lunes, 10 de diciembre de 2012

Sobre las proclamas independentistas de Artur Mas

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4.- Sobre las proclamas independentistas de Artur Mas

El otro día escuché una entrevista que le hicieron a Artur Mas, en donde el líder nacionalista catalán dijo algo, que ha pasado completamente desapercibido, a pesar de que en esas palabras creo que se encuentra el núcleo de la cuestión, de la cuestión que en estos momentos mantiene en pie de guerra a todos los que, de una forma o de otra, participan en el debate político de este país, el tema de la posible secesión o independencia de Cataluña. Más o menos, el presidente del gobierno catalán dijo, en unos términos bastantes orteguianos, que el problema es que en estos momentos España carece de proyecto, mientras que Cataluña posee uno, uno ilusionante, el de la independencia, y que por eso, hoy por hoy, tal proceso resulta inevitable. No sé, no estoy seguro de que esto último sea cierto, pero de lo que sí estoy convencido, es que España, como nación, como país, se ha quedado sin proyecto de futuro, pues parece que de un tiempo a esta parte, vive a expensas de los vientos dominantes, que son de tal magnitud, que sólo parece que la conducirán al naufragio definitivo, y en donde el grito de “sálvese quien pueda”, entre tanto alboroto, es el único que llega a los oídos de los que estupefactos, contemplamos lo que está ocurriendo.
Con todo lo que está cayendo, para colmo, aparece en escena el tema de la independencia, que a pesar de haber tenido siempre un gran peso y raigambre en la sociedad catalana, sociedad que para colmo desde La Transición ha vivido un proceso de catalanización muy inteligente y de gran envergadura, que poco a poco ha ido anegando todas las esferas de la vida de dicha comunidad, ha sido instrumentalizado, está siendo instrumentalizado políticamente en estos momentos por unos políticos, que en buena medida tratan de ocultar con la bandera nacionalista, envolviéndose en ella, los graves problemas que están provocando sus políticas de recortes sociales. La jugada me parece magnífica, muy propia de los nacionalistas de todas las banderas, pues éstos, ante problemas de difícil solución, siempre optan por echarle la culpa a los mismos, a “los otros”, a unos otros que en esta ocasión sólo podía ser el Estado español, o España, y no por supuesto, porque ello significaría cavar su propia tumba, las políticas económicas que emanan de la Unión Europea, o la mala gestión económica realizada por los propios catalanes, pues no se puede olvidar, que disfrutan de unos niveles de competencias que son la envidia de cualquier otra región, o de cualquier otro Estado federado de los existentes en la actualidad.
No obstante, el problema catalán, por la propia singularidad del mismo, por la labor callada que han venido realizando los nacionalistas de todas las tendencias, algún día tenía que estallar, y como algunos vaticinábamos lo ha hecho en esta legislatura, posiblemente en el peor momento para España en su conjunto, pero en el mejor, pues la coyuntura le es propicia, para los propios nacionalistas. En el peor para España, porque como he dicho antes, el país se encuentra a la deriva, al haber perdido el rumbo, el norte hacia el que tiene que dirigirse, lo que le ha empujado hacia una difícil situación, del que pocos, muy pocos, observan una salida aceptable a medio plazo. Desde el advenimiento de la democracia los intereses de España han estado en todo momento articulados en torno al proyecto europeo que representaba la Unión Europea, de suerte, que el innegable crecimiento económico y de calidad de vida que ha conseguido en las últimas décadas, no cabe duda que se deben al alineamiento, a la apuesta radical que este país realizó, sin que nadie se opusiera a ello, posiblemente porque era la única salida factible, por el Estado Social Europeo, a las políticas de crecimiento y de solidaridad del mismo, pero en el momento en que éste se ha colapsado, y a la mala gestión que en muchos casos se ha realizado, España ha entrado en barrena, demostrando su dependencia, quedando hipotecada y amordazada en un callejón sin salida. Hasta hace poco aquí creíamos que “todo el monte era orégano”, y que en todo momento la Unión tiraría de nosotros, pues tanto para ella como para nosotros tal dinámica resultaba rentable, pero al haberse roto, en mil pedazos, el paradigma que hizo posible esa idea, todo se ha venido abajo, quedado nuestro país atrapado en una crisis económica de gran envergadura, a lo que se une el desplome de los postulados ideológicos sobre los que hasta la fecha se había sostenido, quedando, por tanto, a la deriva, sin fuerzas si quiera para poder levantar la cabeza para poder reinventarse.
Este es el problema actual de España, que la crisis que atraviesa todo lo que significaba el proyecto de la Unión Europea, todo lo que convirtió a ésta en un modelo a seguir, la ha dejado en la cuneta, extenuada, sólo a expensas de un milagro que difícilmente se podrá producir, sin fuerzas ni tan siquiera para mantener cohesionados a los diferentes territorios que hasta la fecha la conformaban, lo que puede suponer, a corto plazo, que tenga que refundarse como país, pues es posible, muy posible que tanto Cataluña como el País Vasco, opten democráticamente por separarse de ella para entablar su propio camino. Sí, porque toda la vitalidad de la que en estos momentos carece España, pueden encontrarlas esas dos comunidades en el proyecto de convertirse en naciones independientes, pues ambas, aunque se diga y se repita lo contrario, poseen un potencial suficiente para ello, sobre todo si logran insertarse sin problemas en la propia Unión. Posiblemente, por lo anterior, el tema haya que observarlo desde una perspectiva diferente, lo que creo que sería mucho más acertado, la que afirma que no es Cataluña la que se va, o el País Vasco, sino que es la propia España, al haber perdido su pulso vital, la que va a dejar que ambas comunidades nos abandonen, para dejarnos sumidos en nuestras preocupaciones de siempre.

