
ACERCAMIENTOS
(acb.005)
A pesar de todo aún no hay salida.
Lo que está acaeciendo, pone en evidencia la situación que padece la izquierda. La crisis económica que está sacudiendo el mundo, causada y esto nadie lo pone en duda, por las políticas neoliberales que durante demasiado tiempo han gobernado, con mano firme, los mercados y las economías de los países desarrollados, en lugar de poner en jaque al sistema capitalista, o al menos al capitalismo más radical, está, de forma sorprendente, arrinconando aún más a la izquierda, a la que se le acusa de ser ineficaz para afrontar las consecuencias de la propia crisis. Al parecer, según se repite sin descanso, los males del capitalismo sólo se pueden afrontar desde el propio capitalismo, ya que no existen, se comenta, otras opciones que ofrezcan un mínimo de viabilidad. Los expertos afirman, y no les faltan tribunas para decir lo que piensan, que la única forma de salir de la actual situación, en donde la falta de liquidez es notoria, entre otras razones porque las entidades financieras han cerrado sus puertas al crédito, es que se incremente el consumo, el verdadero corazón del sistema, pero parece absurdo apostar por dicha reactivación, cuando se constata que el poder adquisitivo de importantes sectores de la ciudadanía, y con muchas dificultades, sólo puede afrontar los gastos estrictamente necesarios. A lo anterior se une, que esos mismo expertos, todos ellos con magníficas titulaciones en exclusivas universidades, manifiestan que para salir del atolladero, de ese círculo vicioso, es necesario que se apueste, en lugar de por el Estado, que según dicen ha demostrado a lo largo de los años su ineficacia, por los empresarios y por las empresas privadas, eliminando las trabas que estos y estas encuentran para crear, como al parecer es su deseo, nuevos puestos de trabajos y por consiguiente más liquidez y riqueza. Perfecto, el problema, la causa de todos los problemas, en lugar de cómo se creía, la tienen los más débiles, que son a los que en principio debe apoyar todo Estado social y regulador, y no los que en épocas de bonanza, llenaron sus cuentas corrientes y los que elaboraron estrategias empresariales y financieras sólo a corto plazo, que eran las que más les convenía a sus intereses. Si se observa con serenidad, otra vez parece que se hace realidad la famosa frase de Henri Lévy, la de que “el capitalismo es el eterno adolescente que constantemente mata al anciano que lleva dentro”, o lo que es lo mismo, que el propio capitalismo, aprovecha todas las crisis que él mismo provoca para perpetuarse, perfeccionándose, en el centro del sistema. Si antes, hace sólo unos años, había que empequeñecer al Estado, para convertirlo, como dijo alguien, “en una gran comisaría de policía”, con objeto de que sus atribuciones sólo se concernieran al mantenimiento del orden y el imperio de la ley, ahora, después de todo lo que ha pasado, y que con toda seguridad seguirá pasando durante algunos años más, ahí está la crisis griega y el riesgo de contagio, se dice que el auténtico papel del Estado, el único con sentido, es convertirlo en Estado-bombero, para que en momentos difíciles, tales como los que estamos atravesando, salga sin dudarlo en defensa de la espina dorsal de la economía, que evidentemente no son los trabajadores, sino las empresas y el sistema financiero.
Lo curioso del tema, lo que cada día me sorprende más, es que apenas se alzan voces contra tal desatino, y las que se escuchan son tan marginales, que quedan descalificadas por su propia marginalidad. La presión es terrible, en el campo mediático, por ejemplo, sólo se alza una voz, que con pequeños matices, no es otra que la del discurso único, la de ese discurso unitario, que en el fondo sólo dice, una vez descodificado, “que se quiera o no, sólo existe un camino”, ya que los demás, son sólo senderos, que en el mejor de los casos, no llegan a ninguna parte. Poco a poco, porque la lluvia cuando no cesa siempre acaba calando, la ciudadanía va creyéndose esos mensajes, resultando curioso, y doloroso, observar como se tira piedras contra su propio tejado, dedicándose a repetir mecánicamente, todas las ideas que desde los alminares de los medios de comunicación con talla única le confeccionan. Ante tal situación poco puede hacer la izquierda, sobre todo, cuando la izquierda mayoritaria, es decir la socialdemócrata, hace tiempo que cayó, o mejor dicho se abalanzó a los brazos de ese discurso elaborado por el capitalismo más radical, lo que la ha conducido al descrédito, pensándose de ella “que es más de lo mismo”, y que sólo está interesada en la lucha por un poder político, que en la mayoría de las ocasiones poco interesa a sus votantes, porque desde él, sólo se puede gestionar lo existente, la calderilla que se le deja a la clase política.
