ACERCAMIENTOS
(acb.016)
Sobre
el resultado de las elecciones andaluzas
En
el plano político han pasado muchas cosas en una semana, desde unas
elecciones andaluzas, que de forma sorprendente, por lo inesperado de
los resultados, perdió el partido que en estos momentos detenta el
poder, rompiendo su imparable dinámica ganadora; una huelga general
que aunque no paró por completo el país, si tuvo un apoyo masivo en
las calles en las cientos de manifestaciones que se convocaron, hasta
la presentación de unos presupuestos del Estado claramente
restrictivos que sin duda alguna, si bien podrán tener la virtud de
poder reducir de forma considerable el déficit público, no servirán
para reactivar la economía. Sí, han pasado muchas cosas en poco
tiempo, y es preciso, como siempre para saber dónde nos encontramos,
o más precisamente para saber dónde me encuentro, que reflexione
sin demasiadas prisas sobre ellos, pues en caso contrario, se puede
dar el caso, de que acontecimientos importantes pasen junto a mi lado
sin que le preste la atención debida. Es posible que esta sea la
intención de algunos, que todo pase rápidamente para que nada
quede, lo que puede ser una buena estrategia para que todo cicatrice
pronto. Pero para la mayoría, que un acontecimiento importante quede
sepultado por otro importante y éste por otro aún más
transcendente, no es, no puede ser lo más recomendable. Por ello es
esencial “parar la pelota” e intentar colocar las cosas en su
sitio, para al menos conseguir una perspectiva clara de la situación,
sobre todo en estos momentos de extrema dificultad.
Las
elecciones al Parlamento andaluz se celebraron hace poco más de una
semana, y aunque provocaron un tsunami político de gran envergadura,
da la sensación de que se llevaron a cabo hace ya bastante tiempo.
Nadie, o muy pocos pensaron que se pudieran dar esos resultados, pues
incluso las encuestas y los estudios demoscópicos más serios,
apostaban por una mayoría absoluta del Partido Popular, un partido
que de esa forma, consiguiendo esa amplia mayoría en Andalucía,
hubiera podido cerrar el círculo y llevar a cabo las políticas, a
nivel nacional, que más le interesaran sin encontrar ante las
mismas ningún tipo de oposición institucional real. Ante esta
posibilidad, nada descabellada antes de las elecciones, muchos
temíamos que el desencanto, sobre todo entre los más jóvenes, que
se observaba ante la deriva de los acontecimientos, podría acarear
graves protestas que no encontraran un cauce adecuado, por ejemplo en
movilizaciones callejeras que poco a poco se podrían incrementar,
hasta convertirse en graves problemas de orden público, que con el
tiempo desembocasen en una inestabilidad social difícil de sofocar.
Pero no, las elecciones en Andalucía las ganó la izquierda, gracias
sobre todo al hecho de que el PSOE no llegó a hundirse por completo,
como muchos analistas vaticinaban, pero sobre todo, a los
espectaculares resultados de Izquierda Unida. Junto a lo anterior, es
importante subrayar, que el Partido Popular, sólo pudo aumentar su
representación en el Parlamento andaluz en tres escaños, lo que tal
y como estaban las cosas, no creo que, por mucho que se alegren
delante de las cámaras de televisión sus dirigentes, sea para dar
botes de entusiasmo. Estos resultados, entre otras cosas, demuestran
que la derecha, al menos en Andalucía, y no creo que se trate sólo
por la personalidad de su líder, tiene un techo electoral que le va
a resultar difícil superar.
No
cabe duda que los resultados de las elecciones andaluzas fueron toda
una sorpresa, para la derecha pero también para la izquierda, pues
todos pensaban, pensábamos, que desde hacía bastante tiempo todo el
pescado estaba ya vendido. La situación no era fácil, el desempleo
estaba llegando a unos límites insoportables, sobre todo entre los
sectores más jóvenes de la población, y los casos de corrupción,
jaleados con entusiasmo por los medios en poder de la derecha,
dibujaban una situación ciertamente dantesca. El Partido socialista,
en el poder durante más de treinta años de forma ininterrumpida,
parecía que se encontraba por primera vez ante las cuerdas, y todo
presagiaba que se hallaba a punto de arrojar la toalla. Pocos, por
tanto, estaban dispuestos a apostar que de las elecciones pudiera
salir un gobierno que no fuera del Partido Popular. Los errores
socialistas resultaban manifiestos, y eso a pesar, de que los cambios
producidos en la comunidad durante su dilatado mandato,
transformaciones que no han sabido vender a la opinión pública,
eran un aval más que suficiente para que pudiera revalidad el apoyo
de la ciudadanía. Pero en la calle se mascaba el desencanto, y la
sensación de que tal y como estaban las cosas no había fututo, por
lo que, la única alternativa posible era que de las urnas surgiera
un gobierno de derechas, o al menos eso era lo que, como si de una
lluvia fina se tratara, se escuchaba desde todos los ámbitos. Pero
la ciudadanía, de una forma incomprensible para muchos, ha dicho en
los colegios electorales que esa no era la solución, que no confiaba
en la derecha para gestionar una coyuntura política como la que
había que hacer frente, pero tampoco, y creo que con justicia, le ha
dado un voto en blanco, como en anteriores ocasiones había hecho, a
los socialistas.
