jueves, 24 de mayo de 2012

Sobre el resultado de las elecciones andaluzas, 1

ACERCAMIENTOS
(acb.016)

Sobre el resultado de las elecciones andaluzas

En el plano político han pasado muchas cosas en una semana, desde unas elecciones andaluzas, que de forma sorprendente, por lo inesperado de los resultados, perdió el partido que en estos momentos detenta el poder, rompiendo su imparable dinámica ganadora; una huelga general que aunque no paró por completo el país, si tuvo un apoyo masivo en las calles en las cientos de manifestaciones que se convocaron, hasta la presentación de unos presupuestos del Estado claramente restrictivos que sin duda alguna, si bien podrán tener la virtud de poder reducir de forma considerable el déficit público, no servirán para reactivar la economía. Sí, han pasado muchas cosas en poco tiempo, y es preciso, como siempre para saber dónde nos encontramos, o más precisamente para saber dónde me encuentro, que reflexione sin demasiadas prisas sobre ellos, pues en caso contrario, se puede dar el caso, de que acontecimientos importantes pasen junto a mi lado sin que le preste la atención debida. Es posible que esta sea la intención de algunos, que todo pase rápidamente para que nada quede, lo que puede ser una buena estrategia para que todo cicatrice pronto. Pero para la mayoría, que un acontecimiento importante quede sepultado por otro importante y éste por otro aún más transcendente, no es, no puede ser lo más recomendable. Por ello es esencial “parar la pelota” e intentar colocar las cosas en su sitio, para al menos conseguir una perspectiva clara de la situación, sobre todo en estos momentos de extrema dificultad.
Las elecciones al Parlamento andaluz se celebraron hace poco más de una semana, y aunque provocaron un tsunami político de gran envergadura, da la sensación de que se llevaron a cabo hace ya bastante tiempo. Nadie, o muy pocos pensaron que se pudieran dar esos resultados, pues incluso las encuestas y los estudios demoscópicos más serios, apostaban por una mayoría absoluta del Partido Popular, un partido que de esa forma, consiguiendo esa amplia mayoría en Andalucía, hubiera podido cerrar el círculo y llevar a cabo las políticas, a nivel nacional, que más le interesaran sin encontrar ante las mismas ningún tipo de oposición institucional real. Ante esta posibilidad, nada descabellada antes de las elecciones, muchos temíamos que el desencanto, sobre todo entre los más jóvenes, que se observaba ante la deriva de los acontecimientos, podría acarear graves protestas que no encontraran un cauce adecuado, por ejemplo en movilizaciones callejeras que poco a poco se podrían incrementar, hasta convertirse en graves problemas de orden público, que con el tiempo desembocasen en una inestabilidad social difícil de sofocar. Pero no, las elecciones en Andalucía las ganó la izquierda, gracias sobre todo al hecho de que el PSOE no llegó a hundirse por completo, como muchos analistas vaticinaban, pero sobre todo, a los espectaculares resultados de Izquierda Unida. Junto a lo anterior, es importante subrayar, que el Partido Popular, sólo pudo aumentar su representación en el Parlamento andaluz en tres escaños, lo que tal y como estaban las cosas, no creo que, por mucho que se alegren delante de las cámaras de televisión sus dirigentes, sea para dar botes de entusiasmo. Estos resultados, entre otras cosas, demuestran que la derecha, al menos en Andalucía, y no creo que se trate sólo por la personalidad de su líder, tiene un techo electoral que le va a resultar difícil superar.
No cabe duda que los resultados de las elecciones andaluzas fueron toda una sorpresa, para la derecha pero también para la izquierda, pues todos pensaban, pensábamos, que desde hacía bastante tiempo todo el pescado estaba ya vendido. La situación no era fácil, el desempleo estaba llegando a unos límites insoportables, sobre todo entre los sectores más jóvenes de la población, y los casos de corrupción, jaleados con entusiasmo por los medios en poder de la derecha, dibujaban una situación ciertamente dantesca. El Partido socialista, en el poder durante más de treinta años de forma ininterrumpida, parecía que se encontraba por primera vez ante las cuerdas, y todo presagiaba que se hallaba a punto de arrojar la toalla. Pocos, por tanto, estaban dispuestos a apostar que de las elecciones pudiera salir un gobierno que no fuera del Partido Popular. Los errores socialistas resultaban manifiestos, y eso a pesar, de que los cambios producidos en la comunidad durante su dilatado mandato, transformaciones que no han