viernes, 11 de marzo de 2011

Sobre la revuelta de Egipto (y II)


ACERCAMIENTOS
(acb.009)

Sobre la revuelta de Egipto (y II)

Se ha hablado, y mucho, de las causas que han provocado la revuelta, así como del estancamiento de un régimen, que ni siquiera era capaz de aportar perspectivas viables de futuro a su población, y al hecho de que ésta, gracias a los instrumentos que la propia globalización ponía en sus manos, en donde internet y las redes sociales han tenido un peso decisivo, tomó consciencia de la situación en la que vivía bajo ese régimen. Se ha comentado en un artículo sí, y en otro también, que la juventud, que es el sector social mayoritario en toda la región, no podía aguantar por más tiempo la situación, y que ha sido ella, la que se ha lanzado a la calle exigiendo soluciones a sus problemas, pero se ha hablado poco, de lo limitada que eran sus aspiraciones, lo que en otro contexto histórico diferente hubiera llamado mucho más la atención. Creo que este hecho se debe a que la cultura que emana de la globalización, evidentemente nada revolucionaria, es la que ha alentado la revuelta, exigiendo un cambio en la forma de gobernar en lugar de una transformación radical del sistema, lo que queda demostrado con la solución, que al parecer ha contentado a todos, que se ha aportado al problema.
Sí, la revuelta se neutraliza en el momento en que el ejército mueve ficha, no afortunadamente contra los manifestantes, sino contra el que hasta ese momento había sido su máximo representante, el presidente de la república, y haciéndose cargo la cúpula militar del poder después de prometer elecciones libres para dentro de unos meses, en un proceso que ella mima supervisará, según sus declaraciones, para velar por la limpieza de dicha transición a la democracia. Ante tal hecho, los manifestantes vuelven a sus casas con la sensación, de haber obligado a que la historia diera un paso hacia delante, al tiempo que las cancillerías de todo el mundo, sobre todo la israelí y la estadounidense, después de algunos días de zozobra, pudieron descansar tranquilas con una sonrisa en el rostro, con el convencimiento, que la famosa receta de Lampedusa, siempre es la mejor solución ante cualquier conflicto que se presente.
Sí, el ejército que siempre ha sido la columna vertebral del régimen, como dije al principio, se ha dado un golpe de estado a sí mismo con el beneplácito de las potencias que siempre lo han financiado, pero no al estilo del portugués, en la famosa e inolvidable revolución de los claveles, en donde las nuevas generaciones de militares se alzaron, cansados de las condiciones en las que tenían que llevar a cabo su labor, contra sus instalados y reaccionarios altos mandos, sino con un estilo sibilino, haciendo desaparecer a su máximo dirigente hasta ese momento, con objeto de que la alargada sombra y el desprestigio de éste, no acabara contaminándolos a ellos también. De todas formas, la toma del poder de la cúpula militar no es más que lo mismo, lo que se puede constatar en el hecho, que Tantaui, el responsable del ejército, alguien que siempre ha sido tildado como reaccionario, por la fidelidad a quien ha depuesto era calificado como “el perrito de Mubarak”. Por ello, creo que si alguien ha actuado de forma inteligente en este proceso, evaluando todas las variables y escuchando todos los consejos, sin mancharse las manos hasta el último momento, sobre todo porque la situación siempre estuvo controlada, ha sido el ejército, que indudablemente pase lo que pase se mantendrá en el poder, con toda seguridad siguiendo el modelo turco, o lo que es lo mismo, como el valedor de un sistema que se sustenta en él y sobre los intereses que representa.
Lo que parece claro es que a medio plazo nada cambiará en Egipto, al menos nada esencial, pues se instaurará un sistema democrático, gestionado con toda seguridad por personalidades recicladas del antiguo régimen y vigilado atentamente, para que nada se salga de cauce por los militares. Pero también con seguridad, el desencanto se apoderará de los que con tanta alegría aplaudieron la marcha de Mubarak, cuando comprueben lo poco que ha cambiado su realidad. Este hecho, al que se une la inexistencia de una oposición articulada y un posible estancamiento de la economía egipcia, que necesita unos índices de crecimiento elevados para sacar de la pobreza a su población, puede que le abra las puertas a un sector moderado de “Los hermanos musulmanes”, que a imagen y semejanza de sus correligionarios turcos, podrían hacerse en un periodo relativamente breve de tiempo con el poder, aduciendo que ellos son los únicos que pueden aportar las soluciones que necesita la población, lo que tampoco debería alarmar a nadie.
El problema no es que Egipto deje de ser ese país artificialmente estable que asegure los siempre frágiles equilibrios de aquella estratégica zona, no, ya que lo que realmente debería preocupar, sobre todo en Occidente, es que el país del Nilo, siga siendo un lugar insostenible, en donde el régimen que allí se instaure, sea incapaz de mantener y de ofrecer oportunidades reales de futuro a sus ciudadanos, lo que tarde o temprano lo convertirá en un polvorín, si no se solventan las contradicciones en las que se encuentra sumido. Pero para que todo cambie, para que todo cambie a mejor, hacen falta reformas radicales, que nunca se podrán articular, si el camino elegido es el que alumbran en estos momentos los militares y que con tanto ardor aplaude la comunidad internacional.

