lunes, 8 de julio de 2013

Sobre "Los escraques"

13.- Sobre “Los escraques”



Desde no hace mucho, se viene observando un nuevo fenómeno, el de “los escraques”, que está provocando una gran polvareda, que apunta en último extremo a un mayor control de los políticos electos por parte de la ciudadanía, de unos políticos que hasta hace unos meses sólo creían estar sujetos a la disciplina de sus propios partidos. “Los escraques” son concentraciones que se realizan delante de los domicilios particulares de cargos electos concretos, que aspiran a recordarles a éstos, que existe un problema y que tienen la obligación de afrontarlo. Los que se manifiestan en contra de estas acciones, que son muchos, estiman que la función de los mismos no es otra que la de intentar influir, mediante la presión, sobre los políticos con objeto de que éstos se alineen a favor de la tesis que defienden, recordándoles dichas acciones a las que los nacionalsocialistas alemanes llevaron a cabo contra los judíos, por lo que están convencidos que lo que en realidad están llevando a cabo esos grupos, a los que califican de extrema izquierda, no es otra cosa que una coacción ilícita, y por supuesto antidemocrática, contra los genuinos representantes de la soberanía popular, que siempre deben actuar sin influencias de ningún tipo. Por lo anterior, cuando el número de “escraques” aumenta, la polémica sobre los mismos está anegando los medios de comunicación, con encendidas opiniones a favor y en contra de los mismos.

El movimiento de “los escraques” ha salido a la palestra de la mano de los desahucios masivos que se están llevando a cabo por parte de las entidades financieras, muchas de ellas salvadas de la quiebra gracias al erario público, que está poniendo en la calle a muchas familias que no han podido hacer frente a sus obligaciones hipotecarias. Este es un tema, el de los desahucios, que está calando hondo en la opinión pública, que observa como los grandes damnificados por la crisis se quedan a la intemperie, sin posibilidad alguna de poder levantar cabeza a largo plazo, mientras que los que la han provocado, reciben ayudas y más ayudas de las instituciones públicas, para que sigan realizando su labor como si nada hubiera pasado. No cabe duda que en un mundo tan mediático como en el que vivimos, la aparición de este fenómeno en las primeras páginas de los medios, se debe a la labor de las diferentes plataformas antidesahucios que se han articulado a lo largo y ancho de todo el territorio nacional, subrayando un problema, mediante manifestaciones y concentraciones, que hubiera quedado eclipsado por otras cuestiones de la actualidad, y contabilizándose como una causa lógica e inevitable de la catastrófica crisis que padecemos. De suerte, que sin esa inesperada y hasta cierto punto insólita presión popular, no se hubieran llegado a tomar las aún tímidas medidas, tanto judiciales como legislativas que se han realizado en los últimos meses para paliar, en lo posible, las consecuencias reales que el desempleo masivo está provocando entre los afectados por el mismo, que entre otras cosas, les impide poder pagar el techo bajo el que duermen.

Pero aquí no quiero entrar en la crisis hipotecaria ni en los efectos de la misma, que creo ya bastante conocidos por todos, sino en dos cuestiones que me llaman la atención, el de la movilización de un sector de la ciudadanía ante “lo inevitable”, y como consecuencia de ella, al control que los representantes públicos van a tener que soportar por parte de esa “ciudadanía militante”, que está convencida que sus representantes tienen la obligación de velar por ella, por sus problemas, y no por los intereses de las formaciones políticas a las que pertenecen, o a espureos intereses que nadie sabe a quiénes benefician en último extremo.

Sí, hay que reconocer que algo está cambiando en esta sociedad, y todo se debe a la crisis, a los devastadores efectos de la tan cacareada crisis que estamos padeciendo, que ha conseguido tirar por tierra el escaso prestigio que aún atesoraban los políticos, y que ha puesto en pie de guerra a determinados colectivos, que sin miedo se han apoderado de las calles. Hasta ahora, a los políticos, a los políticos profesionales, se les dejaba en paz, al estimarse tácitamente que no eran más que funcionarios de los partidos empresas a los que pertenecían, y que como consecuencia, sólo tenían y podían hacer lo que desde sus cúpulas directivas se les ordenaba, pasando inadvertidos y como por encima de una ciudadanía que sólo se limitaba, sin conocerlos, a votarlos o no, no a ellos sino a los partidos de los que son funcionarios, en las diferentes convocatorias electorales ante las que se les citaba. Pero ahora, de forma curiosa, gracias en buena medida a “los escraques” los focos se ponen ante ellos, obligándoles a sentir, como comúnmente se dice, el aliento de los electores sobre su cogote, lo que modifica, y de forma radical, la forma que hasta la fecha han tenido de entender la política, lo que les hace comprender, o les tendrían que hacer comprender, que ante quienes tienen que rendir cuentas es ante esa ciudadanía a las que tienen que representar y no sólo ante el staff de su formación política.

No cabe duda que todo lo que está sucediendo se debe a la aún embrionaria movilización popular que se está llevando a cabo, a la politización de la sociedad, que es la que le “complica la vida” a esos políticos, que evidentemente antes vivían mejor que cuando esa misma ciudadanía apenas reparaba en ellos y les dejaba hacer libremente. Por ello, por mucho que digan, los grandes beneficiados de una ciudadanía apática, siempre ha sido la propia clase política, que no en vano en todo momento ha potenciado una sociedad despolitizada, antes que una ciudadanía vigorosa, siempre encima de lo que realmente le interesa, informada, crítica y deseosa de fiscalizar la labor de sus representantes. Espero, que poco a poco, el tejido social de nuestra sociedad siga tensándose, pues ello redundará en una mejor clase política, que a su vez, sin duda alguna, hará posible una mejor gestión de los asuntos públicos.



16.04.13