sabido vender a la opinión pública, eran un aval más que suficiente para que pudiera revalidad el apoyo de la ciudadanía. Pero en la calle se mascaba el desencanto, y la sensación de que tal y como estaban las cosas no había fututo, por lo que, la única alternativa posible era que de las urnas surgiera un gobierno de derechas, o al menos eso era lo que, como si de una lluvia fina se tratara, se escuchaba desde todos los ámbitos. Pero la ciudadanía, de una forma incomprensible para muchos, ha dicho en los colegios electorales que esa no era la solución, que no confiaba en la derecha para gestionar una coyuntura política como la que había que hacer frente, pero tampoco, y creo que con justicia, le ha dado un voto en blanco, como en anteriores ocasiones había hecho, a los socialistas.
El Partido Socialista, en mi opinión ha tenido dos graves problemas, a saber, que no ha sabido regenerarse de forma constante, y que no ha sido capaz de vender sus logros de la manera adecuada. No cabe duda, que un partido que lleve en el poder tantos años, controlando de forma omnímoda todas las estructuras de La Administración, con todo lo que ello comporta, además del desgaste que ocasiona, puede caer en dinámicas que favorezcan la prevaricación o directamente en la corrupción. No cabe duda, que en cualquier organización política, sobre todo cuando se desfruta del poder, crecen las camarillas al tiempo que se potencia la existencia de un sólido aparato, que le aísla, y que le imposibilita el contacto real con los problemas que afectan a la población, lo que casi siempre conduce a un reparto de prebendas y a un cierto caciquismo, inevitable pero muy difícil de justificar. No cabe duda, por tanto, que la permanencia en el poder, aleja a dichas organizaciones del talante democrático deseable, conduciéndolas a un territorio bastante peligroso. Pero todo lo anterior, aunque lógico, es incomprensible para una organización de izquierdas, pero aún lo es mucho más para la izquierda con mayúsculas, que siempre se mostrará, o tendrá que mostrarse extremadamente crítica ante dichas prácticas.
Pues bien, el Partido Socialista no ha sabido reaccionar de forma adecuada a tales problemas, que con el tiempo, han conseguido minar su reputación ante su propio electorado natural, y no ha sabido, posiblemente, porque se ha hallado demasiado cómodo en el poder, sin encontrar oposición real ni fuera, ni voces críticas dentro de su propia organización. La izquierda, aunque la izquierda institucionalizada lo olvide a veces, representa o debe representar ante todo una actitud crítica ante el poder, una labor opositora constante contra aquellos que controlan los hilos del poder, aunque quienes muevan esos sea la propia izquierda. Y aquí es donde ha fallado el Partido Socialista, que en lugar de amplificar y favorecer las voces de descontento que se originaban en el interior del mismo, ha intentado ocultarlas o neutralizarlas en favor de la propia organización, aunque tal actitud provocara dar libertad a algunos de sus miembros para que hicieran y deshicieran a medida de sus intereses, lo que en contrapartida ha provocado el descontento en algunos sectores, a veces muy amplios, de su base social. El grave problema, o el gran error de los socialistas, es no haber creado órganos de control internos, independientes y adecuados, que de forma constante eliminara los tallos muertos o anquilosados que se iban adueñando de su estructura, paralelamente a tratar de mimar y potenciar todo lo nuevo que iba poco a poco surgiendo en la misma. Sí, el grave error fue, olvidar que había que limpiar la organización del óxido acumulado, pero también, obviar, que necesariamente había que dotarla de savia nueva, de nuevos elementos, que la acercaran a la cada día más poliédrica sociedad sobre la que tenía que actuar, además de haber renegado en múltiples ocasiones de sus propias señas de identidad en beneficio de una gestión desideologizada. Con lo anterior no quiero decir, por supuesto, pues estoy hablando de un partido socialdemócrata, que ha debido llevar a cabo una política marcadamente izquierdista, ya que a ellos no le corresponde tales prácticas, pero sí, que no ha debido olvidar, como lo ha hecho, el lugar de donde proviene ni la forma de actuar ante los problemas, que en todo momento la población esperaba de él. El Partido Socialista, y no sólo en Andalucía, se ha anquilosado y ha perdido sus señas de identidad, y de tales hechos provienen todos sus problemas actuales.

Viernes, 2 de abril de 2012

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