martes, 15 de enero de 2013

Sobre un artículo de César Molinas

6.- Sobre un artículo de César Molinas

Las credibilidad de la clase política española, y esto a nadie con “dos dedos de luces” le puede extrañar, se encuentra hoy por los suelos, siendo para muchos una de las diferentes variables que han provocado, o que han ayudado a generar la crisis que la sociedad española está padeciendo, crisis que se va a llevar por delante, en poco tiempo, la mayor parte de las conquistas sociales conseguidas en las últimas décadas. Los políticos dicen que no, que el origen de la crisis es exógeno, que estamos padeciendo los efectos de un desmesurado tsunami a consecuencia de un movimiento sísmico acaecido lejos de nuestras costas, admitiendo sólo el hecho de no haber detectado a tiempo las consecuencias que ese fenómeno iba a provocar, lo que les impidió afrontar con las medidas adecuadas, y en el momento oportuno, las secuelas del mismo. Pero parece que esa no es la cuestión, pues las acusaciones que hacia ellos se dirigen, lo que subrayan, es que ese devastador tsunami, lo que sencillamente ha hecho, es dejar al descubierto las carencias y la fragilidad de la estructura económica del país, en donde la denominada clase política si tiene responsabilidades, y muchas.
Se ha hablado y se seguirá hablando de su responsabilidad en, y ante la crisis, de la incapacidad que han demostrado para predecirla y para encararla, lo que para no pocos se debe a la deficiente cualificación de los propios políticos, de los políticos en general, para afrontar cuestiones de envergadura, acostumbrados como han estado, durante demasiado tiempo, a ejercer sus tareas con el viento a favor, pero sobre todo, por no haber sabido prever, que la nave que habían diseñado y fabricado, y de la que en buena medida se habían apoderado, iba a ser incapaz de soportar la más mínima marejada.
Para colmo la mayoría de los políticos “realmente existentes” son políticos funcionarios, sin voz propia, que se limitan a interpretar el papel que les asigna el Partido que les paga y al que pertenecen, sin que en ningún momento se salgan del guión que se les prepara, lo que no ayuda mucho, a favorecer la credibilidad de los mismos, llegando muchos a la conclusión, de que si todos dicen lo mismo, no hace falta que existan tantos, en donde hay que insertar el estado de opinión, cada día más generalizado, que afirma que hay que reducir el número de nuestros representantes. En lo anterior se encuentra uno de los graves problemas de nuestro sistema democrático, que se ha convertido en una partidocracia, en un sistema político gestionado por unos grandes partidos-empresas, que han monopolizado todo el escenario público, y colonizado territorios que en teoría debería corresponder a la sociedad civil, esenciales algunos de los cuales para el control de la actividad que llevan a cabo los propios políticos.
En este contexto de crisis de la política, o mejor dicho de los políticos, me he encontrado con un incendiario artículo de César Molinas, “Una teoría de la clase política”, en donde el autor acusa directamente a ésta, como tal, de ser la causante de la recesión económica que está padeciendo nuestro país, al haber creado las condiciones necesarias para que arraigara de la forma en que lo está haciendo, a diferencia de lo que está acaeciendo en otros países de nuestro entorno más inmediato. Siguiendo con el ejemplo esgrimido con anterioridad, el tsunami ha sido terrible, global, haciendo temblar a todas las economías del mundo occidental, pero en España, que hasta hace poco se enorgullecía del salto cualitativo que había en pocos años realizado, amenaza con convertirse en depresión generalizada, al haber arrasado con todo, dejando en evidencia nuestra realidad.
Para el autor del artículo, la clase política desde que se constituye como tal, sólo mira por sus intereses, que no siempre son los mismos que los intereses del país, de suerte, que el sistema productico que se ha potenciado en España, y no por casualidad, es el que beneficia directamente a los diferentes partidos-empresas, pero no, en ningún caso, el que necesitaba la economía de este país, pues en lugar de diseñarse un sistema sostenible y rentable a largo plazo, se optó por otro con rendimientos a corto pero inviable en el tiempo, como el que se sustentaba en la construcción, ya sea de viviendas o de infraestructuras. Para César Molinas, la clase política ante todo es extractiva, lo que quiere decir, que