3.-
Sobre los empresarios y la crisis
La
crisis es una cruel realidad. Me paso horas delante del televisor o
escuchando la radio, además de leyendo múltiples artículos en la
prensa, para intentar comprender las causas y para conocer los
devastadores efectos de la recesión o de la depresión que estamos
padeciendo, pero desde donde mejor se puede observar y calibrar lo
que realmente está acaeciendo es en la calle, contactando con los
que de verdad, y en sus propias carnes, la sufren y la soportan.
Como me ocurrió hace unos meses en Pino Montano, ayer me encontré
con otra cara de la realidad a la que no se le está prestando la
atención que merece, posiblemente porque no se quiere llamar a las
cosas por su nombre, y es la nefasta actitud empresarial, la funesta
cualificación de una parte muy importante, sí, muy importante de la
clase empresarial realmente existente. En Sevilla no abundan los
grandes empresarios, como tampoco abundan las grandes empresas,
sosteniéndose históricamente el tejido productivo de la ciudad en
lo que ahora se llaman los pequeños emprendedores, que poco a poco,
una vez pinchada la burbuja financiera en la que durante un periodo
bastante prolongado todos hemos vivido, se están dedicando a cerrar
sus empresas, en muchos casos meros chiringuitos, dejando a una
ingente multitud de trabajadores en el desempleo.
Con
lo anterior no quiero decir, aunque la actitud de muchos de ellos
haya sido delictiva, al menos socialmente, que todos han obrado con
mala voluntad, no, lo que quiero decir, es que para la mayoría de
ellos ser empresario no es otra cosa que ganar dinero, y que los
empleados que han necesitado tener, no han sido más que meros
instrumentos para obtener dicho fin, importándoles muy poco las
circunstancias en las que vivían y en las que han quedado una vez
que se han desprendido de ellos. El problema es que nunca han
comprendido el papel social que un empresario debe ejercer,
posiblemente porque nadie le ha explicado la función social que los
mismo tienen que realizar, pero lo cierto es, como ahora se está
demostrando, que no han estado a la altura mínima exigida, siendo
ellos responsables en muchos casos, por su falta de previsión, por
la manera suicida de gestionar sus empresas, de la terrorífica
situación por la que estamos atravesando.
Lo
anterior viene a cuento, porque ayer estuve en el bar en donde
habitualmente paro cuando voy al centro, y el encargado, al que me
une cierta amistad, ya sin tapujos, me comentó la situación que
estaba atravesando él y sus compañeros, situación que le iba a
empujar a abandonar su puesto de trabajo, en el que ya lleva más de
cinco años, para buscar otro en el que al menos le paguen todos los
meses. Tan mal lo está pasando este hombre, y sus compañeros, que
además de llevar más de tres meses sin poder pagar la hipoteca, con
todo lo que este hecho trae consigo, ha tenido incluso que vender los
anillos de boda, el suyo y también el de su mujer, para poder comer.
Se
puede comprender que un empresario no le pague a sus trabajadores
porque las ventas no vayan bien, por problemas puntuales de falta de
liquidez, pero si se observa que el negocio funciona, que la
recaudación, a pesar de la crisis, se sigue manteniendo de forma
aceptable, hay que comprender que algo falla cuando los empleados
llevan meses sin poder cobrar. El problema del bar del que hablo,
desde mi punto de vista uno de los mejores del centro de Sevilla,
sobre todo por su relación calidad precio, es que mientras todo fue
bien, es decir cuando la caja que se hacía diariamente era muy
superior a lo esperado, no había ningún problema, pero que desde el
momento en que la recaudación volvió a la normalidad, a ese treinta
por ciento menos que la realidad imponía, aparecieron todas las
carencias de la gestión que se estaba llevando a cabo.
Aquí,
como en todos los casos parecidos, y tengo alguno muy cercano, el
problema no ha radicado en los trabajadores, ni en la crisis
económica, ni tampoco en la política económica del gobierno, sino
en la nefasta actitud de unos empresarios que no han sabido hacer
sostenibles sus negocios, al estar siempre pensando en el día a día,
o mejor dicho, en cuánto dinero se podían llevar a sus casas cada
día, en lugar de comprender, realizando las previsiones y las
provisiones adecuadas, que no siempre, por aquello de los ciclos, se
podía vivir en el régimen de bonanza económica en el que se había
estado viviendo.
27.09.12
No hay comentarios:
Publicar un comentario