7.-
Son necesarias estrategias innovadoras
La
dureza de la crisis que estamos padeciendo nos tiene que obligar, a
todos, a realizar un esfuerzo, que no puede consistir sólo en
implementar y en soportar reformas y recortes, ya que lo importante,
después de analizar y comprender dónde nos encontramos, y de al
menos intuir hacia dónde podemos dirigirnos, es intentar articular
estrategias tendentes a configurar un nuevo tipo de sociedad más
acorde con los tiempos que nos han tocado en suerte. Son unos tiempos
que observamos como nefastos, como corresponde a todo tramo final de
una etapa, que nos deben empujar a que se lleve a cabo ese salto
cualitativo por el que desde hace tiempo se viene suspirando, el que
nos desplace de una vez por todas, y de verdad, de la sociedad
industrial agonizante en la que vivimos, a la posindustrial. Se
quiera o no, hemos estado viviendo en una época agonizante, o en
todo caso en un periodo histórico fronterizo, en el que nos hemos
dedicado a tirar los últimos cohetes que aún nos quedaban intactos,
en un periodo al que no se podrá volver, ante el que toda nostalgia
no significará más que intentar esconder la cabeza debajo del ala,
en suma mera cobardía, pues en realidad lo que hay que hacer, aunque
nos cueste trabajo sólo intentarlo, es mirar hacia adelante con
objeto de buscar salidas imaginativas, pero sobre todo certeras, que
nos empujen a abandonar el lugar en donde nos encontramos encallados,
lo que sin duda no va a resultar fácil.
Sí,
estamos encallados, pues ante la profunda recesión que estamos
atravesando, que para muchos ya es una depresión en toda regla, se
buscan recetas antiguas tendentes a recobrar un tiempo pasado que no
volverá. Se habla de que hay que reducir los costes, que es
necesario aumentar los ingresos con objeto de hacer nuestras
economías más competitivas y rentables, de redimensionar la
Administración, todo con la sana intención de que las aguas vuelvan
a su cauce, aunque todos sabemos, o intuimos, que el mayor de los
problemas, el del desempleo, al ser estructural, es imposible que
pueda atajarse, pues en la actualidad ya no hacen falta tantos
trabajadores en activo para mantener los niveles de producción que
se necesitan. Pero en contrapartida, también se sabe, que sin unos
niveles de empleo aceptables, es imposible mantener unos índices de
consumo que puedan mantener al sistema, un sistema que se basa
precisamente en eso, en el consumo. Los ingenieros y los teóricos
sociales lo tienen difícil, aunque muchos de ellos comienzan a estar
convencidos que resulta necesario reformas estructurales innovadoras
que difícilmente podrán ser aceptadas en un principio, pero que sí
pueden configurar el germen de un nuevo sistema de convivencia. No
obstante, resulta extraño, que el poder real, de forma suicida, siga
empeñado en publicitar que las fórmulas emanadas desde los
cenáculos del liberalismo radical, son las únicas que nos podrán
sacar del atolladero, cuando con seguridad saben, que si se llegan a
implementar algún día, el conflicto social sería un hecho, siendo
sus valedores los que más perderían si tal circunstancia se
produjera.
De
forma constante y reiterativa se nos viene indicando, y desde hace
bastantes años, que al vivir en un mundo globalizado, tal como
parece que ocurre en estos momentos, ya todos somos iguales, o de
que vamos camino de serlo, y de esta gran mentira puede que provenga
el gran error, ya que nuestras sociedades occidentales, no tienen
nada que ver, por ejemplo, con la de los llamados países emergentes,
que parece que ahora entran, muy orgullosos todos ellos, en la era
industrial, mientras que nosotros, un poco aturdidos, hace tiempo que
salimos de la misma sin haber encontrado aún el nuevo lugar que nos
corresponde. La gran industria ya no tiene sentido, a no ser que se
trate de una industria muy especializada, y no por mucho tiempo en
los países industrializados y desarrollados de la Europa occidental,
que a estas alturas no pueden competir en costes, en costes de mano
de obra y de estructuras sociales, con esos otros países que poco a
poco están saliendo del subdesarrollo, pero eso no quiere decir, ni
mucho menos, que la única salida existente tenga que ser la de bajar
nuestros niveles de vida, lo que a todas luces resultaría inviable,
ya que tal hecho supondría un retroceso histórico sin sentido. El
mundo, aunque hay que reconocer que eso sería lo ideal, nunca podrá
ser homogéneo, pues siempre han existido y existirán desfases de
desarrollo, por lo que en todo momento presentará importantes
asimetrías, que aunque se quieran no podrán ser erradicadas.
No
cabe duda que la salida fácil es esa, la de aplicar el proceso de
“inflación interna”, que no es otra cosa que intentar rebajar
los ingresos de la población, con objeto de que los precios de los
productos y de los servicios sean más competitivos, pero tal
estrategia no dejaría de ser más que un apaño, que apartaría a
un lado, por temor a tocarlo, el problema de fondo, que no es otro
que el de buscar una nueva función, o una nueva tarea para nuestras
sociedades, que no puede ser la de competir con esas otras economías
que posiblemente aún no haga las cosas mejor, pero sí más baratas.
Sí,
hay que reconocer que nos encontramos ante una nueva etapa, y que a
esta nueva etapa hay que llenarla de contenido, de unos nuevos
contenidos capaces de aportar un valor añadido que al menos pueda
mantener los actuales índices de calidad de vida y de desarrollo,
además de consensuar unas nuevas estructuras administrativas,
ecuánimes y sensatas, que mediante la redistribución y el control,
imposibiliten volver, como muchos desean, a la ley de la selva.
Para
ello, en una primera aproximación, estoy convencido que en lugar de
bajar drásticamente el nivel de vida y la capacidad adquisitiva de
las denominadas sociedades desarrolladas, hay que hacer precisamente
lo contrario, potenciarlos, pues ya que la competencia va a resultar
imposible, en todo lo referente a los productos manufacturados, es
conveniente potenciar su evolución hacia un nuevo plano histórico,
el posindustrial, en donde la calidad será el único marchamo
identificativo, como puede ser el turismo, la investigación de alto
nivel, la cultura, la agricultura ecológica, etc., actividades en la
que estas sociedades pueden encontrar la función y la tarea
histórica de la que ahora carecen, lo que paralelamente tiene que
traer de la mano un cambio de paradigma ideológico, que subraye la
excelencia, la calidad frente a la cantidad.
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