34.- Sobre la
crisis del Partido Socialista, 1
De
forma inesperada, ayer, por una decisión de la dirección del PSOE, en la que se
suspendía y se sustituía a la cúpula de los socialistas madrileños, ha podido
estallar, a sólo cien días de las elecciones autonómicas y municipales, la
esperada por inevitable para algunos, guerra civil en las filas socialistas. La
situación del PSOE es difícil, ya que carece de liderazgo y de discurso
político creíble, por lo que no parece que en estos momentos se posicione como
una amenaza seria para la derecha en el poder, al tiempo que una nueva
organización, “Podemos”, le corroe el terreno por la izquierda, lo que le ha
supuesto en la última encuesta del CIS, algo inaudito y preocupante, pasar a
ocupar el tercer puesto en la intención de voto para las próximas, e inminentes, convocatorias
electorales.
Se tenga simpatía o no por el PSOE, hay que
reconocer que aún es hoy, a pesar de la profunda crisis que padece, la
organización central de la izquierda española, por lo que sus problemas
afectan, aunque a veces no se quiera reconocer, al conjunto de esa
izquierda. Desde que el Partido Popular
le ganara las elecciones, por mayoría absoluta, los socialistas no han logrado
levantar cabeza, y no lo han hecho porque no han sido capaces de reconstituirse
como partido, posiblemente por carecer en sus filas de suficientes elementos
regeneradores con fuerza suficiente como poner punto final a una época, y
comenzar otra.
Toda
renovación surge de la lucha, a veces fratricida, entre lo nuevo y lo viejo,
entre las fuerzas que aspiran a articular nuevos escenarios para alcanzar
nuevas metas, y de las que se resisten
al cambio, por lo que para que se produzcan transformaciones reales, en
cualquier ámbito, es fundamental la implantación de una nueva hegemonía, hecho
que no se ha producido en el PSOE, con seguridad por la fuerza del “aparato”,
por el poder de los que instalados en él, han querido dirigir las
transformaciones que creían oportuno, casi todas cosméticas, para que en el
fondo nada cambiase. El PSOE siempre ha sido un partido de liderazgos fuertes,
en donde el férreo aparato organizativo, siempre dócil y sumiso hacia los
dirigentes e implacable con la disidencia, en todo momento se ha encargado de
ahogar a la militancia, de suerte que ésta sólo era un elemento necesario de
cara a la galería, que en todo momento se caracterizaba por aceptar
acríticamente lo que se decidía en los pequeños y oscuros cenáculos desde donde
todo se dirigía. En el fondo éste es el problema del PSOE, un partido que
necesita legitimarse socialmente presentándose como una organización que se
asienta en las necesidades y en las preocupaciones de la ciudadanía, pero que
no cuenta con la fuerza necesaria para ello, al encontrarse a merced de unos cuadros que sólo miran por sus
intereses, que no son otros que los de permanecer a los órganos directivos de partido, que para
colmo están convencidos, que sólo ellos, por su sapiencia, están en condiciones
de presentar las recetas que la sociedad necesita. Ante esta realidad que
siempre se trata de ocultar, el PSOE se presenta ante la opinión pública como
un partido abierto y democrático, en donde sus candidatos son elegidos en
primarias, lo que siempre se publicita como un avance democrático. Pero de lo
que no se habla, es de las dificultades que encuentran los ganadores de esas
primarias, sobre todo cuando no son los postulados por la dirección del
partido, para hacerse con la dirección real del mismo, como hace unos años le
ocurrió a Borrell y ahora le está sucediendo a Pedro Sánchez, que ante las
presiones ante las que se vio y las que se ve sometido, no tuvieron más remedio
que tirar la toalla, o pactar, creo que vergonzosamente, como parece que ha
ocurrido en esta ocasión. Parece que en el PSOE las primarias están bien
siempre y cuando las gane el candidato oficial, aquél que bajo su mensaje
obligado de renovación deje otro implícito, el de que va a respetar el statu
quo existente, siendo Susana Díaz el ejemplo más paradigmático. Susana Díaz
llegó al poder de la agrupación más importante de los socialistas de la mano de
los grandes pesos pesados del Partido, en un momento difícil, prometiendo sacar
al PSOE del marasmo, la confusión, la vergüenza y las críticas que estaba
padeciendo, desde todos los ángulos, por tantos y tantos casos de corrupción,
mostrándose, y siendo presentada, como la gran esperanza blanca del socialismo
español. Pero desde su llegada a la presidencia del gobierno andaluz, y
posteriormente a la secretaría general de su propio partido, no ha hecho nada,
absolutamente nada, tal como se esperaba de ella, para esclarecer y aportar la
luz necesaria para clarificar los casos de corrupción existentes, para identificar a los que ha utilizado en
provecho propio, o en provecho del Partido, el dinero de todos. No ha hecho
nada, salvo “menear la perdiz”, haciéndole un gran favor a los que confiaron en
ella, lo que ha convertido a la socialista sevillana en la gran defensora de la
estructura y del “aparato” profundo del Partido, la política que pese a su
juventud, mejor encarna el viejo estilo de hacer política de los socialistas, y
precisamente por ello, el político, o la política, que más futuro posee dentro
del PSOE a nivel nacional.
Por
todo lo anterior, la crisis del PSOE, la guerra civil que se ha podido iniciar
en sus filas, en la que entran en juego diferentes variables de envergadura, es
de más calado de lo que en principio se podría pensar, y en la que está en
juego el futuro del propio partido.
13.02.15