viernes, 20 de marzo de 2015

Sobre la crisis del Partido Socialista

34.- Sobre la crisis del Partido Socialista, 1

            De forma inesperada, ayer, por una decisión de la dirección del PSOE, en la que se suspendía y se sustituía a la cúpula de los socialistas madrileños, ha podido estallar, a sólo cien días de las elecciones autonómicas y municipales, la esperada por inevitable para algunos, guerra civil en las filas socialistas. La situación del PSOE es difícil, ya que carece de liderazgo y de discurso político creíble, por lo que no parece que en estos momentos se posicione como una amenaza seria para la derecha en el poder, al tiempo que una nueva organización, “Podemos”, le corroe el terreno por la izquierda, lo que le ha supuesto en la última encuesta del CIS, algo inaudito y preocupante, pasar a ocupar el tercer puesto en la intención de voto para las  próximas, e inminentes, convocatorias electorales.
            Se  tenga simpatía o no por el PSOE, hay que reconocer que aún es hoy, a pesar de la profunda crisis que padece, la organización central de la izquierda española, por lo que sus problemas afectan, aunque a veces no se quiera reconocer, al conjunto de esa izquierda.  Desde que el Partido Popular le ganara las elecciones, por mayoría absoluta, los socialistas no han logrado levantar cabeza, y no lo han hecho porque no han sido capaces de reconstituirse como partido, posiblemente por carecer en sus filas de suficientes elementos regeneradores con fuerza suficiente como poner punto final a una época, y comenzar otra.
            Toda renovación surge de la lucha, a veces fratricida, entre lo nuevo y lo viejo, entre las fuerzas que aspiran a articular nuevos escenarios para alcanzar nuevas metas, y de las  que se resisten al cambio, por lo que para que se produzcan transformaciones reales, en cualquier ámbito, es fundamental la implantación de una nueva hegemonía, hecho que no se ha producido en el PSOE, con seguridad por la fuerza del “aparato”, por el poder de los que instalados en él, han querido dirigir las transformaciones que creían oportuno, casi todas cosméticas, para que en el fondo nada cambiase. El PSOE siempre ha sido un partido de liderazgos fuertes, en donde el férreo aparato organizativo, siempre dócil y sumiso hacia los dirigentes e implacable con la disidencia, en todo momento se ha encargado de ahogar a la militancia, de suerte que ésta sólo era un elemento necesario de cara a la galería, que en todo momento se caracterizaba por aceptar acríticamente lo que se decidía en los pequeños y oscuros cenáculos desde donde todo se dirigía. En el fondo éste es el problema del PSOE, un partido que necesita legitimarse socialmente presentándose como una organización que se asienta en las necesidades y en las preocupaciones de la ciudadanía, pero que no cuenta con la