sábado, 11 de septiembre de 2010

La crisis y la socialdemocracia


ACERCAMIENTOS

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La crisis y la socialdemocracia

Las fuertes medidas de ajustes dictadas por el gobierno de Rodríguez Zapatero, merced a las cuales han quedado congeladas gran parte de las políticas sociales, que eran a falta de otras de mayor calado las que singularizaban su mandato, parece que definitivamente, según se observa y se escucha en la calle, han logrando hundir la credibilidad del ejecutivo, y también la de su partido, que sin ningún tipo de disidencia interna, lo que resulta sorprendente, en todo momento las ha respaldado. De entre todas las medidas que se plantean llevar a cabo, con toda seguridad las que más impacto han ocasionado, aunque estoy convencido que no son las más importantes pese a su impopularidad, es la disminución de los salarios de los funcionarios y la congelación de las pensiones, algo inimaginable sobre todo para un gobierno teóricamente de izquierdas. No quiero entrar aquí si la gravedad de la crisis que estamos padeciendo aconseja, u obliga a coger con decisión el toro por los cuernos, que creo que sí, sino subrayar que las decisiones tomadas, que con toda seguridad son las más fáciles y las menos imaginativas de todas las que se hubieran podido tomar, ponen de manifiesto las dificultades a las que se enfrenta la socialdemocracia, que perdida, no se atreve, por cobardía, posiblemente por su apego al poder, a aplicar los discursos y las políticas, que hasta hace no tantos años, la convertían en la formación política preferida de las clases populares.

La realidad es innegable, la crisis económica global está haciendo estragos, dejando sin trabajo a millones de ciudadanos y precarizando las condiciones laborales de los que aún, y no se sabe hasta cuando, conservan a duras penas el que poseen, por lo que efectivamente hace falta un recorte del gasto, y la búsqueda de nuevos yacimientos de ingresos, que puedan posibilitar una inversión pública que en primer lugar salvaguarde, mediante subsidios dignos, a los que se han quedado sin ingresos al perder sus trabajos, para seguidamente fomentar la demanda interna que posibilite el consumo y por consiguiente la reactivación económica. Para lo anterior hace falta efectivamente dinero, dinero para poder inyectar en la propia sociedad, por lo que resulta un contrasentido, un enorme contrasentido, dictar políticas que vayan en el sentido contrario, como la de detraer liquidez a los funcionarios o la de disminuir la capacidad adquisitiva, mediante la no actualización de las pensiones, lo que unido al recorte del gasto público en todos los sectores, provocará con toda seguridad una recesión de la que difícilmente se podrá salir a corto plazo. Por supuesto que hay que recortar el gasto, y de forma drástica, pero sólo allí donde ese gasto resulte superfluo, pero nunca, en donde ese recorte pueda afectar al mantenimiento y a la creación de nuevos empleos.

El problema, es que el Partido Socialista, como las restantes organizaciones socialdemócratas en el poder, en lugar, como se confiaba, de realizar una política netamente socialdemócrata, consistente en potenciar la demanda desde el Estado, se está limitando a aplicar las recetas que le llega desde los cenáculos neoliberales, consistentes en reducir el gasto, todo el gasto, y en restringir la intervención del Estado, a no ser, por supuesto, que quien necesite ayuda sea el sistema financiero. Este y no otro es el problema de la socialdemocracia, que está haciendo el trabajo que no le corresponde, y lo que la está empujando hacia un callejón sin salida, en donde lo único que conseguirá será ganarse el descrédito de sus seguidores y su incapacitación para gobernar durante años, y todo, seamos realista, por su patológico apego al poder, que le obliga a comulgar con ruedas de molinos, en lugar de plantarse y decir no, lo que le evita tener que enfrentarse al poder real, el que controla los mercados y los flujos financieros, a pesar de que sabe que nunca se debe gobernar por gobernar, sino para llevar a cabo un programa político determinado, tenga éste las repercusiones que pudieran llegar a tener.

