador en las elecciones. A lo anterior hay que sumar, que los planteamientos hasta ahora moderados del PNV, no tendrán más remedio que cambiar, si dicha organización no quiere ser desalojada, a causa del tsunami provocado por el independentismo radical, del lugar central que hasta ahora venía ocupando. En este nuevo escenario, a no ser que cambien mucho sus posicionamientos, el Partido Popular puede entrar como “un elefante en una cacharrería”, lo que con seguridad provocará una agudización del denominado conflicto vasco, que conllevará una radicalización de todos los actores que tengan algo que decir en el mismo, lo que sería a todas luces negativo, y eso a pesar, de que una actitud de fuerza con respecto al nacionalismo, le proporcionaría importantes apoyos procedentes del resto del territorio español, que visceralmente siempre se ha mostrado marcadamente antinacionalista.
A pesar de “la aparatosidad” del caso vasco, y de las dificultades que a medio plazo se van a presentar, estoy convencido que el grave problema lo va a representar Cataluña. Política y culturalmente Cataluña es una realidad política mucho más cohesionada que la vasca, ya que se ha producido, debido al perfil marcadamente nacionalista de todas sus fuerzas políticas (excepto el PP), una cierta homogeneización cultural en torno al hecho nacionalista, que sin duda puede obligar que toda la política catalana, a partir de ahora, gire en torno a una sola dirección, al aumento del autogobierno, que no puede significar otra cosa, que un significativo alejamiento del rumbo político que siga España. En lo esencial, las diferencias existentes entre las organizaciones políticas catalanas son sólo estratégicas, ya que parece que los socialistas, por ejemplo, antes que socialistas son nacionalistas. Este talante común, por mucho que le pese a los españolistas que siempre miran con recelo a Cataluña, se debe a la inteligente forma con que el nacionalismo catalán ha logrado imponer un marco cultural unitario que nunca ha tratado de agredir a nadie, en el que todos, incluido aquellos que poseen un pasado “poco catalán” han encontrado un perfecto acomodo. A diferencia de la política vasca, la catalana, en lugar de dispersarse por diferentes senderos, se asemeja más a un enorme transatlántico que sabe perfectamente hacia dónde se dirige, y que se encuentra convencido que un día, “más temprano que tarde”, atracará en el puerto que anhela.
Por todo lo anterior el Partido Popular lo va a tener difícil en lo referente a la cuestión nacionalista, pues sólo se podría dar carpetazo definitivo a la misma, si con valentía se lleva a cabo una reestructuración territorial del Estado, en donde la singularidad de ambas comunidades, posiblemente “echando mano” a la cuestión federal, quede marcadamente contrastada, y en donde la asimetría territorial se viva no ya como una discriminación, sino como una fuente de riqueza para todos.
Todo dependerá, en lo referente a ambas cuestiones, a la económica y a la territorial, de la pericia que muestren los nuevos gobernantes que dentro de poco se harán cargo del timón de los asuntos del Estado.

Miércoles, 30 de noviembre 2011.

Sobre los retos del Partido Popular (1)


ACERCAMIENTOS
(acb.014)

