ACERCAMIENTOS
(acb.018)
Sobre
la crisis económica (I)
Después
de la huelga general convocada para protestar contra la reforma
laboral impuesta por el gobierno de la nación, y de unos
presupuestos restrictivos, que aspiran a controlar el déficit
público, a todas luces necesarios, pero que con seguridad
estrangularán aún más el crecimiento económico, se están
llevando a cabo nuevos recortes, como si los anteriores no bastaran,
que amenazan con dejar sin contenido los mecanismos sociales de
cohesión y de solidaridad existentes, o lo que es lo mismo, con
desarticular y neutralizar lo que hasta ahora se ha venido llamando
el Estado del bienestar. Lo que justifican todas estas medidas es el
excesivo endeudamiento que padece el Estado, que al parecer, según
repiten y repiten “los entendidos” en la materia, gasta mucho más
de lo que ingresa, por lo que tiene que pedir constantemente
prestado, a los mercados financieros, importantes cantidades de
dinero para hacer frente a sus obligaciones más inmediatas. El
problema, es que la deuda es tan alta, que dichos mercados además de
pedir unos intereses cada día más elevados, exigen, al desconfiar
de la solidez del país, una serie de condiciones que se están
materializando en las diferentes reformas que se están llevando a
cabo. Sí, el actual gobierno justifica las impopulares medidas que
está aplicando, no ya a cuestiones ideológicas, sino sencillamente
porque se las exigen sus prestamistas. Simplificando, éste es el
grave problema ante el que se enfrenta España y que mantiene a su
sociedad en vilo, pues existe la posibilidad, nada descartable, de
que suspenda pagos, o lo que es lo mismo, a que sea intervenida, lo
que supondría la implementación de medidas mucho más radicales.
La
cuestión es de una gravedad extrema, pues no se observan a medio
plazo salidas a la actual situación, ya que las únicas actuaciones
que se están aplicando son restrictivas, que no sólo no favorecen
una reactivación económica, sino que impiden cualquier tipo de
crecimiento, lo que puede agravar el problema, pues nunca hay que
olvidar las singularidades que distinguen al siempre anémico tejido
productivo de nuestro país. Pero ¿cómo se ha llegado a la actual
situación? Esta es la pregunta que todos nos planteamos, pues es
difícil comprender, cómo es posible que después de un tiempo de
bonanza como el que hemos disfrutado, en el que parecía que “llovían
longanizas”, se haya pasado, y casi de la noche a la mañana, a
otro en el que todo resulta problemático y restrictivo. Una adecuada
contestación a esta pregunta es esencial si se desea comenzar a
aportar soluciones sensatas, que sirvan al menos, además de para
capear de la mejor manera posible la actual situación, para buscar
salidas viables, que definitivamente nos alejen de las circunstancias
que han provocado la crisis actual, y para evitar en el futuro volver
a tropezar con los mismos obstáculos.
La
sociedad española ha disfrutado, durante un periodo de tiempo
bastante dilatado, de un ciclo económico favorable, en el que afluía
con facilidad el crédito, que facilitaba a su vez un crecimiento
posiblemente nunca antes visto en nuestro país. Había trabajo y
dinero en la calle, lo que potenció el consumo, en muchas ocasiones
disparatado, de una población que estaba convencida de que todo
estaba a su alcance, lo que a su vez, acarreaba importantes ingresos
en las arcas del Estado, que obviamente lo empleaba en la
construcción de infraestructuras y en dotar financieramente a los
mecanismos del Estado del bienestar, que poco a poco, se iba
pareciendo más a sus homónimos. Nadie preveía que esta dinámica
se rompiera, pues en el horizonte no se apreciaban nubarrones
preocupantes.
Antes
de estallar la tormenta la situación del país era la siguiente, a
saber, el Estado soportaba una deuda pública casi insignificante,
sobre todo si se la comparaba con la que tenían otros Estados de su
entorno, pero el endeudamiento privado, el de las familias y el de
las empresas, eran de los más elevados de la Unión Europea. A lo
anterior hay que añadir, y este hecho es de una gran importancia, el
que los grandes pilares productivos del país, además del turismo,
eran la construcción y las grandes obras públicas, lo que dejaba al
descubierto, no sólo la fragilidad, sino también la escasa
diversidad y la vulnerabilidad del mismo.
