jueves, 21 de noviembre de 2013

Anotaciones sobre el cierre de la Television Pública griega, y 2

16.- Anotaciones sobre el cierre de la Televisión Pública griega, y 2
 
A pesar de que pueda parecer un contrasentido, no tengo ningún inconveniente en afirmar, después de decir que no pasaría absolutamente nada si desaparecieran del mapa audiovisual, o si se cerraran tal y como ha ocurrido en Grecia las diferentes televisiones públicas, que socialmente resultan necesario su existencia, pero eso sí, con un formato y con unos contenidos radicalmente diferentes de los que hoy en día poseen. Unas televisiones públicas que aspiren a algo más que a entretener, desde la banalidad, a una audiencia que se conforma, de forma acrítica y sin pedir nunca demasiado, con la programación con la que se encuentran, con una programación intercambiable, porque es similar, con la que ofrecen las restantes televisiones generalistas privadas. Sí, estoy convencido que es necesario la existencia de una Televisión Pública, que en lugar de dedicarse a competir con las privadas tenga una función diferente, la del servicio público, la de sin caer en el aburrimiento, aborde aquellos otros temas, que en principio, carecerían de la audiencia necesaria para que se interesen por ellos las otras emisoras, que evidentemente tienen siempre que estar pendientes de sus cuentas de resultados, y por tanto, del número de espectadores que cada día sintonicen su programación. Parece evidente que la lucha por la audiencia, despiadada siempre, ha dejado demasiados huecos sin cubrir, lo que convierte a la pluralidad real existente, esa de la que tanto se enorgullecen nuestros políticos, en una pluralidad disfuncional, en la que, a pesar del amplio abanico de posibilidades que teóricamente se ofrece, al final sólo se puede elegir lo mismo, aunque el pelaje de la apariencia trate de ocultar la realidad.
Pero no se trata sólo de ocupar los amplios y cada día más escandalosos huecos que van dejando sin atender los diferentes medios de comunicación, al no interesarse por ellos debido a su escasa rentabilidad, sino llevar a cabo una pedagogía que intente inocular una serie de valores sociales, o comunitarios, al tiempo que compensar los desequilibrios, por no decir los estragos, que las implacables dinámicas del mercado están provocando. El Estado tiene la obligación, a la par que proteger a la iniciativa privada, de tratar de evitar, mediante diferentes acciones, que esa iniciativa privada, siempre pendiente de sus legítimos intereses, provoque acusadas asimetrías que puedan afectar al correcto funcionamiento de “la nave social”. La Televisión Pública, dado su innegable poder, puede convertirse en el instrumento adecuado para que desde el Estado, se puedan introducir los correctivos necesarios, para que por ejemplo, todo aquello que no sea en principio rentable económicamente, o que pueda resultar poco rentable, siga teniendo un protagonismo, o para potenciar mediante una programación adecuada, valores y contenidos esenciales para la propia salud democrática, como la actitud crítica, que poco a poco va quedando difuminada, domesticada y menguada debido a la criminal, sí, a la criminal estandarización cultural que desde hace tiempo venimos padeciendo.
Aunque sólo sea por lo anterior, la necesidad de una Televisión Pública solvente, independiente e intervencionista resulta evidente, pues el protagonismo desmesurado que muestran determinados actores públicos, que no se cansan de demostrar su inmenso poder, sobre todo aquellos vinculados a los intereses espureos del capital, están configurando un nuevo tipo de sociedad en la que se están imponiendo una serie de valores, gracias a los cuales, amplios sectores de la misma, están quedando apartados de los centros de poder, convirtiéndose en meros oyentes o en simples espectadores de lo que ocurre a su alrededor. La apolitización y la “monoculturalización” extrema que se está implantando, debido al discurso hegemónico que afirma que sólo existe una forma de entender lo social, y que es el grave problema al que nuestras sociedades avanzadas se enfrentan, sólo puede ser contestado desde la diversidad real, desde los arraigados y trabajados fundamentos sobre los que tienen que apoyarse las diferentes opciones existentes, que tienen que ser favorecidas desde un poder público que controle con objetividad las normas del juego democrático, que en muchas ocasiones, para evitar que queden neutralizadas, debe pasar por favorecer a aquellas opciones minoritarias que cuentan con escaso margen de maniobra.
En este escenario, con objeto de evitar el predominio absoluto de opciones ideológicas concretas, o lo que es lo mismo de determinadas opciones culturales que aspiren a controlar de forma omnímoda todo el entramado social, tiene un papel esencial “lo público”, que, por ejemplo, desde los medios de comunicación que controle, en un momento histórico en el que la comunicación es esencial, se dedique a “distribuir el juego”, con la intención de intentar evitar que se atrofie definitivamente el cuerpo social que soporta y hace creíble al propio sistema democrático.
Dicho lo cual sólo me queda por decir, que las televisiones públicas actuales, tal y como están concebidas, carecen de sentido ya que están controladas, al ser entendidas como vectores estratégicos por los poderes dominantes, pero también, que la existencia de dichos medios públicos si están controlados democráticamente, son esenciales, si a lo que aspiran es a mantener y a sostener unas sociedades libres, plurales y por supuesto democráticas.

23.06.13