martes, 27 de diciembre de 2011

Sobre los retos del Partido Popular (2)


ACERCAMIENTOS
(acb.014)

Sobre los retos del Partido Popular (2)


Sí, el problema ha radicado en que no se han creado los mecanismos necesarios para detectar que el sistema se estaba hundiendo, que estaba haciendo aguas por todas partes, lo que ha provocado, que ahora, cuando todas las luces de peligro desde hace tiempo se encuentran encendidas, no se sepa bien qué se tiene que hacer, si tirar hacia delante para salvar lo posible del mismo, o por el contrario, mandarlo por inservible directamente al desguace. Esta es la disyuntiva a la que se tiene que enfrentar el Partido Popular, que casi sin margen de maniobra, tendrá que decidirse políticamente o bien por mantener, con las modificaciones oportunas, muchas de ellas necesariamente traumáticas, por una visión minimalista del Estado del bienestar, o por el contrario, “tirar por la calle de en medio” y apostar por una sociedad desregularizada en donde cada cual, gracias a las fuerzas con las que pueda contar, intente abrirse camino de la mejor forma que pueda. Imagino que a pesar del radicalismo de algunos de sus componentes y de determinados medios que le apoyan, por realismo, la sensatez se abrirá paso e intentará con “mil y un recortes” mantener en lo posible el actual sistema, pero para ello tendrá que efectuar actuaciones, que sin duda, provocarán una gran crispación social. Hoy casi todos comprendemos, “tal y como está el patio”, que tales actuaciones van a resultar inevitables, de suerte, que si las pasadas elecciones las hubiera ganado el Partido Socialista, no hubiera tenido más remedio que hacer lo mismo, es decir, aligerar las funciones que hasta el momento le han correspondido al Estado. No se puede negar, al menos a estas alturas, debido a la escasa voluntad existente para ello, que las actuales estructuras no se pueden mantener, pues el déficit que generan son el causante del enorme endeudamiento existente en la actualidad, que es lo que ha generado la difícil situación que padecen buena parte de los países de la vieja Europa. Hay que recortar, sí, radicando el problema en saber dónde hay que hacerlo, siendo éste el problema de fondo, pues resulta evidente que no es lo mismo que los recortes se lleven a cabo en un lugar que en otro. En principio, la ciudadanía, al darle el apoyo al Partido Popular, es decir a la derecha, a los partidarios de una economía esencialmente regulada por los flujos de los mercados, ha optado por el recorte duro, es decir, por unos recortes sin miramientos que tendrán que afectar, se quiera o no, a los mecanismo de protección y de cohesión social, lo que no resultará fácil de digerir.
No se sabe en realidad, debido al deliberado hermetismo existente, nada sobre el calado de las medidas que se van a tomar, aunque estoy convencido que serán draconianas y antisociales, en la línea del discurso que desde hace tiempo se viene exigiendo desde los círculos empresariales y financieros, es decir, el que de forma constante repite aquello de que hay que reducir el déficit a costa de una considerable merma del gasto público, a pesar de que tal estrategia, lo único que conseguirá será estrangular al propio corazón del sistema, o lo que es lo mismo, al consumo. A pesar de que “doctores tiene la iglesia”, no llego a comprender cómo se desea revitalizar la economía ahogando o eliminando el circulante que posibilita el consumo, sobre todo en una sociedad como la española en donde, aparte del desempleo existente y del elevado endeudamiento familiar y empresarial, nos encontramos con un sistema bancario, que desde hace tiempo, debido a la suicida política crediticia que ha mantenido durante los últimos años, se encuentra completamente bloqueado. Tengo la sensación, y ojalá me equivoque, que la única política económica que al parecer existe, nos conducirá directamente al desastre.
