lunes, 22 de abril de 2013

Sobre el periodismo actual, un primer acercamiento



10.- Sobre el periodismo actual, un primer acercamiento

El periodismo está en crisis, en una profunda y devastadora crisis, que trae como consecuencia que la profesión de periodista se encuentre entre las más castigadas por el desempleo. Las causas son diversas, aunque casi siempre se subraya sólo una, la revolución tecnológica que está obligando a cerrar innumerables medios, al tiempo que mantiene a los restantes casi en la más absoluta indigencia. Lo anterior es cierto, pero también lo es, de que gracias a internet, el gran mal para la prensa tradicional, se han abierto innumerables portales, que se quiera o no, han conseguido aportar más pluralidad al tratamiento de las noticias al tiempo que ha hecho posible que más voces salgan a escena. Yo, desde la ignorancia casi absoluta sobre el tema, soy sólo y desde muy joven un devorador de periódicos y también alguien que constantemente trata de estar informado, casi siempre a través de la radio, de todo lo que a mi alrededor va aconteciendo, estoy convencido que el problema es otro, que las nuevas tecnologías lo que han hecho es darle la puntilla a un determinado tipo de periodismo, pero también lo estoy de que no se ha sabido utilizar el potencial indudable que éstas poseen.
El otro día me sorprendió, porque me lo comentó quien me vende diariamente la prensa, el escaso número de ejemplares de periódicos, y cada día que pasa son menos, que realmente se venden, pero sobre todo me llamó la atención el perfil del público que aún los compra, entre los que apenas hay jóvenes, lo que debería de encender todas las alarmas, pues el problema que padece la prensa, y el periodismo en general, puede que no se deba tanto a la crisis en sí, como al escaso interés del contenido de los medios, y lo poco se que se han adecuado éstos a las circunstancias en que hoy vivimos.
Parece que los medios, y no me refiero sólo a la prensa escrita, están empeñados en hacer el mismo producto que hace cincuenta años, cuando afortunadamente todo o casi todo ha cambiado, sin comprender que hoy por hoy, su función esencial no puede ser, como diría aquél, la de ejercer de “notarios de la realidad”, la de sólo contar lo que pasa, pues las noticias, todo lo que sucede, ya las conoce, y con todo lujo de detalles, el que cada mañana se acerca al kiosco a comprar su periódico, o el que se sienta a las nueve a ver el telediario “estrella” de su cadena favorita. No, el público ya no quiere que le repitan y le vuelvan a repetir las noticias más destacadas de cada jornada, porque lo que necesita es algo más, que no es otra cosa que se profundice en esas noticias y a ser posible por profesionales con fundamentos y con firma propia, lo que si se llega a cabo significaría una transformación radical, pero muy necesaria, de parte del periodismo que se práctica en la actualidad, lo que podría hacerlo de nuevo atractivo.
No cabe duda, que aunque se observan cambios importantes, la prensa tradicional, un poco por inercia y un mucho por cabezonería se resiste a morir, creándose una situación de confusión entre lo que fue y lo que sin duda será, lo que se observa con bastante claridad en el fenómeno de las tertulias televisivas o radiofónicas, en donde se puede comprender con claridad que existe un nuevo y un viejo periodismo.
Una de las cuestiones que más llaman la atención, sobre todo en los últimos tiempos, es la excesiva ideologización en la que han caído los medios, y por consiguiente los periodistas más destacados de éstos, o si se prefiere la partidización de los mismos, siendo los periodistas, en muchos casos, los que más han trabajado en la construcción de las barricadas que hoy singularizan a nuestra vida pública. Este hecho, completamente lamentable, ha contribuido, y mucho, al aumento del desprestigio del periodismo, no siendo casual por tanto, que la de periodista y la de político sean las profesiones peor valoradas por la opinión pública. Si se puede hablar, como desde estas páginas he hecho, de los políticos funcionarios, también se puede hablar de los periodistas funcionarios, aquellos que no son más que meros portavoces asalariados de la agenda temática del medio en el que trabajan, que al haber perdido su autonomía, se pliegan por completo, y de forma acrítica, lo que les impide ver la realidad con ojos claros, a los dictados del medio que les paga. Y esto, como ocurre en el caso de los políticos, se observa con demasiada claridad, por lo que su credibilidad se encuentra bajo mínimo.
Hay algo peor que ver y escuchar a un político defendiendo lo indefendible, y es leer y escuchar a un periodista tergiversando los hechos para que estos coincidan con su opinión o con la del medio en la que trabaja, pues mientras esa actitud en el primero es hasta comprensible, al entrar dentro de sus parámetros laborales, en el segundo, en el del periodista, resulta incomprensible y siempre rechazable al estar en contra de todos los principios sobre los que debe basarse su profesión.
Está claro que todo se puede observar desde diferentes perspectivas, que cada hecho, que cada acontecimiento tiene o puede tener muchas lecturas, y que cada visión que se posea y que se muestre dependerá del posicionamiento ideológico desde el que se observe, lo que ante todo es positivo, pues ello da fe de la pluralidad y de la complejidad de nuestras sociedades, pero otra cosa muy distinta es intentar que todo, que absolutamente todo cuadre con los posicionamientos ideológicos que se posean y que nada se salgan de los mismos.
El periodista, el buen periodista, de forma independiente y sin imposiciones de ningún tipo, ni endógenas ni exógenas, debe mostrar los hechos y dar su opinión sobre lo que ve y sobre lo que le llega, apoyándose en sus postulados, sean estos los que sean, sabiendo que sólo así, sin confundir y sin engañar a nadie, podrá mantener su reputación y el de la profesión a la que se debe.

22.12.12

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