Sobre los retos del Partido Popular (1)
Las elecciones celebradas hace unos días han servido para certificar lo que todos imaginábamos, que la derecha, con un apoyo mayoritario, recuperara el gobierno del país. Sí, porque desde hace bastante tiempo todas las cartas estaban echadas, pues los socialistas, parecían que habían tirado definitivamente la toalla, al haberse quedado sin discursos y lo que es peor, sin iniciativa propia. La victoria de la derecha ha sido por goleada, y se espera, que a diferencia de los vencidos, impongan al menos una política diáfana a seguir, pues se tiene la sensación, de que como estamos, a merced de todos los vientos, resulta imposible seguir.
Después de observar los resultados, que indudablemente representan un cheque en blanco, un apoyo sin fisuras a las políticas económicas y no sólo económicas que “los populares” estimen conveniente llevar a cabo, comprendí que lo van a tener muy complicado, ya que la crisis económica que padece España sólo podrá ser afrontada, si realmente se desea atajar el origen de la misma, con medidas que modifiquen las actuales estructuras productivas sobre las que se asienta nuestra sociedad. Sí, porque lejos de lo que ocurrió con otras coyunturas negativas, ahora las causas son estructurales, de suerte que, o se afrontan con valentía las mismas, o la famosa crisis nos llevará a todos “por delante”. Pero el tema económico no es el único al que tendrán que hacer frente, pues tras las elecciones también ha quedado al descubierto la gravedad del problema de los nacionalismos, tanto en el País Vasco como en Cataluña, lo que deposita en sus manos una patata caliente difícil de controlar, aunque evidentemente esta cuestión, que puede tener unos efectos futuros de indudable trascendencia, ha quedado eclipsada por la magnitud del problema principal, la crisis económica que asola a España a todo el continente europeo.
Ya no queda margen, y por tanto, se quiera o no, ha llegado el momento de solventar los problemas de fondo que nos han conducido a la actual situación, a pesar de que ello pueda acarrear una significativa merma en la calidad de vida de la ciudadanía, y a una importante modificación de la estructura territorial y política de nuestro país. La política no sólo puede aportar mejoras inmediatas, sino que tiene que tener el valor suficiente como para atreverse a extirpar las diferentes disfunciones que puedan detectarse, pues siempre debe mirar por el bien a medio y largo plazo de las sociedades sobre las que actúa, y no sólo al corto como ha ocurrido durante demasiado tiempo en nuestro país. Mirar sólo hacia lo inmediato es bueno para ganar elecciones, pero ese tipo de política, en muchas ocasiones, sólo se sustenta en dejar para más adelante, para cuando ya no quede más remedio que encararlos, los problemas que por dejadez ya han conseguido enquistarse. Y esto último es lo que efectivamente ha ocurrido en España, que no se le ha dado importancia a determinadas cuestiones, hasta que se han convertido en un peligroso asunto que necesariamente, de la forma que sea, aunque cuanto menos traumática mejor, no hay más remedio que solventar.
Queda claro, que con cinco millones de desempleados, con una economía al borde de la recesión, el primer problema que hay que encarar es la crisis económica que se está cebando desde hace algún tiempo contra nuestra sociedad. Ciertamente esta crisis no es solo endógena, ya que también la están padeciendo las economías de los países de nuestro entorno más inmediato, pero tampoco se puede eludir el hecho de que nuestro sistema económico desde hace bastante tiempo padece una serie de males, que amenazan seriamente con noquearlo. La justificación desde el gobierno cesante, para justificarse la sido siempre la misma, “España padece una importante crisis motivada por una coyuntura económica negativa a nivel internacional”, sin decir en ningún momento, que a nuestro país le ha afectado más de la cuenta por la sencilla razón de que su economía ya se encontraba demasiado dañada, incluso antes de que ese proceso global comenzara. Sí, dañada desde hace bastante tiempo, sin que se hubiera hecho absolutamente nada, salvo “tirar balones fuera”, para intentar atajarla. Y este es un grave error que hay que achacarles a los diferentes gobiernos socialistas que han estado controlando el poder político durante las dos últimas legislaturas, aunque tal crítica, para algunos, pueda resultar dolorosa.
¿Pero cuál ha sido el problema de fondo?, sin duda alguna que se ha vivido por encima, muy por encima de nuestras posibilidades, y que por ello, nos hemos tenido que entrampar más de lo necesario, sin poseer sólidos avales que garantizaran dichas deudas. No quiero entrar aquí en los que se están aprovechando de la actual coyuntura para pescar más de la cuenta “en aguas revueltas”, en aquellos poderes que utilizan la situación para imponer sus postulados ideológicos, entre otras razones porque “se la están (se la estamos) poniendo como a Fernando VII”, pues a estas alturas, lo realmente importante es señalar, y diagnosticar, los problemas en los que están cayendo determinadas sociedades europeas, que están obligando a éstas, a caer, como frutas maduras en las redes del neoliberalismo. Pero tal hecho no está ocurriendo gracias al empuje de los abanderados del liberalismo radical, que siempre han estado ahí, esperando y conspirando, sino por desmerito de los que en todo momento han apostado y siguen apostando por el Estado social y de derecho europeo. Para comenzar, posiblemente haya que decir, que el grave error ha podido encontrarse en que se ha creído que nuestro excepcional sistema político, que siempre ha sido modélico, era en sí imperecedero, y que por tanto no había por qué cuidarlo, sin comprenderse que algo tan frágil como el mismo, necesitaba que se estuviera siempre pendiente de él, detectando sus posibles fisuras, sus contradicciones y desviaciones, con objeto de ir adaptándolo a las diferentes variables que la cambiante realidad, con su terquedad habitual, siempre se encarga de imponer. Se ha creído, en suma, que se trataba de una conquista social consolidada, que siempre, por muy mal que fueran las cosas nos acompañaría protegiéndonos, hasta que en un momento determinado nos hemos dado cuenta que todo, absolutamente todo, se podía venir abajo precisamente por nuestra dejadez y por nuestra falta de previsión.

Miércoles, 30 de noviembre 2011.




lunes, 12 de diciembre de 2011

Sobre el tercer poder (y 2)




ACERCAMIENTOS
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Sobre el tercer poder (y 2)

