
ACERCAMIENTOS
(acb.014)
Sobre los retos del Partido Popular (2)
Sí, el problema ha radicado en que no se han creado los mecanismos necesarios para detectar que el sistema se estaba hundiendo, que estaba haciendo aguas por todas partes, lo que ha provocado, que ahora, cuando todas las luces de peligro desde hace tiempo se encuentran encendidas, no se sepa bien qué se tiene que hacer, si tirar hacia delante para salvar lo posible del mismo, o por el contrario, mandarlo por inservible directamente al desguace. Esta es la disyuntiva a la que se tiene que enfrentar el Partido Popular, que casi sin margen de maniobra, tendrá que decidirse políticamente o bien por mantener, con las modificaciones oportunas, muchas de ellas necesariamente traumáticas, por una visión minimalista del Estado del bienestar, o por el contrario, “tirar por la calle de en medio” y apostar por una sociedad desregularizada en donde cada cual, gracias a las fuerzas con las que pueda contar, intente abrirse camino de la mejor forma que pueda. Imagino que a pesar del radicalismo de algunos de sus componentes y de determinados medios que le apoyan, por realismo, la sensatez se abrirá paso e intentará con “mil y un recortes” mantener en lo posible el actual sistema, pero para ello tendrá que efectuar actuaciones, que sin duda, provocarán una gran crispación social. Hoy casi todos comprendemos, “tal y como está el patio”, que tales actuaciones van a resultar inevitables, de suerte, que si las pasadas elecciones las hubiera ganado el Partido Socialista, no hubiera tenido más remedio que hacer lo mismo, es decir, aligerar las funciones que hasta el momento le han correspondido al Estado. No se puede negar, al menos a estas alturas, debido a la escasa voluntad existente para ello, que las actuales estructuras no se pueden mantener, pues el déficit que generan son el causante del enorme endeudamiento existente en la actualidad, que es lo que ha generado la difícil situación que padecen buena parte de los países de la vieja Europa. Hay que recortar, sí, radicando el problema en saber dónde hay que hacerlo, siendo éste el problema de fondo, pues resulta evidente que no es lo mismo que los recortes se lleven a cabo en un lugar que en otro. En principio, la ciudadanía, al darle el apoyo al Partido Popular, es decir a la derecha, a los partidarios de una economía esencialmente regulada por los flujos de los mercados, ha optado por el recorte duro, es decir, por unos recortes sin miramientos que tendrán que afectar, se quiera o no, a los mecanismo de protección y de cohesión social, lo que no resultará fácil de digerir.
No se sabe en realidad, debido al deliberado hermetismo existente, nada sobre el calado de las medidas que se van a tomar, aunque estoy convencido que serán draconianas y antisociales, en la línea del discurso que desde hace tiempo se viene exigiendo desde los círculos empresariales y financieros, es decir, el que de forma constante repite aquello de que hay que reducir el déficit a costa de una considerable merma del gasto público, a pesar de que tal estrategia, lo único que conseguirá será estrangular al propio corazón del sistema, o lo que es lo mismo, al consumo. A pesar de que “doctores tiene la iglesia”, no llego a comprender cómo se desea revitalizar la economía ahogando o eliminando el circulante que posibilita el consumo, sobre todo en una sociedad como la española en donde, aparte del desempleo existente y del elevado endeudamiento familiar y empresarial, nos encontramos con un sistema bancario, que desde hace tiempo, debido a la suicida política crediticia que ha mantenido durante los últimos años, se encuentra completamente bloqueado. Tengo la sensación, y ojalá me equivoque, que la única política económica que al parecer existe, nos conducirá directamente al desastre.