La socialdemocracia ha perdido el norte, olvidando la función que tradicionalmente la justificaba, que no era otra que la de intentar, mediante normas, controlar el carácter caótico y expansivo del capital, para convertirse en formaciones políticas que a lo único que aspiran, y por eso cada día desean parecerse más a ellas, es a turnarse en el poder con las formaciones de la derecha tradicional, en un turnismo insípido y por supuesto nada traumático, que está consiguiendo, y esa es la esperanza de muchos, una norteamericanización de la vida política, en donde sólo ligeros matices, ya que en todo lo demás están de acuerdo, separan y diferencia a los dos partidos que se deben alternar en el poder.

Dije antes, que me había sorprendido mucho, que después de las políticas restrictivas planteadas, no se hubieran producido disidencias importantes en el partido que aún lidera Rodríguez Zapatero, lo que habla a las claras, de lo que hoy es el partido de los socialdemócratas españoles, una organización repleta de cargos electos y asignados, de funcionarios que viven por y para el partido, en el que no existe el más mínimo debate interno, como si la única política que se pudiera llevar a cabo, es la auspiciada por los que ocupan la cúspide de la organización.

La cuestión, es que en las circunstancias actuales, es fundamental, posiblemente más que nunca, la existencia de la socialdemocracia, pues a pesar de los pesares, es la única formación con capacidad para intentar controlar políticamente al capital, y de obligarlo a volver a su lugar habitual, o lo que es lo mismo, a subordinarlo a las necesidades de la ciudadanía. Lo que ocurre, es que para ello, la socialdemocracia tiene que reconvertirse, refundarse por entero, para refugiándose o apoyándose en el Estado, aplicar políticas redistributivas que hagan comprender a todos, que para que este mundo sea sostenible, para que no explote en mil pedazos la sociedad en la que vivimos, es fundamental realizar un notable esfuerzo para cohesionarla, y evitar seguir como hasta ahora, permitiendo que todos sigan marchando al darwiniano ritmo del “sálvese quien pueda”.

Jueves, 27 de mayo de 2010

miércoles, 23 de junio de 2010

A pesar de todo aún no hay salida


ACERCAMIENTOS
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A pesar de todo aún no hay salida.

