9.- Sobre Sevilla, y 2
Creo que la decisión tomada por La Caixa sobre la ubicación del Caixaforum es lógica, al menos desde el punto de vista empresarial, pues carece de sentido gastar una ingente suma económica en la restauración y en la adecuación de un edificio, por mucho valor histórico que posea, que para colmo nunca podrá ser de su propiedad, teniendo otro a su disposición que aún no tiene un uso definido. A La Caixa nadie le puede exigir nada, salvo darle las gracias por haberse quedado con Cajasol, por ese infumable marrón que nadie sabía qué hacer con él, pero sobre todo, al menos desde el plano cultural, por proponerse traer a esta ciudad un proyecto de la envergadura del Caixaforum, por lo que las críticas que ahora se escuchan desde las altas instancias de la ciudad y de la comunidad, sólo caben observarlas como lo que realmente son, meros gestos de cara a la galería, sobre todo cuando se comprende, que no han hecho nada, absolutamente nada para evitar los desmanes que se han llevado a cabo desde las cajas de ahorros andaluzas, lo que ha dejado a la comunidad y a las diferentes ciudades que la componen, sin un importante instrumento financiero al servicio de sus intereses. Por lo tanto, ahora no es el momento de rasgarse las vestiduras, sino el de aceptar las condiciones que la entidad catalana ponga sobre la mesa, pues que un Caixaforum pueda abrir las puertas en una ciudad tan maltratada históricamente como la nuestra, siempre será un motivo de satisfacción, y eso a pesar de que el lugar ideado para el mismo no sea el que más nos satisfaga.
Sí, seamos ante todo realistas, que se instale un Caixaforum en Sevilla es ante todo un regalo, otro regalo de los muchos que ha recibido esta ciudad en los últimos tiempos, lo que después de asumirlo debería comenzar a preocuparnos, pues no podemos seguir siendo por más tiempo una ciudad subvencionada que vive de las limosnas y de los golpes de gracia de los demás, ya que por ese camino evidentemente no se podrá alcanzar el futuro que todos deseamos.
Partiendo de la base, de la demoledora base de que la Torre Pelli va a ser un monumento a la pérdida de la autonomía financiera de la ciudad, algo de una trascendencia absoluta, sobre todo cuando estoy convencido que el futuro estará en las ciudades, más que en los estados o que en las regiones, hay que comenzar, en lugar de seguir soñando con impulsos exógenos que de vez en cuando nos puedan empujar hacia delante, a trabajar en comprender dónde nos encontramos y hacia dónde podríamos encaminarnos con las fuerzas reales que poseemos. Sevilla es una ciudad eminentemente de servicios, dotada de un importante patrimonio histórico y humano, en donde el reducido tejido industrial existente es ante todo residual, contando además con un gran potencial agrícola gracias a las fértiles tierras que la circundan; una ciudad bastante castigada por el desempleo y con unos niveles educativos y culturales por los suelos. Con estos datos, y con otros más que creo laterales, son con los que hay que contar para comenzar a desarrollar un proyecto de futuro, un proyecto de ciudad sostenible y a la vez creíble.
Ante tal situación como por la que se está atravesando, lo difícil es ser mínimamente optimista, pues no sólo los indicadores con los que se cuentan, sino todas las sensaciones que uno va acumulando día tras día, invitan, se quiera o no a la inquietud y al desasosiego, pues en principio no parecen que los problemas que anegan nuestra realidad, puedan tener solución ni siquiera a medio plazo. Parece que una negra y pesada tormenta se ha posicionado sobre nuestras cabezas, ante la que sólo se puede esperar, o rezar, para que no estalle con estrépito sobre nosotros. El problema del desempleo, por mucho que nos digan, no tiene fácil solución, al ser ante todo estructural, ya que no se puede esperar que un aluvión de inversiones y de nuevas industrias vengan para solventarlo. No, hay que ser realistas y comprender que no se pueden esperar recetas milagrosas, impostadas, que vengan desde fuera, sino que hay que encontrar las soluciones, en el caso de que se puedan encontrar, en lo poco o en lo mucho que se pueda poseer.
Pero a pesar de todo, y aunque Sevilla nunca haya sido una ciudad industrial, se podría decir, con un poco de voluntarismo, que se encuentra bien situada en la nueva era posindustrial en la que ha entrado Occidente, y que sacando fuerzas de lo que realmente tiene, eliminando de una vez por todas esa ilusiones vanas que siempre han empañado su presente, podría, si realmente sabe o sabemos conjugarlas, enfrentarse con dignidad y con cierta esperanza a su propio futuro.
El gran potencial de esta ciudad indudablemente es el turismo, y todas las actividades adyacentes al mismo, en el que hay que centrarse para sacar el mayor valor añadido posible. Está claro que ya cuenta, pues nos ha sido legado, con un patrimonio histórico y artístico de envergadura, y con unas festividades que los sevillanos, por su carácter, saben subrayar incluso de forma excesiva, pero hay que seguir trabajando, sobre todo desde las Instituciones Públicas, para aumentar el atractivo de la ciudad, para que ésta, durante todo el año, y no sólo en fechas concretas, se convierta en un foco de atracción para a un importante número de visitantes. Después del fracaso del proyecto de La Encarnación, el famoso Parasol Metropol, que pudo haber sido diseñado para ser un centro cultural de altura, y que debido a la estrecha visión de nuestros gobernantes se quedó sólo en ser un centro de ocio más, hay que seguir apostando, por ejemplo, por ese centro cultural y expositivo de vanguardia, por un lugar singular en donde pudiera tener cabida, todo lo que de interés, en el marco de las artes, acontezca en el mundo, con la intención de que Sevilla ocupe un lugar destacado en los circuitos culturales y artísticos existentes.
De todas formas se podría conjugar, sin que se perturben, el atractivo que indudablemente posee “la Sevilla eterna”, que al parecer tanto gusta, con lo más innovador que acontezca en el mundo de las artes, lo que con seguridad atraería a muchos interesados de diferentes extracciones culturales, pero para ello, haría falta un estrategia seria, rigurosa, que tenga claro que el objetivo sea situar a Sevilla entre las grandes ciudades culturales europeas.
Pero para un proyecto de tal calibre haría falta dinero, importantes inversiones, que hoy por hoy difícilmente se podrán conseguir, además de, paralelamente, apostar por elevar significativamente los niveles culturales de la ciudad. En este contexto, la llegada del Caixaforum debe ser bienvenida, pero tal hecho no puede hacer olvidar a las Atarazanas, que pueden ser el marco idóneo para hacer posible lo que más arriba he descrito, sin que se caiga en la tentación, como ya he escuchado, con objeto de darle utilidad, de convertirla en algo tan cateto como el gran museo de la ciudad.
Una pena, y esto lo pagaremos a buen seguro, que ya no poseamos ni tan siquiera con una Caja de Ahorros propia al servicio de ciudadanía, que apueste financieramente, y de forma decidida, por un concepto diferente y necesario de ciudad, por una Sevilla, por una nueva Sevilla que dé un paso hacia un nuevo estadio de su existencia. Repito, una pena.
15.12.12