La izquierda real en el fondo nunca ha sido partidaria de estas organizaciones, al observarlas como instituciones utilizadas por el propio Estado para desprenderse de funciones que hasta el momento se veía en la obligación de llevar a cabo, y gracias a las cuales poder aligerar su peso. Observa en ellas una puerta por donde se podría desangrar el Estado, aunque los objetivos de estas organizaciones casi siempre resultan un tanto difuso, pues un gran número de ellas, mantienen su campo de actuación en lugares alejados, en países subdesarrollados o intentando mitigar los efectos de alguna catástrofe natural o social. Sí, éste es un rasgo curioso en estas organizaciones de nuevo cuño, que ponen su vista, lo que hay que reconocer que es elogiable, mucho más allá de nuestras fronteras, posiblemente por dar por sabido, que los problemas que existen aquí en nuestras sociedades, tiene la obligación de afrontarlos el propio Estado. Lo anterior no quiere decir que no existen otras, como Caritas, que ejercen una labor con los más desfavorecidos que en todo momento hay que subrayar, pero a pesar de ello son las que menos atención reciben de los medios, posiblemente porque todos sabemos que su labor callada estará siempre ahí, tapando los agujeros creados por el propio sistema, en una lucha constante y cotidiana contra esa realidad que todos, de una forma o de otra tratamos de ocultar. Resulta también curioso que este tipo de organizaciones, que son muy anteriores al boom de las ONG, casi todas se encuentran en la órbita de la Iglesia Católica, a la que tradicionalmente se le ha encomendado esa tarea social, siendo ellas, por así decirlo, su brazo militar.
Lo cierto, es que aunque en determinados sectores exista cierto voluntarismo ante la acción social, la mayoría de la ciudadanía carece de tal preocupación, al estimarse, que quien puede y debe realizar tal función es quien está mejor preparado para ello, es decir el Estado, y que todo lo demás, son sólo “paños de agua caliente”, que nunca, en ningún caso podrán solucionar nada. El problema, o uno de los problemas, es que la acción social no debe sólo a aspirar “a tapar las goteras” que se vayan produciendo, sino a crear, a articular un sólido tejido social que se extienda entre los límites del Estado y los del mercado, que aunque se nos quiera hacer creer lo contrario, es un territorio de una gran amplitud que se puede edificar y explotar en beneficio de todos, y que hasta ahora, de forma ilegítima, ha estado colonizado por esos dos sectores, el público y el mercantil, gracias a la pasividad y a la desidia de sus auténticos propietarios, la sociedad civil. Estoy convencido, cada día más convencido que la izquierda social, y hay que apuntar que hasta que ésta no exista realmente no existirá una izquierda política fuerte, tiene la obligación de reivindicar para la ciudadanía ese vasto territorio, para articular un tercer poder que se erija con solidez entre los otros dos poderes, el público o estatal y el que representan los mercados.
En el campo de la cultura, tanto en el de la gran cultura como en el de la pequeña, es donde más actuaciones se podrían acometer, sobre todo en los momentos actuales, en donde la profunda crisis que estamos padeciendo, está obligando a las instituciones públicas a dejar a un lado la mayor parte de los compromisos culturales que tenía contraídos. Los medios de comunicación hablan estos días de la suspensión de gran número de festivales de cine, de encuentros artísticos e incluso de de premios literarios, por no hablar de un gran número de acontecimientos culturales de menor talla que poblaban, hasta hace bien poco, la amplia geografía de nuestro país, lo que en gran medida va a provocar una desertización de la vida cultural. Nadie puede negar a estas alturas, que la cultura y la vida cultural ha florecido en nuestro país apoyándose en las muletas que las instituciones públicas le ofrecían, es decir, gracias al dinero de todos, ya que desde los ayuntamientos, diputaciones o comunidades autónomas, por no hablar ya del propio Estado, se aportaban un gran número de subvenciones que hacían posible la existencia de un tejido cultural de cierto calibre, subvenciones que dadas las circunstancias, van a desaparecer por completo, pues si de algún lugar hay que cortar, siempre será por el lado más débil, por el menos esencial, es decir por la cultura. Pero aunque normal para casi todos, lo que está ocurriendo debe llamar la atención, pues en primer lugar demuestra, la dependencia de esa cultura al gran mecenas de nuestra época, pero también el escaso interés que ha existido por crear un marco cultural autónomo y sostenible. No puede ser, no se puede admitir, que cuando lo que la sostenía ha desaparecido, la cultura haya dejado de tener presencia en nuestras calles.
Por ello, ante la situación que se avecina en el ámbito cultural, los interesados en ella, en cualquiera de sus facetas, en lugar de lamentarse por la situación, que a todas luces resulta irreversible, deben lanzarse a la calle para crear múltiples asociaciones, talleres creativos y espacios culturales, gracias a los cuales se puedan crear los cimientos de una forma diferente de entender la cultura, en donde tengan cabida todos los planos de exigencia que existan en ella. Cuando se creen las bases, todo lo demás vendrá “sobre ruedas”, con el agravante, que la cultura que venga, por muy elitista que sea, será mucho más vivida por todos, porque no dependerá de la artificiosidad de las subvenciones, sino de la necesidad de la propia ciudadanía.
Como en el plano de la cultura, que he sacado a colación como ejemplo, debería de pasar en todas las facetas de nuestra poliédrica vida social, pues la crisis existente, si algo puede tener de positivo, es que puede empujar a la ciudadanía a que abandone su actitud de enroque permanente, para obligarla a dar el paso necesario gracias al cual poder tomar los espacios públicos, lo que con el tiempo conseguiría convertirla en un poder real, y no como hasta ahora, con el que siempre se tenga que contar.