Lo que está acaeciendo, pone en evidencia la situación que padece la izquierda. La crisis económica que está sacudiendo el mundo, causada y esto nadie lo pone en duda, por las políticas neoliberales que durante demasiado tiempo han gobernado, con mano firme, los mercados y las economías de los países desarrollados, en lugar de poner en jaque al sistema capitalista, o al menos al capitalismo más radical, está, de forma sorprendente, arrinconando aún más a la izquierda, a la que se le acusa de ser ineficaz para afrontar las consecuencias de la propia crisis. Al parecer, según se repite sin descanso, los males del capitalismo sólo se pueden afrontar desde el propio capitalismo, ya que no existen, se comenta, otras opciones que ofrezcan un mínimo de viabilidad. Los expertos afirman, y no les faltan tribunas para decir lo que piensan, que la única forma de salir de la actual situación, en donde la falta de liquidez es notoria, entre otras razones porque las entidades financieras han cerrado sus puertas al crédito, es que se incremente el consumo, el verdadero corazón del sistema, pero parece absurdo apostar por dicha reactivación, cuando se constata que el poder adquisitivo de importantes sectores de la ciudadanía, y con muchas dificultades, sólo puede afrontar los gastos estrictamente necesarios. A lo anterior se une, que esos mismo expertos, todos ellos con magníficas titulaciones en exclusivas universidades, manifiestan que para salir del atolladero, de ese círculo vicioso, es necesario que se apueste, en lugar de por el Estado, que según dicen ha demostrado a lo largo de los años su ineficacia, por los empresarios y por las empresas privadas, eliminando las trabas que estos y estas encuentran para crear, como al parecer es su deseo, nuevos puestos de trabajos y por consiguiente más liquidez y riqueza. Perfecto, el problema, la causa de todos los problemas, en lugar de cómo se creía, la tienen los más débiles, que son a los que en principio debe apoyar todo Estado social y regulador, y no los que en épocas de bonanza, llenaron sus cuentas corrientes y los que elaboraron estrategias empresariales y financieras sólo a corto plazo, que eran las que más les convenía a sus intereses. Si se observa con serenidad, otra vez parece que se hace realidad la famosa frase de Henri Lévy, la de que “el capitalismo es el eterno adolescente que constantemente mata al anciano que lleva dentro”, o lo que es lo mismo, que el propio capitalismo, aprovecha todas las crisis que él mismo provoca para perpetuarse, perfeccionándose, en el centro del sistema. Si antes, hace sólo unos años, había que empequeñecer al Estado, para convertirlo, como dijo alguien, “en una gran comisaría de policía”, con objeto de que sus atribuciones sólo se concernieran al mantenimiento del orden y el imperio de la ley, ahora, después de todo lo que ha pasado, y que con toda seguridad seguirá pasando durante algunos años más, ahí está la crisis griega y el riesgo de contagio, se dice que el auténtico papel del Estado, el único con sentido, es convertirlo en Estado-bombero, para que en momentos difíciles, tales como los que estamos atravesando, salga sin dudarlo en defensa de la espina dorsal de la economía, que evidentemente no son los trabajadores, sino las empresas y el sistema financiero.
Lo curioso del tema, lo que cada día me sorprende más, es que apenas se alzan voces contra tal desatino, y las que se escuchan son tan marginales, que quedan descalificadas por su propia marginalidad. La presión es terrible, en el campo mediático, por ejemplo, sólo se alza una voz, que con pequeños matices, no es otra que la del discurso único, la de ese discurso unitario, que en el fondo sólo dice, una vez descodificado, “que se quiera o no, sólo existe un camino”, ya que los demás, son sólo senderos, que en el mejor de los casos, no llegan a ninguna parte. Poco a poco, porque la lluvia cuando no cesa siempre acaba calando, la ciudadanía va creyéndose esos mensajes, resultando curioso, y doloroso, observar como se tira piedras contra su propio tejado, dedicándose a repetir mecánicamente, todas las ideas que desde los alminares de los medios de comunicación con talla única le confeccionan. Ante tal situación poco puede hacer la izquierda, sobre todo, cuando la izquierda mayoritaria, es decir la socialdemócrata, hace tiempo que cayó, o mejor dicho se abalanzó a los brazos de ese discurso elaborado por el capitalismo más radical, lo que la ha conducido al descrédito, pensándose de ella “que es más de lo mismo”, y que sólo está interesada en la lucha por un poder político, que en la mayoría de las ocasiones poco interesa a sus votantes, porque desde él, sólo se puede gestionar lo existente, la calderilla que se le deja a la clase política.
Pero para cerrar más el círculo, es decir para que todo resulte más asfixiante, ni la propia izquierda digamos que más radical, la que se denomina alternativa, tiene claro el “qué hacer”, a pesar, y esto hay que reconocérselo, de que sus análisis de la situación resultan diáfanos y esclarecedores. Sí, esa izquierda sabe el lugar en el que nos encontramos, y las causas que nos han conducido hasta él, pero duda, o cae en demasiados lugares comunes, a la hora de preparar y presentar sus propuestas de futuro. Me ha sorprendido que uno de sus teóricos, el recientemente fallecido Vidal-Beneyto, alguien a quien sin duda recordaremos y echaremos en falta, después de un magnífico planteamiento, en un artículo que tenía pendiente de leer desde hacía bastante tiempo, acabe diciendo, que el futuro pasa por los movimientos sociales, imagino que por la vertebración de dichos movimientos, y en volver a las bases, dejando la desprestigiada política de altura para los profesionales de la misma, y recordando en una magnífica frase, que a pesar de ser cierta no es más que un brindis al sol, que “lo importante no es votar, sino saber para qué hay que votar”.
Ha llegado ya el momentos de dejar de buscar las causas, sobre todo porque ya se conocen, y buscar alternativas viables y creíbles que no pasen por el enrocamiento en posiciones marginales y hasta cierto punto narcisistas, por lo que los teóricos de la izquierda, que los hay, deben hacer todo lo posible por encontrar nuevos planteamientos teóricos que consigan aportar esperanza a la ciudadanía, y los demás, a saber decir no, cuando no haya más remedio que decir no, en lugar, como se suele hacer, de callar y bajar la cabeza ante todo lo que se nos impone.