El otro grave problema al que “los populares” tendrán que hacer frente, es la cuestión nacionalista, tema de gran importancia, que como he dicho con anterioridad, ha quedado ocultado por la gravedad de la crisis económica. Los resultados electorales han dejado claro que las organizaciones marcadamente nacionalistas, tanto en el País Vasco como en Cataluña cuentan con un importante respaldo de la ciudadanía, de suerte, que son las fuerzas políticas más votadas en ambos territorios, lo que con toda seguridad va a provocar importantes conflictos, al exigir éstas más y más competencias en la legislatura que dentro de poco va a comenzar. A pesar de la mayoría absoluta, lo que va a permitir al Partido Popular no tener que negociar con dichas organizaciones para sacar adelante sus propuestas políticas, lo que le permitirá, si lo desea, mantener ante ellas una postura de fuerza, no creo que la derecha española, que siempre ha sido demasiado “españolista”, esté cualificada para “hilar fino” en esta cuestión.
La derrota sin paliativos de la organización terrorista ETA, que la ha obligado a deponer las armas, paradójicamente ha propiciado la articulación de un movimiento político afín a ella, que hoy por hoy domina parte de la escena política vasca, que para colmo, para complicar aún más las cosas, ha logrado una importante representación en el Parlamento español. Este hecho, del que hay que congratularse, ya que siempre es mejor la actividad política, por muy extremista que sean los postulados que se representen, a la estrategia del “tiro en la nuca”, va a crear tensiones políticas que no van a tener una fácil resolución, ya que las exigencias que se van a poner sobre la mesa, difícilmente van a poder ser aceptadas por el partido ganador en las elecciones. A lo anterior hay que sumar, que los planteamientos hasta ahora moderados del PNV, no tendrán más remedio que cambiar, si dicha organización no quiere ser desalojada, a causa del tsunami provocado por el independentismo radical, del lugar central que hasta ahora venía ocupando. En este nuevo escenario, a no ser que cambien mucho sus posicionamientos, el Partido Popular puede entrar como “un elefante en una cacharrería”, lo que con seguridad provocará una agudización del denominado conflicto vasco, que conllevará una radicalización de todos los actores que tengan algo que decir en el mismo, lo que sería a todas luces negativo, y eso a pesar, de que una actitud de fuerza con respecto al nacionalismo, le proporcionaría importantes apoyos procedentes del resto del territorio español, que visceralmente siempre se ha mostrado marcadamente antinacionalista.
A pesar de “la aparatosidad” del caso vasco, y de las dificultades que a medio plazo se van a presentar, estoy convencido que el grave problema lo va a representar Cataluña. Política y culturalmente Cataluña es una realidad política mucho más cohesionada que la vasca, ya que se ha producido, debido al perfil marcadamente nacionalista de todas sus fuerzas políticas (excepto el PP), una cierta homogeneización cultural en torno al hecho nacionalista, que sin duda puede obligar que toda la política catalana, a partir de ahora, gire en torno a una sola dirección, al aumento del autogobierno, que no puede significar otra cosa, que un significativo alejamiento del rumbo político que siga España. En lo esencial, las diferencias existentes entre las organizaciones políticas catalanas son sólo estratégicas, ya que parece que los socialistas, por ejemplo, antes que socialistas son nacionalistas. Este talante común, por mucho que le pese a los españolistas que siempre miran con recelo a Cataluña, se debe a la inteligente forma con que el nacionalismo catalán ha logrado imponer un marco cultural unitario que nunca ha tratado de agredir a nadie, en el que todos, incluido aquellos que poseen un pasado “poco catalán” han encontrado un perfecto acomodo. A diferencia de la política vasca, la catalana, en lugar de dispersarse por diferentes senderos, se asemeja más a un enorme transatlántico que sabe perfectamente hacia dónde se dirige, y que se encuentra convencido que un día, “más temprano que tarde”, atracará en el puerto que anhela.
Por todo lo anterior el Partido Popular lo va a tener difícil en lo referente a la cuestión nacionalista, pues sólo se podría dar carpetazo definitivo a la misma, si con valentía se lleva a cabo una reestructuración territorial del Estado, en donde la singularidad de ambas comunidades, posiblemente “echando mano” a la cuestión federal, quede marcadamente contrastada, y en donde la asimetría territorial se viva no ya como una discriminación, sino como una fuente de riqueza para todos.
Todo dependerá, en lo referente a ambas cuestiones, a la económica y a la territorial, de la pericia que muestren los nuevos gobernantes que dentro de poco se harán cargo del timón de los asuntos del Estado.