Martes, 18 de febrero 2011

martes, 1 de marzo de 2011

Sobre la revuelta de Egipto (1)



Acercamientos

(acb.008)

Sobre la revuelta de Egipto (I)


Desde un principio la denominada “revolución egipcia”, por su singularidad me llamó poderosamente la atención, al existir varios elementos que no llegaban a cuadrarme, pero su resolución, que todos observan y festejan como un grandioso éxito, algunos incluso han llegado decir que se trata de un hito histórico a la altura del desmoronamiento del bloque soviético, me ha llenado de dudas, al tiempo que me ha hecho comprender, que en realidad, poco más se podía esperar. Evidentemente no esperaba que se produjera la revolución del proletariado, la auténtica, pero tampoco que se quedara en un golpe del estado del ejército contra sí mismo, con objeto de que todo se mantuviera tal y como estaba, con una única intención de que nada cambiara en la estructura del poder real de aquel país.
Cuando comenzaron a llegar noticias de lo que estaba acaeciendo en Egipto, hubo dos cuestiones que desde un principio me sorprendieron, el escaso número de manifestantes que protestaban en la denominada “Plaza de la liberación”, y la magnífica opinión, que al parecer, dichos manifestantes tenían de ejército, a lo que se unía, lo que desde mi punto de vista ha sido un elemento esencial para que todo acabara como ha acabado, el impresionante despliegue que los medios de comunicación han llevado a cabo, para informar de todo lo que ocurría, o de todo lo que pudiera ocurrir en aquel lugar. Intentaré ir por partes. Egipto cuenta con ochenta millones de habitantes, mientras que su populosa capital acoge a la mitad de dicha población, lo que quiere decir, que las concentraciones en la famosa plaza cairota, a todas luces eran minoritarias, ya que en muy pocas ocasiones, por lo que se ha observado gracias a las cámaras de las diferentes televisiones, llegaron a ser ciertamente multitudinarias, de suerte, que antes de la caída de Mubarak, se dijera lo que se dijera, nunca se pudo contabilizar, a pesar de los deseos de los diferentes reporteros que hasta allí habían llegado desde todas las partes del mundo, la mítica cantidad de un millón de manifestantes (en una ciudad, repito, de cuarenta millones de habitantes). El régimen egipcio, que en todo momento, y esto hay que repetirlo hasta la saciedad, ha estado apoyado por Occidente, ha sido siempre un régimen represivo, un régimen militar, que además de apañar las elecciones de opereta que de vez en cuando organizaba, se dedicaba a reprimir con mano de hierro, a todos aquellos, que por una causa o por otra, se atrevían a criticarlo. Por ello no llegaba a comprender que los manifestantes, al igual que el grueso de la población egipcia que había preferido quedarse en sus casas, respetaran tanto a su ejército, del que al parecer se sentían orgullosos, que para colmo, además de no haber ganado nunca una guerra, era el sostén del régimen contra el que se manifestaban. Ese ejército del que algunos siguen elogiando su papel en el conflicto, hubiera podido desmantelar en poco tiempo lo que estaba ocurriendo, como sin duda hubieran deseado sus altos mandos, pero pronto comprendieron que existía un pequeño problema, el espectacular despliegue que los medios de comunicación, sobre todo occidentales, habían desplegado en la zona, que hubieran desprestigiado al régimen, y de forma absoluta, si hubiera intervenido violentamente contra los que allí se daban cita, sobre todo de cara a la opinión pública de los países que lo sostienen económicamente. Es decir, los manifestantes que se aglutinaban en la ya famosa plaza, que nunca fueron tanto como se nos ha querido hacer entender, estaban salvaguardados, no ya por los vehículos blindados que estaban apostados frente a ellos, sino por el elevado número de reporteros, que con cámaras al hombro, cubrían la información para un mundo siempre sediento de noticias impactantes.