Martes, 4 de octubre de 2011

Sobre el tercer poder (1)




ACERCAMIENTOS
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Sobre el tercer poder (1)

El otro día hablaba de que resultaba necesario buscar nuevas alternativas, que hicieran posible que el actual discurso de la izquierda, tan anémico desde hace tanto tiempo, pudiera revigorizarse e incluso reinventarse. Ante la actual situación, que está poniendo en duda la viabilidad del Estado social y de derecho europeo, se observa que la izquierda, después de plegarse vergonzosamente de hecho a las recetas neoliberales, sólo atina a decir, un poco por defender su singularidad, que hay que salvaguardar por todos los medios al Estado del bienestar, aunque sólo sea en sus pilares básicos, es decir, en todo lo que respecta a la educación y a la sanidad. Pero todo aquel que se asome no sólo a lo que está ocurriendo, sino a las causas profundas y no tan profundas que han provocado la actual situación, comprende a la perfección que lo anterior no es más que “un brindis al sol”, ya que desde hace tiempo se ha comenzado a desmantelar dicha estructura, y que dentro de poco, si las cosas siguen como hasta ahora, el Estado del bienestar sólo será un recuerdo. Y esto va a suceder sencillamente porque no se puede pagar, al ser tan costoso, que para sostenerlo haría falta un esfuerzo que la sociedad actual no está dispuesta a asumir.
En el fondo éste es el problema, no que el Estado del bienestar no sea viable ni recomendable, pues no existe voluntad real ni de sostenerlo ni de aplicarle las modificaciones necesarias que consigan de nuevo hacerlo eficiente, actitud de la que en absoluto es ajeno los dictados del discurso ideológico dominante, que no cesa de acusarlo de todos los males que nuestras sociedades padecen en la actualidad. Así las cosas, poco más se puede hacer que no sea el esperar su desmantelamiento definitivo, a no ser que se trabaje en buscar soluciones que al menos sirvan para articular un nuevo discurso y una nueva praxis, que desde la izquierda y desde lo social, aporten alternativas a la única propuesta que hoy por hoy se encuentra sobre la mesa, la de la privatizar la mayor parte de la estructura estatal hoy existente, que es mostrada interesadamente como improductiva y de tener un coste insostenible. Pero ese desmantelamiento no va a consistir en un acto de filantropía, sino en la venta de sus activos (hasta la lotería se quiere privatizar), para que todo lo que pueda ser rentable pase a manos privadas, que según dicen, aunque no se habla de los prejuicios sociales que tal hecho provocaría, los gestionaría de forma más eficiente.
Dadas las circunstancias, que acontezca lo anterior sólo parece ya cuestión de tiempo, pues una “lluvia fina” se ha encargado de convencer a la ciudadanía, no sólo de que el Estado del bienestar es incapaz de gestionar nada de forma adecuada, sino también, que a todos nos iría mejor, mucho mejor, si pudiéramos quitarnos de encima esa pesada y anquilosada estructura que no hace más que “chuparnos la sangre”. Pero la izquierda, entendida ésta de forma radical, no puede quedarse parada, enroscada en una defensa numantina que aspire sólo a retrasar el día de la derrota definitiva, ya que tiene que reconocer, aunque le duela, que la estructura actual del Estado del bienestar presenta enormes deficiencias, debido sobre todo, a que no ha sabido adecuarse a las circunstancias del tiempo presente.
Lo que parece claro es que el Estado no puede encargarse de todo, pero también lo es, que la siempre elogiada iniciativa privada, esa que busca en todo momento la rentabilidad en cada una de sus acciones, tampoco se encuentra capacitada, entre otras razones porque no todo puede ser rentable siempre, para hacerse cargo de lo que hasta el momento se depositaba sobre la espalda del Estado. No, pues que es tan absurdo decir que el Estado debe hacerse cargo de todo, como afirmar, que la iniciativa privada, las empresas, deben ser quien lo sustituya. Y aquí es donde la izquierda, donde una izquierda imaginativa debe comenzar a trabajar, ya que entre una propuesta y otra existe un amplio surtido de posibilidades, algunas bastante interesantes, como sería la de apostar por lo que Rifkin denominaba “El tercer sector”, es decir, por la sociedad civil.
Posiblemente la inexistencia en España, aunque también en toda Europa, de una sólida sociedad civil, dinámica y arraigada, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, se deba al poder omnímodo que siempre ha ejercido sobre esas sociedades, el tan denostado por unos y tan aplaudido por otros Estado del bienestar.
Hasta la fecha el Estado se ha encargado de todo, ya que los europeos, basándose en su excepcional sistema político, hemos delegado en él todas las tareas comunitarias importantes, lo que a la larga ha supuesto, que la sociedad civil, o lo que tendría que ser ésta, perdiera toda su musculatura. Se podría decir que en estos momentos, con la proliferación de las organizaciones no gubernamentales, estamos asistiendo a un proceso de revitalización social, en donde parece que la ciudadanía ha comprendido, después de asumir que el Estado no puede estar en todos los frentes, que tiene la obligación de articularse para estar allí donde las actuaciones del Estado no pueden llegar. Pero hay que subrayar el hecho, que las actividades de este tipo de organizaciones, que tan buena crítica poseen, dependen casi en su totalidad de las subvenciones que reciben precisamente de ese Estado, lo que en el fondo significa, que más que organizaciones no gubernamentales, no son otra cosa que para estatales, ya que son utilizadas por el Estado de tapaderas y como instrumentos para justificar su ineficacia.