Miércoles, 30 de noviembre 2011.

Sobre los retos del Partido Popular (1)


ACERCAMIENTOS
(acb.014)

Sobre los retos del Partido Popular (1)
Las elecciones celebradas hace unos días han servido para certificar lo que todos imaginábamos, que la derecha, con un apoyo mayoritario, recuperara el gobierno del país. Sí, porque desde hace bastante tiempo todas las cartas estaban echadas, pues los socialistas, parecían que habían tirado definitivamente la toalla, al haberse quedado sin discursos y lo que es peor, sin iniciativa propia. La victoria de la derecha ha sido por goleada, y se espera, que a diferencia de los vencidos, impongan al menos una política diáfana a seguir, pues se tiene la sensación, de que como estamos, a merced de todos los vientos, resulta imposible seguir.
Después de observar los resultados, que indudablemente representan un cheque en blanco, un apoyo sin fisuras a las políticas económicas y no sólo económicas que “los populares” estimen conveniente llevar a cabo, comprendí que lo van a tener muy complicado, ya que la crisis económica que padece España sólo podrá ser afrontada, si realmente se desea atajar el origen de la misma, con medidas que modifiquen las actuales estructuras productivas sobre las que se asienta nuestra sociedad. Sí, porque lejos de lo que ocurrió con otras coyunturas negativas, ahora las causas son estructurales, de suerte que, o se afrontan con valentía las mismas, o la famosa crisis nos llevará a todos “por delante”. Pero el tema económico no es el único al que tendrán que hacer frente, pues tras las elecciones también ha quedado al descubierto la gravedad del problema de los nacionalismos, tanto en el País Vasco como en Cataluña, lo que deposita en sus manos una patata caliente difícil de controlar, aunque evidentemente esta cuestión, que puede tener unos efectos futuros de indudable trascendencia, ha quedado eclipsada por la magnitud del problema principal, la crisis económica que asola a España a todo el continente europeo.
Ya no queda margen, y por tanto, se quiera o no, ha llegado el momento de solventar los problemas de fondo que nos han conducido a la actual situación, a pesar de que ello pueda acarrear una significativa merma en la calidad de vida de la ciudadanía, y a una importante modificación de la estructura territorial y política de nuestro país. La política no sólo puede aportar mejoras inmediatas, sino que tiene que tener el valor suficiente como para atreverse a extirpar las diferentes disfunciones que puedan detectarse, pues siempre debe mirar por el bien a medio y largo plazo de las sociedades sobre las que actúa, y no sólo al corto como ha ocurrido durante demasiado tiempo en nuestro país. Mirar sólo hacia lo inmediato es bueno para ganar elecciones, pero ese tipo de política, en muchas ocasiones, sólo se sustenta en dejar para más adelante, para cuando ya no quede más remedio que encararlos, los problemas que por dejadez ya han conseguido enquistarse. Y esto último es lo que efectivamente ha ocurrido en España, que no se le ha dado importancia a determinadas cuestiones, hasta que se han convertido en un peligroso asunto que necesariamente, de la forma que sea, aunque cuanto menos traumática mejor, no hay más remedio que solventar.