fuerza necesaria para ello, al encontrarse a merced de  unos cuadros que sólo miran por sus intereses, que no son otros que los de permanecer  a los órganos directivos de partido, que para colmo están convencidos, que sólo ellos, por su sapiencia, están en condiciones de presentar las recetas que la sociedad necesita. Ante esta realidad que siempre se trata de ocultar, el PSOE se presenta ante la opinión pública como un partido abierto y democrático, en donde sus candidatos son elegidos en primarias, lo que siempre se publicita como un avance democrático. Pero de lo que no se habla, es de las dificultades que encuentran los ganadores de esas primarias, sobre todo cuando no son los postulados por la dirección del partido, para hacerse con la dirección real del mismo, como hace unos años le ocurrió a Borrell y ahora le está sucediendo a Pedro Sánchez, que ante las presiones ante las que se vio y las que se ve sometido, no tuvieron más remedio que tirar la toalla, o pactar, creo que vergonzosamente, como parece que ha ocurrido en esta ocasión. Parece que en el PSOE las primarias están bien siempre y cuando las gane el candidato oficial, aquél que bajo su mensaje obligado de renovación deje otro implícito, el de que va a respetar el statu quo existente, siendo Susana Díaz el ejemplo más paradigmático. Susana Díaz llegó al poder de la agrupación más importante de los socialistas de la mano de los grandes pesos pesados del Partido, en un momento difícil, prometiendo sacar al PSOE del marasmo, la confusión, la vergüenza y las críticas que estaba padeciendo, desde todos los ángulos, por tantos y tantos casos de corrupción, mostrándose, y siendo presentada, como la gran esperanza blanca del socialismo español. Pero desde su llegada a la presidencia del gobierno andaluz, y posteriormente a la secretaría general de su propio partido, no ha hecho nada, absolutamente nada, tal como se esperaba de ella, para esclarecer y aportar la luz necesaria para clarificar los casos de corrupción existentes, para  identificar a los que ha utilizado en provecho propio, o en provecho del Partido, el dinero de todos. No ha hecho nada, salvo “menear la perdiz”, haciéndole un gran favor a los que confiaron en ella, lo que ha convertido a la socialista sevillana en la gran defensora de la estructura y del “aparato” profundo del Partido, la política que pese a su juventud, mejor encarna el viejo estilo de hacer política de los socialistas, y precisamente por ello, el político, o la política, que más futuro posee dentro del PSOE a nivel nacional.
            Por todo lo anterior, la crisis del PSOE, la guerra civil que se ha podido iniciar en sus filas, en la que entran en juego diferentes variables de envergadura, es de más calado de lo que en principio se podría pensar, y en la que está en juego el futuro del propio partido.

