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Sobre Sevilla, 1
Desde
un principio me posicioné, en la ardua polémica que se produjo, a
favor de la construcción de la Torre Pelli, sobre todo porque no
quería estar al lado de los defensores de “la Sevilla eterna”,
de los que estimaban que una edificación de tales características
no conjugaba con los valores estéticos de de esta mariana ciudad.
Pero desde que salió a la luz el proyecto las cosas han cambiado
bastante, lo que pone en duda la justificación del mismo en sí, y
también, y no me importa reconocerlo, mi juicio sobre la ubicación
y la necesidad real de esa enorme torre de cristal, que ciertamente,
poco tiene que ver con lo que es y con lo que tiene que ser esta
ciudad, lo que a mi pesar me sitúa junto a los sectores más rancios
de la misma. Pero intentaré ir por partes, porque el tema posee
demasiados recovecos que resultan necesarios delimitar.
Por
supuesto que una ciudad como Sevilla no puede anclarse en el pasado,
y que incluso en lo estético, con la construcción de edificios
modernos y funcionales, siempre y cuando lo exijan las
circunstancias, debe estar a la altura de los tiempos, pero creo que
esas nuevas construcciones no deben dañar, ni contaminar el paisaje
consolidado de la ciudad, de una ciudad que precisamente vive del
mismo, ya que el turismo, como todo el mundo sabe, es la gran, por no
decir la única gran industria de la ciudad.
Mi
opinión comenzó a cambiar el otro día, cuando caminando con una
amiga por la calle Monsalves en dirección al Museo, me sorprendió
que sobre la techumbre de éste, sobresaliera el engendro que están
construyendo en la Cartuja, lo que conseguía romper de forma
estrepitosa con una de las estampas más hermosas que posee la
ciudad. Me quedé pasmado, pues no esperaba que el impacto visual
fuera tan brutal y desafortunado, lo que me hizo comprender que la
ubicación elegida no era la más acertada para un edificio de esas
características, al estimar que si realmente hacía falta su
construcción, existían otros lugares más apropiados en todos los
sentidos, lo que también me hizo pensar, en la megalomanía, muy
propia de los tiempos en que se ideó, de sus promotores.
El
promotor del edificio, que de forma aislada hay reconocer que es una
maravilla, fue la Caja de ahorros de la ciudad, Cajasol, entidad que
hoy por hoy, debido al desastre financiero en el que se ha visto
sumida, ya no existe, al haber sido absorbida por La Caixa, al
parecer momentos antes de que la quiebra, motivada en gran parte por
sus desmanes inmobiliarios, llamara a su puerta. No sé bien, aunque
creo que nadie lo sabe con seguridad, cuáles fueron los motivos que
empujaron a la entidad financiera a embarcarse en un proyecto de
tales características, pues si algo sobran en Sevilla son edificios
de oficinas, encontrándose muchos de los cuales en la actualidad
desocupados debido a la escasa actividad económica existente, y
máxime cuando la propia Cajasol posee en la ciudad múltiples
inmuebles emblemáticos, algunos de ellos completamente
infrautilizados. Parece que se trata de otro de los múltiples
desaciertos que han singularizado en los últimos tiempos a las
actuaciones de las Cajas de ahorros, y no sólo a Cajasol, y que el
objetivo no era otro que el de llevar a cabo un proyecto faraónico
sin sentido dadas las circunstancias, un proyecto de desmesurado
coste, que ahora no tendrá más remedio que digerirlo La Caixa,
sobre todo si se tiene en cuenta, que mientras que se siguen
levantando plantas y más plantas, se está llevando a cabo una
importante reestructuración de su plantilla y el cierre de
múltiples oficinas de la entidad, en fin, que todo parece indicar,
que se trata de un desatino más, realizado por unos gestores, que
como se ha demostrado, nunca han tenido los pies en la tierra.
Bien,
como decía, La Caixa se ha encontrado con un enorme edificio sin
terminar, cuya única decisión ente el mismo, no ha podido ser otra
que la de finalizar su construcción, aunque aún no esté claro la
función que pueda darle, ni tampoco, por supuesto, la rentabilidad
que podrá encontrar en el mismo. Pero posiblemente pensado en esto,
en la función y en la rentabilidad, la entidad financiera catalana
ha dado un paso, creo que importante, y hasta cierto punto lógico
dadas las circunstancias, que nos ha llenado de estupor a los que
estábamos ilusionados con la inminente instalación de un Caixaforum
en las Reales Atarazanas. Sí, la noticia saltó a la prensa hace una
semana, La Caixa no reniega del proyecto, que tal y como están las
cosas no es poco, pero descarta, al menos de momento, ubicarlo en las
Atarazanas para instalarlo en el complejo de la Torre Pelli.
No
pasa nada, dirán algunos, ya que lo importante es que el Caixaforum
se instale en la capital de Andalucía, y no por ejemplo, como llegó
a insinuarse, en Málaga, pero sí pasa, y mucho, sobre todo, porque
ese proyecto hubiera podido darle valor a un edificio histórico, las
Atarazanas, que en su día fueron los astilleros de la ciudad, que
por sí sólo hubiera podido potenciar culturalmente al centro
histórico de Sevilla, convirtiéndolo en un foco de atracción,
gracias a ese edificio semiabandonado que desde hace años reclama, y
a voz en grito, su rehabilitación.
14.12.12
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