viernes, 22 de enero de 2016

Sobre el flujo migratorio que está padeciendo Europa, 1

44.- Sobre el flujo migratorio que está padeciendo Europa, 1

            Ayer escuche decir a alguien que la izquierda carecía de un discurso claro sobre un asunto tan complejo como el del flujo migratorio que se está produciendo en estos momentos en Europa, un discurso que vaya más allá del “buenismo” y de propiciar algo tan absurdo en nuestros días como la abolición de las fronteras. Es posible, y es posible porque tener un discurso mínimamente elaborado implicaría tener que definirse, lo que provocaría que muchos no estuvieran de acuerdo con lo que se defina. Definir es delimitar, y amplios sectores de la izquierda se sienten más a gusto en el “el todo vale” de las indefiniciones, entre otras razones porque la vida en ese vasto territorio es mucho más placentera.
            Lo que ha quedado claro con los acontecimientos que están sucediendo, que son de una gravedad extrema, es que la “fortaleza” europea tiene los cimientos de barro, y que determinadas imágenes dolorosas, cuando son convenientemente publicitadas, tienen la capacidad  de conseguir, que desde dentro, se produzca un movimiento a favor de los de afuera difícil de acallar, lo que en principio habla bien de la opinión pública de la civilizada Europa.
            Pero resulta evidente que abrir de par en par las puertas no sería la solución, pues a medio plazo Europa no sería capaz de soportar una invasión como la que se podría producir, al ser muchos los que ante la posibilidad de poder vivir en nuestro continente, disfrutando de nuestras condiciones de vida, que sin duda son las mejores existentes, no dudarían en abandonar sus países para intentar instalarse con nosotros. Y este es el problema de fondo. Europa está rodeada de amplias regiones en donde la existencia es difícil de sobrellevar, en donde la miseria, el hambre, los conflictos armados además de un largo etcétera de problemas, invitan a peregrinar, aunque sea con lo puesto, hacia los que muchos siguen pensando que es la tierra prometida.
            Poco se ha reflexionado sobre el problema, el problema que puede suponer el estado en el que se encuentran esas regiones periféricas para el futuro de la estabilidad  europea, no habiéndose dudado en ningún momento, de forma irresponsable, incluso en destruir las estructuras estatales de muchas de ellas, como ha ocurrido en Irak o en Libia, u observar, impávidos, cómo se destruía la de otro como Siria, sin prever las consecuencias. Europa, al igual que el resto del mundo desarrollado se ha limitado sólo a mirar hacia adentro, cuando no hacia otro lado, a regodearse en su maravilloso ombligo, sin comprender, sin pararse a comprender, como históricamente ha ocurrido en demasiadas ocasiones, que el problema se encuentra más allá de sus fronteras.
            La izquierda no es que sólo no tenga un discurso sobre las migraciones, es que no ha mostrado ningún interés en tenerlo, como tampoco lo ha tenido para todos esos países, o mejor dicho, para los ciudadanos de esos países, que desde la miseria y desde la injusticia, observan lo que ocurre o lo que les contábamos de nuestras “maravillosas” sociedades.
            No cabe duda que lo fácil es no mojarse, opinar sobre todo sin que nada nos salpique, pero también no aportar propuestas sensatas que puedan solventar un problema, para limitarnos a criticar y a criticar lo que otros hacen. En estos momentos, debido a la actitud que se ha mantenido hasta ahora, y sin pérdida de tiempo, hay que intentar brindarle la protección que reclaman los miles y miles de seres humanos que se apiñan ante nuestras fronteras, pero paralelamente hay que trabajar en estrategias que eviten el agravamiento del problema, y hay que hacerlo de forma decidida. Pero esa estrategia no puede partir de la compasión, ni de la compasión cristiana ni de la solidaridad de los que tienen buen corazón, sino desde la culpa, desde una reflexión que desemboque en el hecho de que gran parte de lo allí está sucediendo se debe al mal hacer de nuestro mundo en esas regiones, en la explotación sistemática y en la posterior dejadez que hemos llevado a cabo en esas regiones, a las que hemos dejado ciertamente aniquiladas y a la deriva.
            A pesar de que siempre se actúa sobre lo inmediato con la intención de aparcar los problemas, resulta evidente que lo sensato, lo que realmente hay que hacer, es afrontar radicalmente la causa de los mismos, aquello que ha provocado y que provoca el problema, y en este caso, no hay duda que la cuestión se encuentra en las condiciones en las que se encuentran los países de origen, en donde regímenes ilegítimos cuando los hay, o el caos absoluto como ocurre en la mayoría de los casos, hacen imposible la existencia en los mismos.  Y aquí, aunque por comodidad sólo se miran los efectos, se encuentra el problema, un problema que tarde o temprano hay que solventar, y no sólo por los miles y miles de refugiados, sino también, por la estabilidad de nuestras formas de vida.

12.09.15



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