13.02.15


viernes, 13 de marzo de 2015

Sobre la consulta catalana

33.- Sobre la consulta catalana

            Cuando comenzó la actual legislatura comenté en estas mismas páginas, que la cuestión más escabrosa a la que el estrenado gabinete tendría que enfrentarse sería el denominado “problema catalán”. Con la crisis económica y los múltiples casos de corrupción, el envite nacionalista, con seguridad, ha sido la cuestión que más páginas ha ocupado en los diferentes medios de comunicación, pareciendo en muchas ocasiones, que la cuestión resultaría insoluble, a lo que ayudaba, y mucho, la actitud del propio Presidente Rajoy, que en lugar de salir a la escena política a defender sus tesis, ha preferido, como en otras muchas ocasiones, mantenerse en un segundo plano viendo, observando el desarrollo de los acontecimientos. Esta es  la táctica habitual del jefe del gabinete, la de no actuar, con la intención de que los problemas que se le vayan presentando se desinflen o pierdan fuelle por sí solos, táctica que en esta ocasión, curiosamente, parece que en un principio le ha dado resultado.
            El pasado domingo, nueve de noviembre, se celebró la esperada, y temida por algunos, consulta electoral. Una consulta extraña, pues la que en un principio se pensaba realizar fue ilegalizada, y que fue controlada desde principio a fin por las fuerzas nacionalistas, cuyos portavoces han afirmado que ha representado un auténtico espaldarazo para sus propuestas. Los diferentes informativos televisivos mostraron esa misma noche, y en los días sucesivos, los rostros sonrientes de los líderes independentistas, mientras que la mayoría de los analistas, diré que progresistas, no se cansaban de avalar esa opinión, lo que dejaba la sensación de que la victoria de los postulados independentistas había sido arrolladora y que nos encontrábamos a un paso, a un solo paso de la secesión de Cataluña del Estado español.
            Tengo que reconocer que me encontraba asombrado, perplejo, ya que no comprendía bien la relación existente entre esa alegría que observaba en los rostros y en las declaraciones de los políticos nacionalistas, entre los análisis que leía o que escuchaba, y los datos oficiales, datos oficiales que difundían con gran algarabía las propias formaciones que habían organizado y verificado la consulta. La verdad es que no comprendía nada. Esos datos objetivamente comunicaban, que sólo había votado un tercio (1/3) del censo electoral que se había elaborado para tal ocasión, en el que curiosamente, para colmo, la edad para poder votar se había rebajado a los dieciséis años. Evidentemente el porcentaje de electores que decidieron ir a votar lo hizo de forma mayoritaria por los postulados nacionalistas, lo que a su vez quiere decir que los partidarios de que Cataluña se convierta en un Estado independiente no perdieron la oportunidad de votar con entusiasmo y masivamente. Por ello no comprendían por qué se reían, si por saber que habían ganado la consulta, algo obvio que pasaría para cualquier persona mínimamente interesada por el tema, o  por el hecho de que sólo uno de cada tres catalanes se había molestado en ir a votar. Tampoco comprendía, y sigo sin comprenderlo, que en los análisis que se realizaban, por analistas de prestigio, no subrayaban el hecho para mí esencial, que dos de cada tres catalanes habían preferido, a pesar del todo el andamiaje publicitario desplegado durante demasiado tiempo, darle la espalda al proceso soberanista propiciado por las fuerzas nacionalistas.
            A pesar de las apariencias, al menos esa es mi opinión, el resultado de la consulta ha representado un rotundo fracaso para los nacionalistas, pues ha dejado en evidencia el porcentaje real de población que apoyan sus postulados, que ni de lejos se ha acercado a ese cincuenta por ciento del que tanto se ha hablado, y eso que la opción contraria, la de mantenerse unida de una forma o de otra al Estado español, apenas ha contado con actores potentes que la apoyaran y que la publicitaran. Demasiadas alforjas para tal corto viaje.
            También escribí hace algún tiempo, creo que después de la primera Diada multitudinaria que se celebró en Barcelona, que era partidario que se celebrara el referéndum con objeto de saber el apoyo real con el que contaban las tesis secesionistas, pues con datos sobre la mesa, con datos fidedignos, siempre es más fácil buscar y encontrar soluciones.
            Ahora parece que todo está más claro al tiempo que más complicado para los que se han embarcado en la opción soberanista, pues ya no pueden seguir ocultándose en unos datos que nadie conocía, o lo que es lo mismo, ya no pueden seguir jugando y especulando con lo que ellos, hasta el momento, denominaban “el sentir mayoritario de la ciudadanía”. Lo curioso del tema, y este hecho también es conveniente subrayarlo, es que la clase política catalana es eminentemente nacionalista, como si no ser nacionalista en Cataluña invalidara a alguien para ejercer la policía en cualquiera de los partidos mayoritarios, y llama la atención, porque a pesar de que los nacionalistas han colonizado las instituciones, los medios de comunicación públicos, el mundo de la  cultura y el sistema educativo, no han podido, y esto sí es de nota, convencer al grueso de la población catalana sobre la bondad de sus propuestas, como a la hora de la verdad se ha demostrado.