Martes, 4 de octubre de 2011

viernes, 4 de noviembre de 2011

Sobre el caso Murdoch


Acercamientos

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Sobre el caso Murdoch y el periodismo actual

Hace unos días hablando con un amigo sobre el inminente desembarco, ya que sólo la aparición en escena de algo inesperado podría evitarlo, de la derecha en el poder político de nuestro país, pues hay que subrayar que el otro siempre ha permanecido en sus manos, le comenté que el problema radicaba, que una vez conseguido ese objetivo, difícilmente se le podría desalojar de él, no ya por las virtudes que pudiera tener su forma de hacer política, sino por el entusiasta apoyo que iba a recibir de los medios de comunicación, que en su casi totalidad, en todo momento, hiciera lo que hiciera, aplaudirían y se vanagloriarían de su gestión. Le decía lo anterior a mi amigo, porque desde hace tiempo padezco una gran preocupación por el enorme poder que poseen en la actualidad dichos medios, y que posiblemente al darse cuenta del mismo, han dado un importante paso significativo hasta convertirse en lo que no pueden ser, en jueces y parte de la actividad política, de suerte, que se podría decir sin errar demasiado el tiro, que en buena medida ellos son, los medios, los que controlan en estos momentos la actividad, o las agendas de los gobiernos del denominado mundo civilizado. Sí, ellos son los que teledirigen desde la distancia la política que se va realizando, dictando las tareas que deben seguir los gobernantes, al tiempo que sólo son controlados por los poderes ocultos que se esconden detrás de sus consejos de administración.

De forma curiosa, varios días después de esa charla, saltó la palestra el tema Murdoch, dejando en evidencia la realidad de buena parte de los medios del que hasta no hace mucho tiempo se denominaba el mundo libre, que al menos en teoría, siempre se ha sustentado en la existencia de unos medios libres e independiente del poder, se encuentre éste en manos de quién se encuentre. Al parecer los medios más importantes del magnate de la comunicación Rupert Murdoch, no dudaban en contratar a detectives privados para elaborar sus noticias, sirviéndose de de escuchas telefónicas y otros despreciables métodos, al tiempo que gracias a lo anterior, conseguían tener amedrentada a la clase política británica, que temerosa de que pudieran aparecer escándalos en los que se viera implicada, hacían la vista gorda a esas prácticas, que al parecer eran de dominio público. Los tabloides propiedad de ese magnate, que se venden como rosquillas gracias a sus impactantes noticias, no dudaban en sacar a la luz toda la mierda que hiciera falta con objeto de vender más y más periódicos, al tiempo que mantenían su apoyo explícito a los proyectos políticos más derechistas tanto en Gran Bretaña como en los Estados Unidos. El gran éxito de esos medios se encuentra en la capacidad que poseen para banalizarlo todo, en bajar vergonzosamente el nivel de sus análisis para mostrar una realidad en la que todo son escándalos, al tiempo que señalan sólo hacia lo más anecdótico de la vida social y política, sin tener ninguna intención de adentrarse en lo que se esconde detrás de esa realidad que se encargaban de mostrar.

Hace algún tiempo, un conocido, conocedor a fondo de los medios de comunicación norteamericanos, me comentó ante mi extrañeza por el poder de la FOX (también propiedad del australiano), que estaba realizándole la campaña electoral al Partido Republicano, y más concretamente a su ala más derechista, al denominado Tea Party, que su poder, en contraposición a lo que le ocurría a la CNN, se basaba en que era una cadena televisiva atractiva, en la que sus usuarios lo pasaban bien, lo que la convertía, pese a su carácter marcadamente politizado, en la cadena preferida del ciudadano medio de ese país. Creo que esa es la cuestión, la cuestión que ha convertido a los medios de comunicación más poderosos en instrumentos de banalización social, en donde los discursos doctrinarios, se cuelan sin llamar demasiado la atención en las cabezas de una ciudadanía idiotizada que se conforma con cuatro consignas excesivamente diáfanas, tan diáfanas que deberían, por ello, por precaución, mantenerse en cuarentena.

La función de un medio de comunicación, al menos en teoría, es la de contar lo que ocurre, y dependiendo de su tendencia ideológica, porque la objetividad afortunadamente no existe, opinar sobre dichos acontecimientos, de suerte que los medios más veraces y serios, son aquellos que presentan a diferentes colaboradores, que apoyándose en el prestigio de sus respectivas firmas, ofrecen diferentes opiniones de lo que sucede. Esto último, que aportaba credibilidad, pues en muchas ocasiones el que firmaba opinaba de forma diferente a lo que afirmaban las editoriales de su propio medio, es algo que parece que ha desaparecido por completo. Hoy en día, cada periódico, cada emisora de radio o de televisión, se empeña en mantener un discurso cerrado, en donde cada uno de sus colaboradores trata de alinearse de forma férrea al discurso marcado por la agenda temática del medio en el que trabaja, lo que me resulta preocupante por el hecho de representar un atentado a la pluralidad existente. Los medios serios, que aún los hay, intentan maquillar tal hecho, pero los que no lo son, se vanaglorian de esa coherencia ideológica que dicen poseer.

