
Acercamientos
(acb.008)
Sobre la revuelta de Egipto (I)
Desde un principio la denominada “revolución egipcia”, por su singularidad me llamó poderosamente la atención, al existir varios elementos que no llegaban a cuadrarme, pero su resolución, que todos observan y festejan como un grandioso éxito, algunos incluso han llegado decir que se trata de un hito histórico a la altura del desmoronamiento del bloque soviético, me ha llenado de dudas, al tiempo que me ha hecho comprender, que en realidad, poco más se podía esperar. Evidentemente no esperaba que se produjera la revolución del proletariado, la auténtica, pero tampoco que se quedara en un golpe del estado del ejército contra sí mismo, con objeto de que todo se mantuviera tal y como estaba, con una única intención de que nada cambiara en la estructura del poder real de aquel país.
Cuando comenzaron a llegar noticias de lo que estaba acaeciendo en Egipto, hubo dos cuestiones que desde un principio me sorprendieron, el escaso número de manifestantes que protestaban en la denominada “Plaza de la liberación”, y la magnífica opinión, que al parecer, dichos manifestantes tenían de ejército, a lo que se unía, lo que desde mi punto de vista ha sido un elemento esencial para que todo acabara como ha acabado, el impresionante despliegue que los medios de comunicación han llevado a cabo, para informar de todo lo que ocurría, o de todo lo que pudiera ocurrir en aquel lugar. Intentaré ir por partes. Egipto cuenta con ochenta millones de habitantes, mientras que su populosa capital acoge a la mitad de dicha población, lo que quiere decir, que las concentraciones en la famosa plaza cairota, a todas luces eran minoritarias, ya que en muy pocas ocasiones, por lo que se ha observado gracias a las cámaras de las diferentes televisiones, llegaron a ser ciertamente multitudinarias, de suerte, que antes de la caída de Mubarak, se dijera lo que se dijera, nunca se pudo contabilizar, a pesar de los deseos de los diferentes reporteros que hasta allí habían llegado desde todas las partes del mundo, la mítica cantidad de un millón de manifestantes (en una ciudad, repito, de cuarenta millones de habitantes). El régimen egipcio, que en todo momento, y esto hay que repetirlo hasta la saciedad, ha estado apoyado por Occidente, ha sido siempre un régimen represivo, un régimen militar, que además de apañar las elecciones de opereta que de vez en cuando organizaba, se dedicaba a reprimir con mano de hierro, a todos aquellos, que por una causa o por otra, se atrevían a criticarlo. Por ello no llegaba a comprender que los manifestantes, al igual que el grueso de la población egipcia que había preferido quedarse en sus casas, respetaran tanto a su ejército, del que al parecer se sentían orgullosos, que para colmo, además de no haber ganado nunca una guerra, era el sostén del régimen contra el que se manifestaban. Ese ejército del que algunos siguen elogiando su papel en el conflicto, hubiera podido desmantelar en poco tiempo lo que estaba ocurriendo, como sin duda hubieran deseado sus altos mandos, pero pronto comprendieron que existía un pequeño problema, el espectacular despliegue que los medios de comunicación, sobre todo occidentales, habían desplegado en la zona, que hubieran desprestigiado al régimen, y de forma absoluta, si hubiera intervenido violentamente contra los que allí se daban cita, sobre todo de cara a la opinión pública de los países que lo sostienen económicamente. Es decir, los manifestantes que se aglutinaban en la ya famosa plaza, que nunca fueron tanto como se nos ha querido hacer entender, estaban salvaguardados, no ya por los vehículos blindados que estaban apostados frente a ellos, sino por el elevado número de reporteros, que con cámaras al hombro, cubrían la información para un mundo siempre sediento de noticias impactantes.