13.11.14


lunes, 9 de marzo de 2015

Más sobre la corrupción, y 2

32.- Más sobre la corrupción, y 2

            Me llama la atención que “Podemos” hable de que cuando llegue al poder todos los corruptos caerán, lo que se  ha convertido hasta cierto punto en su lema publicitario, posiblemente porque sepa que la corrupción, o el hartazgo de corrupción que padece la población, que un día sí y otro también tiene que soportar nuevas entregas de este serial interminable, todas vergonzosas, de representantes que se han beneficiado de la situación en la que se encontraban, le puede aportar importantes réditos electorales.
            “Podemos” amenaza, pero de forma independiente a esa amenaza que deja sobre la mesa, no dice nada, o al menos yo no les he oído decir nada, sobre lo que va a hacer para limpiar, pero sobre todo para mantener limpia, en la medida de lo posible, la vida pública del país.
            “Podemos”, por el mero hecho de ser una formación que no está contaminada por su estancia en las instituciones, algo de lo que presume, puede presentarse ante la opinión pública como lo nuevo que se espera y se desea, como la fuerza política que barrerá la corrupción. No creo que a estas alturas nadie pueda negar los efectos regeneradores que ha provocado la irrupción de “Podemos”, organización que desde un principio supo aglutinar para sí el descontento que mostraba un sector mayoritario de la ciudadanía, que se fija más en sus postulados de limpieza democrática, en sus críticas contra la vieja política, que en sus restantes postulados ideológicos, postulados que ahora, calibrando las posibilidades reales con las que se ha encontrado, trata de limar con la intención de convertirse en lo que ellos denominan una formación transversal, lo que no es más que un eufemismo para dejar constancia que su lugar es el centro político, precisamente el lugar desde donde tradicionalmente se ganan las elecciones. Es evidente que “Podemos” puede hacer lo que desee, siempre y cuando deje las cosas claras desde un principio, aunque ciertamente a algunos nos gustaría que siguiera siendo una fuerza eminentemente de izquierdas. Pero parece que sus dirigentes saben lo que tienen que hacer, que no es otra cosa que posicionarse en el lugar en el que se encuentran sus votantes potenciales, que casi todos, no lo olvidemos, carecen de una politización excesiva, por lo que la estrategia que está siguiendo le puede  proporcionar interesantes resultados. Pero este no es el momento de hablar de la vertiente populista de “Podemos”, sólo señalar que populista es el que, en lugar de decirle a sus electores lo que tiene que decirle, dependiendo y siendo coherente con la concepción ideológica que se posea, se limita sólo a acomodarse en lo que dichos electores desean oír.
            La cuestión en estos delicados momentos radica en desmantelar todos los entramados de corrupción existentes, como aspira “Podemos”, tanto como en crear los mecanismos necesarios para evitar que sigan produciéndose. Está claro que los partidos mayoritarios, que no son solamente dos, tratarán por todos los medios a su alcance detener en falso la cascada de acontecimientos que amenaza incluso a su supervivencia, e impedir que un ejército de auditores judiciales entren a saco en sus cuentas como en la de las instituciones públicas que han gestionado durante estos largos años. Lo intentarán con todas sus fuerzas, al tiempo que tratarán de favorecer una especie de amnistía, a partir de la cual se pueda volver a comenzar con el cuentakilómetros a cero. Sin duda esta sería la mejor solución, la mejor solución para la clase política actual, que sólo se podría aceptar por parte de la ciudadanía si esa medida fuera acompañada de otras, que tendrían que pasar necesariamente por un nuevo periodo constituyente que pusiera término al periodo abierto por la Transición. Esto significaría nuevas  leyes y nuevos políticos, ya que los ahora amortizados no tendrían más remedio que abandonar sus funciones al ser productos de un periodo finiquitado. Es posible, aunque duela decirlo, que este país no pueda permitirse un ajuste de cuentas como el que ahora se puede producir, es posible, pero para evitarlo es necesario que se implemente una nueva concepción de lo público, en donde la desconfianza sea el eje central.
            Sí, porque habrá que partir, y la realidad lo ha demostrado, no ya de la buena voluntad de los servidores públicos, sino desde el hecho de que pueden corromperse, para lo cual es fundamental instrumentos de control, eficaces, que eviten en la medida de lo posible esa tentación. Todo servidor público debe saber que se encontrará constantemente vigilado, auditado, ya que su función es la velar por el bien común, por el interés de todos y no la de encontrar beneficios individuales y espúreos, como hasta ahora ha venido ocurriendo con demasiada frecuencia en las actividades que desempeñan. Las denominadas repúblicas bananeras, y España durante un tiempo, en ciertos aspectos, ha sido una de ellas, se caracterizan fundamentalmente por la autonomía de sus dirigentes con respecto a la población que dicen representar, al hecho de creerse independientes e inmunes y autorizados a no tener que dar cuentas a nadie, o como en el caso de este país, sólo a organismos e instituciones a las que se podrían llamar “amigas”.


11.11.14