El otro grave problema al que “los populares” tendrán que hacer frente, es la cuestión nacionalista, tema de gran importancia, que como he dicho con anterioridad, ha quedado ocultado por la gravedad de la crisis económica. Los resultados electorales han dejado claro que las organizaciones marcadamente nacionalistas, tanto en el País Vasco como en Cataluña cuentan con un importante respaldo de la ciudadanía, de suerte, que son las fuerzas políticas más votadas en ambos territorios, lo que con toda seguridad va a provocar importantes conflictos, al exigir éstas más y más competencias en la legislatura que dentro de poco va a comenzar. A pesar de la mayoría absoluta, lo que va a permitir al Partido Popular no tener que negociar con dichas organizaciones para sacar adelante sus propuestas políticas, lo que le permitirá, si lo desea, mantener ante ellas una postura de fuerza, no creo que la derecha española, que siempre ha sido demasiado “españolista”, esté cualificada para “hilar fino” en esta cuestión.
La derrota sin paliativos de la organización terrorista ETA, que la ha obligado a deponer las armas, paradójicamente ha propiciado la articulación de un movimiento político afín a ella, que hoy por hoy domina parte de la escena política vasca, que para colmo, para complicar aún más las cosas, ha logrado una importante representación en el Parlamento español. Este hecho, del que hay que congratularse, ya que siempre es mejor la actividad política, por muy extremista que sean los postulados que se representen, a la estrategia del “tiro en la nuca”, va a crear tensiones políticas que no van a tener una fácil resolución, ya que las exigencias que se van a poner sobre la mesa, difícilmente van a poder ser aceptadas por el partido ganador en las elecciones. A lo anterior hay que sumar, que los planteamientos hasta ahora moderados del PNV, no tendrán más remedio que cambiar, si dicha organización no quiere ser desalojada, a causa del tsunami provocado por el independentismo radical, del lugar central que hasta ahora venía ocupando. En este nuevo escenario, a no ser que cambien mucho sus posicionamientos, el Partido Popular puede entrar como “un elefante en una cacharrería”, lo que con seguridad provocará una agudización del denominado conflicto vasco, que conllevará una radicalización de todos los actores que tengan algo que decir en el mismo, lo que sería a todas luces negativo, y eso a pesar, de que una actitud de fuerza con respecto al nacionalismo, le proporcionaría importantes apoyos procedentes del resto del territorio español, que visceralmente siempre se ha mostrado marcadamente antinacionalista.
A pesar de “la aparatosidad” del caso vasco, y de las dificultades que a medio plazo se van a presentar, estoy convencido que el grave problema lo va a representar Cataluña. Política y culturalmente Cataluña es una realidad política mucho más cohesionada que la vasca, ya que se ha producido, debido al perfil marcadamente nacionalista de todas sus fuerzas políticas (excepto el PP), una cierta homogeneización cultural en torno al hecho nacionalista, que sin duda puede obligar que toda la política catalana, a partir de ahora, gire en torno a una sola dirección, al aumento del autogobierno, que no puede significar otra cosa, que un significativo alejamiento del rumbo político que siga España. En lo esencial, las diferencias existentes entre las organizaciones políticas catalanas son sólo estratégicas, ya que parece que los socialistas, por ejemplo, antes que socialistas son nacionalistas. Este talante común, por mucho que le pese a los españolistas que siempre miran con recelo a Cataluña, se debe a la inteligente forma con que el nacionalismo catalán ha logrado imponer un marco cultural unitario que nunca ha tratado de agredir a nadie, en el que todos, incluido aquellos que poseen un pasado “poco catalán” han encontrado un perfecto acomodo. A diferencia de la política vasca, la catalana, en lugar de dispersarse por diferentes senderos, se asemeja más a un enorme transatlántico que sabe perfectamente hacia dónde se dirige, y que se encuentra convencido que un día, “más temprano que tarde”, atracará en el puerto que anhela.
Por todo lo anterior el Partido Popular lo va a tener difícil en lo referente a la cuestión nacionalista, pues sólo se podría dar carpetazo definitivo a la misma, si con valentía se lleva a cabo una reestructuración territorial del Estado, en donde la singularidad de ambas comunidades, posiblemente “echando mano” a la cuestión federal, quede marcadamente contrastada, y en donde la asimetría territorial se viva no ya como una discriminación, sino como una fuente de riqueza para todos.
Todo dependerá, en lo referente a ambas cuestiones, a la económica y a la territorial, de la pericia que muestren los nuevos gobernantes que dentro de poco se harán cargo del timón de los asuntos del Estado.
