ACERCAMIENTOS
(acb.019)
Sobre
la crisis económica (y 2)
Estoy
convencido que el grave error de los socialistas no ha sido su forma
de gestionar la crisis, que al fin y al cabo, con matices de cara a
la galería, es la misma que la que está llevando a cabo el actual
gobierno, o que hubiera sido la misma si le hubieran dejado más
tiempo en el poder, sino su forma de comportarse ante lo público. El
Partido Socialista no ha sabido y no ha querido hacer una pedagogía
de lo público, al igual que tampoco ha subrayado, en sus diferentes
mandatos, la importancia de la austeridad, dando a entender con su
comportamiento, que el Estado era un lugar en donde se puede medrar y
que la riqueza es una virtud a la que todos tenemos que aspirar. El
Partido Socialista, como dije hace poco, ha querido, desprendiéndose
de sus señas de identidad, ser sólo un Partido más, un Partido al
uso, cuyo objetivo no era otro que la toma del poder y su
mantenimiento en el mismo, lo que le ha originado gran número de
enemigos incluso dentro de las filas de la propia izquierda.
Pero
en estos momentos difíciles, en el que los mercados exigen y exigen,
es importante saber qué es lo que hay que hacer, pues no basta, como
se está demostrando, que se haga sólo lo que esos mercados
demanden, ya que los intereses de los mismos no coinciden, ni de
lejos, con los intereses de la ciudadanía. Hay que tener la cabeza
fría y mantener en todo momento presente qué es lo que se desea, y
cuáles son las posibilidades reales de hacerlo posible.
Indudablemente, como un inteligente y bien informado observador dice
continuamente, no hay dinero, y que por eso hay que vender de forma
constante tanta deuda pública, ya que el Estado carece de liquidez
incluso para pagar las pensiones. Cierto, no hay dinero, por lo que
es fundamental aligerar el gasto, pero hay que tener presente, que
esos recortes en inversiones y en cuenta corriente que hay
necesariamente que llevar a cabo, no pueden asfixiar definitivamente
a la economía, ya que entonces es cuando nos estaremos condenando de
cara al futuro. Se están realizando todos los recortes posibles y
algunos más, y pese a ellos, como no se observan mejoras, la prima
de riesgo sigue subiendo y subiendo, al tiempo que la desconfianza
por “la marca España” se acrecienta, no ya porque el pulso sea
débil sino porque es casi inexistente. La dinámica que se está
llevando a cabo es infernal, pues cuando más avanza la desconfianza
mayores son los recortes, y contra mayores son los recortes, menor es
el crecimiento.
Así,
por tanto, no se puede continuar, pues con este ritmo que nos
imponen, la deuda y los intereses que ella genera, crecerá y
crecerá, aumentando los beneficios de los especuladores y obligando
al país a que sea rescatado definitivamente por la Unión Europea,
lo que aparte de poner en riesgo el futuro del euro, pues con
seguridad después caerá Italia, tendrá consecuencias sociales de
gran calado.
Ante
tal situación hay cuestiones que no llego a entender, como por
ejemplo, la de que el propio capitalismo avanzado tire piedras sobre
su propio tejado, estrangulando el consumo de un país, un consumo
que siempre ha sido el corazón del propio sistema, en beneficio de
unos intereses a corto plazo, que sin duda, que sin duda se le
volverán en su contra a la vuelta de la esquina, ni tampoco, la
necesidad que tiene por desestabilizar sociedades, hasta hace poco
completamente asentadas, que no dudaban convencidas de beber en su
mano. No cabe duda, que este capitalismo, que este nuevo capitalismo
conducido y capitaneado por el sector más radical del liberalismo, a
pesar de creérselas todas consigo, dando muestra de una autoestima
suicida, aunque en principio gane todas las batallas, caerá víctima
de su propia prepotencia.