Pero para cerrar más el círculo, es decir para que todo resulte más asfixiante, ni la propia izquierda digamos que más radical, la que se denomina alternativa, tiene claro el “qué hacer”, a pesar, y esto hay que reconocérselo, de que sus análisis de la situación resultan diáfanos y esclarecedores. Sí, esa izquierda sabe el lugar en el que nos encontramos, y las causas que nos han conducido hasta él, pero duda, o cae en demasiados lugares comunes, a la hora de preparar y presentar sus propuestas de futuro. Me ha sorprendido que uno de sus teóricos, el recientemente fallecido Vidal-Beneyto, alguien a quien sin duda recordaremos y echaremos en falta, después de un magnífico planteamiento, en un artículo que tenía pendiente de leer desde hacía bastante tiempo, acabe diciendo, que el futuro pasa por los movimientos sociales, imagino que por la vertebración de dichos movimientos, y en volver a las bases, dejando la desprestigiada política de altura para los profesionales de la misma, y recordando en una magnífica frase, que a pesar de ser cierta no es más que un brindis al sol, que “lo importante no es votar, sino saber para qué hay que votar”.
Ha llegado ya el momentos de dejar de buscar las causas, sobre todo porque ya se conocen, y buscar alternativas viables y creíbles que no pasen por el enrocamiento en posiciones marginales y hasta cierto punto narcisistas, por lo que los teóricos de la izquierda, que los hay, deben hacer todo lo posible por encontrar nuevos planteamientos teóricos que consigan aportar esperanza a la ciudadanía, y los demás, a saber decir no, cuando no haya más remedio que decir no, en lugar, como se suele hacer, de callar y bajar la cabeza ante todo lo que se nos impone.
Martes, 11 de mayo de 2010
(acb.005)
A pesar de todo aún no hay salida.
Lo que está acaeciendo, pone en evidencia la situación que padece la izquierda. La crisis económica que está sacudiendo el mundo, causada y esto nadie lo pone en duda, por las políticas neoliberales que durante demasiado tiempo han gobernado, con mano firme, los mercados y las economías de los países desarrollados, en lugar de poner en jaque al sistema capitalista, o al menos al capitalismo más radical, está, de forma sorprendente, arrinconando aún más a la izquierda, a la que se le acusa de ser ineficaz para afrontar las consecuencias de la propia crisis. Al parecer, según se repite sin descanso, los males del capitalismo sólo se pueden afrontar desde el propio capitalismo, ya que no existen, se comenta, otras opciones que ofrezcan un mínimo de viabilidad. Los expertos afirman, y no les faltan tribunas para decir lo que piensan, que la única forma de salir de la actual situación, en donde la falta de liquidez es notoria, entre otras razones porque las entidades financieras han cerrado sus puertas al crédito, es que se incremente el consumo, el verdadero corazón del sistema, pero parece absurdo apostar por dicha reactivación, cuando se constata que el poder adquisitivo de importantes sectores de la ciudadanía, y con muchas dificultades, sólo puede afrontar los gastos estrictamente necesarios. A lo anterior se une, que esos mismo expertos, todos ellos con magníficas titulaciones en exclusivas universidades, manifiestan que para salir del atolladero, de ese círculo vicioso, es necesario que se apueste, en lugar de por el Estado, que según dicen ha demostrado a lo largo de los años su ineficacia, por los empresarios y por las empresas privadas, eliminando las trabas que estos y estas encuentran para crear, como al parecer es su deseo, nuevos puestos de trabajos y por consiguiente más liquidez y riqueza. Perfecto, el problema, la causa de todos los problemas, en lugar de cómo se creía, la tienen los más débiles, que son a los que en principio debe apoyar todo Estado social y regulador, y no los que en épocas de bonanza, llenaron sus cuentas corrientes y los que elaboraron estrategias empresariales y financieras sólo a corto plazo, que eran las que más les convenía a sus intereses. Si se observa con serenidad, otra vez parece que se hace realidad la famosa frase de Henri Lévy, la de que “el capitalismo es el eterno adolescente que constantemente mata al anciano que lleva dentro”, o lo que es lo mismo, que el propio capitalismo, aprovecha todas las crisis que él mismo provoca para perpetuarse, perfeccionándose, en el centro del sistema. Si antes, hace sólo unos años, había que empequeñecer al Estado, para convertirlo, como dijo alguien, “en una gran comisaría de policía”, con objeto de que sus atribuciones sólo se concernieran al mantenimiento del orden y el imperio de la ley, ahora, después de todo lo que ha pasado, y que con toda seguridad seguirá pasando durante algunos años más, ahí está la crisis griega y el riesgo de contagio, se dice que el auténtico papel del Estado, el único con sentido, es convertirlo en Estado-bombero, para que en momentos difíciles, tales como los que estamos atravesando, salga sin dudarlo en defensa de la espina dorsal de la economía, que evidentemente no son los trabajadores, sino las empresas y el sistema financiero.