Otro tema que tampoco llegaba a asimilar, eran las reivindicaciones de los manifestantes, que se limitaban a poco más que a exigir la necesidad de que saliera del poder el octogenario presidente Hosni Mubarak, y al desmantelamiento del aparato represivo del régimen, lo que también me pareció desde un principio un objetivo bastante pobre, sobre todo si se tiene en cuenta, o se comprende, que la realidad social egipcia, resulta, al menos para la para la mayoría de su población, a todas luces insoportable. ¿A qué se debía tal hecho? Alguien me comentó que todo estaba motivado por la muerte de las ideologías, algo que evidentemente tarde o temprano lamentaríamos, y que ha dejado a la población, y no sólo por supuesto a la egipcia, sin estructuras teóricas y sin objetivos concretos que alcanzar, aunque creo, que el hecho no es que hayan muerto todas las ideologías, sino que una ideología determinada, el liberalismo radical, también llamado neoliberalismo, se ha encargado de enterrar, a todas las que en un momento determinado pudieran hacerle sombra, por lo que en estos momentos, sus postulados, sus códigos éticos, son los que sin duda alguna, gobiernan sin encontrar oposición alguna, el mundo globalizado en que vivimos. Los postulados básicos de esa ideología dominante, al menos los que publicita, son los de una sociedad abierta en la que cada cual pueda tener acceso, mediante su esfuerzo a un mundo mejor, para lo que es fundamental eliminar cualquier tipo de restricciones, y en donde la libertad, la libertad individual, es su consigna y su bandera a seguir. En principio no hay nada que objetar a tales postulados, que siempre tendrán que ser observado como básicos en cualquier sociedad democrática, pero el problema radica, en que esa ideología sólo se queda en eso, en hablar de libertad, sin profundizar en el hecho de que la libertad es una consecuencia, la consecuencia de una serie de factores y no algo que cae un día del cielo y desde lo que hay necesariamente que partir, como se suele afirmar en casi todos los mentideros. Para ellos, por ejemplo, en el momento en que caiga el régimen autoritario de Egipto, es decir cuando la libertad encuentre acomodo por primera vez en aquellas tierras, la realidad de la ciudadanía de aquel país cambiará por completo. Con toda seguridad, cuando el régimen se desmorone definitivamente se producirán importantes cambios, pero pocas transformaciones se llevaran a cabo que afecten a una mejora en la calidad de vida de los egipcios, y ello se deberá, entre otras cuestiones, a que la estructura económica del país seguirá siendo la misma. Sí, se podrá acceder a mucha más información, a participar en elecciones libres en las que se podrá votar a candidaturas que antes estaban prohibidas, e incluso el poder se encontrará en el mejor de los casos más fiscalizado, pero en el fondo nada cambiará, ya que la presión de la ideología dominante, con todos sus valores, tal como ocurre en los países occidentales, impondrá inevitablemente sus pautas.

Martes, 15 de febrero de 2011