viernes, 4 de noviembre de 2011

Sobre el caso Murdoch


Acercamientos

(acb.010)

Sobre el caso Murdoch y el periodismo actual

Hace unos días hablando con un amigo sobre el inminente desembarco, ya que sólo la aparición en escena de algo inesperado podría evitarlo, de la derecha en el poder político de nuestro país, pues hay que subrayar que el otro siempre ha permanecido en sus manos, le comenté que el problema radicaba, que una vez conseguido ese objetivo, difícilmente se le podría desalojar de él, no ya por las virtudes que pudiera tener su forma de hacer política, sino por el entusiasta apoyo que iba a recibir de los medios de comunicación, que en su casi totalidad, en todo momento, hiciera lo que hiciera, aplaudirían y se vanagloriarían de su gestión. Le decía lo anterior a mi amigo, porque desde hace tiempo padezco una gran preocupación por el enorme poder que poseen en la actualidad dichos medios, y que posiblemente al darse cuenta del mismo, han dado un importante paso significativo hasta convertirse en lo que no pueden ser, en jueces y parte de la actividad política, de suerte, que se podría decir sin errar demasiado el tiro, que en buena medida ellos son, los medios, los que controlan en estos momentos la actividad, o las agendas de los gobiernos del denominado mundo civilizado. Sí, ellos son los que teledirigen desde la distancia la política que se va realizando, dictando las tareas que deben seguir los gobernantes, al tiempo que sólo son controlados por los poderes ocultos que se esconden detrás de sus consejos de administración.

De forma curiosa, varios días después de esa charla, saltó la palestra el tema Murdoch, dejando en evidencia la realidad de buena parte de los medios del que hasta no hace mucho tiempo se denominaba el mundo libre, que al menos en teoría, siempre se ha sustentado en la existencia de unos medios libres e independiente del poder, se encuentre éste en manos de quién se encuentre. Al parecer los medios más importantes del magnate de la comunicación Rupert Murdoch, no dudaban en contratar a detectives privados para elaborar sus noticias, sirviéndose de de escuchas telefónicas y otros despreciables métodos, al tiempo que gracias a lo anterior, conseguían tener amedrentada a la clase política británica, que temerosa de que pudieran aparecer escándalos en los que se viera implicada, hacían la vista gorda a esas prácticas, que al parecer eran de dominio público. Los tabloides propiedad de ese magnate, que se venden como rosquillas gracias a sus impactantes noticias, no dudaban en sacar a la luz toda la mierda que hiciera falta con objeto de vender más y más periódicos, al tiempo que mantenían su apoyo explícito a los proyectos políticos más derechistas tanto en Gran Bretaña como en los Estados Unidos. El gran éxito de esos medios se encuentra en la capacidad que poseen para banalizarlo todo, en bajar vergonzosamente el nivel de sus análisis para mostrar una realidad en la que todo son escándalos, al tiempo que señalan sólo hacia lo más anecdótico de la vida social y política, sin tener ninguna intención de adentrarse en lo que se esconde detrás de esa realidad que se encargaban de mostrar.

Hace algún tiempo, un conocido, conocedor a fondo de los medios de comunicación norteamericanos, me comentó ante mi extrañeza por el poder de la FOX (también propiedad del australiano), que estaba realizándole la campaña electoral al Partido Republicano, y más concretamente a su ala más derechista, al denominado Tea Party, que su poder, en contraposición a lo que le ocurría a la CNN, se basaba en que era una cadena televisiva atractiva, en la que sus usuarios lo pasaban bien, lo que la convertía, pese a su carácter marcadamente politizado, en la cadena preferida del ciudadano medio de ese país. Creo que esa es la cuestión, la cuestión que ha convertido a los medios de comunicación más poderosos en instrumentos de banalización social, en donde los discursos doctrinarios, se cuelan sin llamar demasiado la atención en las cabezas de una ciudadanía idiotizada que se conforma con cuatro consignas excesivamente diáfanas, tan diáfanas que deberían, por ello, por precaución, mantenerse en cuarentena.

La función de un medio de comunicación, al menos en teoría, es la de contar lo que ocurre, y dependiendo de su tendencia ideológica, porque la objetividad afortunadamente no existe, opinar sobre dichos acontecimientos, de suerte que los medios más veraces y serios, son aquellos que presentan a diferentes colaboradores, que apoyándose en el prestigio de sus respectivas firmas, ofrecen diferentes opiniones de lo que sucede. Esto último, que aportaba credibilidad, pues en muchas ocasiones el que firmaba opinaba de forma diferente a lo que afirmaban las editoriales de su propio medio, es algo que parece que ha desaparecido por completo. Hoy en día, cada periódico, cada emisora de radio o de televisión, se empeña en mantener un discurso cerrado, en donde cada uno de sus colaboradores trata de alinearse de forma férrea al discurso marcado por la agenda temática del medio en el que trabaja, lo que me resulta preocupante por el hecho de representar un atentado a la pluralidad existente. Los medios serios, que aún los hay, intentan maquillar tal hecho, pero los que no lo son, se vanaglorian de esa coherencia ideológica que dicen poseer.

La gran diferencia entre un medio serio y otro amarillo, no es otra, que la metodología que utilizan para mantenerse en el candelero, o en el candelabro como en su día dijo alguien, pues en un mercado tan exigente y competitivo como el actual, no parece fácil mantener una cuota de mercado aceptable, por lo que algunos, y no pocos, optan por el sensacionalismo. El sensacionalismo no es más que la opción de ofrecer al público, cueste lo que cueste, lo que este desea recibir, hecho que en una sociedad como en la que vivimos, en donde el nivel cultural cada día se encuentra más deteriorado, consigue hacer estragos.

Muchos medios parece que han olvidado que entre sus obligaciones se encuentra una determinada función pedagógica, deslizándose por el contrario por senderos que sólo conducen al envilecimiento y a la aculturización de la sociedad, lo que a su vez provoca la conformación de un tejido social cada vez menos crítico y pendiente sólo de cuestiones marginales y casi anecdóticas, lo que obliga a importantes sectores de la población a despreocuparse de lo verdaderamente importante, de lo que suele tener, sólo en el mejor de los casos, una visión bastante esquemática y simplificada. Lo anterior también está provocando una despolitización radical y una preocupante descalificación de la política, hecho que curiosamente coincide con el objetivo del liberalismo radical, que sólo quiere que la política se entienda como un instrumento para gestionar lo existente.

El caso Murdoch es interesante por el hecho, de que el poderoso magnate, siempre temido y envidiado, que ha potenciado una determinada forma de entender el periodismo, se encuentra, se encuentra ante un grave problema precisamente gracias a la prensa de calidad. De todas formas, aunque le cueste varios millones de euros y el cierre de algunas de sus cabeceras más importantes, con toda seguridad Rupert Murdoch y su grupo, saldrá airoso de la actual situación por la que atraviesa, pues su concepto de lo que debe ser el periodismo es la que la que encuentra mayor acogida en la actualidad.

25.07.11