Queda claro, que con cinco millones de desempleados, con una economía al borde de la recesión, el primer problema que hay que encarar es la crisis económica que se está cebando desde hace algún tiempo contra nuestra sociedad. Ciertamente esta crisis no es solo endógena, ya que también la están padeciendo las economías de los países de nuestro entorno más inmediato, pero tampoco se puede eludir el hecho de que nuestro sistema económico desde hace bastante tiempo padece una serie de males, que amenazan seriamente con noquearlo. La justificación desde el gobierno cesante, para justificarse la sido siempre la misma, “España padece una importante crisis motivada por una coyuntura económica negativa a nivel internacional”, sin decir en ningún momento, que a nuestro país le ha afectado más de la cuenta por la sencilla razón de que su economía ya se encontraba demasiado dañada, incluso antes de que ese proceso global comenzara. Sí, dañada desde hace bastante tiempo, sin que se hubiera hecho absolutamente nada, salvo “tirar balones fuera”, para intentar atajarla. Y este es un grave error que hay que achacarles a los diferentes gobiernos socialistas que han estado controlando el poder político durante las dos últimas legislaturas, aunque tal crítica, para algunos, pueda resultar dolorosa.
¿Pero cuál ha sido el problema de fondo?, sin duda alguna que se ha vivido por encima, muy por encima de nuestras posibilidades, y que por ello, nos hemos tenido que entrampar más de lo necesario, sin poseer sólidos avales que garantizaran dichas deudas. No quiero entrar aquí en los que se están aprovechando de la actual coyuntura para pescar más de la cuenta “en aguas revueltas”, en aquellos poderes que utilizan la situación para imponer sus postulados ideológicos, entre otras razones porque “se la están (se la estamos) poniendo como a Fernando VII”, pues a estas alturas, lo realmente importante es señalar, y diagnosticar, los problemas en los que están cayendo determinadas sociedades europeas, que están obligando a éstas, a caer, como frutas maduras en las redes del neoliberalismo. Pero tal hecho no está ocurriendo gracias al empuje de los abanderados del liberalismo radical, que siempre han estado ahí, esperando y conspirando, sino por desmerito de los que en todo momento han apostado y siguen apostando por el Estado social y de derecho europeo. Para comenzar, posiblemente haya que decir, que el grave error ha podido encontrarse en que se ha creído que nuestro excepcional sistema político, que siempre ha sido modélico, era en sí imperecedero, y que por tanto no había por qué cuidarlo, sin comprenderse que algo tan frágil como el mismo, necesitaba que se estuviera siempre pendiente de él, detectando sus posibles fisuras, sus contradicciones y desviaciones, con objeto de ir adaptándolo a las diferentes variables que la cambiante realidad, con su terquedad habitual, siempre se encarga de imponer. Se ha creído, en suma, que se trataba de una conquista social consolidada, que siempre, por muy mal que fueran las cosas nos acompañaría protegiéndonos, hasta que en un momento determinado nos hemos dado cuenta que todo, absolutamente todo, se podía venir abajo precisamente por nuestra dejadez y por nuestra falta de previsión.