La gran diferencia entre un medio serio y otro amarillo, no es otra, que la metodología que utilizan para mantenerse en el candelero, o en el candelabro como en su día dijo alguien, pues en un mercado tan exigente y competitivo como el actual, no parece fácil mantener una cuota de mercado aceptable, por lo que algunos, y no pocos, optan por el sensacionalismo. El sensacionalismo no es más que la opción de ofrecer al público, cueste lo que cueste, lo que este desea recibir, hecho que en una sociedad como en la que vivimos, en donde el nivel cultural cada día se encuentra más deteriorado, consigue hacer estragos.

Muchos medios parece que han olvidado que entre sus obligaciones se encuentra una determinada función pedagógica, deslizándose por el contrario por senderos que sólo conducen al envilecimiento y a la aculturización de la sociedad, lo que a su vez provoca la conformación de un tejido social cada vez menos crítico y pendiente sólo de cuestiones marginales y casi anecdóticas, lo que obliga a importantes sectores de la población a despreocuparse de lo verdaderamente importante, de lo que suele tener, sólo en el mejor de los casos, una visión bastante esquemática y simplificada. Lo anterior también está provocando una despolitización radical y una preocupante descalificación de la política, hecho que curiosamente coincide con el objetivo del liberalismo radical, que sólo quiere que la política se entienda como un instrumento para gestionar lo existente.

El caso Murdoch es interesante por el hecho, de que el poderoso magnate, siempre temido y envidiado, que ha potenciado una determinada forma de entender el periodismo, se encuentra, se encuentra ante un grave problema precisamente gracias a la prensa de calidad. De todas formas, aunque le cueste varios millones de euros y el cierre de algunas de sus cabeceras más importantes, con toda seguridad Rupert Murdoch y su grupo, saldrá airoso de la actual situación por la que atraviesa, pues su concepto de lo que debe ser el periodismo es la que la que encuentra mayor acogida en la actualidad.

25.07.11

jueves, 13 de octubre de 2011

Sobre los BRIC


ACERCAMIENTOS

(av.10)


Sobre los BRIC


Al parecer, el grupo denominado de los BRIC, formado por Brasil, Rusia, India y China, es decir los abanderados de esos países que llevan el calificativo de emergentes, están tan preocupados por la situación económica que atraviesa Occidente, es decir de lo que hasta hace poco se denominaba “El primer mundo”, que están estudiando muy seriamente la posibilidad de prestarles su ayuda financiera para que puedan salir de la difícil situación en la que se encuentran. Sí, al parecer se encuentran muy preocupados de que las economías de esos países, a los que siempre habían envidiado, se hundan definitivamente o que caigan en una larga recesión, lo que con toda seguridad perjudicaría a sus propias economías, pues nunca hay que olvidar, que esos países que en estos momentos se encuentran con la soga al cuello, son sus grandes compradores, tanto de productos manufacturados como de sus materias primas. Por este motivo y no por otro, es por lo que se sienten en la obligación de invertir parte de sus excedentes económicos en países que carecen incluso del efectivo suficiente para pagar la nómina de sus funcionarios, como les está ocurriendo a algunos países que hasta la fecha eran considerados como modélicos.

El mundo al revés dirán algunos, los nuevos ricos ayudando a los ricos de siempre, a los de toda la vida, lo que sería una forma de decir la verdad, aunque tampoco sería la verdad, pues como siempre, todo resulta más complicado de lo que en realidad parece. El problema, creo que radica en lo que se entienda por el concepto de riqueza, por quién se considere que es más rico, ¿el que vive de forma miserable teniendo una fortuna en el banco, o debajo del colchón, o por el contrario, aquél otro que vive confortablemente, a pesar de carecer de un remanente sólido con el que poder afrontar momentos de dificultad? Sí, porque lo esencial es tener claro qué es lo importante, si tener un PIB anual elevado, a veces de dos dígitos, o mantener una cohesión social aceptable aunque ello implique una sensible merma del crecimiento. Hasta hace poco ambas variables se conducían de forma paralela, pues a un PIB elevado le correspondían unos altos niveles de cohesión social, pero de un tiempo a esta parte, para desgracia de todos, poco o muy poco tiene que ver una cosa con otra. Y este diferencial, donde realmente se nota es en esos países que se vanaglorian de ser calificados de emergentes, que como suelen hacer los nuevos ricos, van enseñando sus cadenas y sus relojes de oro, al tiempo que tratan de esconder, como mejor pueden, sus vergüenzas.