Otro tema que tampoco llegaba a asimilar, eran las reivindicaciones de los manifestantes, que se limitaban a poco más que a exigir la necesidad de que saliera del poder el octogenario presidente Hosni Mubarak, y al desmantelamiento del aparato represivo del régimen, lo que también me pareció desde un principio un objetivo bastante pobre, sobre todo si se tiene en cuenta, o se comprende, que la realidad social egipcia, resulta, al menos para la para la mayoría de su población, a todas luces insoportable. ¿A qué se debía tal hecho? Alguien me comentó que todo estaba motivado por la muerte de las ideologías, algo que evidentemente tarde o temprano lamentaríamos, y que ha dejado a la población, y no sólo por supuesto a la egipcia, sin estructuras teóricas y sin objetivos concretos que alcanzar, aunque creo, que el hecho no es que hayan muerto todas las ideologías, sino que una ideología determinada, el liberalismo radical, también llamado neoliberalismo, se ha encargado de enterrar, a todas las que en un momento determinado pudieran hacerle sombra, por lo que en estos momentos, sus postulados, sus códigos éticos, son los que sin duda alguna, gobiernan sin encontrar oposición alguna, el mundo globalizado en que vivimos. Los postulados básicos de esa ideología dominante, al menos los que publicita, son los de una sociedad abierta en la que cada cual pueda tener acceso, mediante su esfuerzo a un mundo mejor, para lo que es fundamental eliminar cualquier tipo de restricciones, y en donde la libertad, la libertad individual, es su consigna y su bandera a seguir. En principio no hay nada que objetar a tales postulados, que siempre tendrán que ser observado como básicos en cualquier sociedad democrática, pero el problema radica, en que esa ideología sólo se queda en eso, en hablar de libertad, sin profundizar en el hecho de que la libertad es una consecuencia, la consecuencia de una serie de factores y no algo que cae un día del cielo y desde lo que hay necesariamente que partir, como se suele afirmar en casi todos los mentideros. Para ellos, por ejemplo, en el momento en que caiga el régimen autoritario de Egipto, es decir cuando la libertad encuentre acomodo por primera vez en aquellas tierras, la realidad de la ciudadanía de aquel país cambiará por completo. Con toda seguridad, cuando el régimen se desmorone definitivamente se producirán importantes cambios, pero pocas transformaciones se llevaran a cabo que afecten a una mejora en la calidad de vida de los egipcios, y ello se deberá, entre otras cuestiones, a que la estructura económica del país seguirá siendo la misma. Sí, se podrá acceder a mucha más información, a participar en elecciones libres en las que se podrá votar a candidaturas que antes estaban prohibidas, e incluso el poder se encontrará en el mejor de los casos más fiscalizado, pero en el fondo nada cambiará, ya que la presión de la ideología dominante, con todos sus valores, tal como ocurre en los países occidentales, impondrá inevitablemente sus pautas.
Martes, 15 de febrero de 2011
Sobre la revuelta de Egipto (I)
Desde un principio la denominada “revolución egipcia”, por su singularidad me llamó poderosamente la atención, al existir varios elementos que no llegaban a cuadrarme, pero su resolución, que todos observan y festejan como un grandioso éxito, algunos incluso han llegado decir que se trata de un hito histórico a la altura del desmoronamiento del bloque soviético, me ha llenado de dudas, al tiempo que me ha hecho comprender, que en realidad, poco más se podía esperar. Evidentemente no esperaba que se produjera la revolución del proletariado, la auténtica, pero tampoco que se quedara en un golpe del estado del ejército contra sí mismo, con objeto de que todo se mantuviera tal y como estaba, con una única intención de que nada cambiara en la estructura del poder real de aquel país.
Cuando comenzaron a llegar noticias de lo que estaba acaeciendo en Egipto, hubo dos cuestiones que desde un principio me sorprendieron, el escaso número de manifestantes que protestaban en la denominada “Plaza de la liberación”, y la magnífica opinión, que al parecer, dichos manifestantes tenían de ejército, a lo que se unía, lo que desde mi punto de vista ha sido un elemento esencial para que todo acabara como ha acabado, el impresionante despliegue que los medios de comunicación han llevado a cabo, para informar de todo lo que ocurría, o de todo lo que pudiera ocurrir en aquel lugar. Intentaré ir por partes. Egipto cuenta con ochenta millones de habitantes, mientras que su populosa capital acoge a la mitad de dicha población, lo que quiere decir, que las concentraciones en la famosa plaza cairota, a todas luces eran minoritarias, ya que en muy pocas ocasiones, por lo que se ha observado gracias a las cámaras de las diferentes televisiones, llegaron a ser ciertamente multitudinarias, de suerte, que antes de la caída de Mubarak, se dijera lo que se dijera, nunca se pudo contabilizar, a pesar de