Miércoles, 30 de noviembre 2011.




lunes, 12 de diciembre de 2011

Sobre el tercer poder (y 2)




ACERCAMIENTOS
(acb.012)

Sobre el tercer poder (y 2)

La izquierda real en el fondo nunca ha sido partidaria de estas organizaciones, al observarlas como instituciones utilizadas por el propio Estado para desprenderse de funciones que hasta el momento se veía en la obligación de llevar a cabo, y gracias a las cuales poder aligerar su peso. Observa en ellas una puerta por donde se podría desangrar el Estado, aunque los objetivos de estas organizaciones casi siempre resultan un tanto difuso, pues un gran número de ellas, mantienen su campo de actuación en lugares alejados, en países subdesarrollados o intentando mitigar los efectos de alguna catástrofe natural o social. Sí, éste es un rasgo curioso en estas organizaciones de nuevo cuño, que ponen su vista, lo que hay que reconocer que es elogiable, mucho más allá de nuestras fronteras, posiblemente por dar por sabido, que los problemas que existen aquí en nuestras sociedades, tiene la obligación de afrontarlos el propio Estado. Lo anterior no quiere decir que no existen otras, como Caritas, que ejercen una labor con los más desfavorecidos que en todo momento hay que subrayar, pero a pesar de ello son las que menos atención reciben de los medios, posiblemente porque todos sabemos que su labor callada estará siempre ahí, tapando los agujeros creados por el propio sistema, en una lucha constante y cotidiana contra esa realidad que todos, de una forma o de otra tratamos de ocultar. Resulta también curioso que este tipo de organizaciones, que son muy anteriores al boom de las ONG, casi todas se encuentran en la órbita de la Iglesia Católica, a la que tradicionalmente se le ha encomendado esa tarea social, siendo ellas, por así decirlo, su brazo militar.
Lo cierto, es que aunque en determinados sectores exista cierto voluntarismo ante la acción social, la mayoría de la ciudadanía carece de tal preocupación, al estimarse, que quien puede y debe realizar tal función es quien está mejor preparado para ello, es decir el Estado, y que todo lo demás, son sólo “paños de agua caliente”, que nunca, en ningún caso podrán solucionar nada. El problema, o uno de los problemas, es que la acción social no debe sólo a aspirar “a tapar las goteras” que se vayan produciendo, sino a crear, a articular un sólido tejido social que se extienda entre los límites del Estado y los del mercado, que aunque se nos quiera hacer creer lo contrario, es un territorio de una gran amplitud que se puede edificar y explotar en beneficio de todos, y que hasta ahora, de forma ilegítima, ha estado colonizado por esos dos sectores, el público y el mercantil, gracias a la pasividad y a la desidia de sus auténticos propietarios, la sociedad civil. Estoy convencido, cada día más convencido que la izquierda social, y hay que apuntar que hasta que ésta no exista realmente no existirá una izquierda política fuerte, tiene la obligación de reivindicar para la ciudadanía ese vasto territorio, para articular un tercer poder que se erija con solidez entre los otros dos poderes, el público o estatal y el que representan los mercados.
En el campo de la cultura, tanto en el de la gran cultura como en el de la pequeña, es donde más actuaciones se podrían acometer, sobre todo en los momentos actuales, en donde la profunda crisis que estamos padeciendo, está obligando a las instituciones públicas a dejar a un lado la mayor parte de los compromisos culturales que tenía contraídos. Los medios de comunicación hablan estos días de la suspensión de gran número de festivales de cine, de encuentros artísticos e incluso de de premios literarios, por no hablar de un gran número de acontecimientos culturales de menor talla que poblaban, hasta hace bien poco, la amplia geografía de nuestro país, lo que en gran medida va a provocar una desertización de la vida cultural. Nadie puede negar a estas alturas, que la cultura y la vida cultural ha florecido en nuestro país apoyándose en las muletas que las instituciones públicas le ofrecían, es decir, gracias al dinero de todos, ya que desde los ayuntamientos, diputaciones o comunidades autónomas, por no hablar ya del propio Estado, se aportaban un gran número de subvenciones que hacían posible la existencia de un tejido cultural de cierto calibre, subvenciones que dadas las circunstancias, van a desaparecer por completo, pues si de algún lugar hay que cortar, siempre será por el lado más débil, por el menos esencial, es decir por la cultura. Pero aunque normal para casi todos, lo que está ocurriendo debe llamar la atención, pues en primer lugar demuestra, la dependencia de esa cultura al gran mecenas de nuestra época, pero también el escaso interés que ha existido por crear un marco cultural autónomo y sostenible. No puede ser, no se puede admitir, que cuando lo que la sostenía ha desaparecido, la cultura haya dejado de tener presencia en nuestras calles.
Por ello, ante la situación que se avecina en el ámbito cultural, los interesados en ella, en cualquiera de sus facetas, en lugar de lamentarse por la situación, que a todas luces resulta irreversible, deben lanzarse a la calle para crear múltiples asociaciones, talleres creativos y espacios culturales, gracias a los cuales se puedan crear los cimientos de una forma diferente de entender la cultura, en donde tengan cabida todos los planos de exigencia que existan en ella. Cuando se creen las bases, todo lo demás vendrá “sobre ruedas”, con el agravante, que la cultura que venga, por muy elitista que sea, será mucho más vivida por todos, porque no dependerá de la artificiosidad de las subvenciones, sino de la necesidad de la propia ciudadanía.
Como en el plano de la cultura, que he sacado a colación como ejemplo, debería de pasar en todas las facetas de nuestra poliédrica vida social, pues la crisis existente, si algo puede tener de positivo, es que puede empujar a la ciudadanía a que abandone su actitud de enroque permanente, para obligarla a dar el paso necesario gracias al cual poder tomar los espacios públicos, lo que con el tiempo conseguiría convertirla en un poder real, y no como hasta ahora, con el que siempre se tenga que contar.

Martes, 4 de octubre de 2011

Sobre el tercer poder (1)




ACERCAMIENTOS
(acb.011)

Sobre el tercer poder (1)

