44.- Sobre el
flujo migratorio que está padeciendo Europa, 1
Ayer
escuche decir a alguien que la izquierda carecía de un discurso claro sobre un
asunto tan complejo como el del flujo migratorio que se está produciendo en
estos momentos en Europa, un discurso que vaya más allá del “buenismo” y de
propiciar algo tan absurdo en nuestros días como la abolición de las fronteras.
Es posible, y es posible porque tener un discurso mínimamente elaborado
implicaría tener que definirse, lo que provocaría que muchos no estuvieran de
acuerdo con lo que se defina. Definir es delimitar, y amplios sectores de la
izquierda se sienten más a gusto en el “el todo vale” de las indefiniciones,
entre otras razones porque la vida en ese vasto territorio es mucho más
placentera.
Lo
que ha quedado claro con los acontecimientos que están sucediendo, que son de
una gravedad extrema, es que la “fortaleza” europea tiene los cimientos de
barro, y que determinadas imágenes dolorosas, cuando son convenientemente
publicitadas, tienen la capacidad de
conseguir, que desde dentro, se produzca un movimiento a favor de los de afuera
difícil de acallar, lo que en principio habla bien de la opinión pública de la
civilizada Europa.
Pero
resulta evidente que abrir de par en par las puertas no sería la solución, pues
a medio plazo Europa no sería capaz de soportar una invasión como la que se
podría producir, al ser muchos los que ante la posibilidad de poder vivir en
nuestro continente, disfrutando de nuestras condiciones de vida, que sin duda
son las mejores existentes, no dudarían en abandonar sus países para intentar
instalarse con nosotros. Y este es el problema de fondo. Europa está rodeada de
amplias regiones en donde la existencia es difícil de sobrellevar, en donde la
miseria, el hambre, los conflictos armados además de un largo etcétera de
problemas, invitan a peregrinar, aunque sea con lo puesto, hacia los que muchos
siguen pensando que es la tierra prometida.
Poco
se ha reflexionado sobre el problema, el problema que puede suponer el estado
en el que se encuentran esas regiones periféricas para el futuro de la
estabilidad europea, no habiéndose
dudado en ningún momento, de forma irresponsable, incluso en destruir las
estructuras estatales de muchas de ellas, como ha ocurrido en Irak o en Libia,
u observar, impávidos, cómo se destruía la de otro como Siria, sin prever las
consecuencias. Europa, al igual que el resto del mundo desarrollado se ha
limitado sólo a mirar hacia adentro, cuando no hacia otro lado, a regodearse en
su maravilloso ombligo, sin comprender, sin pararse a comprender, como
históricamente ha ocurrido en demasiadas ocasiones, que el problema se
encuentra más allá de sus fronteras.
La
izquierda no es que sólo no tenga un discurso sobre las migraciones, es que no
ha mostrado ningún interés en tenerlo, como tampoco lo ha tenido para todos
esos países, o mejor dicho, para los ciudadanos de esos países, que desde la
miseria y desde la injusticia, observan lo que ocurre o lo que les contábamos
de nuestras “maravillosas” sociedades.
No
cabe duda que lo fácil es no mojarse, opinar sobre todo sin que nada nos
salpique, pero también no aportar propuestas sensatas que puedan solventar un
problema, para limitarnos a criticar y a criticar lo que otros hacen. En estos
momentos, debido a la actitud que se ha mantenido hasta ahora, y sin pérdida de
tiempo, hay que intentar brindarle la protección que reclaman los miles y miles
de seres humanos que se apiñan ante nuestras fronteras, pero paralelamente hay
que trabajar en estrategias que eviten el agravamiento del problema, y hay que
hacerlo de forma decidida. Pero esa estrategia no puede partir de la compasión,
ni de la compasión cristiana ni de la solidaridad de los que tienen buen
corazón, sino desde la culpa, desde una reflexión que desemboque en el hecho de
que gran parte de lo allí está sucediendo se debe al mal hacer de nuestro mundo
en esas regiones, en la explotación sistemática y en la posterior dejadez que
hemos llevado a cabo en esas regiones, a las que hemos dejado ciertamente
aniquiladas y a la deriva.
A
pesar de que siempre se actúa sobre lo inmediato con la intención de aparcar
los problemas, resulta evidente que lo sensato, lo que realmente hay que hacer,
es afrontar radicalmente la causa de los mismos, aquello que ha provocado y que
provoca el problema, y en este caso, no hay duda que la cuestión se encuentra
en las condiciones en las que se encuentran los países de origen, en donde
regímenes ilegítimos cuando los hay, o el caos absoluto como ocurre en la
mayoría de los casos, hacen imposible la existencia en los mismos. Y aquí, aunque por comodidad sólo se miran
los efectos, se encuentra el problema, un problema que tarde o temprano hay que
solventar, y no sólo por los miles y miles de refugiados, sino también, por la
estabilidad de nuestras formas de vida.
12.09.15
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