Martes, 11 de mayo de 2010

miércoles, 17 de febrero de 2010

Sobre la libertad y la igualdad



ACERCAMIENTOS
(acb.004)

Sobre la libertad y la igualdad

Lo acaecido en Haití, que ha dejado en evidencia la realidad existente en la isla, debe de nuevo poner en primer plano el eterno debate entre libertad e igualdad, y también dejar constancia, que detrás del marchamos democrático, en demasiados países, se esconden regímenes que poco o nada tienen de democráticos, salvo dicho calificativo y la posibilidad, para que el engaño se mantenga en pie, de que sus ciudadanos puedan votar entre diferentes candidaturas, con la intención de decidir quién debe gobernarles. Bien, en el mundo en el que vivimos todos debemos ser demócratas, todos, y un país que no se califique como tal, tiene no sólo que ser condenado por la Comunidad Internacional, sino por todos los espíritus libres que aspiren a un mundo mejor. Loable, pues hay que reconocer que se ha producido un profundo cambio, ya que hoy en día, nadie que tenga dos dedos de frente, se atreve a apostar por alternativas políticas que no sean democráticas, ni mucho menos a apoyar, o a justificar, a los escasos regímenes, que aún mantienen sistemas de gobiernos que no se acoplen al modelo consagrado. Nadie hubiera podido pensar hace apenas dos décadas, por ejemplo, que todos los gobiernos de América Latina, salvo el existente en Cuba, se regirían en la actualidad por parámetros democráticos, pero tampoco nadie parece que se pare a pensar, en los motivos reales de tal transformación, ya que evidentemente nadie por muy ingenuo que sea puede llegar a creer, que tal hecho se deba a la presión popular, entre otras razones, porque los diferentes regímenes existentes, al menos en la mayoría de los casos, parece que siguen interesándose más por los que se beneficiaron de las diferentes dictaduras, que por los sectores populares que teóricamente deben sostenerlos. A pesar de creer sinceramente que los sistemas democráticos representan hoy por hoy, sobre todo cuando surgen de forma natural, la estructura política que más y mejor se adecua a la realidad de las sociedades plurales en las que vivimos, creo no obstante, que en determinados lugares, la democracia ha sido utilizada, instrumentalizada, más para legitimar estructuras sociales y económicas preexistentes, que para colmar las aspiraciones de justicia y de libertad que siempre han emanado de los sectores más desfavorecidos, y por supuesto mayoritarios de dichas sociedades. Es decir, estoy convencido, que por razones ideológicas, en un tiempo en el que al parecer las ideologías han desaparecido, muchos sistemas democráticos han sido implantado de forma artificial con la intención lampedusiana de que todo cambie para que todo siga igual. Pero una democracia no se puede insertar allí donde se desee, pues para que arraigue, para que en realidad se convierta en un instrumento al servicio de la ciudadanía, se tienen que dar una serie de variables, que se quiera o no, no se pueden dar en cualquier lugar, produciéndose cuando tal absurdo experimento fracasa, una profunda frustración, que las convierten en pesadas lozas que con el tiempo, necesariamente, las conduce a un populismo que las caricaturiza.