Pero
la tormenta perfecta estalló y en poco tiempo todo se vino abajo. El
excesivo circulante existente, que era el origen de todas las
bondades de lo que estaba ocurriendo, dejó en poco tiempo de fluir,
lo que trajo consigo una disminución, hasta casi su desaparición,
del crédito que se ofrecía, lo que a su vez provocó una brutal
disminución del consumo, el cierre de innumerables empresas y un
aumento significativo y alarmante del desempleo. Paralelamente a
ello, el Estado comenzó a recibir menos ingresos debido a la
recesión que se estaba produciendo y a tener que destinar más
fondos a gastos sociales, como las partidas destinadas a las
prestaciones por desempleo, lo que a su vez le obligó a endeudarse,
con objeto de tener que hacer frente a sus obligaciones en los
mercados de deuda, lo que todo unido, y de forma maléfica, ha dado
lugar a la situación en la que nos encontramos, que bien se puede
comprender que no ha sido gratuita.
Me
sorprende que desde los medios de la derecha, y lo que es peor desde
el propio gobierno, se siga repitiendo, como si la ciudadanía
careciera de entendimiento, que el único causante de la crisis que
asola a nuestra sociedad es el Partido Socialista, cuando es algo
demostrado que asistimos a una crisis global que sobre todo se está
cebando con el mundo Occidental. El hundimiento del entramado
hipotecario en los Estados Unidos, los famosos bonos basuras, dejaron
bajo mínimos la liquidez de importantes bancos europeos, que
optaron, por necesidad, de dejar de prestar dinero barato a los
bancos a los que surtían, entre ellos a los españoles, que no
tuvieron más remedio, a su vez, que reducir sus créditos casi al
mínimo. Sí, la crisis que padece España tiene su origen en su
banca, que en un momento dado, por los motivos antes expuestos, se
encontró sin la liquidez suficiente para soportar o para mantener
todo el entramado que irresponsablemente había creado y aquí es
donde comienza la pescadilla a morderse la cola.
A
estas alturas estoy convencido, que el gran culpable de la crisis que
padecemos, y me estoy refiriendo a España, es y ha sido el sistema
bancario, que durante demasiado tiempo, beneficiándose de la
“alegría” y del optimismo reinante, en una actitud suicida, se
saltó todos los controles existentes, creyendo que sus ansias de
beneficio jamás tendrían límites, y eso a pesar, de que sus
analistas siempre han sido lo más afamados, y los mejor pagados del
país. Pero de forma paralela, también estoy convencido, que la
salida a la actual situación, tiene que pasar necesariamente por la
banca, o lo que es lo mismo, que hasta que las entidades bancarias
españolas no se refloten, pues todas están tocadas, hasta que no
vuelvan a ejercer su función habitual, la de vender dinero a los
particulares y a las sociedades mercantiles, todas las actuaciones
que se lleven a cabo resultarán vanas e insuficientes. Con lo
anterior no quiero decir que algunos de los ajustes, o los recortes
que se están llevando a cabo no sean necesarios, lo que quiero dejar
claro, es que en mi opinión, hasta el momento en que no vuelva a
correr el dinero por nuestras calles y por nuestros comercios,
ninguno de los problemas existentes podrá comenzar a solventarse.
Pero
lo que acabo de dejar por escrito todo el mundo lo sabe, y no sólo
los profanos en la materia como yo, lo que ocurre, es “que
aprovechando que El Pisuerga pasa por Valladolid”, se están
implementando una serie de actuaciones, las más importantes de las
cuales de cariz marcadamente ideológicas, tendentes a adelgazar la
estructura social actualmente existente. Como acabo de decir, es
fundamental de cara al futuro, pues el futuro nunca hay que perderlo
de vista, realizar importantes reformas con objeto de racionalizar y
hacer viable el Estado del bienestar, para dar un paso a partir de
él, y no como se desea, que no es otra cosa que dinamitarlo para
volver a formas pretéritas y menos civilizadas de entender la
sociedad. Hoy en día, tal y como están las cosas, esa forma de
Estado es inviable, pues el coste del mismo es desmesurado, pero
decir que, todos los servicios que lleva a cabo mejorarían gracias a
la gestión privada, que es lo que en el fondo desean algunos,
ocultando intereses inconfesables, resulta descabellado. La cuestión
radica en profesionalizar la gestión pública, hacer comprender a
todos que lo comunitario es de cada uno y que es esencial mirar por
lo propio, cuidar por cada euro que se gasta, al tiempo que
racionalizar cada uno de los servicios que se prestan, podando
aquellos que resulta ineficaces e innecesarios, y darle valor a lo
que merece la pena mantener.
Sábado,
14 de abril de 2012
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