Pero
ahora lo importante es saber si es posible salir de la actual
situación, si existen estrategias, por muy alambicadas que éstas
sean, que puedan posibilitar que el actual panorama se modifique, con
objeto de que se consiga retomar una senda de crecimiento sostenible
y aceptable que devuelva la confianza a unas sociedades cada día más
alicaídas. Quiero ser optimista, no porque crea que una movilización
ciudadana pueda forzar al sistema para que éste modifique su rumbo,
ni porque estime que los políticos, sabedores de los problemas que
padecen sus representados, se coaliguen entre sí, con la intención
de proponer nuevas alternativas que puedan conducir a una nueva
etapa, no, soy optimista porque creo que el capitalismo, si aún le
queda algo de lucidez, no llegará a suicidarse.
Sí, soy optimista, porque creo, porque estoy convencido que el
capital no especulativo, el que se basa y desea seguir basándose en
sus prácticas tradicionales y para el que es esencial la cohesión y
la solidez de las sociedades sobre las que se asienta, no tendrá
más remedio que recobrar la cordura, imponiéndoles a los políticos
la necesidad, la urgente necesidad, posiblemente a última hora, de
dar un golpe de timón. Un golpe de timón que será esencialmente
político, y que deberá sustentarse sobre dos vectores, el
aplazamiento de la deuda existente y una importante inyección de
circulante.
En
el caso español, que es posiblemente el más preocupante, la
atención hay que centrarla hoy en el sistema bancario, un sistema,
que en contra de lo que se nos había vendido, y debido esencialmente
a los efectos de la burbuja inmobiliaria, se encuentra a un paso de
la bancarrota, lo que le impide poner dinero en la calle para alentar
una actividad económica normal. Siempre, al menos desde que se
realizó la reestructuración bancaria después de la transición, a
cargo evidentemente del erario público, se ha repetido en todos los
escenarios, siempre con orgullo, que la banca española era un modelo
a seguir, que su solidez y su soltura estaba demostrada y que no
existía ningún peligro de que el tsunami de la crisis financiera
global acabara con ella. Pero no, como se ha demostrado el sistema
bancario español se encuentra extremadamente debilitado, debido
sobre todo, a sus suicidas prácticas inmobiliarias, que lo mantiene
con una deuda colosal, de suerte, que la abultada deuda privada
existente en nuestro país, deuda que según los expertos es el grave
problema del mismo, se encuentra “bancarizada”, es decir, en
poder de la banca. Una banca que muestra unos balances ficticios, ya
que su oceánico activo inmobiliario no se encuentra actualizado, y
que de vez en cuando, cuando consigue algo de liquidez, por ejemplo
del Banco Central Europeo, no tiene más remedio, entre otras razones
porque le resulta rentable, que acudir al rescate de la deuda del
Estado.
Como
apunté con anterioridad, para hacer frente a la deuda que padece el
Estado, a la deuda y a los intereses que genera ésta, que
comparativamente no es tan elevada como cotidianamente se repite, es
fundamental que la sociedad recobre su pulso económico normal, pero
para que esto sea posible, es esencial que la banca cumpla con su
función. Pero desde hace ya bastante tiempo, ese círculo virtuoso
se encuentra encasquillado, precisamente por falta de liquidez.
En
fin, y resumiendo, para que pueda salir el país del oscuro pozo en
el que se encuentra, es esencial, imprescindible que se produzcan
varios hechos, todos ellos dificultosos, pero no imposibles. Que
exista una voluntad política, a nivel europeo, de parar la
especulación que en estos momentos sacude a la deuda soberana
española, que sólo será posible si el BCE compra masivamente esa
deuda cuando salgan a los mercados, y que esa misma entidad, inyecte
el dinero necesario para reflotar al sistema bancario español, con
objeto de que éste inyecte el circulante necesario que nuestra
sociedad necesita para comenzar a respirar. Paralelamente, ya a
nivel doméstico, es fundamental que se lleve a cabo unos acuerdos
políticos de envergadura, una especie de nuevos “Pactos de la
Moncloa”, gracias al cual, y de forma consensuada, se afronte con
la adecuación de la estructura del Estado y del sistema productivo
español, a las necesidades que exigen la actual coyuntura.
Sábado,
14 de abril de 2012