11.-
Sobre el caso Bárcenas
Esta
mañana me he levantado con una noticia escandalosa, noticia que si
llegara a verificarse y si este país fuera serio, circunstancia
sobre la que mantengo serias dudas, tendría que suponer “un antes
y un después” en la forma de hacer y de entender la política a la
que tan acostumbrada se encuentra nuestra clase política. Se trata
de un nuevo caso de corrupción, que se quiera o no, afecta al
corazón mismo de nuestro sistema democrático, pues según el diario
“El Mundo”, durante demasiados años, la cúpula dirigente del
Partido Popular ha estado recibiendo sobresueldos, en negro, de
cinco, diez y quince mil euros mensuales, con la sana intención de
que esos suplementos, que al parecer necesitaban quienes lo recibían
para realizar correctamente sus funciones, no tributaran a la
Hacienda Pública. Lo anterior habla a las claras de las
irregularidades financieras de ese partido, y por extensión de toda
la clase política de este país, pero hay que tener cuidado en no
poner el foco de atención sólo en esas cantidades, aunque resulte
bochornoso, ni en los destinatarios de las mismas, sino en la
procedencia de ese dinero y en la forma en que ha sido extraído, lo
que puede dejar al descubierto la podredumbre sobre la que se
asienta el sistema.
El
tema de los sobresueldos, de los sobre de dinero negro, que como
suplementos a los salarios muchos trabajadores reciben mensualmente,
o de forma periódica, es algo desgraciadamente habitual en nuestro
país, lo que evidencia la importancia de la economía sumergida en
el mismo. Ese dinero con que muchas empresas, por no decir todas,
tratan de fidelizar o de premiar a sus mejores empleados, proviene
generalmente de las ventas que realizan sin IVA, y que conforman el
sustento de las denominadas contabilidades paralelas, que todas las
empresas, sí, que todas las empresas llevan a cabo. Por ello, que
alguien reciba sobres con dinero negro es algo que no llama, al menos
demasiado, la atención en un país como España, considerándose
incluso normal, pero que esos sobres lo reciban los políticos, todos
ellos bien pagados con dinero público, provoca o puede provocar, en
momentos en que importantes sectores sociales viven “con la soga al
cuello”, la indignación y la vehemente repulsa de todos los que
observan con interés lo que acontece en nuestra vida pública.
Si
es verdad lo que dicen los titulares de ese “extraño” periódico,
se podrá demostrar a las claras el grado de calidad, ya no tanto de
nuestras instituciones democráticas, sino sobre todo, de la
capacidad de nuestra sociedad para regenerarse del cáncer que hoy
por hoy la corroe, el de la corrupción institucional, que es mucho
más maligno que otros que ya ha padecido, como el del terrorismo,
que todo indica que se ha podido erradicar, o el de los nacionalismos
que hoy parecen poseer más vitalidad que nunca. La calidad de un
sistema democrático, siempre en último extremo habrá que buscarla
en la sociedad que lo sostiene, que es la que tiene que exigir a sus
políticos, a sus representantes, lo que realmente desea, si que
retire la mirada de lo que no quieren por las causas que sean
encarar, o si por el contrario, que afronten con decisión todas
aquellas cuestiones que le indigna y le llena de preocupación. El
problema es que nuestra sociedad, desde hace tiempo parece que ha
delegado sus funciones en manos de una clase política que hace y
deshace a su antojo, desentendiéndose de todo aquello que se
encuentra más allá del ámbito de su privacidad, lo que puede
hacer comprender, debido a la dejación y a la despolitización que
padece, parte de lo que está ocurriendo en este país desde hace
años. Que políticos corruptos sigan siendo votados por la
ciudadanía, consiguiendo incluso mayorías absolutas, como ocurrió
en las pasadas elecciones autonómicas en la Comunidad Valenciana,
dejan poco margen a la esperanza, y hace pensar, que en la cancha de
juego de nuestra sociedad democrática sólo están presentes la
clase política, los grupos mediáticos y la magistratura, destacando
la ausencia en ella de la sociedad civil, que parece que se limita
sólo, y desde la distancia, a observar boquiabierta lo que ocurre a
su alrededor.
Lo
curioso del tema, que me da la sensación que será ocultado por el
mismo medio que lo ha alumbrado, gracias a la caída de algún alto
cargo, es la indiferencia que he encontrado sobre el mismo en casi
todos los que me rodean, lo que me lleva a pensar, en el desinterés
existente hoy por hoy ante lo público, pero también, en el
arraigado desprestigio del que goza la clase política, de la que se
espera todos los desmanes, como si la misma no fueran más que una
maldición que necesariamente se tenga que soportar. Sí, todo parece
indicar que la salida de esta crisis no se saldará, como en un
principio se esperaba, con una catarsis colectiva, sino que bastará
con ciertos movimientos defensivos, y todos tendentes a la galería,
que se realizarán desde el propio Partido Popular, en el que un
sector del mismo se hará con el poder, dando la sensación ante la
ciudadanía, aparte de que la ropa sucia siempre es mejor lavarla en
casa, de que los problemas que hoy tanto se publicitan sólo
consistían en pequeñas disfunciones que sin muchas dificultades han
logrado ser corregidas. De esta forma, y espero equivocarme por el
bien de todos, todo se silenciará gracias a un cierre de filas, y
hasta la próxima, después de que diferentes analistas cercanos a la
derecha en el poder escriban en sus columnas o hablen en las
tertulias en las que participan, que la crisis ha servido para dejar
constancia de la fortaleza del sistema de partidos, y por extensión,
de nuestra democracia.
20.01.13
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