Lo curioso del tema, lo que cada día me sorprende más, es que apenas se alzan voces contra tal desatino, y las que se escuchan son tan marginales, que quedan descalificadas por su propia marginalidad. La presión es terrible, en el campo mediático, por ejemplo, sólo se alza una voz, que con pequeños matices, no es otra que la del discurso único, la de ese discurso unitario, que en el fondo sólo dice, una vez descodificado, “que se quiera o no, sólo existe un camino”, ya que los demás, son sólo senderos, que en el mejor de los casos, no llegan a ninguna parte. Poco a poco, porque la lluvia cuando no cesa siempre acaba calando, la ciudadanía va creyéndose esos mensajes, resultando curioso, y doloroso, observar como se tira piedras contra su propio tejado, dedicándose a repetir mecánicamente, todas las ideas que desde los alminares de los medios de comunicación con talla única le confeccionan. Ante tal situación poco puede hacer la izquierda, sobre todo, cuando la izquierda mayoritaria, es decir la socialdemócrata, hace tiempo que cayó, o mejor dicho se abalanzó a los brazos de ese discurso elaborado por el capitalismo más radical, lo que la ha conducido al descrédito, pensándose de ella “que es más de lo mismo”, y que sólo está interesada en la lucha por un poder político, que en la mayoría de las ocasiones poco interesa a sus votantes, porque desde él, sólo se puede gestionar lo existente, la calderilla que se le deja a la clase política.
Pero para cerrar más el círculo, es decir para que todo resulte más asfixiante, ni la propia izquierda digamos que más radical, la que se denomina alternativa, tiene claro el “qué hacer”, a pesar, y esto hay que reconocérselo, de que sus análisis de la situación resultan diáfanos y esclarecedores. Sí, esa izquierda sabe el lugar en el que nos encontramos, y las causas que nos han conducido hasta él, pero duda, o cae en demasiados lugares comunes, a la hora de preparar y presentar sus propuestas de futuro. Me ha sorprendido que uno de sus teóricos, el recientemente fallecido Vidal-Beneyto, alguien a quien sin duda recordaremos y echaremos en falta, después de un magnífico planteamiento, en un artículo que tenía pendiente de leer desde hacía bastante tiempo, acabe diciendo, que el futuro pasa por los movimientos sociales, imagino que por la vertebración de dichos movimientos, y en volver a las bases, dejando la desprestigiada política de altura para los profesionales de la misma, y recordando en una magnífica frase, que a pesar de ser cierta no es más que un brindis al sol, que “lo importante no es votar, sino saber para qué hay que votar”.
Ha llegado ya el momentos de dejar de buscar las causas, sobre todo porque ya se conocen, y buscar alternativas viables y creíbles que no pasen por el enrocamiento en posiciones marginales y hasta cierto punto narcisistas, por lo que los teóricos de la izquierda, que los hay, deben hacer todo lo posible por encontrar nuevos planteamientos teóricos que consigan aportar esperanza a la ciudadanía, y los demás, a saber decir no, cuando no haya más remedio que decir no, en lugar, como se suele hacer, de callar y bajar la cabeza ante todo lo que se nos impone.
Martes, 11 de mayo de 2010