El otro día hablaba de que resultaba necesario buscar nuevas alternativas, que hicieran posible que el actual discurso de la izquierda, tan anémico desde hace tanto tiempo, pudiera revigorizarse e incluso reinventarse. Ante la actual situación, que está poniendo en duda la viabilidad del Estado social y de derecho europeo, se observa que la izquierda, después de plegarse vergonzosamente de hecho a las recetas neoliberales, sólo atina a decir, un poco por defender su singularidad, que hay que salvaguardar por todos los medios al Estado del bienestar, aunque sólo sea en sus pilares básicos, es decir, en todo lo que respecta a la educación y a la sanidad. Pero todo aquel que se asome no sólo a lo que está ocurriendo, sino a las causas profundas y no tan profundas que han provocado la actual situación, comprende a la perfección que lo anterior no es más que “un brindis al sol”, ya que desde hace tiempo se ha comenzado a desmantelar dicha estructura, y que dentro de poco, si las cosas siguen como hasta ahora, el Estado del bienestar sólo será un recuerdo. Y esto va a suceder sencillamente porque no se puede pagar, al ser tan costoso, que para sostenerlo haría falta un esfuerzo que la sociedad actual no está dispuesta a asumir.
En el fondo éste es el problema, no que el Estado del bienestar no sea viable ni recomendable, pues no existe voluntad real ni de sostenerlo ni de aplicarle las modificaciones necesarias que consigan de nuevo hacerlo eficiente, actitud de la que en absoluto es ajeno los dictados del discurso ideológico dominante, que no cesa de acusarlo de todos los males que nuestras sociedades padecen en la actualidad. Así las cosas, poco más se puede hacer que no sea el esperar su desmantelamiento definitivo, a no ser que se trabaje en buscar soluciones que al menos sirvan para articular un nuevo discurso y una nueva praxis, que desde la izquierda y desde lo social, aporten alternativas a la única propuesta que hoy por hoy se encuentra sobre la mesa, la de la privatizar la mayor parte de la estructura estatal hoy existente, que es mostrada interesadamente como improductiva y de tener un coste insostenible. Pero ese desmantelamiento no va a consistir en un acto de filantropía, sino en la venta de sus activos (hasta la lotería se quiere privatizar), para que todo lo que pueda ser rentable pase a manos privadas, que según dicen, aunque no se habla de los prejuicios sociales que tal hecho provocaría, los gestionaría de forma más eficiente.
Dadas las circunstancias, que acontezca lo anterior sólo parece ya cuestión de tiempo, pues una “lluvia fina” se ha encargado de convencer a la ciudadanía, no sólo de que el Estado del bienestar es incapaz de gestionar nada de forma adecuada, sino también, que a todos nos iría mejor, mucho mejor, si pudiéramos quitarnos de encima esa pesada y anquilosada estructura que no hace más que “chuparnos la sangre”. Pero la izquierda, entendida ésta de forma radical, no puede quedarse parada, enroscada en una defensa numantina que aspire sólo a retrasar el día de la derrota definitiva, ya que tiene que reconocer, aunque le duela, que la estructura actual del Estado del bienestar presenta enormes deficiencias, debido sobre todo, a que no ha sabido adecuarse a las circunstancias del tiempo presente.
Lo que parece claro es que el Estado no puede encargarse de todo, pero también lo es, que la siempre elogiada iniciativa privada, esa que busca en todo momento la rentabilidad en cada una de sus acciones, tampoco se encuentra capacitada, entre otras razones porque no todo puede ser rentable siempre, para hacerse cargo de lo que hasta el momento se depositaba sobre la espalda del Estado. No, pues que es tan absurdo decir que el Estado debe hacerse cargo de todo, como afirmar, que la iniciativa privada, las empresas, deben ser quien lo sustituya. Y aquí es donde la izquierda, donde una izquierda imaginativa debe comenzar a trabajar, ya que entre una propuesta y otra existe un amplio surtido de posibilidades, algunas bastante interesantes, como sería la de apostar por lo que Rifkin denominaba “El tercer sector”, es decir, por la sociedad civil.
Posiblemente la inexistencia en España, aunque también en toda Europa, de una sólida sociedad civil, dinámica y arraigada, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, se deba al poder omnímodo que siempre ha ejercido sobre esas sociedades, el tan denostado por unos y tan aplaudido por otros Estado del bienestar.
Hasta la fecha el Estado se ha encargado de todo, ya que los europeos, basándose en su excepcional sistema político, hemos delegado en él todas las tareas comunitarias importantes, lo que a la larga ha supuesto, que la sociedad civil, o lo que tendría que ser ésta, perdiera toda su musculatura. Se podría decir que en estos momentos, con la proliferación de las organizaciones no gubernamentales, estamos asistiendo a un proceso de revitalización social, en donde parece que la ciudadanía ha comprendido, después de asumir que el Estado no puede estar en todos los frentes, que tiene la obligación de articularse para estar allí donde las actuaciones del Estado no pueden llegar. Pero hay que subrayar el hecho, que las actividades de este tipo de organizaciones, que tan buena crítica poseen, dependen casi en su totalidad de las subvenciones que reciben precisamente de ese Estado, lo que en el fondo significa, que más que organizaciones no gubernamentales, no son otra cosa que para estatales, ya que son utilizadas por el Estado de tapaderas y como instrumentos para justificar su ineficacia.

Martes, 4 de octubre de 2011