trata por todos los medios de conseguir rendimientos económicos para soportar las estructuras propias que ha creado, que cada día son más pesadas, y saca ese rendimiento de la propia sociedad, lo que la convierte en parasitaria de la misma. En lugar de un instrumento que con eficacia sirva a la ciudadanía, los partidos-empresas, sigue diciendo César Molinas, ante todo miran por su propio beneficio, lo que los aleja de la propia sociedad, pues resulta inaceptable, que el Partido Popular, por ejemplo, tenga que abonar veintitantos millones anuales de euros sólo en nóminas, cantidad que evidentemente sale, de una forma o de otra, de la propia sociedad a la que tiene y que dice servir. No parece fácil poder encontrar otra empresa, que tenga esos gastos estructurales sin producción y sin beneficio alguno, lo que demuestra a las claras, el despropósito al que se ha llegado.
Desde la óptica anterior, si se observan a los diferentes políticos, todos ellos profesionales de la política, que pululan por los medios de comunicación, ya sea interviniendo en tertulias o dando discursos, con facilidad dan la impresión de que en el fondo no son más agentes comerciales, de importantes empresas todos ellos, que lo que intentan es “vendernos la moto”, intentando, por supuesto, que no veamos los defectos de la que nos presentan, pero al mismo tiempo destacando los problemas de fabricación, al parecer evidente, de la que nos ofrece su competidor, actitud que ha llegado a cansar a una ciudadanía cada día más castigada, que observa cómo sus condiciones de vida, que creía garantizadas, empeoran por momentos.
El articulista también afirma, que en estos momentos difíciles, en los que hay que tomar decisiones importantes pero imprescindibles, la clase política se presenta como un obstáculo, confundiendo “reformas con ajustes”, limitándose sólo a ejercitar los segundos, a pesar de saber, que si no se realizan las reformas necesarias, todos los esfuerzos que se lleven a cabo resultarán vanos. Según él, esa actitud se debe a que gran parte de las reformas que hay que emprender, irían en detrimento de los propios partidos políticos, como por ejemplo la imprescindible reestructuración de las administraciones, lo que dejaría, si se realizara, a una gran cantidad de políticos en la calle, además de significar una merma efectiva de su poder real en la sociedad, por lo que prefieren esperar a “que escampe”, o lo que es lo mismo, a que una nueva coyuntura económica favorable devuelvan las aguas a su cauce.
Lo que dice César Molinas se acerca mucho a la realidad, pues la anunciada y siempre esperada reforma de la Administración, repleta de duplicidades y disfunciones, sólo se ha traducido en un alarmante goteo de despidos de interinos, que contablemente apenas representa nada, salvo aparentar que algo se está haciendo en las entidades públicas para reducir el coste de las mismas, es decir, para intentar vendernos el famoso “chocolate del loro”. Sí, porque lo que parece evidente, es que la clase política es el único sector social que no está sufriendo la crisis, lo que tampoco está bien visto por unos electores, que hacen lo posible para sortear las dificultades con las que cada día se encuentran.
La solución al tema que se plantea, según el autor, es la modificación del sistema electoral, pasar del sistema proporcional que ahora padecemos por otro mayoritario, con objeto de que los diferentes políticos, en lugar de rendir cuentas ante las cúpulas de sus partidos lo hagan directamente ante la ciudadanía que los votan, lo que les obligaría a mantener una actitud radicalmente diferente si en realidad desean mantener su puesto público. La opción elegida por el autor es una de las existentes, aunque estoy convencido de que no resultará fácil y que no podrá ser la única, ya que la ética y la estética del funcionario está bastante arraigada en nuestros políticos, pero de lo que sí estoy seguro, es de que hay que articular estrategias que acaben con eso que se denomina “la clase política”, y contra las mastodónticos centros de poder que hoy por hoy representan los partidos, que son los que han conseguido estrangular el prestigio de la política, lo que será complicado por el tremendo poder que acumulan en la actualidad, pero socialmente no se puede permitir, que hayan conseguido raptar a la política, y mostrar sólo a un sucedáneo de la misma, sin ningún valor, para la ciudadanía.

06.11.12



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