los deseos de los diferentes reporteros que hasta allí habían llegado desde todas las partes del mundo, la mítica cantidad de un millón de manifestantes (en una ciudad, repito, de cuarenta millones de habitantes). El régimen egipcio, que en todo momento, y esto hay que repetirlo hasta la saciedad, ha estado apoyado por Occidente, ha sido siempre un régimen represivo, un régimen militar, que además de apañar las elecciones de opereta que de vez en cuando organizaba, se dedicaba a reprimir con mano de hierro, a todos aquellos, que por una causa o por otra, se atrevían a criticarlo. Por ello no llegaba a comprender que los manifestantes, al igual que el grueso de la población egipcia que había preferido quedarse en sus casas, respetaran tanto a su ejército, del que al parecer se sentían orgullosos, que para colmo, además de no haber ganado nunca una guerra, era el sostén del régimen contra el que se manifestaban. Ese ejército del que algunos siguen elogiando su papel en el conflicto, hubiera podido desmantelar en poco tiempo lo que estaba ocurriendo, como sin duda hubieran deseado sus altos mandos, pero pronto comprendieron que existía un pequeño problema, el espectacular despliegue que los medios de comunicación, sobre todo occidentales, habían desplegado en la zona, que hubieran desprestigiado al régimen, y de forma absoluta, si hubiera intervenido violentamente contra los que allí se daban cita, sobre todo de cara a la opinión pública de los países que lo sostienen económicamente. Es decir, los manifestantes que se aglutinaban en la ya famosa plaza, que nunca fueron tanto como se nos ha querido hacer entender, estaban salvaguardados, no ya por los vehículos blindados que estaban apostados frente a ellos, sino por el elevado número de reporteros, que con cámaras al hombro, cubrían la información para un mundo siempre sediento de noticias impactantes.
Otro tema que tampoco llegaba a asimilar, eran las reivindicaciones de los manifestantes, que se limitaban a poco más que a exigir la necesidad de que saliera del poder el octogenario presidente Hosni Mubarak, y al desmantelamiento del aparato represivo del régimen, lo que también me pareció desde un principio un objetivo bastante pobre, sobre todo si se tiene en cuenta, o se comprende, que la realidad social egipcia, resulta, al menos para la para la mayoría de su población, a todas luces insoportable. ¿A qué se debía tal hecho? Alguien me comentó que todo estaba motivado por la muerte de las ideologías, algo que evidentemente tarde o temprano lamentaríamos, y que ha dejado a la población, y no sólo por supuesto a la egipcia, sin estructuras teóricas y sin objetivos concretos que alcanzar, aunque creo, que el hecho no es que hayan muerto todas las ideologías, sino que una ideología determinada, el liberalismo radical, también llamado neoliberalismo, se ha encargado de enterrar, a todas las que en un momento determinado pudieran hacerle sombra, por lo que en estos momentos, sus postulados, sus códigos éticos, son los que sin duda alguna, gobiernan sin encontrar oposición alguna, el mundo globalizado en que vivimos. Los postulados básicos de esa ideología dominante, al menos los que publicita, son los de una sociedad abierta en la que cada cual pueda tener acceso, mediante su esfuerzo a un mundo mejor, para lo que es fundamental eliminar cualquier tipo de restricciones, y en donde la libertad, la libertad individual, es su consigna y su bandera a seguir. En principio no hay nada que objetar a tales postulados, que siempre tendrán que ser observado como básicos en cualquier sociedad democrática, pero el problema radica, en que esa ideología sólo se queda en eso, en hablar de libertad, sin profundizar en el hecho de que la libertad es una consecuencia, la consecuencia de una serie de factores y no algo que cae un día del cielo y desde lo que hay necesariamente que partir, como se suele afirmar en casi todos los mentideros. Para ellos, por ejemplo, en el momento en que caiga el régimen autoritario de Egipto, es decir cuando la libertad encuentre acomodo por primera vez en aquellas tierras, la realidad de la ciudadanía de aquel país cambiará por completo. Con toda seguridad, cuando el régimen se desmorone definitivamente se producirán importantes cambios, pero pocas transformaciones se llevaran a cabo que afecten a una mejora en la calidad de vida de los egipcios, y ello se deberá, entre otras cuestiones, a que la estructura económica del país seguirá siendo la misma. Sí, se podrá acceder a mucha más información, a participar en elecciones libres en las que se podrá votar a candidaturas que antes estaban prohibidas, e incluso el poder se encontrará en el mejor de los casos más fiscalizado, pero en el fondo nada cambiará, ya que la presión de la ideología dominante, con todos sus valores, tal como ocurre en los países occidentales, impondrá inevitablemente sus pautas.
Martes, 15 de febrero de 2011
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