viernes, 23 de noviembre de 2012

Sobre la diada

Sobre la Diada

Ayer se produjo un acontecimiento político de gran envergadura, que sin duda provocará importantes consecuencias a medio plazo, ya que en el Día Nacional de Cataluña, cerca, según todas las fuentes, de un millón de ciudadanos, salieron a las calles de Barcelona para pedir la independencia de Cataluña, sí, directamente la independencia de Cataluña. Sabía, como todos los que estaba medianamente informados sobre el tema, que la concentración sería todo un éxito, y que supondría un antes y un después en la vida política de esa comunidad y de las relaciones de la misma con el Estado español. La masiva manifestación de ayer, por tanto, supuso un hecho histórico, uno de los pocos acontecimientos a los que hemos podido asistir, aunque algunos desde la distancia, en unos tiempos en que lo volátil, en que lo meramente coyuntural monopoliza las primeras páginas de los medios de comunicación. A las nueve, ya sabiendo que la convocatoria había sido un rotundo éxito, me senté delante del televisor con la intención de ver las imágenes y el tratamiento que de la misma daba la televisión pública. En un principio no podía creer lo que veía, ya que la noticia, la más importante desde mi punto de vista en mucho tiempo, era relegada a un quinto lugar en el sumario del telediario estrella de la primera cadena, que encabezaba una visita protocolaria que el primer ministro finlandés había realizado a La Moncloa. Desde un principio comprendí que tal hecho certificaba los nuevos aires que el Partido Popular le había aportado a la televisión pública, que como los cangrejos, dando un paso hacia atrás, se había vuelto a convertir en un medio al servicio de los intereses gubernamentales, pero también, la importancia que ese mismo gobierno le otorgaba al hecho en sí, lo que le obligó a esconder la noticia, o lo que es lo mismo, a no darle la importancia, de cara a la opinión pública, que esa noticia en realidad tenía.
Hace algún tiempo escribí, cuando el Partido Popular llegó con mayoría absoluta al gobierno, que el grave problema al que tendría que enfrentarse el nuevo ejecutivo, además de a los efectos provocados por la crisis económica, sería el ansia separatista con el que el nacionalismo catalán, de forma muy inteligente, estaba impregnando a la sociedad catalana, ya que no veía a ese gobierno capacitado, por su estilo político, por su excesivo nacionalismo españolista, para lidiar con la sutileza necesaria con la denominada “cuestión catalana”, al estar seguro que un problema de tal calibre, que con tanta delicadeza había que sobrellevar, le estallaría entre las manos creando un problema aún mayor del que se encontró. Al parecer y observando lo que ocurrió ayer, si no se toman las medidas adecuadas, y esas medidas necesariamente tienen que ser políticas, “el problema catalán” está a punto de entrar en un nuevo estadio, empujado por la crisis económica que hunde a España, y también a la propia Cataluña, del que difícilmente se podrá volver atrás.
Hay que reconocer que el tema no es fácil, al ser de una complejidad extrema, al conjugarse en él una serie de variables, políticas, sentimentales, económicas, que obligan, o deberían de obligar, a implementar diferentes estrategias al mismo tiempo, con objeto de encontrar el punto de apoyo común, a partir del cual poder articular un nuevo statu quo. Sí, el tema es complejo, sabiéndose sólo a ciencia cierta que hay que afrontarlo, pero que hay que afrontarlo con mucho cuidado, meditando todos los pasos, todos, ya que cualquier error podría resultar fatal. Hay otra cuestión que también se presenta con claridad, y ésta en buena medida hay que achacársela a la crisis económica que estamos atravesando, y es que España para los catalanes, o al menos para un importante número de ellos, ya no representa el futuro, sino un importante lastre del hay que desprenderse. Este hecho, o esta sensación, que puede ser falsa o no, hay que imputársela al nacionalismo, que en lugar de afrontar sus propios problemas, de aceptar su incapacidad para buscar salidas propias a la crisis que ahoga a su comunidad, culpa a España de haber generado dichos problemas.
Posiblemente como ayer mismo dijo un importante, e interesante líder independentista, ya no existe marcha atrás y la independencia de Cataluña, la constitución de un nuevo Estado catalán resulta a estas alturas inevitable. Yo estoy con él, al no creer que en estos momentos se pueda hacer nada por evitarlo, si como parece que ocurre, una amplia mayoría de ciudadanos catalanes apuestan por ella, y que el nuevo marco de la Comunidad Europea puede potenciar y alentar dichos postulados, al igual, aunque es posible que en mayor medida, la debilidad que padece en la actualidad el Estado español. Lo único que puede parar el proceso, lo único, y no eternamente, es la dependencia económica que Cataluña aún padece de España, ya que su industria en buena medida, vive de las ventas que realiza a lo que todavía se llama España.

No hay comentarios:

Publicar un comentario