El
Partido Socialista, en mi opinión ha tenido dos graves problemas, a
saber, que no ha sabido regenerarse de forma constante, y que no ha
sido capaz de vender sus logros de la manera adecuada. No cabe duda,
que un partido que lleve en el poder tantos años, controlando de
forma omnímoda todas las estructuras de La Administración, con todo
lo que ello comporta, además del desgaste que ocasiona, puede caer
en dinámicas que favorezcan la prevaricación o directamente en la
corrupción. No cabe duda, que en cualquier organización política,
sobre todo cuando se desfruta del poder, crecen las camarillas al
tiempo que se potencia la existencia de un sólido aparato, que le
aísla, y que le imposibilita el contacto real con los problemas que
afectan a la población, lo que casi siempre conduce a un reparto de
prebendas y a un cierto caciquismo, inevitable pero muy difícil de
justificar. No cabe duda, por tanto, que la permanencia en el poder,
aleja a dichas organizaciones del talante democrático deseable,
conduciéndolas a un territorio bastante peligroso. Pero todo lo
anterior, aunque lógico, es incomprensible para una organización de
izquierdas, pero aún lo es mucho más para la izquierda con
mayúsculas, que siempre se mostrará, o tendrá que mostrarse
extremadamente crítica ante dichas prácticas.
Pues
bien, el Partido Socialista no ha sabido reaccionar de forma adecuada
a tales problemas, que con el tiempo, han conseguido minar su
reputación ante su propio electorado natural, y no ha sabido,
posiblemente, porque se ha hallado demasiado cómodo en el poder, sin
encontrar oposición real ni fuera, ni voces críticas dentro de su
propia organización. La izquierda, aunque la izquierda
institucionalizada lo olvide a veces, representa o debe representar
ante todo una actitud crítica ante el poder, una labor opositora
constante contra aquellos que controlan los hilos del poder, aunque
quienes muevan esos sea la propia izquierda. Y aquí es donde ha
fallado el Partido Socialista, que en lugar de amplificar y
favorecer las voces de descontento que se originaban en el interior
del mismo, ha intentado ocultarlas o neutralizarlas en favor de la
propia organización, aunque tal actitud provocara dar libertad a
algunos de sus miembros para que hicieran y deshicieran a medida de
sus intereses, lo que en contrapartida ha provocado el descontento en
algunos sectores, a veces muy amplios, de su base social. El grave
problema, o el gran error de los socialistas, es no haber creado
órganos de control internos, independientes y adecuados, que de
forma constante eliminara los tallos muertos o anquilosados que se
iban adueñando de su estructura, paralelamente a tratar de mimar y
potenciar todo lo nuevo que iba poco a poco surgiendo en la misma.
Sí, el grave error fue, olvidar que había que limpiar la
organización del óxido acumulado, pero también, obviar, que
necesariamente había que dotarla de savia nueva, de nuevos
elementos, que la acercaran a la cada día más poliédrica sociedad
sobre la que tenía que actuar, además de haber renegado en
múltiples ocasiones de sus propias señas de identidad en beneficio
de una gestión desideologizada. Con lo anterior no quiero decir, por
supuesto, pues estoy hablando de un partido socialdemócrata, que ha
debido llevar a cabo una política marcadamente izquierdista, ya que
a ellos no le corresponde tales prácticas, pero sí, que no ha
debido olvidar, como lo ha hecho, el lugar de donde proviene ni la
forma de actuar ante los problemas, que en todo momento la población
esperaba de él. El Partido Socialista, y no sólo en Andalucía, se
ha anquilosado y ha perdido sus señas de identidad, y de tales
hechos provienen todos sus problemas actuales.
Viernes,
2 de abril de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario