martes, 29 de septiembre de 2009

Más sobre la crisis y el futuro de la izquierda


ACERCAMIENTOS
(acb.002)

Mas sobre la crisis y el futuro de la izquierda

Sí, parece que la izquierda necesita rearmarse ideológicamente, para después de tantos años, dedicarse, de nuevo, a hacer política de verdad, pero hay una pregunta, que necesariamente hay que realizarse, y que a veces, cuando de sopetón alguien nos la plantea, creemos que con mala intención, lo que en realidad está haciendo es disparar contra nosotros. Esa pregunta, ¿pero de verdad en el mundo en que vivimos hace falta la izquierda?, es la cuestión que hay que abordar en primer lugar, pero de forma sensata, sin voluntarismo, pero sobre todo sin que la fe aparezca por ningún lado, pues partiendo de la contestación que se aporte, y de los argumentos que se pongan sobre la mesa, dependerá en gran medida, no sólo el futuro de lo que hasta ahora se ha denominado izquierda, sino el devenir, y no deseo ser grandilocuente, de nuestras sociedades. Y digo bien, pues la izquierda, a pesar de los profesionales de la misma, que los hay, y que son muchos, no es algo que se limite a lo que es, ya que se trata de una herramienta, que sólo encuentra sentido, y justificación, cuando se aplica en una determinada dirección sobre la estructura del tejido social. De hecho, el mayor problema que en la actualidad padece, es que ha perdido el contacto con la realidad, lo que la ha llevado a convertirse en una triste institución endogámica, que para lo único que se encuentra capacitada, es para recordar su épico pasado y para hace lo posible, y también lo imposible para no desaparecer por inanición.
¿Tiene sentido en la actualidad la izquierda? ¿Tiene sentido en nuestras sociedades desarrolladas? Esta son las preguntas que hay que contestar antes de seguir hablando y polemizando sobre la crisis que padece, y de desarrollar las líneas maestras que consigan revitalizarla, pues si la respuesta es no, lo que habría que hacer, es prepararle un funeral digno, con todos los honores necesarios, y dedicarnos elucubrar sobre otras cuestiones. Como bien dice Suso de Toro, la izquierda siempre se ha sustentado “en intentar cambiar el estado de cosas existentes”, girando siempre sobre dos ejes fundamentales, el de la libertad, pero sobre todo sobre el de la justicia, entendiendo que sin justicia social, y sin igualdad, la libertad, aunque por todas las esquinas se diga lo contrario, se presenta como algo hueco y carente de sentido. La pregunta inicial, por tanto, deriva hacia otra pregunta, ¿existe en nuestras sociedades la justicia social y la igualdad imprescindible para dejar abierta la puerta de eso tan apreciado y tan publicitado como es la libertad? La cuestión no tiene una respuesta fácil, pues hay que reconocer, que la libertad de la que disfrutamos es de una magnitud extrema, ya que al menos en Occidente, existe libertad absoluta, tanto de expresión como de pensamiento, pero esto no significa, y aquí surge el problema, que esa libertad conseguida, y durante tantos siglos anhelada, sea el producto de una justicia social asentada y consolidada, por lo que se podría decir, que disfrutamos de una libertad concedida, que consigue hacernos creer que somos en realidad libres, ya que podemos cada cierto tiempo votar y elegir a nuestros representantes políticos, sean del signo que sean, que podemos ir de aquí para allá sin ningún tipo de restricciones, así como que podemos hablar sobre lo divino y sobre lo humano sin que nadie pueda llamarnos al orden. Vivimos, y creo que de tal hecho no existen dudas, en el mejor de los mundos posibles, ya que no se ha disfrutado con anterioridad de una calidad de vida como la que se posee en la actualidad, lo que nos convierte en unos privilegiados, que en principio deberíamos sentir vergüenza de quejarnos tanto, ya que ningún cercano antepasado nuestro, hubiera imaginado nunca, ni de lejos, el confortable mundo en el que hemos conseguido asentarnos. Lo cierto es que tenemos de todo, que no nos falta nada esencial, sobrándonos innumerables bienes de los que sin ningún problema podríamos prescindir; vivimos en lugares confortables, dotados de todos los equipamientos necesarios e innecesarios, podemos, repito, opinar sin cortapisas sobre lo que deseemos, pero sobre todo, aunque nos quejemos, contamos con más tiempo libre que nunca, más tiempo libre para hacer lo que queramos con él. ¿Tiene sentido entonces, que nos preocupemos para cambiar el actual estado de cosas? No, al menos para la mayoría de la población, que a pesar de las dificultades que encuentra en su quehacer diario, que ni de lejos es un camino de rosas, se encuentra por lo general satisfecha con la vida que lleva, independientemente a que se desee poseer el coche que conduce el vecino, o vivir en una urbanización rodeada de jardines y cercana al Centro Comercial de moda. La realidad, aunque le duela a determinados profesionales de la izquierda, es la que es, y la realidad de la izquierda mayoritaria también, ya que ésta, no ha tenido más remedio que adaptarse a las aspiraciones de la población y en especial a la de su electorado, que no exigen tanto romper con lo existente, como modular o limar, todos aquellos desajustes que dificultan su confortable cotidianidad. Por eso tiene razón Suso de Toro cuando afirma, que si “Europa no tiene otra izquierda es porque no la quiere”, o dicho de otra forma, que Europa, a pesar de los encuentros y los desencuentros que con ella mantiene, tiene la izquierda que necesita, la izquierda que como si de un espejo se tratara, se parece a la mayoría de sus votantes, una izquierda reformista, a veces demasiado reformista, que a lo único que aspira, con un pragmatismo excesivo, es a tapar, casi sin hacer ruido, los desconchones que se van produciendo, y a pasarle una “manita” de pintura a aquellos lugares cuyo deterioro resulta llamativo.
Pero para los izquierdistas, que en ningún caso hay que confundir con el grueso de los votantes de los partidos de izquierda, esa tarea chapucera o de mantenimiento no es suficiente, y tienen razón. Y tiene razón, porque esa nunca ha sido la función de la izquierda, ya que tal rol siempre le ha correspondido a las formaciones reformistas, las que tradicionalmente se han insertado entre la izquierda y la derecha, nicho político o electoral, que guste o no, en estos momentos en toda Europa abandera la socialdemocracia. Por ello, cuando en la actualidad se critica a los partidos socialistas o socialdemócratas, no se está criticando a la izquierda, no, sino a formaciones reformistas, que en lugar de modificar las reglas del juego, lo que hacen, o lo que intentan hacer, es que el escenario del juego, de ese mismo juego y con las mismas reglas, se lleven a cabo en mejores condiciones para todos. Pero también, cuando se critica a esa izquierda que ya no ejerce de izquierda, lo que se está criticando es la inexistencia de la otra izquierda, de la real, tan necesaria como esa “izquierda” reformista que tanto se ataca.

Jueves, 17 de septiembre de 2009

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