(acb.014)
Sobre los retos del Partido Popular (2)
Sí, el problema ha radicado en que no se han creado los mecanismos necesarios para detectar que el sistema se estaba hundiendo, que estaba haciendo aguas por todas partes, lo que ha provocado, que ahora, cuando todas las luces de peligro desde hace tiempo se encuentran encendidas, no se sepa bien qué se tiene que hacer, si tirar hacia delante para salvar lo posible del mismo, o por el contrario, mandarlo por inservible directamente al desguace. Esta es la disyuntiva a la que se tiene que enfrentar el Partido Popular, que casi sin margen de maniobra, tendrá que decidirse políticamente o bien por mantener, con las modificaciones oportunas, muchas de ellas necesariamente traumáticas, por una visión minimalista del Estado del bienestar, o por el contrario, “tirar por la calle de en medio” y apostar por una sociedad desregularizada en donde cada cual, gracias a las fuerzas con las que pueda contar, intente abrirse camino de la mejor forma que pueda. Imagino que a pesar del radicalismo de algunos de sus componentes y de determinados medios que le apoyan, por realismo, la sensatez se abrirá paso e intentará con “mil y un recortes” mantener en lo posible el actual sistema, pero para ello tendrá que efectuar actuaciones, que sin duda, provocarán una gran crispación social. Hoy casi todos comprendemos, “tal y como está el patio”, que tales actuaciones van a resultar inevitables, de suerte, que si las pasadas elecciones las hubiera ganado el Partido Socialista, no hubiera tenido más remedio que hacer lo mismo, es decir, aligerar las funciones que hasta el momento le han correspondido al Estado. No se puede negar, al menos a estas alturas, debido a la escasa voluntad existente para ello, que las actuales estructuras no se pueden mantener, pues el déficit que generan son el causante del enorme endeudamiento existente en la actualidad, que es lo que ha generado la difícil situación que padecen buena parte de los países de la vieja Europa. Hay que recortar, sí, radicando el problema en saber dónde hay que hacerlo, siendo éste el problema de fondo, pues resulta evidente que no es lo mismo que los recortes se lleven a cabo en un lugar que en otro. En principio, la ciudadanía, al darle el apoyo al Partido Popular, es decir a la derecha, a los partidarios de una economía esencialmente regulada por los flujos de los mercados, ha optado por el recorte duro, es decir, por unos recortes sin miramientos que tendrán que afectar, se quiera o no, a los mecanismo de protección y de cohesión social, lo que no resultará fácil de digerir.
No se sabe en realidad, debido al deliberado hermetismo existente, nada sobre el calado de las medidas que se van a tomar, aunque estoy convencido que serán draconianas y antisociales, en la línea del discurso que desde hace tiempo se viene exigiendo desde los círculos empresariales y financieros, es decir, el que de forma constante repite aquello de que hay que reducir el déficit a costa de una considerable merma del gasto público, a pesar de que tal estrategia, lo único que conseguirá será estrangular al propio corazón del sistema, o lo que es lo mismo, al consumo. A pesar de que “doctores tiene la iglesia”, no llego a comprender cómo se desea revitalizar la economía ahogando o eliminando el circulante que posibilita el consumo, sobre todo en una sociedad como la española en donde, aparte del desempleo existente y del elevado endeudamiento familiar y empresarial, nos encontramos con un sistema bancario, que desde hace tiempo, debido a la suicida política crediticia que ha mantenido durante los últimos años, se encuentra completamente bloqueado. Tengo la sensación, y ojalá me equivoque, que la única política económica que al parecer existe, nos conducirá directamente al desastre.
El otro grave problema al que “los populares” tendrán que hacer frente, es la cuestión nacionalista, tema de gran importancia, que como he dicho con anterioridad, ha quedado ocultado por la gravedad de la crisis económica. Los resultados electorales han dejado claro que las organizaciones marcadamente nacionalistas, tanto en el País Vasco como en Cataluña cuentan con un importante respaldo de la ciudadanía, de suerte, que son las fuerzas políticas más votadas en ambos territorios, lo que con toda seguridad va a provocar importantes conflictos, al exigir éstas más y más competencias en la legislatura que dentro de poco va a comenzar. A pesar de la mayoría absoluta, lo que va a permitir al Partido Popular no tener que negociar con dichas organizaciones para sacar adelante sus propuestas políticas, lo que le permitirá, si lo desea, mantener ante ellas una postura de fuerza, no creo que la derecha española, que siempre ha sido demasiado “españolista”, esté cualificada para “hilar fino” en esta cuestión.