Lo que parece claro, es que si se rasca un poco en la estructura social y en los instrumentos de protección social existentes en esos países que conforman el BRIC, un observador imparcial puede comprender con facilidad, que lo único que tienen es un excedente económico importante, que en lugar de invertir en sus propias sociedades, que es lo que deberían de hacer, en el bienestar de las mismas, estudian utilizarlo para rescatar de la insolvencia a sus mejores clientes. O dicho de otro modo, el poderío de estos países se sustenta, a diferencia de los países del antiguo Primer mundo, en el escaso nivel de gasto social que tienen que afrontar, lo que les proporciona grandes beneficios que suelen invertir aquí o allá, dependiendo de sus intereses en cada momento. El problema de las sociedades desarrolladas, esas mismas que en estos momentos se encuentran atrapadas por la crisis, no se debe a que no generen ingresos, sino al hecho de que poseen unos gastos estructurales, casi todos sociales, que en muchas ocasiones superan con creces a esos ingresos, hecho que las obliga a endeudarse por encima de sus posibilidades. El crecimiento de los países emergentes se basa en la escasa legitimidad que sus gobiernos poseen pese al gran número de elogios que reciben, en la escasa, por no decir nula preocupación que manifiestan por el bienestar del conjunto de sus ciudadanos, de unas sociedades que para colmo, en la mayoría de los casos se articulan sobre diferencias sociales criminales. Todo lo anterior se complementa con algo que siempre se debe denunciar y criticar, como es la competencia desleal que realizan, al desatender los gastos que demandan sus sociedades, a los estados que cumplen con sus obligaciones.


Jueves, 22 de septiembre de 2011


martes, 4 de octubre de 2011

Contra la única alternativa posible


ACERCAMIENTOS

(av.09)

Contra la única alternativa posible

De un tiempo a esta parte, desde todos los ángulos, se nos dice que lo que se esconde detrás de la gran crisis que asola a todo el mundo desarrollado, esa que puede cambiar, según comenta Felipe González, las relaciones de poder existentes y nuestra forma de vida, es el hecho de que Occidente ha vivido muy por encima de sus posibilidades reales. También se nos dice, que para mantener ese estilo de vida, todos, las empresas, las familias y hasta el mismísimo Estado se han tenido que endeudar hasta las cejas, lo que ha provocado el grave problema de liquidez existente. Por ello, para el ex presidente del gobierno, lograr una estabilidad presupuestaria es “la condición necesaria para garantizar, a medio y a largo plazo, un crecimiento económico sostenido”, aunque reconoce, “que es un disparate el pretendido déficit cero”, lo que observa como una propuesta sectaria. Lo mismo suelen decir, ante el primer micrófono que se encuentran los actuales líderes socialistas, que han pactado con la oposición, introducir en la constitución un imperativo que prohíba superar un determinado déficit presupuestario, aunque ello vaya a suponer una urgente modificación de la hasta ahora sacrosanta carta magna española. Me parecen coherente, en principio tales comentarios, pues nadie en sus cabales puede creer que es mejor vivir con deudas que al abrigo de una economía saneada. El problema, es qué se puede hacer a estas alturas para sanear la economía, qué se puede hacer ahora para equilibrar la actual situación, que es algo de lo que se habla poco, aunque parece que para ello sólo existe un camino, el de la reducción del gasto, lo que significaría indudablemente una merma de los servicios prestados por el Estado. Y aquí viene el problema, porque incluso los socialistas sólo ven viable esta opción, no planteándose ni tan siquiera la posibilidad de aumentar los ingresos, lo que supondría en principio un incremento de los impuestos. No. Al parecer existe un extraño consenso que dice que los impuestos no deben aumentar, ya que de hecho, lo que se tiene que hacer es todo lo contrario, por lo que la única solución que queda es la de gastar menos, lo que abriría las puertas, a medio plazo, se quiera o no, al desmantelamiento de buena parte del Estado del bienestar. Lo anterior no significa otra cosa, que para pagar todo lo que se ha gastado sólo existe una opción, que Occidente modifique su estilo de vida, sin que nadie aspire, ni tan siquiera, a buscar alternativas diferentes a las propuestas. No cabe duda que la actual situación es insostenible, y que hay que buscar las soluciones necesarias para neutralizarla, pero siempre teniendo en cuenta que el problema no es mañana, sino hoy. Creo que la única solución para superar la actual coyuntura, tiene que pasar necesariamente por un gran pacto social, que haga posible una reducción del gasto, sobre todo del superfluo, de aquel del que se puede prescindir, pero siempre acompañado por un importante aumento de los ingresos, que debe provenir tanto del control exhaustivo del fraude fiscal, como de un aumento de la presión tributaria sobre los que más tienen.

Domingo, 4 de septiembre de 2011

Más sobre la crisis


ACERCAMIENTOS

(av.08)

