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Sobre las proclamas independentistas de Artur Mas
El
otro día escuché una entrevista que le hicieron a Artur Mas, en
donde el líder nacionalista catalán dijo algo, que ha pasado
completamente desapercibido, a pesar de que en esas palabras creo que
se encuentra el núcleo de la cuestión, de la cuestión que en
estos momentos mantiene en pie de guerra a todos los que, de una
forma o de otra, participan en el debate político de este país, el
tema de la posible secesión o independencia de Cataluña. Más o
menos, el presidente del gobierno catalán dijo, en unos términos
bastantes orteguianos, que el problema es que en estos momentos
España carece de proyecto, mientras que Cataluña posee uno, uno
ilusionante, el de la independencia, y que por eso, hoy por hoy, tal
proceso resulta inevitable. No sé, no estoy seguro de que esto
último sea cierto, pero de lo que sí estoy convencido, es que
España, como nación, como país, se ha quedado sin proyecto de
futuro, pues parece que de un tiempo a esta parte, vive a expensas de
los vientos dominantes, que son de tal magnitud, que sólo parece que
la conducirán al naufragio definitivo, y en donde el grito de
“sálvese quien pueda”, entre tanto alboroto, es el único que
llega a los oídos de los que estupefactos, contemplamos lo que está
ocurriendo.
Con
todo lo que está cayendo, para colmo, aparece en escena el tema de
la independencia, que a pesar de haber tenido siempre un gran peso y
raigambre en la sociedad catalana, sociedad que para colmo desde La
Transición ha vivido un proceso de catalanización muy inteligente y
de gran envergadura, que poco a poco ha ido anegando todas las
esferas de la vida de dicha comunidad, ha sido instrumentalizado,
está siendo instrumentalizado políticamente en estos momentos por
unos políticos, que en buena medida tratan de ocultar con la bandera
nacionalista, envolviéndose en ella, los graves problemas que están
provocando sus políticas de recortes sociales. La jugada me parece
magnífica, muy propia de los nacionalistas de todas las banderas,
pues éstos, ante problemas de difícil solución, siempre optan por
echarle la culpa a los mismos, a “los otros”, a unos otros que en
esta ocasión sólo podía ser el Estado español, o España, y no
por supuesto, porque ello significaría cavar su propia tumba, las
políticas económicas que emanan de la Unión Europea, o la mala
gestión económica realizada por los propios catalanes, pues no se
puede olvidar, que disfrutan de unos niveles de competencias que son
la envidia de cualquier otra región, o de cualquier otro Estado
federado de los existentes en la actualidad.
No
obstante, el problema catalán, por la propia singularidad del mismo,
por la labor callada que han venido realizando los nacionalistas de
todas las tendencias, algún día tenía que estallar, y como algunos
vaticinábamos lo ha hecho en esta legislatura, posiblemente en el
peor momento para España en su conjunto, pero en el mejor, pues la
coyuntura le es propicia, para los propios nacionalistas. En el peor
para España, porque como he dicho antes, el país se encuentra a la
deriva, al haber perdido el rumbo, el norte hacia el que tiene que
dirigirse, lo que le ha empujado hacia una difícil situación, del
que pocos, muy pocos, observan una salida aceptable a medio plazo.
Desde el advenimiento de la democracia los intereses de España han
estado en todo momento articulados en torno al proyecto europeo que
representaba la Unión Europea, de suerte, que el innegable
crecimiento económico y de calidad de vida que ha conseguido en las
últimas décadas, no cabe duda que se deben al alineamiento, a la
apuesta radical que este país realizó, sin que nadie se opusiera a
ello, posiblemente porque era la única salida factible, por el
Estado Social Europeo, a las políticas de crecimiento y de
solidaridad del mismo, pero en el momento en que éste se ha
colapsado, y a la mala gestión que en muchos casos se ha realizado,
España ha entrado en barrena, demostrando su dependencia, quedando
hipotecada y amordazada en un callejón sin salida. Hasta hace poco
aquí creíamos que “todo el monte era orégano”, y que en todo
momento la Unión tiraría de nosotros, pues tanto para ella como
para nosotros tal dinámica resultaba rentable, pero al haberse roto,
en mil pedazos, el paradigma que hizo posible esa idea, todo se ha
venido abajo, quedado nuestro país atrapado en una crisis económica
de gran envergadura, a lo que se une el desplome de los postulados
ideológicos sobre los que hasta la fecha se había sostenido,
quedando, por tanto, a la deriva, sin fuerzas si quiera para poder
levantar la cabeza para poder reinventarse.
Este
es el problema actual de España, que la crisis que atraviesa todo lo
que significaba el proyecto de la Unión Europea, todo lo que
convirtió a ésta en un modelo a seguir, la ha dejado en la cuneta,
extenuada, sólo a expensas de un milagro que difícilmente se podrá
producir, sin fuerzas ni tan siquiera para mantener cohesionados a
los diferentes territorios que hasta la fecha la conformaban, lo que
puede suponer, a corto plazo, que tenga que refundarse como país,
pues es posible, muy posible que tanto Cataluña como el País Vasco,
opten democráticamente por separarse de ella para entablar su propio
camino. Sí, porque toda la vitalidad de la que en estos momentos
carece España, pueden encontrarlas esas dos comunidades en el
proyecto de convertirse en naciones independientes, pues ambas,
aunque se diga y se repita lo contrario, poseen un potencial
suficiente para ello, sobre todo si logran insertarse sin problemas
en la propia Unión. Posiblemente, por lo anterior, el tema haya que
observarlo desde una perspectiva diferente, lo que creo que sería
mucho más acertado, la que afirma que no es Cataluña la que se va,
o el País Vasco, sino que es la propia España, al haber perdido su
pulso vital, la que va a dejar que ambas comunidades nos abandonen,
para dejarnos sumidos en nuestras preocupaciones de siempre.
25.10.12
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