De forma constante se habla de la anormalidad que en estos momentos representa el régimen cubano, que paradójicamente se ha convertido en una isla autocrática rodeada de un mar de países que disfrutan de las mieles de la democracia. Se habla y mucho, de las dificultades por las que atraviesa, y no sólo políticas, la población de la isla (ahora más isla que nunca) caribeña, pero nadie parece que se atreve a levantar la voz, para criticar las condiciones de vida que padecen los habitantes de los países de su entorno, lo que puede hacer creer a algún ingenuo, que Cuba se encuentra enclavada entre Gran Bretaña y Escandinavia. No, Cuba, y a veces hay que recordarlo porque se olvida intencionadamente es un país caribeño, y la calidad de vida de sus habitantes, para bien o para mal, no hay que compararla con la que disfrutan los ciudadanos de Europa Occidental, sino con la de los países que la circundan, con los de la República Dominicana, con los de Haití, con los de Puerto Rico, con los de México, y con la del rosario de pequeños estados que conforman lo que aún hoy se denomina Centroamérica. Al parecer, por tanto, los ciudadanos cubanos se encuentran atorados, afrontando múltiples calamidades, mientras que sus felices vecinos, gracias al advenimiento de la democracia, por primera vez después de siglos de penurias, disfrutan o están comenzando a disfrutar de una existencia distinta. Deplorable, sobre todo cuando se conoce la situación real de aquellos países.
Decía alguien, creo recordar que John Grey, al que nadie podrá acusar de comunista ni siquiera de tibio izquierdista, que un régimen legítimo no es aquel que constantemente repite que es democrático y que enseña a cada paso sus credenciales, sino el que vela efectivamente por sus ciudadanos, de suerte, que pueden existir estados, que certifiquen que cuentan con constituciones a las que no les falta ninguna garantía jurídica que lo conviertan en sospechoso de cara a la opinión pública internacional, pero que en contrapartida, y a la hora de la verdad, no hacen nada para facilitar la vida de la inmensa mayoría de los que viven bajo su techo. Esas democracias, que al parecer han sido constituidas sólo para legitimar o legalizar las estructuras de poder, las criminales estructuras establecidas antes de que las democracias se implantaran, es la forma de gobierno que ha crecido como setas en toda Latinoamérica, y que Jorge Volpi, otro al que nadie podrá etiquetar como filocomunista, denomina democracias imaginarias.
Todas esas democracias facilitan, facilitan al menos hasta cierto punto, la libertad de sus miembros, pero curiosamente ninguna de ellas hace nada para que esa libertad sea efectiva, al comprender, por supuesto, que la libertad sin más, es algo inofensivo e inocuo. La libertad, y esto nadie puede negarlo, es un bien esencial, imprescindible, pero durante los últimos años ese término se ha banalizado en exceso, posiblemente de lo tanto que se ha manoseado, de suerte que se ha neutralizado, perdiendo por desgracia gran parte de su carácter. Estas democracias recientemente florecidas que tanto hablan de libertad y de nacionalismo, olvidan, o quieren hacer olvidar, que la libertad efectiva sólo puede germinar sobre un cuerpo social en donde exista un mínimo de cohesión, en donde la igualdad sea algo más que un sueño, ya que la igualdad, y esto debe tenerlo presente todo aquel al que le interesen los temas sociales, tiene que estar íntimamente unida a la libertad, pues de hecho, ésta, no puede tener nunca sentido sin aquella, aunque existen demasiados interesados en separarlas y en mostrarlas como conceptos y realidades contrapuestas.
Por todo lo anterior, me llama la atención las declaraciones de Luis Yáñez, en las que dice que antes que socialista o liberal hay que ser un defensor de las libertades, olvidando el socialista sevillano, que la libertad sin más no conduce necesariamente a la libertad, sino al desamparo y a la frustración. En este tema, cada día la socialdemocracia se está alejando más de la izquierda, cuyo corazón siempre ha estado más cerca de la justicia y de la igualdad que de eso tan hermoso e idílico como es la libertad.

Viernes, 22 de enero de 2.010