Más sobre la crisis

La importante crisis que sacude a los países desarrollados, evidentemente supone, se diga lo que se diga, un ataque frontal al estilo de vida occidental, y más concretamente contra el denominado Estado del bienestar. Parece que el capital, apoyándose en las contradicciones que desde hace tiempo viene padeciendo ese mundo, ha optado por darle el golpe definitivo, y parece también, que en esta ocasión no encontrará resistencias. Las causas de la crisis hay que encontrarlas en la explosión de la enorme burbuja financiera que el propio primer mundo ha ido creando con los años, todo potenciado por la globalización incontrolada que padecemos y por la voracidad de unos mercados de capitales insaciables que en todo momento han vivido de espalda a la propia sociedad. Pero el auténtico núcleo duro que lo ha provocado todo, la madre de todas las causas, es que Occidente ha estado viviendo durante demasiados años muy por encima de sus posibilidades, lo que le ha obligado a endeudarse hasta unos niveles incomprensibles, hasta que ha llegado el momento en que esa deuda le ha explotado entre las manos. El problema, y aquí tienen la culpa los diferentes gobiernos, que en muchas ocasiones y con razón hablan de que la crisis es global y que por eso no se le puede achacar nada, es que no han sabido, teniendo como tienen especialistas en la materia, preverla, y lo que es mucho más grave, intentar sortearla o gestionarla de una manera adecuada, con objeto de que lesionara lo menos posible los intereses de sus ciudadanos. ¿Pero qué podían hacer? Evidentemente poco, pues el sistema se basa en el consumo, en un consumo en muchas ocasiones compulsivo, de suerte, que si se para éste, todo se viene abajo. Pero a un gobierno siempre hay que pedirle más, mucho más, sobre todo si teóricamente es de izquierdas, que seguir los deseos de los mercados y de las necesidades primarias de la ciudadanía, ya que a un gobierno también hay que exigirle planificación y pedagogía. Planificación para prever el futuro, dependiendo de las circunstancias existentes y de las variables que vayan convergiendo, y para desarrollar las directrices que haya que aplicar, y no como ha sucedido, no sólo en España, para dar conformidad a unas dinámicas que cualquier observador podía calificar como negativas, por muy avaladas que se encuentren por todos los organismos financieros internacionales, al presentarse como las únicas posibles. Pero también un gobierno, sobre todo si se autodefine como de izquierdas, tiene la obligación de intentar educar a la ciudadanía, para intentar al menos hacerle comprender, por ejemplo, “que todo el monte no es orégano”, y que existen otras formas de vida que contraponer a la caracterizada por ese consumismo compulsivo que ha llegado a anegarlo todo. Y en estos dos aspectos es donde han fallado nuestros gobiernos, que se han dejado llevar de forma acrítica por los vientos dominantes, sin pensar que esos vientos, como así ha sido, podían cambiar de forma repentina. Esos gobiernos, pero también la banca y los organismo internacionales, que cuando vieron llegar el tsunami de la crisis, en lugar de enfrentarse a él, al creer que se trataba sólo de un mero espejismo, se dedicaron a mirar hacia otro lado y a decir que de ellos no era la culpa. Pero repito, ¿Qué se podía hacer realmente? Pues posiblemente todo lo contrario de lo que se ha hecho, ya que al no existir en teoría alternativas a lo existente, y al observarse que la ciudadanía no se revelaba contra lo que estaba aconteciendo, las actuaciones no han sido otras que las dictadas por los grandes gurú financieros, que siguen teniendo el calificativo de infalibles, a pesar de que se han equivocado en todo, y que por ello, son en parte responsables de lo que está acaeciendo.

Los efectos de la crisis están siendo diferentes dependiendo del país, en España por ejemplo, en donde el endeudamiento público es mucho menor del que soportan los países de su entorno más inmediato, posiblemente porque ha seguido al pié de la letra los mandatos impuestos por la Unión Europea, el problema se concentra en el endeudamiento privado, en familias y en empresas, lo que ha provocado una importante caída del consumo y por consiguiente un considerable aumento del desempleo. Desde los sacrosantos oráculos internacionales, se proclama que para solventar y superar la crisis es imprescindible disminuir el gasto público, lo que en realidad significa que lo que hay que hacer es desmantelar el gasto social, o lo que es lo mismo, el Estado del bienestar. No se puede olvidar nunca, ni tan siquiera en estos momentos críticos, que esa ha sido la gran consigna del liberalismo más radical, lo que al menos debería de llamar la atención, pues la ideología que ha provocado la crisis, es la única que se siente legitimada para aportar recetas contra la misma.

Con toda seguridad, tal y como están las cosas, no cabe duda que los estados tienen que reducir sus gastos, sobre todo aquellos que sean innecesarios y que no afecten directamente a las necesidades de la ciudadanía, pero también, y esto casi nunca se subraya, entre otras cosas porque se dice que no es popular y que ahuyentaría las inversiones, que obligatoriamente tienen también que aumentar sus ingresos, lo que sólo se puede producir incrementando las tasas y los impuestos, los impuestos de los que más tienen.

Lo que parece claro es que Occidente, tendrá que modificar su singular forma de vida, pues los países llamados emergentes lo han convertido, hoy por hoy, en una región mucho menos competitiva, en lo económico, de lo que él mismo se cree, lo que significa, que tal y como están las cosas, ya no va a poder seguir pagando la abultada factura que su estilo de vida le acarrea. La cuestión, por tanto, es saber lo que hay que hacer a partir de ahora, si abandonar o echar por la borda todas las estructuras sociales que lo diferenciaban para abrazar el liberalismo del “sálvese quien pueda”, que al parecer es la única alternativa posible, o por el contrario, intentar aprovechar la crisis para poder reinventarse.

Jueves, 18 de agosto de 2011