25.10.12

lunes, 3 de diciembre de 2012

Sobre la crisis y los empresarios

3.- Sobre los empresarios y la crisis

La crisis es una cruel realidad. Me paso horas delante del televisor o escuchando la radio, además de leyendo múltiples artículos en la prensa, para intentar comprender las causas y para conocer los devastadores efectos de la recesión o de la depresión que estamos padeciendo, pero desde donde mejor se puede observar y calibrar lo que realmente está acaeciendo es en la calle, contactando con los que de verdad, y en sus propias carnes, la sufren y la soportan. Como me ocurrió hace unos meses en Pino Montano, ayer me encontré con otra cara de la realidad a la que no se le está prestando la atención que merece, posiblemente porque no se quiere llamar a las cosas por su nombre, y es la nefasta actitud empresarial, la funesta cualificación de una parte muy importante, sí, muy importante de la clase empresarial realmente existente. En Sevilla no abundan los grandes empresarios, como tampoco abundan las grandes empresas, sosteniéndose históricamente el tejido productivo de la ciudad en lo que ahora se llaman los pequeños emprendedores, que poco a poco, una vez pinchada la burbuja financiera en la que durante un periodo bastante prolongado todos hemos vivido, se están dedicando a cerrar sus empresas, en muchos casos meros chiringuitos, dejando a una ingente multitud de trabajadores en el desempleo.
Con lo anterior no quiero decir, aunque la actitud de muchos de ellos haya sido delictiva, al menos socialmente, que todos han obrado con mala voluntad, no, lo que quiero decir, es que para la mayoría de ellos ser empresario no es otra cosa que ganar dinero, y que los empleados que han necesitado tener, no han sido más que meros instrumentos para obtener dicho fin, importándoles muy poco las circunstancias en las que vivían y en las que han quedado una vez que se han desprendido de ellos. El problema es que nunca han comprendido el papel social que un empresario debe ejercer, posiblemente porque nadie le ha explicado la función social que los mismo tienen que realizar, pero lo cierto es, como ahora se está demostrando, que no han estado a la altura mínima exigida, siendo ellos responsables en muchos casos, por su falta de previsión, por la manera suicida de gestionar sus empresas, de la terrorífica situación por la que estamos atravesando.
Lo anterior viene a cuento, porque ayer estuve en el bar en donde habitualmente paro cuando voy al centro, y el encargado, al que me une cierta amistad, ya sin tapujos, me comentó la situación que estaba atravesando él y sus compañeros, situación que le iba a empujar a abandonar su puesto de trabajo, en el que ya lleva más de cinco años, para buscar otro en el que al menos le paguen todos los meses. Tan mal lo está pasando este hombre, y sus compañeros, que además de llevar más de tres meses sin poder pagar la hipoteca, con todo lo que este hecho trae consigo, ha tenido incluso que vender los anillos de boda, el suyo y también el de su mujer, para poder comer.
Se puede comprender que un empresario no le pague a sus trabajadores porque las ventas no vayan bien, por problemas puntuales de falta de liquidez, pero si se observa que el negocio funciona, que la recaudación, a pesar de la crisis, se sigue manteniendo de forma aceptable, hay que comprender que algo falla cuando los empleados llevan meses sin poder cobrar. El problema del bar del que hablo, desde mi punto de vista uno de los mejores del centro de Sevilla, sobre todo por su relación calidad precio, es que mientras todo fue bien, es decir cuando la caja que se hacía diariamente era muy superior a lo esperado, no había ningún problema, pero que desde el momento en que la recaudación volvió a la normalidad, a ese treinta por ciento menos que la realidad imponía, aparecieron todas las carencias de la gestión que se estaba llevando a cabo.
Aquí, como en todos los casos parecidos, y tengo alguno muy cercano, el problema no ha radicado en los trabajadores, ni en la crisis económica, ni tampoco en la política económica del gobierno, sino en la nefasta actitud de unos empresarios que no han sabido hacer sostenibles sus negocios, al estar siempre pensando en el día a día, o mejor dicho, en cuánto dinero se podían llevar a sus casas cada día, en lugar de comprender, realizando las previsiones y las provisiones adecuadas, que no siempre, por aquello de los ciclos, se podía vivir en el régimen de bonanza económica en el que se había estado viviendo.

27.09.12