La derrota sin paliativos de la organización terrorista ETA, que la ha obligado a deponer las armas, paradójicamente ha propiciado la articulación de un movimiento político afín a ella, que hoy por hoy domina parte de la escena política vasca, que para colmo, para complicar aún más las cosas, ha logrado una importante representación en el Parlamento español. Este hecho, del que hay que congratularse, ya que siempre es mejor la actividad política, por muy extremista que sean los postulados que se representen, a la estrategia del “tiro en la nuca”, va a crear tensiones políticas que no van a tener una fácil resolución, ya que las exigencias que se van a poner sobre la mesa, difícilmente van a poder ser aceptadas por el partido ganador en las elecciones. A lo anterior hay que sumar, que los planteamientos hasta ahora moderados del PNV, no tendrán más remedio que cambiar, si dicha organización no quiere ser desalojada, a causa del tsunami provocado por el independentismo radical, del lugar central que hasta ahora venía ocupando. En este nuevo escenario, a no ser que cambien mucho sus posicionamientos, el Partido Popular puede entrar como “un elefante en una cacharrería”, lo que con seguridad provocará una agudización del denominado conflicto vasco, que conllevará una radicalización de todos los actores que tengan algo que decir en el mismo, lo que sería a todas luces negativo, y eso a pesar, de que una actitud de fuerza con respecto al nacionalismo, le proporcionaría importantes apoyos procedentes del resto del territorio español, que visceralmente siempre se ha mostrado marcadamente antinacionalista.
A pesar de “la aparatosidad” del caso vasco, y de las dificultades que a medio plazo se van a presentar, estoy convencido que el grave problema lo va a representar Cataluña. Política y culturalmente Cataluña es una realidad política mucho más cohesionada que la vasca, ya que se ha producido, debido al perfil marcadamente nacionalista de todas sus fuerzas políticas (excepto el PP), una cierta homogeneización cultural en torno al hecho nacionalista, que sin duda puede obligar que toda la política catalana, a partir de ahora, gire en torno a una sola dirección, al aumento del autogobierno, que no puede significar otra cosa, que un significativo alejamiento del rumbo político que siga España. En lo esencial, las diferencias existentes entre las organizaciones políticas catalanas son sólo estratégicas, ya que parece que los socialistas, por ejemplo, antes que socialistas son nacionalistas. Este talante común, por mucho que le pese a los españolistas que siempre miran con recelo a Cataluña, se debe a la inteligente forma con que el nacionalismo catalán ha logrado imponer un marco cultural unitario que nunca ha tratado de agredir a nadie, en el que todos, incluido aquellos que poseen un pasado “poco catalán” han encontrado un perfecto acomodo. A diferencia de la política vasca, la catalana, en lugar de dispersarse por diferentes senderos, se asemeja más a un enorme transatlántico que sabe perfectamente hacia dónde se dirige, y que se encuentra convencido que un día, “más temprano que tarde”, atracará en el puerto que anhela.
Por todo lo anterior el Partido Popular lo va a tener difícil en lo referente a la cuestión nacionalista, pues sólo se podría dar carpetazo definitivo a la misma, si con valentía se lleva a cabo una reestructuración territorial del Estado, en donde la singularidad de ambas comunidades, posiblemente “echando mano” a la cuestión federal, quede marcadamente contrastada, y en donde la asimetría territorial se viva no ya como una discriminación, sino como una fuente de riqueza para todos.
Todo dependerá, en lo referente a ambas cuestiones, a la económica y a la territorial, de la pericia que muestren los nuevos gobernantes que dentro de poco se harán cargo del timón de los asuntos del Estado.
Miércoles, 30 de noviembre 2011.
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