lunes, 9 de septiembre de 2013

Sobre la sociedad y las instituciones

14.- Sobre la sociedad y las instituciones

Se puede decir ya con toda seguridad, de forma independiente a los factores externos que han generado la crisis económica que hoy padecemos, que los controles democráticos, que se articularon en torno a las instituciones existentes, ideados para salvaguardar al sistema, han fallado de forma estrepitosa, lo que ha hecho posible que los efectos de la misma, que hubieran podido controlarse con relativa facilidad si todo hubiera funcionado correctamente, se hayan multiplicado de forma exponencial hasta llegar a poner en peligro al propio sistema democrático, por no hablar ya de la sociedad a la que éste ampara. Sí, todo hubiera podido quedar bajo control en un tiempo razonable y con unos costes asumibles, pero las primeras oleadas de la crisis dejaron al descubierto que gran parte de los cortafuegos construidos se encontraban dañados, o lo que es lo mismo, que no estaban funcionado correctamente, lo que ha permitido que los destrozos sean muy superiores a los imaginados incluso por los analistas más pesimistas. Por ello, ahora esta sociedad tiene que enfrentarse a dos problemas, a las consecuencias directas de la crisis, como el elevado número de desempleados que a causa de ella han quedado en la cuneta, y la institucional, que se quiera o no, va a tener que obligar a que se tenga que realizar una profunda reflexión sobre la función que debe realizar cada institución, además, y esto es extremadamente importante, de la forma en que cada una de ella se tiene que gobernar, pues el problema que ha ocurrido es que dichas instituciones no han sido gestionadas adecuadamente.
En principio las culpas recaen, todas, en la clase política de este país, que sin problemas de consciencia, se ha dedicado a colonizar en beneficio propio, y de forma depredatoria, todas y cada una de las instituciones que ha ido encontrado a su paso, actitud que ha conseguido esterilizar dichas instituciones para las diferentes funciones que tenían que desempeñar, lo que ha impedido que saltaran las alarmas en el momento en que tuvieron que saltar. Ante este hecho, fehaciente y sobradamente acreditado, algunos echamos de menos la existencia de una sociedad civil potente, capacitada gracias a su militancia y a su compromiso para controlar a esa clase política en dos frentes, el de obligarla a cumplir con sus deber, y en el de supervisar que no se dedique a ocupar espacios sociales que no le corresponden, como aquellos ideados para verificar las actuaciones de la propia clase política. Pero esa sociedad civil desde hace tiempo se encuentra neutralizada, desactivada, retirada a sus ámbitos privados, sin interés alguno por asomarse a la plaza pública, y de este hecho, todo hay que decirlo, tiene la culpa la propia clase política, que en lugar de llevar a cabo una pedagogía tendente a politizar la sociedad, se ha dedicado de forma sistemática a hacer todo lo contrario, con objeto de que la política quedara sólo en sus manos, alejando a la sociedad de la misma.
Soy de los que opinan que parte de lo ocurrido, se debe a la desafección de la ciudadanía hacia la política, y no me refiero a la política partidista, que ha dejado las manos libres a los partidos y a sus funcionarios para hacerse cargo de todos los puestos de mando de nuestras sociedades, sin que se comprendiera, que los partidos, en primer lugar siempre tienden a mirar por sus intereses, dejando para un segundo lugar, o para un tercero, todas aquellas cuestiones por las que dicen trabajar. El paisaje después de la batalla resulta demoledor, dejando al descubierto cómo la instrumentalización de las instituciones, por parte de los diferentes partidos, para lo único que ha servido ha sido para debilitar al sistema, sin que ello haya supuesto la quiebra de dichas formaciones, que siguen gobernando como si nada, como si absolutamente nada hubiera ocurrido. Estoy completamente convencido que gran parte de lo que estamos padeciendo, como la quiebra real de parte del sistema financiero y el excesivo endeudamiento familiar, se debe precisamente a la dejadez mostrada por los organismos de control, en este caso el Banco de España, que de forma criminal prefirió mirar hacia otro lado, en lugar de alertar sobre lo que estaba ocurriendo. Por ello, como se ha demostrado, dejar la política sólo en manos de los políticos es una estrategia suicida, pues los representantes políticos que controlan las diferentes instituciones tienen que ser controlados, y en corto, por la propia sociedad civil, lo que tiene que obligar a ésta a tener que realizar un esfuerzo que en la mayoría de las ocasiones no está dispuesta a realizar.
Evidentemente, como dice Ruíz Soroa, no contamos en España con reservas de ciudadanía para que pueda realizarse ese control de los partidos y de sus aparatos, pero hasta que esto no ocurra, y esto hay que tenerlo presente, todo el poder quedará en manos de esos mismos partidos, ya que entre ellos ocultarán lo que tengan que ocultar y dejarán al descubierto sólo aquello que deseen enseñar. La aspiración de Ruíz Soroa de una democracia sin ciudadanía, de un sistema democrático sólo sustentado por la vigilancia que se realicen entre sí las diferentes instituciones se precipita hacia el idealismo más absoluto, pues mientras el escenario público esté controlado por los partidos políticos, esas instituciones cerraran los ojos ante todo lo que ocurra que no les convenga a quienes las controlan.
La regeneración democrática que tanto se necesita y que tanto se proclama, o se realiza desde un compromiso social a gran escala, en donde la movilización social sea una realidad, o sólo se quedará en una estrategia de cara a la galería diseñada por aquellos que aspiran, a pesar de sus tremendos errores, a seguir manteniéndose en el poder.

17.05.15

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